tag:blogger.com,1999:blog-4795540166458606542024-03-05T14:02:27.690+07:00Crónicas gitanasHugohttp://www.blogger.com/profile/01651538261800268970noreply@blogger.comBlogger70125tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-89293162190914528552014-01-10T21:50:00.002+07:002014-01-11T01:08:25.961+07:00PENSAMIENTOS AISLADOS<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;">"El
que no quiere a su patria es un miserable"</span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;">Crecí
en casa de mis abuelos. Fui una niña feliz entre cuentos, rimas y comida
andina. Jamás me levantaron la mano, pero uno de los golpes más fuertes que he
recibido me lo dio mi abuelo la última vez que lo vi hace dos años. Me voló la
cara con esa sentencia. Y, como es habitual cuando a uno le pegan, me produjo
una mezcla de arrechera, indignación, culpa y, ultimadamente, auto-compasión.
Al final, hice las paces con mi abuelo y conmigo misma. No quiero a mi patria.
Es más, esa palabra me da alergia. Y sí, supongo que soy bien miserable. Mi
desamor, mi rebelión, la profanación de la palabra sacra tienen un alto precio.
</span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;">* * *</span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;">"En
español, niños. Es lo único que nos queda"</span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;">En mi
casa, junto con el clásico "Mastica con la boca cerrada" o el "No
le pegues a tu hermano", el tercer gran mantra es "En español".
Lo repito, sin exageraciones, al menos unas 15 veces al día. Será obsesión de
lingüista, será orgullo malsano, pero esos niños van a crecer siendo bilingües
así deje medio estómago en el proceso. Hace unos días, sin embargo, mientras
cocinaba y los escuchaba jugando Nintendo en el comedor, me sorprendí a mí
misma diciéndoles "En español, niños. Es lo único que nos queda". No
lo planeé, no lo pensé. Me salió directo del hígado y, junto con esas palabras,
vino luego un chaparrón de lágrimas que tuve que esconder entre el paño de
cocina y el calor de las ollas. </span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;">Nunca
voy a dejar de ser venezolana. Siempre voy a comerme las eses, siempre voy a
decir <i style="mso-bidi-font-style: normal;">chévere</i>, siempre voy a tener
una obsesión antinatural por el plátano, y mi <i style="mso-bidi-font-style: normal;">happy place</i> siempre será esa esquina de Caracas en la que se ve El
Ávila y Filas de Mariche, con el cielo azul-diciembre y la montaña morada. Pero
más allá de eso (quimeras de mi memoria nostálgica), más allá de la religiosa arepa
o cachapa semanal, ya de Venezuela me queda muy poco. La inconveniencia de
tener que jalarle bolas al funcionario de turno en el consulado de turno para
renovar el pasaporte, el dolor de los amigos y familiares que siguen allá y no
puedo ver, el hueco en el estómago cada vez que leo una mala noticia. Más allá
de eso, en mi casa sólo queda el español (el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">ejpañol</i>, de hecho). Espero que algún día mis chamos entiendan la
razón de mi sempiterno, obsesivo, persistente y monótono "En
españooool".</span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;">* * *</span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;">Mónica
Spear y Agustín</span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;">A
finales del 2006 mataron a mi "primo" Agustín. No era mi primo primo.
Era el primo hermano de mis primos hermanos, que por virtud de venezolanismo
puro y duro lo hace, efectivamente, mi primo. Nos veíamos poquísimo y habíamos
perdido el contacto casi por completo; sin embargo, cuando me enteré de la
noticia me sacudió como si hubiera sido mi propio hermano. No fui a su funeral.
Para ese entonces ya había puesto un Atlántico de distancia entre Venezuela y
yo. Creo, de hecho, que ni siquiera les di el pésame a su mamá ni a su hermana.
Pero tengo que confesar que cada vez que me acuerdo de Agustín lloro por él,
lloro por su mamá y lloro por todos nosotros, los malvivientes de mi generación.</span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;">¿Qué
clase de anti-país, de vórtex del mal es Venezuela, donde una madre lo primero
que piensa cuando su hijo no contesta el teléfono es "Hay que ir a
buscarlo en Bello Monte"? Agustín, llámese también Mónica Spear, Thomas
Berry, Fedor Vilachá, los hermanos Faddoul (o un etcétera de más de 120.000
nombres en 10 años) era un chamo normal, clase media, que andaba en un carro
normal, clase media, y "le echaba un camión" todos los días, como
suele hacer la clase media. Era un buen amigo y un buen hijo. Era una buena
persona. Es más, coño, era una persona. ¿Qué clase de enfermedad moral ha
infectado nuestra sociedad que hace que un ser humano agarre un arma, tantee el
peso del hierro en la mano, le mande la señal eléctrica al cerebro y apriete el
gatillo? A Agustín le dieron un tiro de gracia y lo dejaron tirado frente a la
Iglesia de (chiste cósmico) San Agustín. Maldita sea. Como un perro. Y han
pasado más de siete años y yo sigo con esa maraña de rabia que se aloja en la
base de la garganta y hace que llore sin control cada vez que pienso en el
miedo que debe haber sentido Agustín antes de morir. Maldita sea. </span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;">* * *</span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;">Los
huérfanos. Mae Sot, Caracas. La misma mierda</span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;">Hace
unas semanas tuve una de esas experiencias que te cambian la vida. Movida por la
iniciativa de mi amiga Lis (otra gocha, dicho sea de paso), visitamos un pueblo
fronterizo llamado Mae Sot. La idea era llevar juguetes, ropa y material
escolar a comunidades de desplazados birmanos, bajo la tutela de una ONG
española llamada Colabora Birmania. Tengo dos o tres semanas tratando de
dilucidar por qué el viaje me pegó tanto. Después de todo, yo vengo del tercer
mundo. El paisaje desde la ventana de mi cuarto era Petare en pleno. Crecí
agarrando monte con mis papás y viéndole la cara a la pobreza urbana y rural del país. Estudié
en sitios donde se hacía el intento de sensibilizarnos socialmente. Pero Mae
Sot me dio en la madre. Visitamos un colegio, una comunidad de trabajadores
migratorios y un orfanato. En este último me desbaraté. Le pregunté a Carmen,
una de las fundadoras de la ONG, si estos niños se podían adoptar. No, simple y
llanamente. Porque no existen. No los quieren en Myanmar, no los quieren en
Tailandia. No tienen pasaporte, no tienen estatus legal. La palabra abandono
parece un piropo. No-existen. Y ahora, viéndolo con un poco de perspectiva,
creo que fue el desamparo lo que me destruyó. La imposibilidad de salir del
hueco porque el estamento completo les pone el pie encima. A estos niños ni la
madre que los parió los quiso, el Estado bajo el que nacieron los desconoce, el
Estado en el que viven los ignora. Suena dolorosamente familiar.</span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;">Entonces
soy una miserable, tal como mi abuelo sentenció. Pero miserable en su acepción
de "desdichada, infeliz". ¿Cómo puede ser feliz una persona desamparada,
vulnerable, al antojo de fuerzas superiores e intocables (la impunidad, el
crimen, la burocracia, el aislamiento social, la escasez. La
imposibilidad)?<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Chavistas más,
opositores menos, los venezolanos nos hemos quedado huérfanos. Oportuna y
triste metáfora, pensando en esa pobre niña a la que le acaban de arrebatar sus
papás. </span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;">* * *</span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;">Mi
debate fue interno. No tuve estómago ni corazón para formular en voz alta mis
argumentos. Mi abuelo, en ese entonces de 93 años, no merecía mis diatribas de
amargura y desamor patrio. No puedo querer un sitio que me niega, en donde no
tengo espacio, en donde no valgo nada. Las playas bonitas las encontraré en
otras latitudes, a la gente "chévere" la conoceré en otros contextos,
con otros acentos. Patria es palabra tabú en mi casa. </span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;">* * *</span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;">De
ahora en adelante, cuando les cante mi letanía cotidiana a los niños </span>-<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;">en secreto, en murmullos, solo
para mí- voy a añadir "En español, niños (por Agustín, por Mónica, por los
huérfanos y los miserables)".</span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="mso-tab-count: 7;"> </span>C.
Egan</span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="mso-tab-count: 7;"> </span>Bangkok,
enero 2014</span></div>
Ceci E.http://www.blogger.com/profile/00651565063167548802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-13760631890736896112011-09-01T20:47:00.001+07:002021-01-30T13:59:23.307+07:00CD15: SLAN, DEAR EIRE<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6v1rhEoiGlk99dX_qR-8l69Hm2OGeFYzixu6ThuVT06H6xLGVpzO99ZalhyuXutviRFToESou-ihyphenhyphenB0Ft3kSCCdkfqDNZ1rQa-eO5B1eMhz2I3kc4gBqiz-Py7-DlPx1w1GKoFzscYYGX/s1600/JamesJoyceBridge_Dublin.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6v1rhEoiGlk99dX_qR-8l69Hm2OGeFYzixu6ThuVT06H6xLGVpzO99ZalhyuXutviRFToESou-ihyphenhyphenB0Ft3kSCCdkfqDNZ1rQa-eO5B1eMhz2I3kc4gBqiz-Py7-DlPx1w1GKoFzscYYGX/s400/JamesJoyceBridge_Dublin.jpg" width="400" /></a></div><br />
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<div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Cinco años, dos mudanzas y dos hijos en Irlanda merecen una buena crónica de clausura, pero ahora estoy sentada en un café al otro lado del mundo y las palabras se mezclan con un nudo en la garganta y ardor en el borde de los ojos. La presión internacional para que publique estas crónicas ha sido abrumadora. De corazón me encantaría decirles a todos que escribir para mí es un placer, un acto catártico, un ejercicio que me viene natural, pero no… Me cuesta, le doy mil vueltas y (para risa de ciertos personajes) me autocuestiono cada regla gramatical. Aparte, releyendo este <i>blog</i></span><span lang="ES-TRAD"> desde sus orígenes, me he dado cuenta de que pusimos la barra muy alta. Comenzó como algo casual, con <i>posts</i></span><span lang="ES-TRAD"> de dos o tres líneas, pero poco a poco se convirtió en una especie de documento sociológico. Ahora todo el mundo, cercano y no tanto, exige crónicas largas (con una buena dosis de drama y humor), con apoyo audiovisual y demás. ¿No han oído hablar del terror ante la página en blanco?</span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhpsCH_YFaIes_urj67zPmJe2myRo5B7YHFnWNWHEaMI1ufdNSuD4T3zgAkQStCbIgsU1CM3Zht-adD_nYaOjEpT4u6SzbWkJKm5UtaFFNTsjnqgHDNB_o1ALFlfGQ2dWpHo4VSd5Bz395E/s1600/Slan_dear_Eire.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhpsCH_YFaIes_urj67zPmJe2myRo5B7YHFnWNWHEaMI1ufdNSuD4T3zgAkQStCbIgsU1CM3Zht-adD_nYaOjEpT4u6SzbWkJKm5UtaFFNTsjnqgHDNB_o1ALFlfGQ2dWpHo4VSd5Bz395E/s400/Slan_dear_Eire.jpg" width="400" /></a></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">La última vez que escribí en las Crónicas Dublinenses, tenía a Andrés recién nacido durmiendo a mi lado, con su carita enfurruñada y el cuarto impregnado a olor a bebé. Tantas cosas han pasado desde entonces, que es difícil resumir aquí esos tres años… Visitamos y fuimos visitados, conocimos lugares increíbles, nuestros niños empezaron a ir al cole y aprendieron inglés, nuestros hermanos se casaron y tuvieron hijos, Irlanda pasó de ser uno de los países más prósperos del mundo a estar estancado en la más feroz recesión, y un largo etcétera.</span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhUprkgnCIDIf42U6Q350ebFfDhDejBK6z2OVqI7ON-sH3Cmv1Ip47N7vDKFeiXxvqas7Hp_5-FltznujaeyYttg3G-47wJtjfJwUY-2Z0XrJB4GgTOry3IvZ3qe_Li8zh6ikH72G4utvNx/s1600/D_conoce_a_A.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhUprkgnCIDIf42U6Q350ebFfDhDejBK6z2OVqI7ON-sH3Cmv1Ip47N7vDKFeiXxvqas7Hp_5-FltznujaeyYttg3G-47wJtjfJwUY-2Z0XrJB4GgTOry3IvZ3qe_Li8zh6ikH72G4utvNx/s400/D_conoce_a_A.jpg" width="400" /></a></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Y así, como si nada, el 25 de agosto nos despedimos de Dublín. Camino al aeropuerto, Diego vio por la ventana un arcoíris y dijo: “Las nubes y el sol hicieron un arcoíris para despedirse de nosotros”. Fue difícil no botar alguna lagrimita con el comentario.