Monday, December 18, 2006

CD7 - 'GEORGIA ON MY MIND'

Crónicas en 2x1

Había prometido dos crónicas sobre el nacimiento de Diego, y tenía intención de publicarlas simultáneamente, pero no he podido completar la segunda parte (CHRONICA CHRONICAE: De cómo Dios es misógino). Mientras tanto, aquí les va la primera. Espero que la disfruten.


‘GEORGIA ON MY MIND’

Tan sólo de pensar que tengo que explicar por escrito la experiencia de estar embarazada y dar a luz me genera una ansiedad terrible. Tal vez por eso es que han pasado ya más de dos meses del nacimiento de Diego y no he podido escribir una línea. Por nueve meses estuve leyendo todo lo que caía en mis manos, y cada palabra sobre los “eventos clímax” del embarazo me parecía vacía e insignificante. ¿Cómo sé si el bebé se mueve? Páginas y páginas de descripciones y aproximaciones: mariposas, gas, burbujas, como un pececito, etc., etc., etc. ¿Cómo voy a saber si estoy en trabajo de parto? “Cuando tengas las contracciones, vas a saber”. Ninguna palabra es suficiente; por eso, más allá de tratar inútilmente de describir cómo o cuánto me dolió, quiero esbozar aquí las cosas que me pasaron por la cabeza durante el día más largo, intenso y extraño de mi vida.

Por unas dos semanas estuve con la maleta casi lista para salir en cualquier momento al hospital. Ahora entiendo que tenía más nervios por la llegada de mis suegros y mi mamá que por el parto mismo. Estaba, al contrario, extrañamente tranquila. Contracciones esporádicas, cansancio creciente.

En la tarde del jueves 12 de octubre, Francis me tocó la panza y dijo que el bebé ya estaba encajado. Mi mamá, por su parte, esa noche me dijo: “Tienes cara de parida”. No puedo explicar con certeza cómo era mi cara ese día. Sólo sé que nos fuimos a dormir a las dos de la mañana, y a eso de las cuatro las contracciones ya no me dejaban dormir. CC tenía razón…

Me levanté, sin despertar a nadie, y me metí a bañar. Para el momento en que me vestí y desperté a Hugo y a mi mamá, ya el dolor era fuerte, aunque tolerable.

Lo que sigue a partir de este punto es una cadena de momentos borrosos que se nublan en mi memoria.

Recuerdo la cara de Hugo al levantarlo. Estaba calmado y sonreído. Mi mamá, por otra parte, parecía no creer que el momento había llegado, como si no se lo estuviera esperando.

Recuerdo haber escrito un email a la familia. Recuerdo tener que echarme en el sofá de la sala justo antes de salir por una contracción. El pasillo al ascensor, largo, nublado. El asiento de atrás del carro. Yo retorciéndome, buscando una posición cómoda. Dublín oscuro, tranquilo, ausente. Las luces de los faroles reflejadas en el Grand Canal. El frío de otoño que me aliviaba. Merrion Square, con sus rejas negras y sus casas georgianas.

Recuerdo los árboles aún con hojas, la brisa, el rumor de la madrugada, esperando en el carro mientras venía otra contracción. Caminando rápido por Holles Street. Sosteniéndome en la reja negra del National Maternity Hospital, mi mamá sosteniéndome a mí. Hugo más adelante, mirándonos con susto y expectativa.

No recuerdo la cara del portero. Sólo que mi mamá no pudo pasar con nosotros y tuvo que esperarnos abajo. Yo, todavía un poco descreída, le dije que nos veríamos en unos minutos, después de que me revisaran. No quise despedirme. No quería llorar cuando me abrazara. Cierro los ojos ahora y veo su cara con nitidez, a diferencia de toda la nebulosa que la rodeaba. Cara de trasnocho, de emoción, de alguien que sabe lo que está por venir.

El portero nos preguntó si queríamos usar el ascensor o la escalera. No sé por qué, pero preferí caminar. Al llegar a admisión, una mujer delgada, pelirroja, nos empezó a interrogar. No sé qué preguntó. En algún momento dejé de entender. Sólo escuchaba el tono de su voz y notaba que veía su reloj y contaba mis contracciones en una libreta, mientras nos hacía preguntas de rutina. Vi las manos de Hugo sobre sus rodillas, tamborileando los dedos. La mujer hizo un chiste sobre el dolor de parto y me pidió disculpas por dirigirse sólo a Hugo, pues entendía que yo ya no podía hablar durante las contracciones. Nos deseó suerte y nos dirigió hacia lo que yo creía era la sala donde me iban a examinar inicialmente.

En realidad, nos hizo pasar directamente a la “sala de partos”: una habitación grande con dos camas, separadas por una cortina. Mi cama daba a un ventanal enorme, de pared a pared. No había nada “clínico” ahí, sólo un par de detalles (un tensiómetro, una balanza, creo). Es extraño. A pesar de haber pasado tantas horas ahí, no podría describir con precisión esa habitación. Sólo sé que había una radio encendida en alguna estación local, y que la primera midwife que nos atendió era de Sri Lanka y se llamaba Rubi. Nunca olvidaré su cara, porque nunca antes había mirado a alguien con tanta intensidad. Rubi me agarraba la mano durante cada contracción y respiraba conmigo (tal vez, de hecho, respiraba por mí). Me sostenía la mirada con sus ojos negrísimos, cansados por el trasnocho. Rubi me sostenía, en todo el sentido de la palabra.

Cuando su turno terminó a las siete –tal vez eran las ocho, no sé–, me sentí abandonada. En algún momento de lucidez comprendí que Rubi le había agarrado la mano a cientos de mujeres, y que ya se sabía de memoria toda la gama de los rostros de la agonía, pero en ese momento no importa el resto del mundo. En ese momento no existe más nadie, sólo un profundo dolor que nace del centro del cuerpo, y los ojos cansados, negrísimos, de Rubi.

No sé cuánto tiempo duró esto. Media hora, tres horas. Da lo mismo. Por momentos parece que perdía el sentido. Hacía calor, pero temblaba. En algún punto me pusieron una bata y trajeron un ventilador. La radio seguía encendida. Tal vez Hugo me hablaba. No puedo recordar. Sólo escuchaba la voz de Rubi, con su acento particular, diciéndome: “You’re doing great, dear, you’re doing great”.

Antes de la epidural, sólo hay algo que recuerdo con nitidez. El sol estaba saliendo, iluminando a medias la habitación. Hugo estaba apoyado contra el ventanal, mirándome. En medio de una de las contracciones más fuertes, comenzó a sonar Georgia on my mind. Pensé entonces que faltaba poco, que todas esas sensaciones que saturaban mis sentidos y que me impedían pensar con claridad tenían un fin: Diego.

I say Georgia, Georgia…

Pensé entonces en mi abuela Gloria, pensé en Amoña. Otra época, misma emoción.


A song of you
Comes as sweet and clear
As moonlight through the pines

Y lo más extraño de todo: sentí a mi abuela Nora. La sentí con claridad.

Other arms reach out to me
Other eyes smile tenderly
Still in peaceful dreams I see
The road leads back to you

No recé en ningún momento. Sólo hubo un instante, justo cuando pasábamos frente al oscuro Bushy Park, en que pensé: “Dios, voy a tener un hijo”. Pero no recé, no pedí nada. Y a pesar de mi incredulidad, de mi poca fe, sentí la presencia de mi abuela todo el tiempo, en especial cuando estaba amaneciendo.


I said Georgia,
Oh Georgia, no peace I find
Just an old sweet song
Keeps Georgia on my mind

Todo lo que pasó entre la epidural y el nacimiento de Diego fue más borroso aún. Creo que dormí un poco. Otras enfermeras llegaron, Grace y Evelyn, ambas estudiantes. Vino el Profesor O’Herlihy y un par de enfermeras senior. Desde el primer centímetro hasta el último no pasó mucho tiempo. Toda mi atención estaba fija en un monitor, un numerito verde que me decía cómo estaba el corazón de Diego. Sólo un monitor –y un poco de paciencia– me separaban de él. Cuando Rinda, la partera, me dijo: “It’s time”, todo el sueño y el cansancio se disiparon, como si nunca hubieran existido. Rinda, que era india, se veía tranquila, elegante. Todos sus movimientos eran suaves y pausados, pero seguros. Me hablaba despacio, siempre mirándome a los ojos.

No sé cómo, pero un par de minutos después yo ya estaba pujando. Lo hacía como si toda la vida hubiera estado esperando por esto, como si siempre hubiera sabido hacerlo, como si todos mis instintos se hubieran despertado ante el conjuro de Rinda, “It is time”. Sentí la tensión de todos los músculos de mi cuerpo, pero nada me dolía. Tampoco sentía cansancio. La vergüenza que tenía unos minutos atrás ante mi cobardía y mi poca tolerancia al dolor desapareció. Mientras pujaba, y mi abuela estaba parada a mi lado, sentía más y más energía, más deseos de ver a Diego, más emoción. Estaba lúcida como no lo había estado tal vez en semanas. Me sentía ligera. Tenía ganas de reír.

En algún punto pude tocarle la cabecita, y de pronto Diego se hizo real. Dejó de ser la idea, el plan. Varios minutos después, en medio del esfuerzo probablemente más intenso que haya experimentado jamás, escuché la voz de Rinda y del Profesor O’Herlihy diciendo: “Don’t push, stop, don’t push”. Y un segundo después, con los ojos abiertos de par en par, y aún incrédula, vi cómo Diego salía de mí. Perfecto. Completo. Moviéndose, respirando. Independiente. Otro.


Other arms reach out to me
Other eyes smile tenderly
Still in peaceful dreams I see
The road leads back to you

Cuando lo pusieron sobre mí, del otro lado del telón, algo explotó, algo se derramó, algo me comprimió el pecho, me quemó la garganta y el cuello, y no pude parar de llorar. Es mío, es mío, sentí. Nada nunca podrá ser tan mío como él. Nada se posee tanto como un hijo, y a la vez, al verlo llorar y moverse, al sentirlo respirar, supe que él es otro, que no me pertenece; que, por el contrario, yo le pertenezco a él.

Sale el sol. Por fin la luz del día alumbra la habitación a plenitud. Contra el ventanal, que nos separa de Dublín y del otoño, Hugo carga a Diego, ambos con lágrimas en los ojos. Desde entonces, ya no somos los mismos.


I said just an old sweet song,
Keeps Georgia on my mind…

C.

Friday, December 15, 2006

CD6 - CRÓNICAS DE LA MUDANZA


Ésta es una historia inconclusa. Una historia triste, desprovista de valores y moraleja.

Si tu día es gris, si el trabajo sólo te hace recordar las miserias de la cotidianidad, si la ciudad hoy sólo te ofrece ruido y smog, abandona inmediatamente mis palabras. Si decides continuar, quedas advertido, curioso lector, pues lo único que obtendrás de estas oscuras líneas es un amargo sabor a hiel en el paladar.

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Hay tres cosas que puedes desearle a tus enemigos: hemorroides, un hijo con cólicos y una mudanza. Ésta es la crónica de la tercera gran maldición, impuesta sobre nosotros por dioses vengativos e implacables. El lector incrédulo dudará a priori de esta intervención divina, pero la cadena de eventos casi inverosímiles que serán expuestos a continuación removerá las fibras espirituales del más impío.

La razón original de nuestra mudanza ya muchos la conocen. Para los que no, H y yo teníamos que enrumbarnos a la Isla Esmeralda, nuevo paradero de nuestras andanzas gitanas. Después de una exhaustiva búsqueda, finalmente decidimos contratar a International Logistics (de ahora en adelante IL). No te costará suponer, si eres creyente en los designios todopoderosos de las deidades, que como vulgares títeres que somos, el macabro demiurgo nos maldijo con esta compañía y así comienza esta triste historia.

Inicialmente todo parecía marchar sobre ruedas. El presupuesto se veía transparente, la agente (llamada Ámbar González) era amable, la fecha del embalaje nos convenía a todos. Pagamos lo que teníamos que pagar en bolívares, la gente vino a embalar por dos días y listo el pollo. No hubo muchos contratiempos, salvo los clásicos dedos negros en la pared, algún que otro vecino reclamando porque el camión gigante estaba bloqueando la mitad de la calle, la conserje histérica por las botas sucias de los embaladores, etc. Gajes del oficio… Nada del otro mundo. Así, montaron los macundales en el camión (no sin antes lanzar dos de las cajas desde lo más alto de una pick-up) y se marcharon.

El siguiente paso era pagar el flete en dólares, y para este fin necesitábamos hacer una transferencia desde EE.UU., porque la empresa no aceptaba cheques, ni efectivo, ni tarjeta… NADA. Es en este momento aciago que comienza nuestra tormentosa relación con IL. El lector no venezolano se preguntará cómo demonios una compañía de mudanzas internacional no está en capacidad de aceptar un pago en dólares, o en el peor de los casos, facilitar este segundo pago en la moneda local. Para el lector venezolano, la respuesta es simple: “Es Venezuela, el mundo bizarro donde el cliente se tiene que fregar porque sí”.

En fin, el embalaje fue el lunes 12 y martes 13 de junio, y el barco supuestamente salía el sábado 17. Evidentemente, una transferencia puede demorar algunos días, especialmente si la hacen un par de venezolanos signados por la Ley de Murphy [1]. Después de pagar casi seis millones de bolívares, a la gente de IL no le dio la real gana de montar nuestros peroles en el barco porque “nada nos garantiza que luego hagan ese pago” (porque claro, TODAS nuestras pertenencias personales no eran garantía suficiente…). La transferencia, después de mil entuertos (resueltos por nuestro fiel amigo Gabriel Freundt), salió la siguiente semana, peeeeeeeeeeeeero ahora había que esperar porque ya no había barcos disponibles “hasta quién sabe cuándo”.

Enumerar ahora la cantidad industrial de emails y llamadas telefónicas sería ridículo. Baste decir que después de mil excusas, el despido de Ámbar (son meras especulaciones, pero sospechamos que tiene que ver con una misiva electrónica de Hugo hacia la jefa, la señora Blanca Briceño) la mudanza salió de Caracas –repito, supuestamente– el 27 de julio (aunque nos habían dicho que salía el 9). Sí, amigo lector, más de un mes después. Ya para esa fecha, tanto Hugo como yo estábamos en Dublín.

Una vez que el container estaba en alta mar, la gente de IL, como Poncio Pilatos, se lavó las manos y le echó el muerto a sus agentes irlandeses de Oman Moving and Storage. El Ámbar irlandés era un personaje oscuro y nefasto, llamado Glen. Glen nos guabineaba [2], nos mentía descaradamente, desaparecía por días, no nos devolvía las llamadas, nos volvía a mentir.

Inicialmente, éste es el esquema que tanto IL como Oman nos dieron para la llegada de nuestras cosas:

Puerto de Salida: La Guaira - Venezuela.
Buque: Rio Rapel
Fecha de Salida: 09/07/2006.
Fecha próxima de llegada: 03 - 05 / 08 / 2006.
Tiempo en Tránsito: 25 - 27 días aproximadamente.
Línea Marítima: Hamburgsud
Puerto de Llegada: Dublin / Irlanda.
Agente en destino: OMAN MOVING & STORAGE

Al acercarse la fecha de llegada, intentamos contactar al sujeto pero éste nos siguió evadiendo. Nos decía: “Llega al puerto el jueves, ¡segurísimo!”, pero el jueves nada ocurría (ni llegaba la mudanza, ni Glen contestaba el teléfono). Una de las excusas más graciosas del tipo fue: “Usted no me lo va a creer, señor Losada, pero es que tengo otro cliente con su mismo apellido”. Cuando por fin pasó la fecha tentativa, Glen inventó una nueva excusa: “Las cosas ya están en el puerto, pero la gente de aduana está muy ocupada con containers comerciales y deja los personales para lo último”. Así nos tuvo por días, hasta que una lluviosa tarde de agosto se me ocurrió la macabra idea de meterme en la página web de la naviera, Hamburg Süd. Revisando en mis archivos virtuales, rescaté el nombre del barco que supuestamente llevaba nuestras cosas (el “Río Rapel”), y voilà… Fue así como descubrimos que los infames 25 días que en teoría duraba la mudanza fueron una invención maligna tanto de Ámbar González como de Blanca Briceño. Según Hamburg Süd, la travesía duraba entre 45 y 55 días. Nos habían mentido desde el primer día. También así descubrimos que Glen no tenía ni la más remota idea de dónde demonios estaba nuestro container, y se divertía ficcionalizando eventos y fechas.

Con esta información en la mano, y ya hartos de que nos vieran la cara de idiotas, una tarde llamé a todos los números disponibles de Oman. Me atendió un joven llamado Michael, quien tuvo la desgracia de contestar la llamada dirigida a Glen. Al pobre tipo le cayó el palo de agua. Le dije que sabíamos que el barco no llegó a Dublín ni el 3 de agosto, como estaba pautado según la información que Ámbar nos había dado, ni el 13 de agosto, como luego nos dijo Glen, sino el 2 de septiembre, según la naviera. Me juró por sus ancestros celtas que iba a interceder por nosotros (en vista de que su compañerito se había ido de vacaciones), y se puso a buscar nuestra carpeta en el escritorio del otro infeliz. No la encontraba, y tuvo la osadía de llamarnos a pedirnos que volviéramos a mandar TODOS LOS PAPELES DE NUEVO (aquí es oportuno mencionar que uno de los requisitos tuvo que ser traducido y la gracia nos salió en €120). En ese momento, las hormonas no me permitieron ser lo insultante y maldiciente que me habría gustado ser… Con la voz quebrada de la calentera, se las canté todas al pobre diablo. Tres meses después del embalaje, era lo mínimo que podía hacer. Tuve que colgar… Esa misma tarde, Hugo se comunicó con el tipo, y lo insultó cabalmente. Éste, ofendido, le cedió el caso a su superiora (Rhona), quien luego nos confesó que nuestra carpeta estaba extraviada porque Glen, en su desorden, la había archivado como “Barriola”, en lugar de “Losada”.

Rhona trató de excusar a sus empleados, diciéndonos que seguramente nosotros habíamos malentendido a Glen, porque la mudanza NO había llegado a Dublín, sino que estaba parada en Rótterdam. Que seguramente eso era lo que Glen había dicho, pero nosotros –en nuestra infinita ignorancia de hispanoparlantes tercermundistas- habíamos escuchado mal. En este punto Hugo perdió la poca paciencia que le quedaba, y le atiborró la cuenta de correos con TODOS los emails que el mitómano de Glen le había enviado, con todas sus falacias por escrito. La Rhona no sabía dónde meterse… Desde ese día nos llamaba todos los días (hasta dos y tres veces) para informarnos que ella misma había llevado los papeles al puerto, que ella misma había hablado face to face con la gente de aduana, y que, finalmente, ella misma había hablado con la gente de transporte para que nos llevaran los corotos “ASAP” a la casa.

Seguramente, lector, tendrás la tendencia a simpatizar con este nuevo personaje. A verlo como un ángel redentor, una heroína con capa roja. No te dejes engañar… Cuando la mudanza por fin llegó, vimos en uno de los documentos que el container había sido extraviado en Bélgica. Rótterdam no figuraba en lo absoluto… Rhona también había mentido y encubierto a sus secuaces.

Pero aquí no termina la historia. La mudanza llegó a Bushy Park la soleada mañana del 21 de septiembre. La cita era a las 9 de la mañana. El camión llegó puntual, lo mismo que los jóvenes que iban a cargar y desembalar. Lo que jamás llegó fue la cizalla para abrir el precinto con que habían sellado el container… De este modo, tuvimos que esperar hasta mediodía a que alguien del galpón tuviera la cortesía de traer la bendita herramienta. El galpón de Oman, por supuesto, no queda en Dublín, sino en Kildare, a unos 45 minutos (sin tráfico, JA) de la ciudad.