</span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgOwirxhmsDbEVM66WVPsNd13UxkzFvvTgamszrZ-JKzkoqUVJqsHdWMLLCx5dnKmNimx9FDKQl-BoeJCgDuDslzyroLQ_KU65hVYZ_Mf6K41iJX32bFQw4VM9I1MpDzXMOuKM1no3iQZwk/s1600/D_se_despide_de_DUB.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgOwirxhmsDbEVM66WVPsNd13UxkzFvvTgamszrZ-JKzkoqUVJqsHdWMLLCx5dnKmNimx9FDKQl-BoeJCgDuDslzyroLQ_KU65hVYZ_Mf6K41iJX32bFQw4VM9I1MpDzXMOuKM1no3iQZwk/s400/D_se_despide_de_DUB.jpg" width="400" /></a></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD"> </span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Después de año y pico de incertidumbre, de no saber si nos quedábamos en Irlanda, si H cambiaba de trabajo, la crisis, el futuro, etc., la noticia de Tailandia llegó inesperadamente y desde ese momento todo fue vértigo. Pero las mudanzas (físicas y metafísicas) siempre suelen ser así. No se pueden planear con demasiada antelación. Inevitablemente, hay asuntos que se tienen que cerrar la semana antes, el día antes. Uno no puede empacar con semanas de anticipación. Uno no puede quedarse sin teléfono, carro, luz por demasiado tiempo. Y las despedidas prolongadas son simplemente insoportables e inhumanas. Así que, dentro de la corredera, las cosas salieron bien. Tuvimos tiempo de terminar todas las diligencias. Nuestros amigos nos despidieron como sólo los buenos amigos pueden despedirlo a uno. Lamento no poder haberlos visitado a todos (Reni, Andreja, Ana, los Geoghegans, los Mc Aonghusa, María Isabel). No sé si echarle la culpa a la falta de tiempo y el exceso de diligencias, o a cierto mecanismo de defensa que dice “ya basta, ni una despedida más”. </span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjCk6ib03stVldoVfJWi1JeMQCihECrF9vZN-rDiqLWZqhn71Oalpy8Gl1ooOKVl-wQtSBgx37opYkO97a_fZwD07CHL3oHh997unmIAYgSIHsOtWR0UijtqmwPjfX1cVtjw1jbWw75d_q4/s1600/Amigas.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjCk6ib03stVldoVfJWi1JeMQCihECrF9vZN-rDiqLWZqhn71Oalpy8Gl1ooOKVl-wQtSBgx37opYkO97a_fZwD07CHL3oHh997unmIAYgSIHsOtWR0UijtqmwPjfX1cVtjw1jbWw75d_q4/s400/Amigas.JPG" width="400" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg_lsFueAarJNWFvjUE1C6xGTz9JWqgJg6TgJdDFVFVkigH9gFHWAjz1-JI_0tKT3NY_rD1MTS9n7o1NxxaAvl1e4zm4syIw6_fQ8OGKdJ3Ydr-x0qpf15kya8PVS8TEUVf8ifDkAYA_O0Y/s1600/Con_los_Williams.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg_lsFueAarJNWFvjUE1C6xGTz9JWqgJg6TgJdDFVFVkigH9gFHWAjz1-JI_0tKT3NY_rD1MTS9n7o1NxxaAvl1e4zm4syIw6_fQ8OGKdJ3Ydr-x0qpf15kya8PVS8TEUVf8ifDkAYA_O0Y/s400/Con_los_Williams.jpg" width="400" /></a></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD"> </span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">A estas alturas ya debería estar más que acostumbrada a decir adiós, a tener amigos a larga distancia. A veces veo mi <i>Home</i></span><span lang="ES-TRAD"> de Facebook y no deja de maravillarme leer estatus y mensajes en cuanto idioma existe. Ver nombres criollos y extranjeros por igual. Decir “Quito”, “Kuala Lumpur”, “Calgary” y poder poner una cara (¡o varias!) en cada sitio. Es un privilegio. Pero no deja de ser doloroso desprenderse de la cotidianidad. Nuestro “círculo social” en Dublín nunca fue muy abultado, pero se sentía como familia, de esas con la que pasas un domingo cualquiera comiendo y echando cuentos. Pero no quiero ser masoquista. No quiero nombrar gente. Todavía no es momento.</span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmF0-_jhW8vCLoVc-3pN9JoPe7b5kjgoixLUMDAZhkHP9MMNVrn1PHI8C550IPeottYKspIe_sir8rdKAAW48ry7ykVufbx57jF0uYsp6xWmh91uY4I-_rWfZdcA7TSj_E3bMMNNaNcuzW/s1600/Con_los_Gonzalez.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmF0-_jhW8vCLoVc-3pN9JoPe7b5kjgoixLUMDAZhkHP9MMNVrn1PHI8C550IPeottYKspIe_sir8rdKAAW48ry7ykVufbx57jF0uYsp6xWmh91uY4I-_rWfZdcA7TSj_E3bMMNNaNcuzW/s400/Con_los_Gonzalez.jpg" width="400" /></a></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD"> </span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Sí quisiera, sin embargo, enumerar las cosas que ya sabemos que vamos a extrañar de Dublín. Tonterías, rutina, cotidianidad. Nuestro Dublín: Marlay Park y el mercadito de los sábados (<i>Irish sausage rolls</i></span><span lang="ES-TRAD">, aceitunas, las mejores fresas del mundo, kebabs y jugo de manzana).</span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEilQWX5E3ZQh-Wk080mYEtOHJvbFS3iCWglaG_2GxNLcvlYTBdi8q_g-BKhM4OGPmMDeNRAVnuLq1LPAw-4_sL29MBwzkBwMdqt003P9hoMqbfED-eEF6-piMYvTAfbq636mQLBf_6Q-g3K/s1600/FarmersMarketMarlay.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEilQWX5E3ZQh-Wk080mYEtOHJvbFS3iCWglaG_2GxNLcvlYTBdi8q_g-BKhM4OGPmMDeNRAVnuLq1LPAw-4_sL29MBwzkBwMdqt003P9hoMqbfED-eEF6-piMYvTAfbq636mQLBf_6Q-g3K/s400/FarmersMarketMarlay.jpg" width="400" /></a></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD"> St Edna’s y sus fuentes. </span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj-N6Q8RWuhCZVvcpxebss8yY0Fr3bG2sykfxHlbfwn49a6UX1tksy76yzsARJjXrvVivPtGEzYFo3TuqLWHcZYwtL8jlqojHAbAKZf3bNYV2VqcyNfzV3NFAQp8gPgzDb9-4LZtRGXrjYa/s1600/Todos%2540StEdna%2527s.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj-N6Q8RWuhCZVvcpxebss8yY0Fr3bG2sykfxHlbfwn49a6UX1tksy76yzsARJjXrvVivPtGEzYFo3TuqLWHcZYwtL8jlqojHAbAKZf3bNYV2VqcyNfzV3NFAQp8gPgzDb9-4LZtRGXrjYa/s400/Todos%2540StEdna%2527s.jpg" width="400" /></a></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">El verde irlandés.</span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiT8NrQaHUdP0xOKgU25uZWymTjwdMZeGMggdZRNWsqJUuPNQ_8w8ECeVIQOJIZzu2Mj8-owpL-p_NCHqEHIeOmjLSCeOHSZ0qTgi7dqjLWQcqDAMY1cyQrSuxVB8ybRBwjt8O58svOUcSF/s1600/Maggia.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiT8NrQaHUdP0xOKgU25uZWymTjwdMZeGMggdZRNWsqJUuPNQ_8w8ECeVIQOJIZzu2Mj8-owpL-p_NCHqEHIeOmjLSCeOHSZ0qTgi7dqjLWQcqDAMY1cyQrSuxVB8ybRBwjt8O58svOUcSF/s400/Maggia.jpg" width="400" /></a></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Las calles amplias (y las pequeñitas, con paredes de piedra y moho). El cole de los enanos y sus maestras maravillosas.</span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiiVa9STbtdEOf1nhDXkscZGBTHS6GIsJjo2cNhVrcZa8Bdz-DwphI9QVGft3C2IQgd3U_jo9EZn3JbaEczX834196wPU0LRJN0LBfPVfe_0x9m1hQulb0wxqSPl5PrfLu28y5XFzn5bg2r/s1600/D%2526Niamh.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiiVa9STbtdEOf1nhDXkscZGBTHS6GIsJjo2cNhVrcZa8Bdz-DwphI9QVGft3C2IQgd3U_jo9EZn3JbaEczX834196wPU0LRJN0LBfPVfe_0x9m1hQulb0wxqSPl5PrfLu28y5XFzn5bg2r/s400/D%2526Niamh.jpg" width="400" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-0DC6xnDo3hlcX2ihg8Xaric_JT6Vd93aF2hR8FZHCRQgNtW5YujuoAv8NtOePO64HXdgntX3fMxzOpbGNSMDPT9HEp_cNGrB1YtWT2CrXiBgVlUxypUWhx2oArji1GLig53TatUZZx_V/s1600/A%2540BH.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-0DC6xnDo3hlcX2ihg8Xaric_JT6Vd93aF2hR8FZHCRQgNtW5YujuoAv8NtOePO64HXdgntX3fMxzOpbGNSMDPT9HEp_cNGrB1YtWT2CrXiBgVlUxypUWhx2oArji1GLig53TatUZZx_V/s400/A%2540BH.JPG" width="400" /></a></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD"> </span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD"> Mis queridos carniceros de Rosemount Meats. Ahmed el cajero de Lidl que me saluda en español y me pregunta por los niños. La “montaña” y la colecta de frambuesas y moras. </span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgP25_FF1IoY-TMkqJvsQ7DX97fT8s7oygcIHS1xdj6ofQuTt7IGEhTcB8u3G_U8HzkMNf_ZEYauR0Teo8S2jgtAthN5yUH1cKNuIF2OcAFQdfBNTxPdDykSnfR6WTUqbAXj3SLDXaRTHHz/s1600/Irish_green.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="223" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgP25_FF1IoY-TMkqJvsQ7DX97fT8s7oygcIHS1xdj6ofQuTt7IGEhTcB8u3G_U8HzkMNf_ZEYauR0Teo8S2jgtAthN5yUH1cKNuIF2OcAFQdfBNTxPdDykSnfR6WTUqbAXj3SLDXaRTHHz/s400/Irish_green.jpg" width="400" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizz82GJW7k7OcgcCGhv5PXThHYMmpaUfrJfAG-r5nlkHjX5aymnFFCRj-8PF0u9gNczvABHJFyZlguGTOkk5cJtK3zqmM064QjJ9t1hNW56ZaJ4v1x5yf6rky8IoBqB2IzjymLjp3WjzeZ/s1600/Frambuesas.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizz82GJW7k7OcgcCGhv5PXThHYMmpaUfrJfAG-r5nlkHjX5aymnFFCRj-8PF0u9gNczvABHJFyZlguGTOkk5cJtK3zqmM064QjJ9t1hNW56ZaJ4v1x5yf6rky8IoBqB2IzjymLjp3WjzeZ/s400/Frambuesas.jpg" width="400" /></a></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">La muchacha sorda que atiende en el Starbucks de Dundrum y siempre me pregunta cómo va la barriga. La señora de la farmacia que parece gemela de la mamá de Luis P. Lavar los platos viendo por la ventana de mi cocina (jardín, bosque, verde, zorros, <i>magpies</i></span><span lang="ES-TRAD">, gatos y demás). </span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiT-EoyqClwm4MSObsAzfbWkDB0T_4hafIKcWLUZSmQXFsHaUayclZRtp6X6E8YFBLXRWLAjIsAF3ybh9wNXC0eL5dcWM_gr8ateGA7nQRHKTJ8qRJ-hh7uHbf0sGvjA5NxkCGMxgHKV6Wd/s1600/CocinaConNieve.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiT-EoyqClwm4MSObsAzfbWkDB0T_4hafIKcWLUZSmQXFsHaUayclZRtp6X6E8YFBLXRWLAjIsAF3ybh9wNXC0eL5dcWM_gr8ateGA7nQRHKTJ8qRJ-hh7uHbf0sGvjA5NxkCGMxgHKV6Wd/s400/CocinaConNieve.jpg" width="400" /></a></div><div class="MsoNormal"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh0R469HkIJuoBkfAMMx9GjyAlGjHov2RgopHgP-Pd-sjX-mkU1R5rhWmfF0xuQ5o6tdRGS3OaZnGEEHI36EUc4V9aZ2bHJOS8NY6bJ9S8lr61uohNVN8GFhMCp2BudmhNQVhzppGjyOaJ4/s1600/CocinaEnPrimavera.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh0R469HkIJuoBkfAMMx9GjyAlGjHov2RgopHgP-Pd-sjX-mkU1R5rhWmfF0xuQ5o6tdRGS3OaZnGEEHI36EUc4V9aZ2bHJOS8NY6bJ9S8lr61uohNVN8GFhMCp2BudmhNQVhzppGjyOaJ4/s400/CocinaEnPrimavera.jpg" width="400" /></a></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Llegar a todas partes en menos de 15 minutos. La vuelta diaria por la planta para que D y A vieran las mezcladoras en acción. Penney’s y Next (por qué ocultarlo jeje). Halloween con los argentinos. </span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjAzq3Dz35A9kwnJ5T6BjH7PrRz26ZktrWyZNUIal9kvwPJmQLHb4vCyCYa0Kvzv1UtpMVrslW8cSXBNGhioTXLbQhs2BXgEYnXYJNUPoQRtkF0AxUfRyUfmhXB7O8gZ2AUBO04rpMAJPsO/s1600/Halloween2010.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjAzq3Dz35A9kwnJ5T6BjH7PrRz26ZktrWyZNUIal9kvwPJmQLHb4vCyCYa0Kvzv1UtpMVrslW8cSXBNGhioTXLbQhs2BXgEYnXYJNUPoQRtkF0AxUfRyUfmhXB7O8gZ2AUBO04rpMAJPsO/s400/Halloween2010.jpg" width="400" /></a></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Navidad con los Sánchez Rugeles-C. </span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgVSMrsnLD7vIxuFEnvV_HRpL6XLrX6v4T9n4LOaEWgbOZS9HKwghvpyuSUhIHmOgt1htxqDzG_AxlPMGlLJfrji6qEpFwRfqya281CgqQeixEiX7ZOjLio_dLeXzixF1C7vFySXiZFIucj/s1600/Glendalough_con_Sanchez.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="280" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgVSMrsnLD7vIxuFEnvV_HRpL6XLrX6v4T9n4LOaEWgbOZS9HKwghvpyuSUhIHmOgt1htxqDzG_AxlPMGlLJfrji6qEpFwRfqya281CgqQeixEiX7ZOjLio_dLeXzixF1C7vFySXiZFIucj/s400/Glendalough_con_Sanchez.jpg" width="400" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgSu9ihSQ93qXsOnefTb2cXBwyXHnTdkLc7WN_HucWLyCg-wymncVQpJJoREut0AZqGvswBpEZertc_Vo9wmJ9OOfk6bI9AtFO0GPKuFKpv6libJQxj1etkvxlWBOdcfYyjWJcQ8GoBJRe0/s1600/Bea%2526enanos.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgSu9ihSQ93qXsOnefTb2cXBwyXHnTdkLc7WN_HucWLyCg-wymncVQpJJoREut0AZqGvswBpEZertc_Vo9wmJ9OOfk6bI9AtFO0GPKuFKpv6libJQxj1etkvxlWBOdcfYyjWJcQ8GoBJRe0/s400/Bea%2526enanos.JPG" width="400" /></a></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">La nieve en invierno.</span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhRAFLWtu-utUsyoBxuPRtQ4JoZIsKUvsE9HDQQqvYwKIO_pMivZpdbEbR9A8a5xKCc2EdO3pggg2MH-KPfRHjRDH0SXED-B7mk4VFKD-Obg9USR3yRuw04C9CSYOYFOoruwBwwUrznMHhw/s1600/A%2526nieve.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhRAFLWtu-utUsyoBxuPRtQ4JoZIsKUvsE9HDQQqvYwKIO_pMivZpdbEbR9A8a5xKCc2EdO3pggg2MH-KPfRHjRDH0SXED-B7mk4VFKD-Obg9USR3yRuw04C9CSYOYFOoruwBwwUrznMHhw/s400/A%2526nieve.jpg" width="400" /></a></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Los arcoíris súper intensos en medio de los cambios de humor del clima irlandés.</span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiMy2vTL9X6JPiSbkxKfmVBFaQakvPDtHc0HjKsSQ6Z7Ngf-8xg4sOg50svI1NSTND734SiAnoc-FE7h_PxwxJDhWqiqecw_0js2j6JQ3MpRhzLAj2aB7jh6QDDTnfHaq1aXeDnavUfIDkD/s1600/BalconarcoirisAug06.