Finalmente llegó la cizalla y comenzaron a descargar. Sorpresa sorpresa… Dañan el ascensor por el peso. Ya Hugo y yo nos imaginábamos a la inmobiliaria cobrándonos una fortuna en la reparación, pero los dioses no fueron tan despiadados esta vez, y permitieron que el conserje lo acomodara inmediatamente. Así, terminaron de desembalar y acomodar nuestras cosas, después de TRES meses viviendo de la cortesía de la familia Piccioli-Abenante (que nos prestó cama, cubiertos y almohadas).

Amigo lector, si crees que esta crónica ha llegado a su fin, es claro que no conoces bien este género… Eres inocente, y aún conservas casi intacta tu capacidad de asombro. El lector veterano, por el contrario, está sediento de más aventuras porque sabe que siempre (¡siempre!) hay cabida para un revés más: cuando terminaron de desempacar la última caja, a pesar de haber cotejado todo con una lista, nos dimos cuenta de que faltaban dos sillas del comedor. Empiezan a asaltarnos las dudas, pues quién garantiza que sólo hay una caja faltante…


En este punto de la historia, es necesario que aparezca otro personaje que le dé un twist a la historia, como suele suceder en las telenovelas cuando comienza a caer el rating. Nuestro nuevo galán es Edgar Cruz, otro agente de International Logistics. La historia no había acabado con esta gente. El destino había dejado ese cabo suelto. Para hacer algún reclamo al seguro (que bien caro salió, por cierto), había que hacerlo a través de los agentes en Caracas.

Le enviamos un par de emails al señor Cruz, haciendo el reclamo formal por las dos sillas (aunque más tarde nos dimos cuenta de que también faltaban algunos zapatos, y sólo Dios sabe si también faltan libros o vajilla, que aún no desembalamos). No recibimos respuesta por tres semanas. Dada nuestra insistencia, finalmente Cruz decidió contestarnos, y he aquí el elemento sorpresa que el lector asiduo ha estado esperando:

Estimada Sr Losada estamos buscando la manera de poder
dar una respuesta a su reclamo, las sillas estan en nuestro almacen, ya que las
mismas se quedaron por requerimiento de la guardia antidrogas para examinarlas
según ellos, logramos recuperarlas sin daño después de pagar una habilitación
para que no las rompieran, el asunto es que tenemos las sillas en nuestro
almacén en perfecto estado pero una vez sellado el contenedor por las
autoridades ya no se puede abrir.
Tan pronto podamos darles una respuesta
nos comunicaremos con usted.

Un cordial Saludo.

Edgar Cruz.
International Logistics Overseas C.A
Caracas-Venezuela.

[Está de más decir que transcribo textualmente la misiva del señor Cruz, con su sintaxis de vanguardia y su puntuación minimalista]

¡¡¡LA GUARDIA ANTIDROGA!!! Es obvio que Cruz es el personaje cómico de este culebrón, introducido por los escritores para aliviar la tensión de la trama.


Por cierto pudor, y ante la posibilidad de que estas crónicas sean leídas por menores de edad, no transcribo la respuesta que tuve que enviarle al bufón. Sólo me resta decir que esta misiva fue recibida el 24 de octubre, y desde entonces no hemos vuelto a saber ni de las sillas, ni del seguro, ni mucho menos de International Logistics.


No mentía, lector, cuando te decía que ésta era una historia triste, inconclusa y sin moraleja. No hay nada que revitalice el espíritu. No hay un giro inesperado que funja de bálsamo para las heridas de esta batalla. No hay hadas madrinas, no hay antagonistas que se reforman a último minuto. Sólo hay un par de vacíos en nuestra mesa de comedor, y un pavor tremendo ante la inefable palabra: “MUDANZA”.


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Cuando estudié Letras, el profesor de literatura medieval española nos enseñó una teoría sobre las “mudanzas” del héroe, según la cual éste tiene que pasar por varias etapas, “mudar” de estados y ascender moralmente para consagrarse como tal. Estas etapas, por supuesto, son duras pruebas que forjan poco a poco su carácter. Al final, no tengo la objetividad para decir si nos consagramos como héroes en la novela de caballería que fue nuestra propia mudanza. Tal vez, de hecho, fallamos en el intento porque somos criaturas cómodas del siglo XXI que carecemos del estoicismo y aguante propios de un héroe.

La certeza que sí nos queda es que ni Amadís de Gaula ni el mismísimo Don Quijote tuvieron que lidiar con tantos dragones, gigantes y monstruos horrorosos como nosotros. Esperemos, después de esta aventura indeseada, que no nos toque mudarnos en un buen tiempo. A menos que sea para convertirnos en vecinos de Bono =)

Hasta la próxima,
C & D.


NOTAS:
[1] Carezco de las estadísticas apropiadas, pero hay un estudio que demuestra que Murphy es venezolano (de hecho, se descubrió que su nombre completo es Murphy José). Para más información sobre este tema, cf. Castro y Sánchez (2006).
[2] La guabina es un pez de agua dulce baboso y resbaladizo. Guabinear, por consiguiente, es ser escurridizo, evadir. También existe el sustantivo guabineo.
[*] Coroto, macundal, perol = enseres varios.

Friday, November 10, 2006

BOLETIN INFORMATIVO

Amigos lectores, vienen en camino las CD6: Crónicas de la Mudanza, CD7: Crónicas en 2x1 (De cómo Dios es misógino y De cómo Dios no le da cachos al burro, ambas sobre el nacimiento de Diego) y CD8: De cómo Diego se convirtió en ciudadano. ¡Paciencia! La actividad escrituraria depende de las horas de comida del enano, así que disculpen la demora. Manténganse en sintonía, que seguiremos informando.

CD5 - LA INVASIÓN VASCA

En el octavo mes del sexto año de la tercera era, un grupo de aguerridos exploradores salió de las costas del Cantábrico en busca de aventuras y riquezas. Encabezados por el temible Capitán Ander Txilborra y sus segundos de abordo, los nefastos Morochos Mukia (también conocidos como ‘Los Biskis’ en las más oscuras tabernas de Donosti), la tripulación cruzó el Canal de la Mancha y luego el frío e inhóspito mar de Eire hasta llegar a Átha Cliath (hoy conocida como Dublín). La jornada fue larga y no desprovista de peligros.



Después de tantas lunas, las invasiones vascas se mezclan ya con la leyenda, pero en estas Crónicas trataremos de hacer un recuento veraz de los hechos, basándonos en documentos arqueológicos hallados en la isla, así como en la tradición oral que aún recoge fragmentos de estas épicas aventuras.

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Después de dos agotadores días pernoctando en las comunas hippies de Londres, haciendo guardia y durmiendo con un ojo abierto para evitar ataques terroristas, los vascos llegaron a la ermita de Bushy Park un soleado día de agosto. Pero claro, esta llegada no fue inmediata, como el avisado lector podrá suponer…

Aunque luego se haya puesto en duda este hecho, Ceci hizo su tarea y revisó bien el mapa para llegar a tiempo a recoger a los primos. Todo transcurrió felizmente en esta primera ida al aeropuerto, que queda al norte de la ciudad, por LA (veintinúnica) autopista M50. Los primos llegaron a tiempo y salimos en busca de Hertz.

Asier, Iñaki y Olatz se fueron a pie, mientras Michelle, los niños y yo buscamos el carro y fuimos a encontrarlos en el estacionamiento de Hertz. OBVIAMENTE, no llegamos al primer intento porque fuimos al sitio equivocado (donde se devuelven los carros alquilados), pero pronto solventamos ese pequeño tropiezo, y después de dos vueltas a la redoma, encontramos al resto de la tropa.

Toda una experiencia cultural para Iñaki manejar por el lado izquierdo; toda una responsabilidad internacional para mí ir adelante abriendo camino… Porque, amigo lector, era la primera vez que yo manejaba en Irlanda con más gente abordo…

Para darle un toque pintoresco al asunto, justo detrás de nosotros salió un tipo que acababa de alquilar una camioneta. Se nota que no sólo jamás había manejado por la izquierda, sino que además no sabía manejar bien sincrónico, y en la redoma enorme que hay saliendo del aeropuerto casi nos estampamos por detrás. Ya en este momento, con sólo media hora de haber llegado a la isla, a Michelle se le abrió una úlcera y los vascos pudieron vislumbrar lo que sería el resto de su travesía con los Losada-Egan.

Dado nuestro historial de desorientación, el lector asiduo no me creerá cuando diga que Dublín es la ciudad peor señalizada de la historia. No conforme con eso, tampoco hay un punto de referencia obvio como El Ávila, en Caracas, ni es ordenada y cuadriculada, como Buenos Aires. Dicho esto, a pesar de haber estudiado bien el mapa de IDA, no se me ocurrió la brillante idea de revisar cómo era el REGRESO, porque se supone que una autopista es la cosa más básica del mundo, con salidas en ambos sentidos, con buenos letreros, etc. Pues ni siquiera pudimos montarnos en la M50 y, de este modo, comenzó otro viaje más largo que el mismísimo trayecto Londres-Dublín…

Comenzamos a seguir letreros que decían ‘City Centre’, confiados en que eventualmente llegaríamos al Liffey y de ahí ya yo sabría ubicarme y seguir a la casa, pero los dioses tenían deparados otros designios para nosotros. Después de hora y cuarto de tráfico, paradas múltiples para revisar el mapa, vueltas en U y demás ‘pirulas’, finalmente llegamos al Liffey para luego desviarnos tanto que lo volvimos a perder. Sí, sí… Seguro se preguntarán cómo es esto posible. No lo sé. Debe haber una especie de vapor alucinógeno emitido por los tréboles o por la fábrica de Guinness. Para no hacer la historia demasiado larga, digamos que finalmente encontré un punto de referencia conocido y, después de DOS horas, volvemos al párrafo inicial de esta historia: los vascos llegaron a la ermita de Bushy Park un soleado día de agosto.

La parte positiva de este paseíto es que los vascos pudieron saborear la Dublín urbana y congestionada que los turistas no suelen ver (excusas baratas… yo sé…).

Finalmente, después de los percances iniciales y de pasar la noche durmiendo en el ‘peladero de chivo’ que era nuestro apartamento pre-mudanza, comenzamos el tour ‘Irlanda Subyugada 2006’.





El viernes 25 de agosto arrancamos hacia el norte de la isla, y nuestra parada fue un Belfast lluvioso, donde vimos la St. Anne's Cathedral...



...el Hotel Europa, el pub The Crown...



...el City Hall...

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...y los archifamosos murales (en los álbumes pueden ver las fotos de los murales pro-UK)





De ahí seguimos subiendo por la costanera...



...pasando por Carrickfergus Castle...



...hasta llegar al bed & breakfast que Michelle consiguió en Ballycastle (una casa enorme acondicionada con habitaciones, un comedor y un estar familiar espectacular). En el camino, los biskis no pudieron con el maratón y el run-run del motor, y nos deleitaron con un dúo a capella, como se puede ver en la siguiente ilustración:




Como llegamos ya de noche a Ballycastle, y mientras nos asentábamos se nos hizo más tarde aún, todos los restaurantes estaban cerrados, así que nos tocó “comer” en un sucucho de ‘fish & chips’ asqueroso. Sólo de entrar al local y respirar ya nos subió el colesterol como en unos 30 puntos, pero bueno… Fue parte de la experiencia cultural. Lo mismo con el desayuno irlandés tapa-arterias: tocineta, salchichas, huevo revuelto, pan de papas, pan blanco, mantequilla, mermelada, hongos y no sé qué más…

Al día siguiente seguimos explorando los alrededores. Fuimos a Dunluce Castle...















...Carrick-a-Rope Bridge...















...y Giant’s Causeway:





Giant’s Causeway es una formación de rocas hexagonales de basalto (alucinantes), declarado patrimonio natural de la humanidad. Si alguna vez tienen chance de pasear por la Isla Esmeralda, ésta es una parada obligada. Luego almorzamos en Bushmill y emprendimos el viaje de regreso a Dublín.



Ya en casita, esa noche me quedé con los enanos y H llevó a los vascos al Temple Bar, donde nuestros visitantes exploraron la vida nocturna irlandesa: mujeres pechugonas atacando por doquier, borrachos amistosos dejando huellas digestivas por toda la ciudad, cerveza a 5 euros el pint, y mucha, mucha gente en la calle.

El domingo hicimos un recorrido por el sur, a una hora de la ciudad. Visitamos Wicklow Co. (más o menos el mismo recorrido relatado en la CD3, más Johnnie Fox’s Pub, un bar/restaurant famoso donde hay música tradicional en vivo: http://www.jfp.ie/).



Una de las cosas más divertidas de este día fue verle los ojos desorbitados del pánico a Michelle cuando Hugo le cedió el volante a Asier. La úlcera de Michelle (ya mencionada en el primer día de la invasión) se convirtió en Krakatoa cuando, saliendo de una bomba de gasolina, Asier se montó en canal contrario hasta que nos topamos con un carro de frente. Pero, para hacerle justicia a Asier, después de este pequeño desliz llegamos sanos y salvos al norte de la ciudad, a Howth, donde pudimos ver un par de focas y tomarnos algo caliente.



El lunes 28, último día de la invasión vasca, hubo varias aventuras dignas de contarse: para empezar, casi matamos a Olatz de abstinencia cafeínica (pues en la ermita de Bushy Park no había cafetera…). Este día lo aprovechamos para recorrer Dublín, no sólo con fines turísticos, sino con un propósito antropológico último: conseguirle unos gnomos irlandeses a Maureen. Entramos en cada una de las millones de tiendas de souvenirs y artesanías del City Centre, indagamos, hurgamos, prácticamente dragamos y excavamos el Liffey, pero nada. Los lepprechauns decidieron esconderse detrás del arcoiris. ¿Qué visitamos ese día? La catedral de St. Patrick, Christ Church Cathedral, Dublin Castle, Dame St., Trinity College, Ha’Penny Bridge, O’Connell St., los Quays que bordean en río, Grafton St., St. Stephen’s Green y no sé qué más se me pasa por alto.

Para terminar esta crónica (que no refleja ni remotamente todo lo que nos divertimos con la visita de los vascos), no puedo dejar de contarles de mi experiencia lingüística con los vasquitos.

[Lo siento por los lectores no lingüistas, pero esto es más fuerte que yo…]

Para los que no los conocen, la lengua materna de Ander, Xabi y Joseba es el euskera, no el español, con lo cual, fue muy divertido escuchar a los niños hablando el más puro venezolano (influenciados al 100% por nuestros criollitos Michelle Josefina y Asier Jesús): full, mi amol, el bicho, etc. Pero el momento cumbre de mi experiencia fue cuando Ander, curioso y observador a más no poder, se me acerca y comenta: “Ceci, he notado que vosotros usáis el verbo agarrar, en lugar de coger”. Cegada de emoción ante la lucidez de Ander, olvidé que sólo tiene 11 años y dije: “Sí, porque en Venezuela coger es una mala palabra”. Amigo lector, supongo que es casi innecesario relatar cómo Ander pasó los siguientes 35 minutos preguntándome qué significaba ‘coger’ en venezolano. Cuando estaba a punto de sucumbir ante la presión, apareció Asier y traté de echarle el muerto encima, pensando –¡qué ilusa!– que él sería más sensible y lograría torear al preguntón. Pero Asier fue tan atinado como yo, y no se le ocurrió otra respuesta que un clásico “Coger es algo que entenderás cuando estés más grande”. Se podrán imaginar el nivel de excitación del enano… Finalmente, el interrogatorio socavó la poca resistencia que me quedaba y mi respuesta fue la más brillante de todas: “En Venezuela, coger significa maltratar a las mujeres, pero no lo repitas porque es muy feo, y tus papás me van a ahorcar si saben que te lo dije”.

Sin comentarios……

Sólo espero no haber alterado para siempre la conciencia lingüística del pequeño…

Bueno, amigos, hay muchas anécdotas que habría querido incluir, pero el tiempo no me lo permite, así que hasta aquí me trajo el río. Por favor, no me juzguen por mi pobre criterio a la hora de lidiar con pre-adolescentes. Con un poco de suerte, aprenderé a estar más alerta ante la curiosidad infantil y no traumatizaré para siempre al pobre Diego cuando me haga preguntas impertinentes.



Saludos y hasta la próxima,
C & D

CD4 - LAS CRÓNICAS DEL PROFESOR

Sé que había prometido unas crónicas especiales para presentarles al doctor de Diego, pero el tiempo apremia así que aquí va una versión resumida:

Al llegar a Dublín, estábamos tirando flechas con respecto al sistema médico, preguntando poco a poco aquí y allá. Providencialmente, la mamá de nuestro querido Peruvian friend, Gabriel Freundt, la adorable señora Erika, nos puso en contacto con una colega suya. Una pediatra irlandesa que justo se estaba retirando, pero que, a su vez, nos consiguió una cita con el obstetra más chivo del Nacional Maternity Hospital, una de las principales maternidades de la ciudad. El doctor no tenía cupos hasta febrero, pero el tráfico de influencias funciona hasta en el primer mundo. Así fue cómo topamos con el Profesor Colm O’Herlihy (nada de “doctor”, porque aquí, cosa extrañísima, la docencia supera los doctorados, así que de ahora en adelante hablaremos simplemente del “Prof”, como se le conoce por los pasillos del hospital).

Para empezar, nos dieron la cita para las 2 de la tarde. A la 1:59 estábamos sentados en el consultorio conversando plácidamente con el médico (en Venezuela, el promedio de tiempo de espera era de dos horas y media). Segundo, cuando el Prof vio la cantidad industrial de ecos que llevaba, me preguntó si había alguna complicación en el embarazo. Tercero, cuando hablamos del costo de las consultas y la forma de pago, casi nos caemos de espalda: no se paga por cita, sino que se paga el costo total del parto en dos o tres cuotas (a todas estas, el Prof ni siquiera ha cobrado el primer cheque que le dimos hace más de dos meses…). Hugo dice que, como buen médico, el Profesor O’Herlihy debe ser un desastre con las finanzas. Sea como sea, ésta es una de esas rarezas del primer mundo que nos siguen sorprendiendo.

¿Cómo es el profesor? Pues imagínense al mejor irlandés, cara redonda y roja, pelo blanco y ojos azulísimos, simpático pero con un humor un poco cáustico. Como buen ginecólogo hombre, conoce a la perfección los síntomas y dolencias de las embarazadas, pero como no tiene vagina, actúa con cierta suspicacia, pues en el fondo –estoy segura– no se cree mucho ese cuento de los dolores…

¿Estamos contentos con el Prof? Sí, mucho. Tiene toda la experiencia del mundo, y se mantiene actualizado dando clases y publicando (porque claro está, aparte de la recomendación de la pediatra, Hugo y yo hicimos nuestra tarea y ‘googleamos’ al presunto, quedando satisfechos con nuestra pequeña investigación).

¿Es diferente el sistema con respecto al venezolano? Del cielo a la tierra, pero bueno, no es que vamos a tener a Diego en el piso de una choza en la mitad de la selva, ¿verdad?