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiMy2vTL9X6JPiSbkxKfmVBFaQakvPDtHc0HjKsSQ6Z7Ngf-8xg4sOg50svI1NSTND734SiAnoc-FE7h_PxwxJDhWqiqecw_0js2j6JQ3MpRhzLAj2aB7jh6QDDTnfHaq1aXeDnavUfIDkD/s400/BalconarcoirisAug06.jpg" width="400" /></a></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Aunque sea un cliché decirlo, lo cierto es que se cierra un capítulo. Diego es la exacta medida de nuestra vida en Irlanda. Cinco años y todo lo que viene con eso. Ayer le preguntaron en el colegio nuevo de dónde era y él, sin pensarlo dos veces, dijo “Dublín”. En la tarde, cuando lo fui a buscar, una maestra me dijo que otra muchacha irlandesa enseguida había pillado su acento. No sé qué recuerdos llegue a conservar de la ciudad donde nació (por la memoria de elefante que tiene, supongo que muchos), pero nosotros nos llevamos los mejores. No fue fácil entrarles a los irlandeses desde el punto de vista social. Son gente muy amable, muy cálida, pero no dejan que entres a su círculo tan fácilmente. Tal vez nos fuimos justo en el punto de quiebre, cuando apenas empezábamos a hacer amigos locales. A pesar de eso, si hoy alguien nos pregunta qué lugar del mundo pensamos sea ideal para hacer familia, diríamos “Irlanda”, sin duda. Es lejos, es frío pero, al final, todo es relativo. </span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgKndvyCkanoXgJTSPXxhMampNIGuPtJZGMSto9ecI9CYT5NdwKGfJX9LLmSyoyBcLF1UwB3GCCw6cnfi5qPgYXzymYvtSJxb1owl1boSOLJd3QWVKESLrHVwyDNNNIJxHx23rom4YUvpET/s1600/Eire.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgKndvyCkanoXgJTSPXxhMampNIGuPtJZGMSto9ecI9CYT5NdwKGfJX9LLmSyoyBcLF1UwB3GCCw6cnfi5qPgYXzymYvtSJxb1owl1boSOLJd3QWVKESLrHVwyDNNNIJxHx23rom4YUvpET/s400/Eire.jpg" width="400" /></a></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Así que <i>Slan, Eire</i></span><span lang="ES-TRAD">. Nos llevamos muchas cosas buenas, empezando por dos <i>leprechauns</i></span><span lang="ES-TRAD"> hibérnico-tropicales. Quién sabe… Así como las vueltas locas de la vida regresaron a una Egan a la isla tres generaciones más tarde, tal vez la suerte nos vuelva a poner ahí en el futuro.</span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">C.</span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD"><o:p></o:p></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjmaixruIhXm69vvRXnIFPHw6RSWuTe5jbvdsyVeqLZkB-g7lOWL5v7zbxmTt7qtPEAcW7GfskI6iYSYoV9qoh0kTg4K1CqAHmRkdrpNPOZmYex4LHCeTP0VsY_U8yxthTFD67ISvCTKDhm/s1600/Slan_Eire.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjmaixruIhXm69vvRXnIFPHw6RSWuTe5jbvdsyVeqLZkB-g7lOWL5v7zbxmTt7qtPEAcW7GfskI6iYSYoV9qoh0kTg4K1CqAHmRkdrpNPOZmYex4LHCeTP0VsY_U8yxthTFD67ISvCTKDhm/s400/Slan_Eire.jpg" width="400" /></a></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><br />
</div>Ceci E.http://www.blogger.com/profile/00651565063167548802noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-44437997681267872682011-08-30T10:54:00.000+07:002011-08-30T10:54:42.239+07:00LIUBLIANA, EL FIN DEL EXILIO<div style="font-family: "Courier New",Courier,monospace;">Esta reseñita de la más reciente novela de Eduardo fue publicada en <a href="http://prodavinci.com/2011/07/28/artes/liubliana-el-fin-del-exilio-por-cecilia-egan/">PRODAVINCI</a> a finales de julio. Aquí se las copio:</div><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiid8u_KyVk_SzP58I1WdfF-F7x95MyZ8p4R6dtvKxfhFXyBzUnqJprPyhcitNkZanppkB1pd7gwmE0rSOFmn1uuaXd-6BBFDmyz10uLHAua2GiPqEB0XZdcctKfKgwXGMM2gZSGE8igZj1/s1600/CCS_desde_arriba_GECR" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiid8u_KyVk_SzP58I1WdfF-F7x95MyZ8p4R6dtvKxfhFXyBzUnqJprPyhcitNkZanppkB1pd7gwmE0rSOFmn1uuaXd-6BBFDmyz10uLHAua2GiPqEB0XZdcctKfKgwXGMM2gZSGE8igZj1/s400/CCS_desde_arriba_GECR" width="400" /></a></div><div style="font-family: "Courier New",Courier,monospace; text-align: center;"><span style="font-size: x-small;">[Foto tomada por Gloria E. Cedeño]</span></div><br />
<div style="text-align: justify;">Caracas se ama y se odia. Se desprecia y se necesita. Para todos los que hemos acariciado la idea de largarnos, de buscar un espacio, de huirle a la agobiante memoria de tiempos mejores; para todos los que hemos crecido con una dependencia casi patológica por ese lugar de caos que nos malcrió, por la montaña, por las calles de una ciudad sin sintaxis; para todos aquellos que nacimos en los 70, la última novela de Eduardo Sánchez Rugeles, <i>Liubliana</i>, es lectura obligada.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Gabriel Guerrero, el protagonista, encierra los complejos y virtudes del treintón caraqueño. Sus dudas, su desarraigo, su sentido del amor y de la amistad, sus añoranzas no son más que la historia de cualquiera de nosotros. La voz de Guerrero se escinde en tres lugares y tres tiempos. Madrid sólo empeora su condición de hombre sin rumbo, pero el exilio no sólo se limita a huirle a Caracas. El presente también se exilia en la memoria, que refresca y entumece a la vez. Y cuando el pasado no es suficiente, cuando la imagen de una Caracas cándida se desvanece a medida que el niño se vuelve adulto, Liubliana se convierte en el lugar donde confluyen las esperanzas de un futuro que parece no llegar jamás.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Santa Mónica, el epicentro de la novela, se revela como un ente vivo que plasma el paso del tiempo. La ciudad cobra vida (y también cobra muerte). Es casa, luego cárcel. Santa Mónica se construye y deconstruye a la par de los personajes que están inexorablemente ligados a sus calles y edificios.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Con esta novela, Sánchez dice cerrar su “tríptico del exilio”. <i>Liubliana</i> tiene, sin duda, rasgos que ya hemos visto en sus previas novelas. Como en <i>Blue Label / Etiqueta Azul</i>, la música está presente en cada página. No sólo es <i>soundtrack</i> sino también ritmo narrativo y personaje. Así como Bob Dylan acompaña a Eugenia Blanc y Luis Tévez en su viaje por Venezuela, en este caso es Joaquín Sabina el que mezcla su voz con la de Gabriel Guerrero y Carla Ramírez. Por otra parte, en <i>Liubliana</i> Sánchez continúa jugando con la tensión narrativa de la novela negra, tal como lo hace en <i>Transilvania Unplugged</i>. Las intrigas de las ONG se entretejen con la historia de (des)amor de los personajes en España, Venezuela y Eslovenia. Pero hay mucho más: matices de novela decimonónica, crónica de ciudad, erotismo y crítica sociológica descarnada.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><i>Liubliana</i> es una de esas lecturas que deja el cuerpo maltrecho, que golpea el ego y queda haciendo eco en la cabeza tiempo después de haber pasado la última página. El tema es local, íntimo, pero hay algo en la escritura de Sánchez Rugeles que repercute en todos los ámbitos. No es casualidad que, a pesar de estar escrita en venezolano, esta novela haya ganado el Premio Letras del Bicentenario Sor Juana Inés de la Cruz 2011, en México. El desarraigo parece ser un mal global, así como también lo es el desfase generacional, los sueños truncados por una sociedad que exige y al mismo tiempo abandona. <i>Liubliana </i>es una crónica del desencanto, pero no deja de tener un atisbo esperanzador: la amistad humaniza y prevalece. En ese sentido, la universalidad del tema se impone y nos da a todos en el hígado, caraqueños o mexicanos, treintotes o cincuentones por igual.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhtphp2wIROjsQhjSC0_3G19ZlbZh-Rcc8jY9eK-rojFOJPzvQYZnQd2ndl3w6rwIHcjTUvvv-1qQo9nyWrVwcle_nF_Wik3l1xMMkmLoksZ3sm5ffAxsIeIXSQPjlLvH9ktRfgRkrvCVLK/s1600/Puente_de_los_Dragones-ljubljana.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="298" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhtphp2wIROjsQhjSC0_3G19ZlbZh-Rcc8jY9eK-rojFOJPzvQYZnQd2ndl3w6rwIHcjTUvvv-1qQo9nyWrVwcle_nF_Wik3l1xMMkmLoksZ3sm5ffAxsIeIXSQPjlLvH9ktRfgRkrvCVLK/s400/Puente_de_los_Dragones-ljubljana.jpg" width="400" /></a></div><div style="text-align: center;"><span style="font-size: x-small;"><span style="font-family: "Courier New",Courier,monospace;">[Foto robada de </span><a href="http://www.composedvolcano.com/wp/wp-content/uploads/2010/02/dragon-bridge-ljubljana.jpg" style="font-family: "Courier New",Courier,monospace;">esta página</a><span style="font-family: "Courier New",Courier,monospace;">]</span></span></div><br />
Ceci E.http://www.blogger.com/profile/00651565063167548802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-62271751252305854262010-08-18T14:00:00.000+07:002011-08-18T05:36:12.866+07:00IN MEMORIAM<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiPfbxuQj_gBrUlsXrTznpgxAfSF3J6xfHW80gbqVkKB1C0Qj5IrFsw45_-Ghoe1JvjqtbwpI6HbgVVyuWh-bAmD36-uZcCkly9I4KDJe-dfzMJQIH_ENJIC5AE79baC5kW33E92OgXA8E/s1600/Tomasita2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="267" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiPfbxuQj_gBrUlsXrTznpgxAfSF3J6xfHW80gbqVkKB1C0Qj5IrFsw45_-Ghoe1JvjqtbwpI6HbgVVyuWh-bAmD36-uZcCkly9I4KDJe-dfzMJQIH_ENJIC5AE79baC5kW33E92OgXA8E/s400/Tomasita2.jpg" width="400" /></a></div><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><br /></span></span></span></div><div align="right" class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i>A la madre Tomasa Martínez</i></span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><br /></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">El mechón de pelo liso y negrísimo (con alguna cana impertinente) desafía la gravedad y se columpia de un lado a otro sin terminar de soltarse de las amarras del velo. Las carcajadas de mezzosoprano resuenan en las paredes de baldosas verdes. Los ojos negros presionan e interrogan, pero sin malicia, sin aterrorizar. Su figura es pequeña pero imponente. El olor del hábito (talco, naftalina) se queda como estela en el aire.</span><span style="color: black;"> </span></span></span></span></span></span></span></div><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;"> </span></i></span></span></span></span></span></span></address><div style="text-align: center;"><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">Érase un hombre a una nariz pegado,</span></i></span></span></span></span></span></span></address><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">érase una nariz superlativa,</span></i></span></span></span></span></span></span></address><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">érase una nariz sayón y esquiva,</span></i></span></span></span></span></span></span></address><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">érase un peje espada muy barbado.</span></i></span></span></span></span></span></span></address></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; text-align: center;"><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">* * *</span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">¿Cuál es el primer recuerdo que tengo de Tomasita? Estoy segura de que es alguna imagen borrosa de ella junto con Adita dictándonos esas palabras tipo “ascensor”, “piscina”, que formaban parte de las pruebas de Pedagogía de primaria. Aunque estoy convencida de que estos son mis recuerdos más antiguos, el que se me antoja primero es el de un día de clase en séptimo grado “B” (año 1992). Algún profesor estaba enfermo y ella le hacía la suplencia. Nos leyó “Oda a la cebolla”.</span></span></span></span></span></span></span></div><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;"> </span></i></span></span></span></span></span></span></address><div style="text-align: center;"><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">Cebolla</span></i></span></span></span></span></span></span></address><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">luminosa redoma,</span></i></span></span></span></span></span></span></address><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">pétalo a pétalo</span></i></span></span></span></span></span></span></address><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">se formó tu hermosura,</span></i></span></span></span></span></span></span></address><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">escamas de cristal te acrecentaron</span></i></span></span></span></span></span></span></address><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">y en el secreto de la tierra oscura</span></i></span></span></span></span></span></span></address><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">se redondeó tu vientre de rocío.