Ya les seguiremos contado del Prof, una vez que Diego decida hacer acto de presencia…

Hasta pronto,
C & D

Wednesday, September 20, 2006

CD3 - Emulando a Bartolomé de las Casas

(pero en vez de crónicas de Indias, éstas son Crónicas de un par de indios…)


Debido a las recientes –y crecientes– peticiones (por no decir reclamos y amenazas), aquí va una tercera edición de las Crónicas Dublinenses. Pónganse cómodos porque esta vez el cuento es laaaargo…

Antes de empezar, debemos aclarar que el nombre de estas crónicas es una licencia. El verdadero gentilicio de los habitantes de Dublín es ‘dublinés’ o ‘dublinesa’, por lo cual, éstas deberían ser las Crónicas Dublinesas (no dublinenses). Sin embargo, ya metimos la pata, ya fosilizamos el error, y ahora lo justificamos como una licencia estilística y literaria…

En esta crónica queremos inaugurar una nueva sección: RAREZAS DEL PRIMER MUNDO. Algo parecido hicimos en las Crónicas Pisburianas (‘Cosas insólitas en USA’) pero, en este caso, nos daremos a la tarea de hacer una lista de las cosas, costumbres y eventos realmente extraños que nos vayamos encontrando en nuestra estadía europea. No pretendemos hacer un análisis socio-antropológico, ni mucho menos, sino mostrar con ojo ingenuo las disparidades del primer mundo y del mundo bananero del que venimos… Aquí va la primera entrega:


RAREZAS DEL PRIMER MUNDO, parte I

- Para los irlandeses, ‘Europa’ es el continente. O sea que el Reino Unido e Irlanda deben ser una especie de limbo donde el mundo se acaba (como en la mitología griega), o una especie de portal místico al mágico imperio del Euro…

- En un afán ***incomprensible*** por salvaguardar el medio ambiente, en Irlanda (y lo mismo sucede en Italia y seguramente en otros países europeos), cobran por las bolsas del automercado, pero venden una especie de busaca [1] reusable que todo el mundo tiene. Para los más guerreros, siempre queda la popular mochila que llenan hasta los tequeteques [2] con la compra…

- Todavía estamos constatando la universalidad de este hecho, pero en muchas partes (incluido nuestro apartamento), la luz de los baños está afuera del mismo. Todavía no entendemos exactamente por qué.

- Esto sí es oficial: en Europa NO existe el aire acondicionado. Cuando fuimos a Belfast, nos quedamos en un buen hotel y, a pesar del vaporón, lo más que pudieron ofrecernos fue un miserable ventilador… Lo mismo en el cine. Acostumbrados a tullirnos de frío en los cines caraqueños, fuimos al Dundrum [3] equipados como si fuéramos al Polo Norte (manga larga, medias gruesas, botas, pantalones abrigados y un buen suéter gordo). A mí casi me da una pálida de la baja de tensión, y Hugo tuvo que salir unas tres o cuatro veces al baño durante la película, después de beber galón y medio de refresco para rehidratarse.

- El agua de chorro es otro de los shocks culturales que un buen sudaca se lleva al llegar al primer mundo. Recelosos, compramos agua mineral, hasta que el dolor de bolsillo es más inminente que el posible dolor de barriga (en caso de que el agua esté piche [4]). Finalmente, cedemos y esperamos pacientemente el primer retorcijón. Con alegría, vemos que éste nunca llega, y en lugar de reconocer que el agua es perfectamente potable, triunfantes le damos todo el crédito a nuestro sistema inmunológico fortalecido a punta de los asquerositos de Filipo en la Plaza Altamira, los pinchos del Estadio o las empanadas de cazón del terminal de ferry en Puerto La Cruz… [5]

- Otro hecho oficial: en Europa el hielo es un artículo de lujo. Y cuando logras obtener un par de cubitos en la bebida, éstos se desvanecen más rápido que peo en chinchorro [6].

- En la isla (tanto en la parte liberada como en la subyugada al imperio) no existe el nestea ni la muy gringa ‘pink lemonade’. O tomas refresco, o mueres con un jugo radioactivo de una baya llamada blackcurrant, combinada con cantidades industriales de aspartame.

- Otra curiosidad es que a Europa no ha llegado la ‘American size’. Una de las primeras veces que fuimos a comer comida chatarra, pedimos una bebida mediana, esperando el tobo [7] de 2 litros que solían traernos en Pisbur. Para nuestra sorpresa, nos trajeron un vaso normal y corriente, con cantidades humanamente bebibles de líquido. Casi nos sentimos indignados, hasta que recordamos la historia de nuestra amiga Mara, nutricionista en una clínica de Pitt, que atendió a un niño de 5 años que pesaba 70 kilos…

- Más hechos oficiales: en Irlanda todo el mundo tiene tatuajes., sin importar edad, sexo o condición socio-económica.

- En la República (es decir, en la Irlanda liberada) hay que pagar una ‘TV licence’ de €155 por cada set de TV que uno tenga en la casa. ¡Fin de mundo!

- Como ya muchos saben, en Irlanda se maneja por la izquierda. No quiero adelantar algunas anécdotas que serán relatadas más adelante en las Invasiones vascas, pero imaginen la confusión cerebral que eso implica… ¡Ni hablar de cruzar la calle o de las redomas! Hugo ha estado a punto de morir unas cuantas veces en los últimos meses. Hay que agradecer a las autoridades, que han tenido la delicadeza y lucidez de poner ‘look left’ o ‘look right’ en cada cruce. ¡Viva el primer mundo!

- Siguiendo con el tema automotriz, cuando uno se saca la licencia por primera vez, debe pegar una hermosa y discreta calcomanía que tiene en rojo la letra L (de learner / aprendiz, o tal vez de LOSER / perdedor) por un año entero. Quién ha dicho que el escarnio público no es un método educativo…

- Una última curiosidad en este rubro de la vialidad es que los conductores suelen dar paso, en especial taxistas y autobuseros. La primera vez que nos pasó, Hugo –que iba al volante– no sabía cómo reaccionar. Nos tomó unos cuantos segundos asimilar semejante actitud… Después de cuatro meses viviendo en Dublín, ya hemos llegado a la aceptación, pero los viejos hábitos son difíciles de dejar, así que todavía no hemos logrado darle paso a nadie. Seguimos teniendo alma de caraqueños…

- Algo comiquísimo (bueno, tragi-cómico, en realidad) es la moda ochentosa en las adolescentes irlandesas. Ir al centro comercial es como entrar en un video de Cyndi Lauper: pelos batidos, minifaldas con licras, calentadores (oooh sí, como lo oyen), mucho maquillaje en los ojos, colores incombinables y zapaticos bajos. Ver para creer…

- Otra nota sobre la moda irlandesa son los zapatos-patín en las niñas pre-adolescentes (justo antes del flashback a los ‘good old eighties’). Seguro ya los han visto en Caracas o EE.UU., pero aquí son todo un fenómeno. Las niñas ya no caminan, sino que se deslizan entre la gente.

- Otro hecho oficial más: en Irlanda nacen los niños más blancos del mundo… Excluyendo la población de bebés calvitos, la mayoría son pelirrojos, con una importante minoría de catiritos [8]. El denominador común: los ojos azules. Si se ve algo diferente en materia de bebés, es porque el niño es hijo de extranjeros, así que ya anticipamos que Diego va a ser todo un arrase tropical…

- Continuando con el tema de los niños, Hugo y yo hemos elaborado (o mejor dicho, retomado) una teoría de determinismo bio-geográfico: aquí hasta los bebés son civilizados. Todavía no sabemos si es una cuestión étnica, latitudinal, climatológica o cultural, o un compendio de todo, pero lo cierto es que los niños irlandeses no chillan, observan el mundo desde sus cochecitos sin armar berrinches, y cuando llegan a la edad de correr, no se convierten en unos salvajes que se trepan en todas partes. Seguiremos investigando sobre este asunto, recopilando datos y haciendo un meticuloso trabajo de campo al respecto. Diego será, indudablemente, nuestro conejillo de indias. Prometemos informarles regularmente de nuestros adelantos en el tema.

- En nuestras incursiones en el sistema de salud irlandés, nos hemos topado con un par de sorpresas, pero éstas son dignas de contarse aparte, así que no dejen de leer las Crónicas del Profesor, en una próxima entrega.

- En Dublín hay DOS canódromos (uno de los cuales queda cerca de nuestro apartamento). Esto les puede servir de referencia para que vean el nivel de afición que hay aquí. Y ni hablar de las carreras de caballo. El tema de las apuestas es central en la vida cultural irlandesa. De hecho, en cualquier cuadra hay al menos dos pubs y un par de agencias de apuestas (la franquicia que más se ve es Paddy Power).

- La última curiosidad que queremos reseñar en esta sección es que el lema “Llueva, truene o relampaguee” fue inventado en Irlanda. Como muchos ya saben, Irlanda es llamada la ‘Isla Esmeralda’ porque todo está verde tooooodo el año. Otro de los mitos es que en la isla puedes experimentar las cuatro estaciones en una sola hora. Todo esto es 100% verdadero, y está directamente relacionado con el factor lluvia. Lo cierto es que puede estar cayendo el diluvio universal, pero los irlandeses andan por la calle como si nada, en bicicleta, a pie, en el parque jugando hurling o rugby, paseando al perro o a los niños en cochecitos (todos con sus respectivos impermeables y paraguas, por supuesto). La ventaja es que Dublín no se inunda como las Mercedes, ni el río Liffey se desborda como la quebrada de la Guairita…



LO QUE HEMOS HECHO / VISITADO

Muchas han sido las aventuras, entuertos y peripecias que hemos encontrado en estos meses de exploración. Como el querido lector podrá imaginar, el 80% de estas aventuras se debe a nuestro inagotable sentido de la desorientación y una especie de imán para atraer a personajes extraños. Sin embargo, aunque parezca mentira, también hemos podido visitar los alrededores de Dublín sin mayores estragos. Para no aburrirlos con detalles fastidiosos, aquí va una lista (con mapita incluido) de los sitios que hemos recorrido y una reseña brevísima de lo más importante en cada sitio:

Al sur de Dublín:


(a) Dún Loaghaire – Es el segundo puerto de la ciudad, y en realidad sólo queda a unos cuantos kilómetros de nuestra casa. Se ha convertido en una zona turística para pasear, con centro comercial y un pueblito bien lindo. En una segunda visita a esta zona, llegamos (por perdidos, por supuesto) a un puerto pequeñito donde alquilan botes y equipos de pesca. Nos bajamos un rato a disfrutar del atardecer, y había una tipo que estaba limpiando lo que acababa de pescar. En las piedras del malecón, tres focas se comían lo que el hombre tiraba. Lástima que no llevábamos cámara ese día.

Nota bene:
Dublín ha crecido radicalmente en los últimos 10 años, debido a un super-boom económico. Lo que hace unos años eran suburbios a las afueras de la ciudad, ahora están totalmente integrados al ‘Great Dublin’. Por eso, muchos ‘pueblitos’ ahora son más bien la zona comercial de urbanizaciones. La nuestra se llama Terenure, y tiene sus tres calles bien tradicionales, con tienditas, pubs, negocios de apuestas, etc.

(b) Bray Beach – Bueno, hay que flexibilizar criterios con el término ‘playa’… Digamos que es un terreno largo lleno de piedras a la orilla del mar, donde la gente solía tener casas (con arquitectura victoriana) de veraneo. Las casas siguen estando ahí, pero como ahora queda tan cerca de la ciudad, la gente va a pasar el día, ‘tomar sol’ y comer en los restaurancitos. El día que fuimos había una feria de verano.


(c) Blessington y Poullaphuca Reservoir – Blessington es otro pueblito del estilo de esos que ahora forman parte de las urbanizaciones dublinesas. El Poullaphuca Reservoir es un dique artificial hecho con el agua represada del Liffey. El paisaje es precioso, con ruinas, pinos y jardines alrededor. En esta visita intentamos llegar a Powerscourt, una villa del siglo XVIII que tiene unos jardines espectaculares abiertos al público, pero, por supuesto, nos perdimos y cuando por fin encontramos la ruta ya era muy tarde y habían cerrado…


(d) Wicklow Mountains y Wicklow Gap – Queda como a una hora de Dublín. Dicen las guías turísticas que estas montañas (i.e., colinitas, en realidad) servían de refugio para los disidentes del régimen inglés. El paisaje se parece mucho al páramo, tal vez un poco menos escarpado, con vegetación bajita y unas flores llamadas ‘heather’ (ni idea de la traducción en español), que hacen que todo se vea morado. Muchas ovejas en todas partes. Están las ruinas del monasterio de Glendalough (supuestamente fundado por St. Kevin) y los restos de una ruta de peregrinaje del siglo X. El Wicklow Gap es una especie de depresión al pie de una de las colinas, con su respectivo laguito. En esta zona se pesca bastante y se hace trekking. Nosotros nos conformamos con saltar un alambre de púa y hacer un picnic al lado de una quebradita.

En este paseo comprobamos que hasta las vacas son pelirrojas en Irlanda… Otra cosa comiquísima es que en la isla no hay autopistas como tal, de hecho, en Dublín hay UNA autopista que rodea la ciudad (la M50) y luego se enrumba hacia Belfast, pero en algún punto se convierte en una carretera normal y corriente. Bueno, el día que estábamos paseando por esta zona, llegamos a una carreterita tipo la que atraviesa La Unión, y el límite de velocidad era 80 km/h. Con razón la tasa de accidentes de tránsito es altísima…



Al norte:



(e) Phoenix Park – Está al noroeste de la ciudad. Tiene 712 hectáreas y es el segundo parque de ciudad más grande de Europa (el primero, según Wikipedia, es el Richmond Park, en Londres). El Phoenix Park es incluso más grande que el Central Park. Hay DE TODO en este parque: bosques, jardines, canchas, el zoológico de la ciudad, la casa presidencial (la Casona irlandesa, para más señas…), monumentos, la residencia del embajador gringo, hasta pistas de polo. Se pueden imaginar el tamaño.



(f) Howth - Es una península al norte de la ciudad, que se considera el límite norte de la bahía de Dublín. Es un pueblito pesquero que tiene un faro y un castillito, restaurantes, pescaderías, etc. Se ha convertido en uno de nuestros lugares favoritos. En el puerto siempre hay focas, jugando entre los botes. Los sábados arman un mercadito, y en julio hubo un festival de verano, con música, comida y juegos. El día del festival nos metimos una papa [9] de mariscos espectacular, y vimos a unos curas bendiciendo los barcos.















En la ciudad:
(g) Temple Bar – Aunque la ciudad es pequeñita, hay muchas cosas que ver y todavía nos falta un montón por descubrir. En uno de nuestros primeros paseos (ya reseñado en la CD 2), caímos por casualidad en una placita escondida en la mitad de una de las zonas más turísticas de Dublín: el Temple Bar. Originalmente ése era el nombre de un local famoso, pero luego se extendió a toda la zona, que ahora es peatonal.



Hay un montón de pubs, restaurantes, cafés, galerías, etc. En esta plaza arman todos los sábados un Farmers Market buenísimo, y ahora somos adictos a los quesos, samosas, aceitunas y demás delicias que venden. Pero debemos añadir, con profunda tristeza, que unos franceses asquerosos acabaron un poco con el encanto pueblerino de uno de nuestros kiosquitos favoritos –el de las aceitunas. En este kiosco las aceitunas, hummus, pesto, etc., están exhibidos al aire libre en medios barriles, y usualmente los que atienden ponen bandejitas con muestras de todo para que la gente pruebe. En la era de la gripe aviar y de la hepatitis, uno debe cuidar mucho dónde mete la mano, ¿cierto? Pero siempre se conserva la esperanza en la buena fe y el sentido común de la gente (es decir, si vas a agarrar una aceituna, no le metes los dedos al perol completo). Bueno, pues estos gabachos se dedicaron a comerse TODAS las muestras de TODAS las bandejitas, chupándose sonoramente los dedos y escarbando cuando había cosas que no les gustaban… Como comprenderán, se acabó el llamado ‘free-sampling’ para siempre.



(h) Grafton Street – Es otra calle peatonal que está cerca del Temple Bar y hace esquina con el Trinity Collage, de un lado, y con St. Stephen’s Green, del otro.

Hay montones de tiendas, y en una de las esquinas está el Gaiety Theatre (construido en 1871). En ese teatro fuimos a ver Riverdance, un espectáculo de baile tradicional irlandés súper famoso. No teníamos expectativas concretas con respecto al show, pero la verdad es que nos sorprendió muchísimo. Cuenta la historia de Irlanda a través del baile, desde los orígenes míticos del pueblo celta, hasta las migraciones a América durante los períodos de hambre. Música en vivo, bailarines extraordinarios. Si alguna vez tienen la oportunidad de verlos, de verdad que vale la pena (si quieren saber un poco más, métanse en http://www.riverdance.com/). Como paréntesis cómico (típica cosa que nos pasa por recién llegados), Hugo y yo nos fuimos empintadísimos [10]. Cuando llegamos, había gente hasta en chancletas. Otra curiosidad es que en pleno teatro venden chucherías y helado, como en el cine. En el intermedio del show, TODO el mundo, gordos y flacos, viejos y jóvenes, grandes y chiquitos, estaban comiendo helado. Hugo dice que es oficial: los genes irlandeses siguen vivos en los Egan.



(i) Croke Park – Es el estadio de los deportes gaélicos (hurling y gaelic football, ambos amateur). Está al norte de la ciudad (cerca de la oficina de H) y tiene capacidad para +80.000 personas. Ya H ha ido a varios conciertos ahí. En julio fuimos a ver nuestro primer partido de hurling (no me pidan opinión al respecto porque los genes deportivos de la familia se los quedó mi hermano completicos). Hay otro estadio, el Lansdowne Road, al sur de la ciudad, que es para ‘deportes protestantes’ (rugby y fútbol), pero el año que viene lo van a ampliar (para +50.000 espectadores), así que hasta el 2009, por primera vez en la historia irlandesa, el Croke Park va a albergar deportes ‘extranjeros’ (cosa que estaba prohibida en la constitución del estadio).





(j) O’Connell Street – La Sabana Grande [11] de Dublín… jejeje. Hablando en serio, esta calle está justo al norte del Liffey, súper ancha, con muchas tiendas y edificios viejos. En el centro está el Spire, una escultura de 120 metros de alto, terminada en el 2003 (aunque originalmente querían inaugurarla para la celebración del milenio, pero la puntualidad irlandesa no es muy distinta de la latina…). En una callecita perpendicular a O’Connell descubrimos la mejor librería de la ciudad: Chapters. No es una franquicia, así que conserva el encanto de las buenas librerías, y uno de los chamos que atiende es todo un librero, al mejor estilo del señor Javier o del viejo de Divulgaciones (perdonen, ésta es una referencia exclusiva para los nerds de Letras). Otra de las perpendiculares es un micro-Chinatown / Africatown. Ahí descubrimos varios mercaditos afro-caribeños (donde venden plátanos y demás cosas exóticas del trópico). Cuando entramos en uno, casi nos da un ataque de risa cuando nos dimos cuenta de que las mujeres de la tienda estaban pegadas a una TV viendo una telenovela africana (cual Topacio, pero con actores negros). El género del culebrón no tiene fronteras…


Para terminar esta larguísima crónica, no podemos dejar de contarles sobre nuestro restaurante favorito: el Kinara. Es de comida pakistaní e india, y queda a unas cuadras de la oficina de Hugo. La comida es de chuparse los dedos (al mejor estilo de los franceses inmundos del mercadito), pero eso es algo que ustedes mismos deberán comprobar cuando nos visiten. Lo cómico de nuestro debut en el Kinara fue el personaje que teníamos sentado justo en la mesa de al lado: un viejito medio senil que estaba almorzando solo (igualito al abuelo de los Monsters), que se dedicó a contarnos su vida completa, mientras metía la manga de su traje en una cazuela de cordero al curry. Lo más lejos que había viajado era Inglaterra (a diferencia de su hermano, que era un loco y se había ido a servir en la Segunda Guerra Mundial, ¡qué horror!). Se podrán imaginar que no tenía la más remota idea de dónde quedaba Venezuela, ni mucho menos qué idioma aborigen y extraño se hablaba ahí. También nos contó que nunca se llegó a casar, pero no perdía la esperanza de encontrar a una mujer (joven, por supuesto) con quien terminar sus días. En fin, ojalá hubiéramos tenido un grabador. Supongo que en cualquier ciudad se encuentra este tipo de fauna extravagante, pero Dublín tiene la ventaja de conservar un sabor medio pueblerino todavía, en contraposición al anonimato de las ciudades grandes tipo Londres o Nueva York. La gente es muy simpática y no tiene pena de sacarle conversación al de al lado, así que no es difícil averiguarle la vida a cualquiera.

Querido lector, hasta aquí me trae el río en esta tardía edición de las Crónicas Dublinenses. Todavía hay demasiado que contar, pero mi enorme panza ya no me permite estar sentada escribiendo por mucho tiempo (sin mencionar que la mono-neurona está funcionando a media capacidad). Prometo, sin embargo, un par de entregas más antes del nacimiento de Diego: CD4 – Las Crónicas del Profesor, y CD5 – La invasión vasca. Manténganse en sintonía, que muy pronto seguiremos trayendo más aventuras por este mismo bati-canal.