</span></i></span></span></span></span></span></span></address></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><div style="text-align: center;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">* * *</span></span></span></span></span></span></span></div></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">No le gusta la tarima del salón. La distancia –física, catedrática– no va con su estilo. Usa poco el pizarrón. Su instrumento es la voz y la imaginación. Se desliza entre los pupitres, rozando con el hábito y con sus palabras a cada alumna.</span></span></span></span></span></span></span></div><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;"> </span></i></span></span></span></span></span></span></address><div style="text-align: center;"><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">Hombres necios que acusáis</span></i></span></span></span></span></span></span></address><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">a la mujer sin razón,</span></i></span></span></span></span></span></span></address><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">sin ver que sois la ocasión</span></i></span></span></span></span></span></span></address><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">de lo mismo que culpáis</span></i><span style="color: black;"> </span></span></span></span></span></span></span></address></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Yo nunca le veo la cara. Paso la clase entera escuchando sus manos, regordetas y pequeñas, pero con dedos finísimos. Las manos proclaman, estallan, son abanicos, son montañas, pueblos y naciones.</span></span></span></span></span></span></span></div><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;"> </span></i></span></span></span></span></span></span></address><div style="text-align: center;"><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">¡Fuenteovejuna, todos a una!</span></i></span></span></span></span></span></span></address><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">La vida es sueño y los sueños, sueños son.</span></i></span></span></span></span></span></span></address><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">La llanura es bella y terrible a la vez…</span></i></span></span></span></span></span></span></address></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><div style="text-align: center;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">* * *</span></span></span></span></span></span></span></div></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">A diferencia de Ceci, yo sí le veo la cara. Mis ojos desbordan emoción, asombro, ingenuidad ante lo desconocido, ansiedad por un mundo todavía ajeno. Ella se topa con mi mirada y me responde. No miento si digo que desde entonces esos ojos negros se hicieron cómplices de los míos. Ese día comenzó una conversación silenciosa que se mantuvo a lo largo de los años. </span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><div style="text-align: center;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">* * *</span></span></span></span></span></span></span></div></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">En la vida de un lector hay textos y personajes que marcan para siempre. Curiosamente, no todos los personajes están dentro de los textos. Muchos años después me encontré a mí misma en ese mismo salón de baldosas verdes recitando, con cierto temblor en la voz, esas palabras que determinaron el curso de mi vida académica. Yo sí usaba la tarima. No tenía (aún no tengo) esa presencia de los verdaderos maestros. La confianza en mis palabras no me daba para bajar el escalón y seguir estando elevada del resto.</span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><blockquote><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">En el castillo que últimamente acaba de adquirir Lesbia, esta actriz caprichosa y endiablada que tanto ha dado que decir al mundo por sus extravagancias, nos hallábamos a la mesa hasta seis amigos. Presidía nuestra Aspasia, quien a la sazón se entretenía en chupar como una niña golosa un terrón de azúcar húmedo, blanco, entre las yemas sonrosadas. Era la hora del chartreuse. Se veía en los cristales de la mesa como una disolución de piedras preciosas, y a la luz de los candelabros se descomponía en las copas medio vacías, donde quedaba algo de la púrpura del borgoña, del oro hirviente del Champaña, de las líquidas esmeraldas de la menta.</span></i></span></span></span></span></span></span></blockquote></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Estando en la otra orilla, como alumna, la mañana en que Rubén Darío se hizo con la garganta de Tomasita y declamó el primer párrafo de “La ninfa”, supe inequívocamente que iba a estudiar Letras.</span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Hace poco más de un mes se lo hice saber. Parca en la expresión, pero apenas pudiendo contener una sonrisa, sólo me contesto: “Ah, pues si no me lo dices ni me entero”. Lo que no tuve el estómago de confesarle es que no estudié Letras sólo por las palabras, las historias, las novelas. Estudié Letras para poder hacer lo que ella hacía. Bajo riesgo de tornar esta crónica de la memoria en un artículo <i>new age</i>, voy a escribir la palabra temida: inspirar. </span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><div style="text-align: center;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">* * *</span></span></span></span></span></span></span></div></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Sabía que quería estudiar Letras. Las clases de Castellano en bachillerato eran momentos de placer. Cada libro era un reto, una aventura. Personajes, historias, palabras, argumentos. Ansiaba llegar a cuarto año. Me faltaba mucho por leer (me falta mucho por leer).</span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Mientras escribo, pasan por mi cabeza miles de escenas de mi cuarto y quinto año. Tomasita entre los pupitres leyendo algún fragmento. Tomasita entre los pupitres repartiendo hojas multigrafiadas (visualizo perfectamente la copia que nos dio de <i>La primera taza de café en el valle de Caracas</i>, de Arístides Rojas). Tomasita entre los pupitres mientras escucha nuestras voces que reproducen alguna obra de teatro (<i>El sí de las niñas</i>, de Moratín). Tomasita entre los pupitres explicándonos la primera redacción que tenemos que escribir (tema: el paraguas). </span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><div style="text-align: center;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">* * *</span></span></span></span></span></span></span></div></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Algunos años después, recuerdo que estaba cenando en McDonald’s con un amigo después de salir de clases. Sonó el celular, pero no reconocí el número. <i>¿Cecilia? ¿Cómo te va? Es Tomasita.</i> Me contó que la transferían, que no estaba feliz con el cambio, que dejar de dar clases era un gran sacrificio, pero con su estoicismo habitual le dio un manotón al guayabo y me pidió que tomara sus clases de cuarto año. Creo que las rodillas no dejaron de temblarme por varios meses. Pararse frente a un salón de adolescentes no requiere más que un poco de valentía, pero pararse a dar clases, a influir de algún modo en la formación del grupo, a exponer las vulnerabilidades de ambas partes, eso ya es otra historia. Hay que ser una especie de <i>adrenaline junkie</i>, de kamikaze o de lunático. Para colmo, me tocaba llenar unos zapatos que me quedaban enormes. Pero no pude decir que no…</span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Más allá de las dificultades habituales de enseñar en bachillerato, algo que no me esperaba era la resistencia al placer. Al placer de las palabras, claro está. Al arrebato que se puede llegar a sentir al leer una historia, un poema. Me di portazo tras portazo con mis alumnas. Dar clases se convertía, por momentos, en una negociación, en una campaña publicitaria, en un acto de malabarismo. Pero también hubo momentos de epifanía: preguntas inteligentes y desarmantes, cuentos hermosos, palabras de agradecimiento, camaradería. No sé si ese año llegué a “inspirar”, pero definitivamente salí inspirada. Una vez más, mi maestra me había dado una lección de vida. </span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><div style="text-align: center;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">* * *</span></span></span></span></span></span></span></div></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Hoy en día la muerte se anuncia por Facebook y Blackberry. Hoy me enteré de que mi mentora había muerto. Hace poco más de un mes, conversando casi a gritos e interrumpidas por un chaparrón de esos que sólo caen en el trópico, nos despedimos de ella con la secreta convicción de que se iba a recuperar. Nos dijo que estaba dejando todo en orden. Sus cosas en la dirección del colegio, su cuarto atestado de libros. Su corazón ya estaba en orden. Salí de ese lugar que es tan mío, el colegio, con un nudo en la garganta. Las despedidas son despiadadas.</span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><div style="text-align: center;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">* * *</span></span></span></span></span></span></span></div></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Han pasado más de diez años. Estoy de visita en Caracas. Sé de la enfermedad de Tomasita. Ceci me avisa que está en el colegio. No puedo dejarlo pasar. Y allí estamos, conversando casi a gritos e interrumpidas por un chaparrón de esos que sólo caen en el trópico. Ella está igual, un poco hinchada, pero con la misma mirada de siempre. Nos escucha, la escuchamos. No sé si ella sintió lo mismo que yo, tampoco sé si Ceci sintió lo mismo que yo. Tres cómplices de las letras. Tres personajes de una misma historia. Distintos argumentos. Una misma pasión. </span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><div style="text-align: center;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">* * *</span></span></span></span></span></span></span></div></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">En un balance final, supongo que muchas de las que estudiaron conmigo también fueron tapias, más que alumnas. Sin embargo, estoy segura de que todas recuerdan con cariño a esa anti-monja que nos mandaba a escribir cuentos, que refunfuñaba cuando perdíamos horas de clase en misa, que recitaba a Sor Juana Inés de la Cruz con los ojos entrecerrados, que se convertía en verdugo cuando había mala ortografía. </span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Hay gente a quien se le hace fácil y natural enseñar; otros tienen que sudarlo. Me incluyo en este último gremio; sin embargo, rememorando el vértigo que sentí en el estómago aquella mañana en que la escuché recitar a Rubén Darío, sigo irremediablemente atada a ese compromiso que es la docencia y a ese placer que es la palabra escrita, con la esperanza de que alguna vez le llegue a alguien del modo en que Tomasita me llegó a mí.</span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; text-align: center;"><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">* </span></span></span></span></span></span></span><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">* * </span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Nunca fui una alumna de veintes, pero creo que ella veía en mis ojos la necesidad de su reconocimiento. Y sin duda lo tuve. Muy a su manera, con su apoyo al grupo de teatro Terminus, con sus miradas cómplices esperando la respuesta acertada en alguna intervención en clases, con su saludo cariñoso, con sus consejos, con sus recomendaciones, con sus confesiones, Tomasita me hizo saber que estaba orgullosa. </span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Tomasita está sentada en la mesa de los profesores, mientras el salón entero completa uno de sus exigentes exámenes. Escribo, escribo, escribo. Las palabras saltan a la página en blanco. Debo responder todas las preguntas, tengo que saciar mi necesidad de demostrar todo lo que la literatura me da. Ella lo sabe, está ahí, sigue ahí. </span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><div style="text-align: center;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">* * *</span></span></span></span></span></span></span></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgBQEVsQ2kT3yk-yWH1ql3RHTZkCbcI1VpmeVS0cgHzHi0uD4SwmIYLEdPkVyBtrYdZ2giwcsayaaX6CK1CGiVtFnJ3hDcwYkSrb2YSZSCFDsu0JGsMUbvv3W-r8yvhwtw7TjVsTRk5tD4/s1600/Tomasita.