Besos y abrazos para todos,
Ceci & Diego

PD: Algunas de las fotos montadas en esta crónica son propiedad de Michelle y Asier (se las robé vilmente!)

NOTAS PARA LOS NO-VENEZOLANOS
[1] Busaca es una palabra gocha (i.e., de los Andes venezolanos), hasta donde yo sé, y su equivalente más cercano es ‘bolso’ o ‘talego’.
[2] ‘Estar hasta los tequeteques’ quiere decir estar lleno, a reventar. Se puede usar literalmente o figuradamente (‘La maleta está hasta los tequeteques de ropa’ o ‘Estoy hasta los tequeteques de trabajo’).
[3] Dundrum es una de las urbanizaciones de Dublín que queda cerca de la casa, con su pueblito respectivo, pero aquí nos referimos al centro comercial homónimo.
[4] Piche = podrido, revenido, no fresco.
[5] Asquerosito = perro caliente, hotdog, pancho (pero bien callejero y de dudosa procedencia). Los de Filipo en la Plaza Altamira son famosos. Los pinchos (anticuchos, en Perú y Bolivia) del Estadio (de béisbol) son hechos, presuntamente, con carne de perro. Las empanadas (de harina de maíz, rellenas con un picadillo de un tiburoncito llamado cazón) son realmente deliciosas, especialmente las que hacen en donde se toma el ferry a Margarita. Aparte de ser una rica fuente de colesterol y triglicéridos, pueden ser también una fuente inagotable de diarrea para un extranjero.
[6] ‘Más rápido que peo en chinchorro’ se puede traducir en buen castizo como ‘Más veloz que flatulencia en hamaca’, es decir, algo que se desvanece rapidísimo.
[7] Tobo = balde, cubeta, tacho.
[8] Catire/a = rubio, güero, mono, blond.
[9] ‘Meterse una papa’ o también ‘Echarse un atracón’ = comer inescrupulosamente.
[10] Empintarse = ponerse una pinta, vestirse bien.
[11] Sabana Grande solía ser una zona peatonal de Caracas llena de tiendas y cafés, donde la gente iba a pasear, comer, comprar, etc. Hoy en día es un zoológico de contacto, o un boulevard del terror, como se quiera ver.

Sunday, July 2, 2006

CD2 - PASEANDO POR EL CENTRO

Ayer sábado salimos de la casa con el propósito de encontrar un Farmers' Market (que no es más que lo que montan los productores de alimentos cada sábado y domingo por toda Caracas para fomentar la cola). Luego de dar bastantes vueltas y cuando estábamos ya de regreso, encontramos uno de los dos que habíamos previamente ubicado en Internet (porque aquí los portus están conectados). Para hacer el cuento corto, el mercado fue todo un éxito, compramos quesos, aceitunas, boquerones y pan de excelente calidad, lo que es un logro considerando que en 2 años en Pisbur no comimos ni un sólo pan decente. En fin, ya pegamos las fotos y les pueden llegar desde nuestra página.

Sin embargo, lo que hace a nuestro paseo merecedor de una crónica, fueron dos eventos para nada relacionados entre sí pero que vale la pena contar:

La máquina de la felicidad
El comienzo de esta historia se remonta a 1999 en los días en que yo vivía en Puerto La Cruz y Ceci me visitaba uno que otro fin de semana. Los que conocen Puerto saben que si no tienes lancha la ciudad es igual de aburrida que un ascensor sin espejos (Freundt dixit). En fin, un buen día, paseando por el centro comercial más decente de la zona (Plaza Mayor, para más señas) probamos el helado que haría posible esta semi-crónica.

Ya desde mucho antes Ceci había comenzado su búsqueda por el helado perfecto. Ese, y no otro, es el motivo por el cual ha recorrido medio mundo y vivido ya en 4 países. Ese peregrinaje la ha llevado a descubrir que los mejores helados de vainilla (mantecado en criollo) son los de máquina y, contrario a la creencia popular, no son los que comía en el Qué Bueno del CCCT durante su infancia. Son los de Rita's, que con un par de sedes en Pittsburgh, se da el lujo de abrir sólo durante los siete meses del año en los que la temperatura supera los cero grados.

Toda esta introducción no serviría de nada sin apuntar que la máquina (italiana, para más señas) que vendía los helados en Plaza Mayor sigue allí, pero desde hace varios años no es más que parte de la decoración del local. Aunque cada cierto tiempo volvíamos al Puerto buscando la máquina de la felicidad y nos parábamos en la cola, sólo para ser decepcionados una y otra vez, Ceci sabe que el verdadero buscador de helados es como el arqueólogo: paciente y metódico.

En otras ciudades hemos visto la máquina aunque en iguales condiciones: decorando y no repartiendo alegría.

Como ya habrán supuesto y sin ánimos de hacer de esta semicrónica la segunda parte de Sexto Sentido, aquí aparece de nuevo la máquina en rol protagónico. Cuando ya volvíamos al carro, nos tuvimos que detener en el segundo piso de Saint Stephen's Green para retomar el aire que Diego había robado. Fue ahí cuando vimos en el piso de abajo una cola de unas 7 personas esperando comprar un cono (no confundir con un coño). La oportunidad de probar un nuevo helado nunca debe ser desperdiciada, por lo que Ceci, con Diego a cuestas, bajó inmediatamente a pararse en la cola y a retomar el aire mientras pacientemente esperaba por su helado de mantecado.

Pero se preguntarán todos, ¿cómo es posible que si el mejor helado de mantecado del mundo lo venden en Rita's, Ceci recorra los siete mares buscando el segundo mejor helado? Basten las fotos que acompañan para darse cuenta de que nuestro helado no es un mantecado ordinario. Es el mejor del mundo en su propia subcategoría. Siete años después, el humilde puesto que no prometía mayor calidad se ha convertido si no en la razón directa para mudarnos a Dublin, en el motivo para quedarnos por un buen tiempo.

Sin más preámbulos, aquí están Ceci y Diego (porque lo que se hereda no se hurta y ya la pasión por el Gelato le viene del abuelo Piti) disfrutando de su helado:


La Robolución Avanza (...hasta Dublin)

No hay mucho que agregarle a esta foto más que el comentario de que es en Grafton Street, fácilmente el boulevard más circulado de Dublin. Ya durante la semana había visto el afiche en cuestión en el medio de la misma manifestación pro Palestina. Por lo visto van recorriendo la ciudad de forma muy decente, repartiendo volantes y propagandeando al mismísimo HDP.







Bueno, esto resume nuestro sábado. Con un poco de suerte tendremos nuevas crónicas en un par de días.

Saturday, July 1, 2006

CD1 - De mi viaje a Australia, sólo que jamás llegué a Australia…

La Tahona, domingo 25 de junio de 2006 (1030hs). Después de un poderoso desayuno criollo, nos apuramos a salir de Caracas por temor a encontrarnos con cualquier cataclismo variopinto en la archifamosa Trocha (1). Así, salimos de la casa un poco después del mediodía. Para nuestro asombro, tardamos sólo una hora en llegar al aeropuerto. Ya la cola en el counter de Iberia era más larga que peo de culebra (2), pero el poder del cochino dinero solventó ese primer inconveniente rápidamente (business class). Es casi innecesario decir que tenía sobrepeso en la maleta; de hecho, la gente de poca fe podría decir que llevaba una maleta extra, pero el viento soplaba a mi favor y la encargada ni siquiera miró los inflados numeritos de la balanza. ¡Jose y yo cantamos victoria! ¡Burlamos el sistema! ¡JA! Pero la realidad es que el sistema había sido benevolente porque ya se había reído a carcajadas de los incautos pasajeros. El vuelo tenía CUATRO (4) (IV) horas de retraso… Obviamente, eso me hacía perder la conexión Madrid-Dublín, pero la amable ejecutiva de Iberia me arregló un itinerario lechero Caracas-Madrid-Barcelona-Dublín. En lugar de llegar a Irlanda al mediodía del lunes 26, ahora llegaría en la tarde.

Este pequeño tropiezo no quebrantó el espíritu viajero, y decidimos subir de nuevo a Caracas (pues tenía una espera de más de seis horas por delante) para almorzar en familia. Fuimos CC, PJ, JI y yo a Tony Roma’s a almorzar y ver el partido Portugal-Holanda. Nunca se vio semejante desfile de tarjetas amarillas en la historia del fútbol… Bueno, al menos del fútbol presenciado por mí… Pero para no hacer el cuento tan largo, terminando de comer bajamos de nuevo a Maiquetía. Nuevamente la voluntariosa Trocha fue amable con nosotros y no encontramos cola. No es mi interés entristecer al lector con los detalles de la despedida, así que usen su imaginación…

Al pasar inmigración me encontré a Daniela y Andrés Emmerich, recién casados y rumbo a la luna de miel. Justo a tiempo, porque si no, la moqueada habría sido larga… Estuvimos un rato juntos, vi en primicia nacional algunas fotos de la boda y luego calabaza calabaza (3).

Otra particularidad de este viaje fue la presencia del clero. A pesar de los obstáculos, la apaciguadora imagen de uno que otro sacerdote a lo largo de la jornada fue casi una revelación mística. El primero de estos encuentros fue en el VIP lounge de Iberia (lo sé, el cochino dinero…). Este peculiar sacerdote criollo (con cara de adeco) estaba campaneando un güisquicito (4) mientras conversaba amenamente con una pareja, suponemos que con el fin de calmar los nervios antes del vuelo…

Si usted leyó alguna vez las Crónicas Pisburianas, obviamente debe saber que algo inesperado va a suceder en este punto del relato. ¡Tiene razón! Aparte de las cuatro horas de retraso del vuelo a Madrid, por misteriosas razones la gente del aeropuerto se puso necia con la seguridad e inspeccionó a CADA UNO de los pasajeros de un vuelo 747, separando (misteriosamente, otra vez) a hombres y mujeres. Esto retrasó el vuelo hora y media más. Gracias a mi cromosoma XX y a Diego, pasé rápido, pero cuando los hombres comenzaron a entrar, logré escuchar que a un par de maracuchos que iban sentados al lado les preguntaron hasta en qué hospital habían nacido. No miento, amigo lector. Las Crónicas Dublinenses, así como las Pisburianas, se caracterizan por su objetividad férrea.