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="267" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgBQEVsQ2kT3yk-yWH1ql3RHTZkCbcI1VpmeVS0cgHzHi0uD4SwmIYLEdPkVyBtrYdZ2giwcsayaaX6CK1CGiVtFnJ3hDcwYkSrb2YSZSCFDsu0JGsMUbvv3W-r8yvhwtw7TjVsTRk5tD4/s400/Tomasita.jpg" width="400" /></a></div></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Está lloviendo en Dublín. Es un día triste. De pronto he recordado un poema que siempre recita mi abuelo. Se me ocurre que Tagore lo escribió para Tomasita:</span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><div style="text-align: center;"><b><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">El último viaje</span></i><i><span style="color: black;"> </span></i></span></span></span></span></span></span></b></div><div style="text-align: center;"><br /></div></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; text-align: center;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">Sé que en la tarde de un día cualquiera<br />el sol me dirá su último adiós,<br />con su mano ya violeta,<br />desde el recodo de occidente.<br /><br />Como siempre habré musitado una canción,<br />habré mirado a una muchacha,<br />habré visto el cielo con nubes<br />a través del árbol que se asoma a mi ventana.<br /><br />Los pastores tocarán sus flautas<br />a la sombra de las higueras,<br />los corderos triscarán en la verde ladera<br />que cae suavemente hacía el río;<br />el humo subirá sobre la casa de mi vecino...<br /><br />Y no sabré que es por última vez...<br /><br />Pero te ruego, Señor: ¿podría saber antes de abandonarla, </span></i></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; text-align: center;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">por qué esta tierra me tuvo entre sus brazos?<br />Y, ¿qué me quiso decir la noche con sus estrellas?<br />Y mi corazón, ¿qué me quiso decir mi corazón?<br /><br />Antes de partir, quiero demorarme un momento, con el pie en el estribo, </span></i></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; text-align: center;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">para acabar la melodía que vine a cantar.<br />¡Quiero que la lámpara esté encendida para ver tu rostro, Señor!<br />Y quiero un ramo de flores para llevártelo, Señor,<br />sencillamente.</span></i></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><div style="text-align: center;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">* * *</span></span></span></span></span></span></span></div></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Hoy en Madrid ha sido un día caluroso. El sol reina sobre un cielo azul sin nubes. Me entero por un mensaje de Ceci que Tomasita descansa en paz. No puedo dejar de pensar en ella. No puedo evitar que en mi mente se reproduzcan, como escenas de una película, líneas enteras de los libros que leímos con ella. No puedo dejar de pensar en lo afortunada que he sido. Doy las gracias.</span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Está anocheciendo. Mi habitación me recuerda la descripción que Tomasita nos hizo de la suya. Una cama y libros, libros, libros. No sé si algún día llegue a marcar la vida de alguien como ella marcó la nuestra. Me conformo con saber que tuve el placer de conocerla, de ser parte de su historia, de ser un personaje más. Me conformo con cumplir día a día con mi trabajo de editora de textos. Sé que de esta manera estaré homenajeándola todos los días, porque cada vez que me enfrento a un texto, cada vez que corrijo, Tomasita está ahí, a mi lado. La de hoy es una escena triste pero la obra, como siempre, debe continuar.</span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><br /></span></span></span></div><div align="right" class="MsoNormal"><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /></div><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i>Beatriz Castro y C. Egan </i></span></span></span></span></span></span></span></div><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i>Madrid / </i></span></span></span></span></span></span></span><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i>Dublín</i></span></span></span></span></span></span></span><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i>, julio de 2010</i></span></span></span></span></span></span></span></div><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i>Artículo original en <a href="http://www.relectura.org/cms/content/view/843/80/">ReLectura</a>.</i></span></span></span></span></span></span></span></div><span lang="ES-VE" style="font-size: 12pt;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black; font-size: medium;"><span style="color: black; font-size: x-small;"><span style="font-size: medium;"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="color: black; font-size: x-small;"><i><span style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; font-size: small;">Fotos robadas del grupo de exalumnas de FB.</span></i></span></span></span></span></span></span></span></span></div><span lang="ES-VE" style="font-size: 12pt;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"></span></span></span>Hugohttp://www.blogger.com/profile/01651538261800268970noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-70516648777909360432010-08-17T14:00:00.000+07:002011-08-18T05:36:12.866+07:00MAÑAS FAMILIARES<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijz-8OzGk9xWdviKg6DJbIS1mH1TfWD1oK9QIFxrzIKj1ck1Q2SI1oxhZv8Q0_6_1uFuDX86aHRMxLdppy3scbWktu46wf4aeGGsMye43vNTw1hFW1nvyJi8G-8yG1CLFtT2P6ZskjgBk/s1600/AbueloJI&A.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="316" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijz-8OzGk9xWdviKg6DJbIS1mH1TfWD1oK9QIFxrzIKj1ck1Q2SI1oxhZv8Q0_6_1uFuDX86aHRMxLdppy3scbWktu46wf4aeGGsMye43vNTw1hFW1nvyJi8G-8yG1CLFtT2P6ZskjgBk/s400/AbueloJI&A.png" width="400" /></a></div><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><br /></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"> </span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><i><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Abuelo, ¿puedo leer ese? </span></span></span></span></span></span></i></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><i><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">No, hija, usted todavía está muy pequeña.</span></span></span></span></span></span></i></div><div align="left" class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">La biblioteca del abuelo está en el sótano de la casa. Toda la parte de abajo es un bloque amarillo que va de punta a punta (su colección de <i>National Geographics</i>). Cuando tenía 11 años, haciendo acrobacias para llegar a los estantes más altos, una carátula me llamó la atención. Tenía una pintura dramática. Un tipo absolutamente abatido, abrazado a un viejo miserable. </span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">A pesar de la negativa, la novela apareció al alcance de la mano sobre su baúl un par de horas más tarde. No sé si lo hizo a propósito, pero ese libro “al descuido” era una invitación a transgredir. Era <i>El conde de Montecristo. </i>Dos tomos. Recuerdo que era una edición Oveja Negra barata (había páginas repetidas, otras pegadas), pero también recuerdo que pasé días encerrada en el sótano leyendo sin parar, casi sin respirar. El abuelo parecía indiferente ante el hecho de que el libro ya no estuviera sobre el baúl, y como la transgresión no es tal si la figura de autoridad no la descubre (y reconoce), me le planté en frente y se lo devolví en la mano. "Ya me lo terminé<i>"</i>. "¿Y qué le pareció?" "Buenísimo... Sí lo entendí todo<i>"</i>. El abuelo sonrió y siguió leyendo. </span><span style="color: black;"> </span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><div style="text-align: center;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">* * *</span></span></span></span></span></span></div></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Esta vez no quiero hacer ninguna anti-reseña, ni despotricar sobre mi falta de tiempo para la lectura. En esta ocasión quisiera hablar de mis abuelos.</span></span></span></span></span></span><br /></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Me he preguntado una y otra vez si el gusto por la lectura es una predisposición, como la que uno puede tener para desarrollar miopía o mala dentadura. O si es un hábito que se fomenta por imitación y repetición. O una mezcla de las dos cosas. Supongo que debe haber batallones de eruditos estudiando esto, buscando métodos más efectivos para promover la lectura, tratando de convencer a los descreídos de que un libro es mejor que la televisión. A mí este asunto nunca me preocupó porque yo crecí leyendo. Nunca fue una imposición ni nadie tuvo que hacer un esfuerzo consciente para que me gustara. O al menos eso es lo que yo creí hasta que fui mamá. Ahora me la paso pensando cómo hacer para que mis niños lean. Ahora, por primera vez, me detengo a pensar qué tuvo de particular mi niñez como para que la lectura fuera algo natural.</span></span></span></span></span></span><br /></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Cuando pienso en literatura, en el concepto como tal, la imagen que me viene a la cabeza es la de mi abuelo sentado en su sillón, con una radio viejísima color verde militar a su lado, escuchando Radio Nacional. Un libro en la mano y otro sobre el baúl. Pero para mí la literatura no entró solamente por los ojos sino, principalmente, por los oídos. </span></span></span></span></span></span><br /></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Cuando era pequeña, lo que más me gustaba de los fines de semana era quedarme a dormir en casa de los abuelos. La abuela, criatura noctámbula, se sentaba en la orilla de mi cama y podía pasar horas haciéndome cariños en la cabeza mientras me contaba historias boconesas, declamando árboles genealógicos completos (los Matera, los Sardi, los Miliani, los Pino, los Bocaranda, los Anselmi, los Iturrieta, los Dubuc, los Briceño, los Ruiz, los Azuaje…) Historias con monjas buenas, tíos escondiéndose de los gomecistas, <i>nonnas</i> italianas, serenatas, cocinas de fogón y cuestas empinadas. </span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"> </span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><br /></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Es que la memoria es otro miembro de la familia. Yo nunca reparé en esto –tan normal era andar en la casa aprendiendo poemas, retahílas y juegos de palabras. Recuerdo que mi hermano, apenas aprendiendo a hablar, ya se sabía “Las lombricitas”, de Aquiles Nazoa. Pero esto no es extraño. Yo no conozco a abuelo desmemoriado (más allá del Alzheimer y otras vilezas de la vejez). Mi abuela es capaz de recitar algo que aprendió en el colegio hace más de setenta años, como si lo hubiera estudiado ayer (los afluentes del Orinoco, por ejemplo, es uno de sus clásicos). Ellos vienen de una generación oral. Las noticias, si no eran de boca en boca, se escuchaban en la radio. El estudio entraba por memorización y repetición. La poesía era parte de la cotidianidad, como lo era comer o trabajar (me estoy poniendo romántica y estoy lamentando haber usado tanto pizarrón y <i>power point</i> dando clases…)</span></span></span></span></span></span><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjn0nnBZj-kLGZnKCDtSqWtUPXWBPcCK3YCft9La2QZrFgVwa6t6daJhr-5SnZ1VdkO-lyQl1WEq3Z28c2dUXJXE7JebE8t8yazovGcMqOfB2WkdtqMnNH82ByqEOsVydk-C02V3RypBCs/s1600/AbYoya.