El vuelo transcurrió sin novedades, aunque inicialmente hubo un conato de desastre: sentado a mi lado iba el Hombre Rumiante, un caballero español que cada vez que pasaba las páginas de su revista rumiaba (mmggrrrrr, mmggrrrrr), lo mismo cuando presionaba los botones de su pantalla o cuando se acomodaba en el asiento. Afortunadamente, el señor fue visionario y se cambió a la fila de adelante, que estaba vacía. “Te dejo tranquila, muchacha”. Respiré aliviada…

Al llegar a Madrid, POR SUPUESTO, el vuelo a Barcelona tenía una hora de retraso. Pero antes de tener conocimiento de este nuevo percance, y en plena carrera al bajar del avión, sorpresa sorpresa… La segunda presencia clerical del viaje: el padre Losada, aquel peculiar personaje que pasó la hora entera de mi matrimonio con Hugo hablando de la calamidad del divorcio. Lo saludé, me felicitó por la barriga (supongo que en sus adentros el buen cura habrá pensado que su sermón surtió efecto), y en este punto nos despedimos.

Con la cabeza (y la barriga) en alto, me dispuse a ir a la puerta K86 en el extremo este del terminal, según marcaba el boarding pass y las pantallas de Barajas. Cuando me faltaban tres metros para llegar a la puerta, la cálida voz de un altoparlante anuncia: “AtenZZZión SSSeñoreSSS paSSSaJJJeroSSS de vuelo 2186 con deSSStino BarZZZelona, SSSe leSSS informa que la puerta de embarque ha SSSido cambiada a la hache onZZZe”. Indudablemente, la puerta H11 quedaba, literalmente, en el otro extremo del terminal… El lector pensará que quien escribe es un estandarte de la flojera. ¿Qué importa caminar un poco, después de todo? Pues bien, después de ocho horas de vuelo, con sólo dos horas de sueño, con una barriga de seis meses de embarazo, unas botas mortales (demasiado pesadas para ir en la maleta), ciática, y una mochila cargada de peroles… caminar de la /&·$%# puerta K86 a la H11 es como correr al mediodía por la avenida Baralt (¡de subida!) (5).

Pero finalmente llegué a la H11, esperé lo que tocaba, me monté en el avión y no supe de mí hasta que aterrizó en Barcelona. Y claro… las Crónicas no pueden terminar aquí. Cuando chequeo mi reloj, me doy cuenta de que tengo poco más de 15 minutos para encontrar la puerta de embarque a Dublín. Como buena venezolana, atropellé, metí codazos, abusé de mi barriga y pisé a media humanidad (buena idea la de las botas, después de todo). Tanta corredera sólo para encontrarme con que el vuelo Barcelona-Dublín tenía más de una hora de retraso. “Dios ha muerto”, pensé. Nietszche nunca tuvo más razón.

Quien les reporta estos tristes sucesos se encuentra ahora mismo en Barcelona. Perdonen, queridos lectores, si la amargura y el cansancio ciegan mi juicio. Llorar es inútil, rezar mucho más. Ya no siento las nalgas, y la hinchazón de las piernas es indescriptible. Pero algo me dice que no pierda la fe, que me aferre a algo… Así, sigo sentada, escribiendo estas líneas, esperando más aventuras, porque sé que tengo que darle un buen cierre a esta primera Crónica Dublinense.

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Finalmente abordamos el avión. Todo se ve bien. No tengo compañeros de asiento atorrantes, rumiantes o afines. El calor es insoportable dentro de la cabina. Problemas del aeropuerto, según nos informa el capitán. Seguimos esperando. La voz del capitán se escucha de nuevo. Esta vez pide disculpas porque al parecer hay un pasajero que no se presentó a la puerta de embarque y, por razones de seguridad, deben buscar su equipaje y sacarlo del avión. La gente acalorada masculla frases obscenas. Transcurridos un par de minutos, el capitán, esta vez con en un tono más jovial, nos informa que el pasajero apareció y está en camino. Un “BUUUU” generalizado tiembla en el avión. Un padre instruye a su hija que en cuanto entre el desgraciado le propine una buena insultada. Me encuentro en la tercera fila, así que espero con ansias verle la cara al desconsiderado. Sorpresa, sorpresa… El infeliz que retrasó el vuelo unos 25 minutos extra es, nada más y nada menos, que…

…¡UN SACERDOTE!

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Estimado lector, han pasado días desde el viaje interminable. He tenido tiempo para reflexionar sobre los acontecimientos relatados arriba, pero decidí no editar nada, y entregarles la cruda verdad sin censura. Sean ustedes mismos jueces de los hechos. Sólo me basta relatarles los últimos minutos de la jornada:

Al llegar a Dublín, un querido vecino latinoamericano se me coleó en la fila para inmigración, y a pesar de que salí de SEGUNDA del avión, me tardé unos 40 minutos en este punto, pues los funcionarios parecen no ser muy diestros usando la computadora, más aún si el visitante no habla NI PAPA de inglés y el pobre oficial se ve obligado a usar un intérprete por teléfono…

En fin, pasada inmigración llegué a la correa del equipaje. Obviamente fui uno de los últimos pasajeros en recoger sus macundales (6). A pesar de haber llegado al primer mundo, a pesar de una obvia panza de embarazo, NADIEEEEEEEEEEE tuvo la cortesía de echarme una mano para bajar las maletas de la cinta =( Pero la verdad es que no los culpo… Si los otros tuvieron la mitad de las aventuras que Diego y yo tuvimos en ese viajecito, ¿quién tiene cabeza para estar ayudando a nadie?

Y después de tanto rodar, la mega-jornada tuvo un final feliz: ya estamos en nuestra nueva casita.

A pesar de tres páginas de sangre, sudor y lágrimas, supongo que es pertinente cerrar las primeras crónicas recordando a Kavafis:

Cuando hacia Ítaca salgas en el viaje,
desea que el camino sea largo,
pleno de aventuras, pleno de conocimientos.

Sí encontramos Cíclopes y Lestrigones, y tal vez uno que otro irritado Poseidón, pero al final, ¿qué sería de las Crónicas Dublinenses si hubiéramos tenido un viaje sin eventualidades, aburrido y sin sabor?

¡Hasta la próxima!

C&D


NOTAS PARA LOS NO-VENEZOLANOS
(1) La Trocha, así con mayúscula, es una carreterucha que tuvieron que hacer porque uno de los viaductos de la autopista Caracas-La Guaira –donde está el aeropuerto– se cayó. Así como lo leen… ¡Se pulverizó! Pero esa historia es harina de otro costal… Baste decir que lo que usualmente tomaba 30-40 minutos, ahora demora entre una hora-ad infinitum…
(2) = flatulencia de serpiente
(3) “Calabaza, calabaza, cada quien para su casa”
(4) “Güisquicito” es la versión criolla de “whisky” o “scotch”, y “adeco” es un militante de un partido tradicional venezolano (AD = Acción Democrática), personaje que se ha estereotipado y representa al macho criollo, simpático y güisquicero.
(5) La Avenida Baralt, especialmente al mediodía, puede ser como cualquier calle concurrida de Bombai o Nueva Delhi.
(6) Al igual que “peroles”, “macundales” es un sustantivo genérico que abarca cualquier tipo de cachivaches u objetos personales.

Thursday, June 22, 2006

Ahora sí !

Ya tenemos internet en la casa y Ceci llega el lunes, así que ya no quedan excusas. Aunque hay un par de cuentos buenos, por ahora sólo pego un par de fotos del concierto de Robbie Williams para que a Anisabel le dé envidia...

Lo mejor del concierto fue que al final el pana Robbie pidió disculpas por la baja calidad del show y prometió presentarse de nuevo en Dublin antes de que finalice el año gratis... no es que hayamos pagado mucho por las entradas (de hecho, no pagamos porque la empresa tiene palco en el estadio), pero igual se agradece el gesto (doble envidia para Ani).



En resumen, el show estuvo bueno, el tipo es muy simpático, pero nada de eso importa, igual teníamos que ir porque "gratis, cueste lo que cueste".

Sunday, June 4, 2006

Ceci está en Caracas

Va a estar por allá por unas 3 semanas y aunque no hemos escrito mucho, ha sido más por falta de tiempo que de ganas.

Cómo sabemos que estamos en el primer mundo?

Los taxistas:
  • Varios de los que interrogamos juegan golf que aunque no es un juego caro como en nuestros países igual requiere cierto nivel cultural
  • No ponen reggaeton
  • Te hablan de economía y te preguntan cuál es el GDP de Venezuela

Wednesday, May 31, 2006

Ya tenemos apartamento

Después de dos días de búsqueda nos decidimos por Bushy Park, así que seremos vecinos de Isabelita (que trabaja conmigo) y su esposo Lucas (ambos venezolanos). Aunque no tenemos aún fotos les adelantamos que tiene 2 habitaciones, 2 baños y bastante suelo para echar los sleepings ;-)

Ceci vuela a Caracas el fin de semana y yo me mudo el martes o miércoles, aunque no será hasta que llegue la mudanza que realmente nos instalaremos.

Monday, May 29, 2006

Ya en Dublín

Despues de 14 horas viajando ya estamos en el hotel en Dublín. Nos fue muy bien y Diego se portó excelente. Nuestros comentarios van a ser breves mientras no encontremos un adaptador para los laptops, pues trataremos de ahorrar las baterías, así que ya Ceci dará más detalles más adelante. Besos a todos,

Sunday, May 14, 2006

Bienvenidos de nuevo

Este es el espacio para la segunda parte de nuestro blog, ahora llamadas (apropiadamente) Crónicas Dublinenses. Ceci y yo esperamos actualizarlas lo más posible. Esperamos que también uds. nos dejen sus comentarios.