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="265" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjn0nnBZj-kLGZnKCDtSqWtUPXWBPcCK3YCft9La2QZrFgVwa6t6daJhr-5SnZ1VdkO-lyQl1WEq3Z28c2dUXJXE7JebE8t8yazovGcMqOfB2WkdtqMnNH82ByqEOsVydk-C02V3RypBCs/s400/AbYoya.png" width="400" /></a></div></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">La avidez de aprender, algo que el abuelo no ha perdido a sus 92 años, se podía satisfacer por los oídos. Hasta hace no mucho, el viejo hacía represas. Pasaba meses (años, en realidad) durmiendo en campamentos, metido en un monte sin más distracciones que sus libros y sus cursos de ruso por <i>cassette</i>. La época del <i>email</i>, Rosetta Stone y televisión por cable estaba a años luz. Todo esto me lleva a pensar en el gusto por la literatura como materialización de la palabra dicha. Hoy en día, por el contrario, ya no se le tiene fe a la palabra. Si no viene acompañada por una imagen, la pobre vale muy poco. </span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Y palabras es lo que abunda en esa casa, aunque el abuelo es parco en su crítica literaria. Parco, pero despiadado. Hace poco le presté <i>El hombre solo,</i> de Bernardo Atxaga. Al día siguiente me dijo indignado que no le prestara más libros de ese estilo. Le di, entonces, <i>Soldados de Salamina</i>. Misma historia: no quería leer más sobre la Guerra Civil. "¿Pero te los terminaste?" "Claro", me respondió casi ofendido. El abuelo es difícil de complacer. Borges, "ese muchacho", no le disgusta. <i>Travesuras de la niña mala</i> le entretuvo <i>("</i>ese peruano es una cosa seria, hija<i>").</i> El abuelo es un duro; lo suyo son los rusos y los clásicos. Estoy segura de que si él escribiera un libro, sería algo tipo <i>El puente sobre el Drina.</i> Mi abuela, por su parte, haría algo como <i>Memorias de Mamá Blanca.</i></span></span></span></span></span></span><br /></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; text-align: center;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">* * *</span></i></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Ya estoy en mis treintas y mis abuelos siguen vivos. Soy así de afortunada. El abuelo se queja de que ya no le funciona la memoria como antes. Cinco minutos después, recita tres páginas seguidas de <i>El reino de este mundo</i> o del<i> Quijote,</i> o algún poema de Rabindranath Tagore. O detalla algo que le pasó en los años 40 con el mismo fervor como si le hubiera ocurrido diez minutos atrás. Su fórmula mágica para iniciar los relatos –para invocar a las musas, para convocar a su audiencia– no es “érase una vez”, sino “yo conocí a un ingeniero”. Nosotros crecimos con estos cuentos.</span></span></span></span></span></span><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjB2hS3Nb5UM4qhBkeSxJw_AWI7-3dZq62Zt9wLLWXXoTNF9pVhtX9yPRH_HCHh0zlK-o8J2qP5FJj5bsNHHN1FQm-oxW4ZEvn4FXHOkp5v4Krrg8Rb8Yx5LUkLAToE5JioteF14Y005DA/s1600/AbJI.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjB2hS3Nb5UM4qhBkeSxJw_AWI7-3dZq62Zt9wLLWXXoTNF9pVhtX9yPRH_HCHh0zlK-o8J2qP5FJj5bsNHHN1FQm-oxW4ZEvn4FXHOkp5v4Krrg8Rb8Yx5LUkLAToE5JioteF14Y005DA/s400/AbJI.png" width="385" /></a></div></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">García Márquez no inventó nada nuevo. En la adolescencia, hablando con unas amigas turca y albanesa, descubrí que su libro favorito era <i>Cien años de soledad</i>. Les encantaba lo “fantasioso” de la novela. Levanté una ceja y les pregunté a qué se referían. En mi cabeza latinoamericana, cada anécdota de ese libro era completamente factible. Me consta. Algún cuento parecido le escuché a la abuela seguramente. Lo valioso, al menos en mi ingenua capacidad crítica, era cómo García Márquez había logrado entretejer un corpus de historias tan familiares para todos aquellos que hemos tenido la suerte de crecer con nuestros abuelos.</span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><br /></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"> </span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Pensando en retrospectiva, ahora me doy cuenta de que mi trabajo con los niños es evocar, narrar, desarrollar el gusto por la anécdota cotidiana, por el efecto mágico de la palabra (primero oral, luego escrita). No hace falta contar peripecias, historias asombrosas o macabras, mucho menos embutirlas de moraleja. Simplemente acostumbrarlos a escuchar, invitarlos a participar en la historia. Rescatar el valor de la palabra.</span></span></span></span></span></span><br /></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">No hay fórmula garantizada, claro está. Es curioso que de los cinco hijos de los abuelos, sólo una es lectora asidua. De los cuatro nietos que nos criamos con ellos, tres somos lectores y otro no. Vuelven las dudas: lo innato vs. lo adquirido. No me voy a arriesgar y dejarlo todo en manos de la biología. Voy a hacerle caso al Padre Tejedor y dedicarle unos minutos al día a ejercitar la lengua y la memoria:</span></span></span></span></span></span><br /></div><div style="text-align: center;"><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">En el viaje al aprendizaje</span></span></span></span></span></span></address><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">la voluntad es el motor;</span></span></span></span></span></span></address><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">el entendimiento, el mentor;</span></span></span></span></span></span></address><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">y la memoria, el equipaje.</span></span></span></span></span></span></address><address class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">¡Y sin equipaje no hay viaje!</span></span></span></span></span></span></address></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><br /></span></span></span></div><div align="right" class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><br /></i></span></span></span></span></span></span><br /><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><br /></i></span></span></span></span></span></span></div><div align="right" class="MsoNormal"><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Dublín, abril 2010.</span></span></span></span></span></span></div><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span lang="ES-VE" style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Artículo original en <a href="http://www.relectura.org/cms/content/view/832/80/">ReLectura</a>.</span></span></span></span></span></span></div><span lang="ES-VE" style="font-size: 12pt;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black; font-size: medium;"><span style="color: black; font-size: x-small;"><span style="font-size: medium;"><span style="color: black; font-size: x-small;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;">Fotos tomadas por Eduardo Cedeño.</span></span><i><br /></i></span></span></span></span></span></span></span></div><span lang="ES-VE" style="font-size: 12pt;"><span lang="ES-AR"><span style="line-height: 120%;"></span></span></span>Hugohttp://www.blogger.com/profile/01651538261800268970noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-46329044544321617202010-08-16T14:00:00.000+07:002011-08-18T05:36:12.866+07:00CRÓNICAS DE LA GASTRONOMÍA PERUANA<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: small;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijtBWlPbKuS0s_9_3Bdfe5Oz-FKCShXla0ggRXKG1kj_ntOPhQqMgW8pjd8STSLBUQnD7pTGD4kA8ScyvL2n0ne_CTkKuiV0fK8ub3ncQzl-ptppoFeAG_ouhrlt-5HUczI5ZCQIGi-Q4/s1600/gastrolibrosmesa_boxpl.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="212" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijtBWlPbKuS0s_9_3Bdfe5Oz-FKCShXla0ggRXKG1kj_ntOPhQqMgW8pjd8STSLBUQnD7pTGD4kA8ScyvL2n0ne_CTkKuiV0fK8ub3ncQzl-ptppoFeAG_ouhrlt-5HUczI5ZCQIGi-Q4/s320/gastrolibrosmesa_boxpl.jpg" width="320" /></a></span></div><div class="MsoNormal"><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;">Las pasadas <a href="http://www.relectura.org/cms/content/view/788/43/" target="_blank">Crónicas de la anti-lectura</a> causaron un poco de revuelo porque algunos de los seguidores de ReLectura esperaban una franca y abierta promoción de la actividad literaria. Otros se ofendieron porque le achaqué a la maternidad mi falta de compromiso con las letras. Para tratar de resarcirme con uno y otro grupo, aquí les va otra crónica que trata de combinar la monotonía de la rutina doméstica con el incentivo a la lectura.</span></span></span></span></span></span></span></div></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;">Aprovecho para felicitar de corazón a aquellas mujeres que pudieron leer, hacer postgrados, escribir libros, viajar y ganar premios mientras amamantaban y criaban muchachos. Pertenecen, sin duda, a otra casta. Yo, por mi parte, desahogo mis frustraciones literarias en la cocina. Sin darme cuenta, me he transformado en mi abuela. “El niño tiene que alimentarse bien y variado”. La nevera, siguiendo los lineamientos filosóficos de Guaco, siempre debe estar <i>full</i>. De este modo, lo que comenzó como una afición es ahora una obsesión. Las pocas veces que tengo chance de ir a una librería, paso de largo los estantes con las novedades en ficción, biografías e historia. Voy derecho a la sección de cocina. Mi faceta literaria puede haber disminuido, mas no así mi biblioteca culinaria o mi cintura…</span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;">Pero volviendo al asunto que nos ocupa… Hace algún tiempo, el maestro Luis Yslas lanzó en Facebook una de sus preguntas filosóficas: “¿Qué quieres ser cuando seas grande?” Sin pensarlo dos veces, respondí “peruana”. Muchos quieren viajar al Perú a conocer Machu Picchu, Cusco, Nazca. Yo no. Yo quiero pasear por Miraflores, ir a almorzar al Club Nacional o a la Rosa Náutica. Quiero echarle un ojo al Leoncio Prado, ver el cielo gris de Lima (“la ciudad más fea de América”, mi papá <i>dixit</i>). Yo quiero comer chifa, causa, ají de gallina, carapulcra, ocopa y tacu tacu. Quiero tomar chicha morada y pisco sour (aunque todos sabemos que el pisco es chileno, mi abuelo <i>dixit</i>). El origen de mi fascinación por lo peruano se debe, sin duda alguna, a Don Mario, pero de él hablaré más adelante. Aparte de Don Mario y sus enseñanzas, he tenido la suerte de conocer a peruanos maravillosos que me han hecho ver que, salvando ciertas distancias históricas, somos la misma porquería. El mantuanismo limeño es igual al caraqueño. El show de la política no es muy diferente tampoco. Ellos tienen a la Chola Chabuca, nosotros a Perolito y Escarlata. Ellos tenían al loco Abimael, nosotros tenemos otro tipo de locos que no hace falta mencionar. La gran diferencia, a mi parecer, resta en los escritores y en la cocina…</span></span></span></span></span></span></span><br /></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;">Digan lo que digan (y que me perdone mi querido profesor Sandoval), en Venezuela no se ha producido nada del calibre peruano. No es mi tarea en esta pequeña crónica indagar por qué razones socio-históricas Perú ha producido a tipos como el Inca Garcilaso de la Vega, Guamán Poma de Ayala, Ricardo Palma, José Carlos Mariátegui, César Vallejo, José María Arguedas, Ciro Alegría, Julio Ramón Ribeyro y un largo etcétera. Sin mencionar a Alonso Cueto, Iván Thays, y tantos otros escritores contemporáneos que se me están escapando por el exceso de progesterona en mi sistema… </span></span></span></span></span></span></span><br /></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;">Qué ha hecho que Perú figure en el mapa literario, en especial en los últimos cien años, me resulta tan misterioso como entender por qué la cocina peruana no es más conocida e imitada. Supongo que la falta de promoción se debe a un tema de geografía. Si Perú fuera el vecino de Estados Unidos, la historia sería muy distinta. Tal vez no se hablaría de Tex-Mex, sino de Inca-Tex, o algo por el estilo. </span></span></span></span></span></span></span><br /></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;">Como en el resto de América Latina, la cocina peruana es un papiamento de ingredientes y sazones. Se encuentran muchos elementos europeos (las aceitunas negras y el huevo duro, por ejemplo, suelen coronar una buena cantidad de platos), pero no faltan los ingredientes autóctonos: la palta (nuestro aguacate), el achiote (nuestro onoto), variedades impensables de papa y maíz, y el secreto de la sazón peruana: el ají. Amarillo, rocoto (que en los Andes venezolanos se conoce como ají forote), mirasol, panca… La lista es larga y deliciosa. A diferencia de la cocina mexicana, que suele secar y tostar los “chiles”, en la gastronomía peruana la norma es la pasta de ají (un licuado de ají, algunas especias y vinagre). Lo que más llama la atención es la sutileza del picante peruano, que no opaca el sabor de la comida y que le confiere a sus platos otra dimensión (junto con el toque ácido del limón o del vinagre). Ni hablar de la cantidad industrial de platos con pescados y mariscos (no en vano Perú tiene 2.414 km de costa pacífica). </span></span></span></span></span></span></span><br /></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;">Pero hay más aún: la chifa. Así se le llama a la fusión de comida china cantonesa con la sazón peruana. La historia no es muy complicada: entre finales del siglo XIX y principios del XX, una oleada migratoria llevó a los llamados “culis” (o <i>coolies</i>) hasta la costa del Perú a trabajar en la construcción del ferrocarril y en haciendas algodoneras y azucareras. Los chinos se fueron adaptando al clima y a los ingredientes, incorporando al mismo tiempo elementos propios, tipo la salsa de soya, jengibre y otros vegetales antes desconocidos en la región.</span></span></span></span></span></span></span><br /></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;">Si el lector está interesado en recomendaciones particulares, aquí les van cuatro platos peruanos que no se pueden perder:</span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEie0SK8Plf0HcFBNtf5ISuLbmgvzWJ580BelYAbCyBZrdXw4_LZA_K2Vm2q0egZjrCcR2qkxtib6KXUcbsjA00DAPuEbgchosY4UxJFthTgOluyooP9wFwl4GDpAMOOIohyphenhyphen4gP05_vyxS8-/s1600/Aji_de_gallina2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="230" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEie0SK8Plf0HcFBNtf5ISuLbmgvzWJ580BelYAbCyBZrdXw4_LZA_K2Vm2q0egZjrCcR2qkxtib6KXUcbsjA00DAPuEbgchosY4UxJFthTgOluyooP9wFwl4GDpAMOOIohyphenhyphen4gP05_vyxS8-/s320/Aji_de_gallina2.jpg" width="320" /></a></div><br /><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;">Primero en la lista, el <a href="http://www.gastrocronicas.com/2009/11/aji-de-gallina.html">ají de gallina</a> es el Vargas Llosa de la cocina peruana: clásico, picante, lleno de textura, nutritivo. Se trata de un plato fuerte que amalgama ingredientes europeos y americanos: pollo, ají mirasol, nueces, papas, huevo, aceitunas. Cada familia tiene su lectura de este plato: está la versión picantosa con un toque extra de ají mirasol, al mejor estilo de <i>Pantaleón y las visitadoras</i>. La versión más balanceada, <i>La ciudad y los perros</i>, la que tiene una salsa cremosa que sirve de hilo conductor para el resto de los ingredientes, nueces crujientes que rompen con la voz monótona y la suavidad del pollo y la papa, la ocasional aceituna que interrumpe los sabores tradicionales y le da un giro inesperado al plato. También hay versiones no ortodoxas, para paladares más exquisitos, como el ají de langostinos, o los ensayos críticos de Don Mario (<i>García Márquez, historia de un deicidio</i>, <i>La orgía perpetua: Flaubert y “Madame Bovary”</i>, <i>La tentación de lo imposible</i>, tantos otros). En cualquiera de sus facetas, el ají de gallina, así como Don Mario, nunca decepciona. </span></span></span></span></span></span></span><br /><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjW_L58uz1j_Q6LSCILctuzq7khdGxz028-sAqd0QWgSGdif69tTf5PCaoe1d0W6oEQa1E8ZsGSMpR-_yvE_gV81ZYDJZz-Ltsy-AXb6IdW6Qlnk2UsWuiCBC-xBm4b8YIgXZU78FaeT07p/s1600/Ceviche_aji_amarillo3.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjW_L58uz1j_Q6LSCILctuzq7khdGxz028-sAqd0QWgSGdif69tTf5PCaoe1d0W6oEQa1E8ZsGSMpR-_yvE_gV81ZYDJZz-Ltsy-AXb6IdW6Qlnk2UsWuiCBC-xBm4b8YIgXZU78FaeT07p/s320/Ceviche_aji_amarillo3.jpg" width="320" /></a></div><br /><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;">En segundo lugar, el conocido <a href="http://www.gastrocronicas.com/2010/08/ceviche-version-1.html">ceviche</a> es tipo Jaime Bayly: mucha cebolla, o mucho limón, o el pescado medio pasado, pueden arruinarlo en segundos; pero si todo está en armonía, es irresistible, sexy y refrescante. No es para todo el mundo, sin duda alguna. Hay quienes tienen alergia a los ingredientes, hay quienes no soportan la cebolla, las rodajas de ají picante (o, siguiendo la analogía literaria, el tema homoerótico de Bayly). Es cuestión de probar (con un antialérgico en la mano, por si acaso). </span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="color: black; margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="Image" border="0" height="120" src="http://www.relectura.org/cms/images/stories/autores/vargasllosagastro_box.jpg" title="Image" width="120" /> <img alt="Image" border="0" height="120" src="http://www.relectura.org/cms/images/stories/autores/baylygastro_box.jpg" title="Image" width="120" /> </span></div><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="color: black; margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="Image" border="0" height="120" src="http://www.relectura.org/cms/images/stories/autores/roncagliolo_box.jpg" title="Image" width="120" /> <img alt="Image" border="0" height="120" src="http://www.relectura.org/cms/images/stories/autores/brycegastro_box.jpg" title="Image" width="120" /> </span></div><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;">Mi tercera recomendación tiene un equivalente en nuestra propia jerga: los pinchos peruanos se llaman anticuchos. Tal como Santiago Roncagliolo, son sencillos pero no se pueden dejar de probar, y los hay para todos los gustos –de pollo, de carne, de pescado, novelas, cuentos, reportajes–. Lo mejor, a mi parecer, es la salsita… Cualquiera puede ensartar un trozo de carne en un palito, pero el secreto está en cómo se aliña y qué salsa lo debe acompañar. Jalpahuaica, huacatay, salsa de ají amarillo, la ironía, el humor, la reflexión. Como al anticucho, a Roncagliolo hay que dejarlo marinar. Hablemos en 10 años…</span></span></span></span></span></span></span><br /><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgodPk6kWX1y32qttKwR1P3OaDcnlcykIy423jDf9BOIZMeE1bNq6Lubslyf4DRBJX0n3RICjCxuqBqYp_1cCAVyAaL3Hbe-aG99fBKgmAJvSuz370Fa2TuXoPv9dqIRxLTEvLDAfBsyCby/s1600/Papas_a_la_huancaina.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="230" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgodPk6kWX1y32qttKwR1P3OaDcnlcykIy423jDf9BOIZMeE1bNq6Lubslyf4DRBJX0n3RICjCxuqBqYp_1cCAVyAaL3Hbe-aG99fBKgmAJvSuz370Fa2TuXoPv9dqIRxLTEvLDAfBsyCby/s320/Papas_a_la_huancaina.jpg" width="320" /></a></div></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;">Por último, las <a href="http://www.gastrocronicas.com/2010/06/salsa-huancaina.html"> papas a la huancaína</a> son a la gastronomía lo que Bryce Echenique a la literatura: ricas pero pesadas. Hay que tener buena disposición de estómago para poder degustarlas (como <i>Reo de la nocturnidad</i>). Las papas a la huancaína se bañan con una salsa cremosa hecha a base de ají amarillo, galletas de soda y leche evaporada. Se acompañan con huevo duro y aceitunas negras. Son engañosamente sencillas, pero tienen muchísima sustancia y dan cuenta del mestizaje peruano (como <i>Un mundo para Julius</i>). Para saber de qué se trata la comida peruana, hay que probar las papas a la huancaína, sin lugar a dudas.</span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;">Si aún siguen con ganas de leer y comer, y ya que prometí una clara promoción de la lectura, he aquí mi recomendación final: <i>El arte de la cocina peruana</i>, de Tony Custer (con página web y todo: </span><span style="color: black;"><a href="http://www.artperucuisine.com/">http://www.artperucuisine.com</a></span><span style="color: black;">). Sin ánimos de ofender a los patrioteros y a los amantes del golfeado y el cachito de jamón, yo canjearía –sin pensarlo dos veces– un asado negro por un adobo de chancho, o unas hallacas por un seco de cordero; <i>Casas muertas</i> por <i>La casa verde</i>, o <i>La enfermedad</i> por <i>Abril rojo</i>. Para gustos, la cocina y la literatura.</span></span></span></span></span></span></span></div><div align="right" class="MsoNormal" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"> </span></span></span></span></span></span></span></div><div align="right" class="MsoNormal"><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><br /></div><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;">Dublín, enero 2010.</span></span></span></span></span></span></span></div><span style="font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black; font-size: 12pt;"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black; font-size: x-small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif; font-size: small;">Artículo original en <a href="http://www.relectura.org/cms/content/view/805/43/%20">ReLectura</a>. </span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></div><span style="font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black; font-size: 12pt;"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="line-height: 120%;"></span></span></span></span></span></span></span></span>Hugohttp://www.blogger.com/profile/01651538261800268970noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-71606021668275421682010-08-13T14:00:00.000+07:002011-08-18T05:36:12.866+07:00LA NIÑEZ EN LA LITERATURA...<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black; font-size: 12pt;"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="color: black;"></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></div><span style="font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black; font-size: 12pt;"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="color: black;"></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span><br /><div style="text-align: left;"><span style="font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black; font-size: 12pt;"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="color: black;"></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span><br /><div align="right" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjB03bIPRvyee_olWMDi5nmCY5jajPz69om49ozMdq35aq4-abQ-Xb5IFurM9osyw6RPrFd-Dbvi1cMWFwABbtOVkYlAFQTiD_KOXZqTlNhzGHa34gjROYs9Gzi2Zp8PVMmkSLZkajkX2I/s1600/Enanos_biblioteca.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjB03bIPRvyee_olWMDi5nmCY5jajPz69om49ozMdq35aq4-abQ-Xb5IFurM9osyw6RPrFd-Dbvi1cMWFwABbtOVkYlAFQTiD_KOXZqTlNhzGHa34gjROYs9Gzi2Zp8PVMmkSLZkajkX2I/s400/Enanos_biblioteca.jpg" width="300" /></a></div><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;"><br /></span></i></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span><br /><div style="text-align: left;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><b><span style="color: black;">...O DIOS ME LIBRE DE TENER UN HIJO ESCRITOR</span></b><i><span style="color: black;"> </span></i></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></div></div></div><div align="right" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">The happy childhood is hardly worth your while.</span></i></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></div><div align="right" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Frank McCourt</span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></div><pre style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"> </span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></pre><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Uno hace una lista mental de las cosas que quisiera y no quisiera para los hijos. Como dice Rubén Blades:</span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></div><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"> </span><br /></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></div><div style="text-align: center;"><address style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">Y cuando crezca, ¿qué será? </span></i></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></address><address style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i>¿Qué será? ¿Qué será? ¿Qué será?</i> </span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></address><address style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">¿Será acaso un pelotero,</span></i></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></address><address style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">como Aparicio o Clemente,</span></i></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></address><address style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">ídolo de su gente</span></i></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></address><address style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">y gloria para el béisbol?</span></i></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></address><address style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">O a lo mejor sale un genio en matemática,</span></i></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></address><address style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">un inventor,</span></i></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></address><address style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">un gran sonero</span></i></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></address><address style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">y cuidao que hasta doctor.</span></i></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></address><address style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">Y eso sí, Señor, lo pido en tu nombre:</span></i></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></address><address style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">que no me salga indeciso,</span></i></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></address><address style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><i><span style="color: black;">que no me salga ladrón.</span></i></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></address></div><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /></div><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">En mi lista inicial, había pedido que no fuera militar ni sacerdote, que no fuera apático, que no fuera aprovechador. Pero después de leer algunas novelas autobiográficas, por favor, ¡que no me salga escritor!</span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></div><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"> </span><br /><span style="color: black;">Todo el mundo dice que la vida cambia radicalmente cuando uno tiene hijos. Eso lo sabía, pero jamás imaginé que mi perspectiva de lectora también iba a sufrir una metamorfosis a tal grado. Ahora, por ejemplo, me da un escalofrío en la espalda cuando J. M. Coetzee –despiadado– dice en <i>Infancia</i> (1997): “Lo que él no puede entender sobre su madre es que, a pesar de que es tan estúpida que no lo puede ayudar con sus tareas de cuarto grado, su inglés es impecable, en especial cuando escribe”. </span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></div><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"> </span><br /><span style="color: black;">En una entrevista, un periodista malintencionado le pregunta a Frank McCourt qué habría opinado su madre sobre <i>Las cenizas de Ángela </i>(1996). No le habría gustado en absoluto, afirma el escritor. La crítica duele, pero viniendo de los hijos da –literalmente– en la madre. Si la señora McCourt no hubiera muerto antes de la publicación de la novela, seguramente se le habría partido el corazón al leer aquel pasaje en que Frank confiesa haberla visto mendigando un poco de comida en la puerta de la iglesia. Sin mencionar otros detalles personalísimos que el hijo narra con desparpajo e incluso con humor. <i>Las cenizas de Ángela</i> es una lectura que conmueve a cualquiera: una historia de miseria y privaciones que transcurre en Brooklyn, EE UU y Limerick, Irlanda, en los años 30 y 40. Una familia rota por la pobreza, por los acentos, por la vergüenza. Pero cuando se lee desde esta perspectiva de la maternidad, entonces cada tos, cada pérdida, cada desmoralización de “Frankie” cobra un sentido más dramático. Lo curioso es que, a pesar de las memorias sórdidas, McCourt no narra con amargura. Anécdota y personajes se infiltran en la biografía con fluidez, con la inevitabilidad de lo cotidiano, casi con nostalgia. Aun así, me pregunto con cuánta soltura en realidad habrá podido escribir escenas tan dolorosas como la muerte de algunos de sus hermanos, las noches de frío o la ausencia del padre alcohólico. Me pregunto también qué hace que la mayoría de la gente borre recuerdos de infancia, mientras otros los almacenen con una claridad casi masoquista. Aquel periodista, más inquisidor que crítico literario, ha debido preguntarle a McCourt no qué habría sentido su madre, sino qué sintió él mismo al descargar casi veinte años de miseria en papel. Si la literatura, después de todo, cumplió una función catártica o si, en su lugar, se convirtió en el espejo que refleja incesantemente la imagen de lo que se ha debido olvidar.</span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="color: black; margin-left: 1em; margin-right: 1em;"> </span></div><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiN4G0ZIniPGbLL-axGrPfmgjqh-m0LqS6jcb2KYyf8hJD_nnm5TAFHO1Y7uhTLkwKcfSbY1ZsSBaKr8a5MlF-wZ8yj5lnuEBnMKIrzUaMWztvr1BRUBxz9e3G7kdx7FQlFmq9WsbgdF28/s1600/D_escritor.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiN4G0ZIniPGbLL-axGrPfmgjqh-m0LqS6jcb2KYyf8hJD_nnm5TAFHO1Y7uhTLkwKcfSbY1ZsSBaKr8a5MlF-wZ8yj5lnuEBnMKIrzUaMWztvr1BRUBxz9e3G7kdx7FQlFmq9WsbgdF28/s400/D_escritor.jpg" width="400" /></a></div><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Todo el mundo tiene de qué quejarse, supongo. Orhan Pamuk, por ejemplo, habla de su vida de niño acomodado en <i>Estambul, memorias de una ciudad </i>(2003). Enumera los fracasos empresariales del padre, la infidelidad, la distancia. Le dedica un capítulo a las discusiones con la madre. Aunque tampoco se trata de un recuento amargo, está lleno de incertidumbre, de la angustia que se genera en la cabeza del niño cuando los modelos se tornan defectuosos. La madre es un personaje distante pero central. Las carencias se compensan con la plenitud de la ciudad, de su casa permanentemente invadida de gente. En lugar de tristeza, Pamuk habla una y otra vez de <i>hüzün</i>, “una melancolía más común que privada. Sin ofrecer claridad, velando la realidad más bien, <i>hüzün</i> nos da confort, suavizando la vista como la condensación en una ventana cuando una tetera ha estado echando vapor en un día de invierno”. Ese tono familiar, cómodo, que asume la disfuncionalidad como parte de la rutina, tampoco amortigua el golpe que supone desnudar las fallas familiares en público. </span><br /><br /></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></div><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Philip Roth, por su parte, describe la niñez (semi-real, semi-ficcional) en <i>La conjura contra América</i> (2004), desde la candidez. Roth es el único que retrata a los padres con cierta moderación (acaso porque hay más ficción que realidad). En todo caso, el niño semi-ficcional narra desde el miedo, pero no necesariamente el propio, sino el que hereda de los padres. El niño observa que su normalidad se trastoca y los padres comienzan a desmoronarse. Se desmitifican, quizás, y esto resulta más confuso y atemorizante que la idea misma de ser discriminados por ser judíos en una América antisemita. La apacible vida clase media en Newark de los años 40 se llena de sobresaltos, de debates entre vecinos, de rumores y especulaciones. Más allá de los vericuetos históricos, <i>La conjura</i> evoca la pérdida de la inocencia en la medida en que Philip niño aprende a leer entrelíneas, a interpretar los susurros de los padres, callar los temores y darse cuenta de que sus acciones pueden llegar a tener alcances catastróficos. Y crecer con miedo es algo que los venezolanos conocemos de sobra. Sólo queda la esperanza de que los hijos rompan esa pesada tradición… </span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></div><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"> </span><br /><span style="color: black;">Pero volvamos a Coetzee. En <i>Infancia, escenas de una vida de provincias</i>, el autor desea la normalidad y se autocuestiona desde la perspectiva del <i>outsider</i>: no es inglés, no es afrikáner, no es negro. Es la visión de la niñez desde la mortificación. Toma nota detallada de las contradicciones de los padres: desde asuntos de disciplina hasta opiniones cotidianas. Ningún padre se salva del escrutinio del hijo, pero que de esto salga un Premio Nobel es otra historia… Coetzee es crudo, tal vez porque hay un elemento de distancia: narra su autobiografía en tercera persona. La visión del otro impera; otro narra su propia vida, y él mismo se siente otro, distinto de los demás niños que lo rodean en el colegio. A diferencia de Pamuk, Roth y McCourt, Coetzee no asume la óptica infantil narrando. Hay nostalgia, pero no hay humor, no hay cariño por los recuerdos. “Su corazón es viejo, oscuro y endurecido, un corazón de piedra. Ése es su vil secreto”, confiesa en algún momento. Es una descripción casi clínica, en mi opinión, pero no por eso deja de sentirse real y descarnada. </span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjYeFgIHOsfr_r4lmzPnA-dLHJSMLI46n8JP_cP8EuitH7RwJzT4U6fny2X53ncamgBy1vlcL1YuHq8Ld60BLJfadcmsNK815eXKYCMESU1f3LERehDBY4sulUOw_Ez3rQVeX27W9aWlB8/s1600/A_lector.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjYeFgIHOsfr_r4lmzPnA-dLHJSMLI46n8JP_cP8EuitH7RwJzT4U6fny2X53ncamgBy1vlcL1YuHq8Ld60BLJfadcmsNK815eXKYCMESU1f3LERehDBY4sulUOw_Ez3rQVeX27W9aWlB8/s400/A_lector.jpg" width="378" /></a></div><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Supongo que todo tiene que ver con el carácter imperecedero de las palabras. Lo escrito queda fijo para siempre y está abierto a la lectura de todos. La memoria, efímera y traicionera, queda atrapada entre las carátulas de un libro y se convierte en realidad tangible. El dedo acusador del hijo se extiende a todos los lectores y eso, desde la perspectiva de un padre, es aterrador.</span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></div><div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"> </span><br /><span style="color: black;">Pero más allá de la complejidad de sentimientos como culpa y recriminación, hay dos nociones que estos cuatro novelistas tratan, cada uno a su manera: la normalidad y la felicidad. En la medida en que se acercan o se alejan de la normalidad, el <i>aurea mediocritas</i> social, así mismo se acercan o se alejan de la felicidad. El padre desea con todas sus fuerzas que el hijo calce y sea feliz. Que brille, claro está, pero que no descuadre. Y cuando uno, padre amateur, se tropieza con estas visiones descarnadas de la niñez (pobre, acomodada, con o sin sobresaltos históricos), pide clemencia y desea que los errores pasen desapercibidos, que se difuminen en la nebulosa de la memoria infantil, que el hijo –ingeniero, abogado, contador– tenga a bien dejarle ese oficio innoble de la escritura a otros…</span><br /><br /></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></div><div align="right" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><br /></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></div><div align="right" style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Dublín, marzo 2010</span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span><br /><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;"><span style="color: black;">Artículo original en <a href="http://www.relectura.org/cms/content/view/821/80/">ReLectura</a>.<i> </i></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></div><span style="font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black; font-size: 12pt;"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="color: black;"></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span>Hugohttp://www.blogger.com/profile/01651538261800268970noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-92110382910624393062010-08-13T00:01:00.000+07:002011-08-18T05:36:12.867+07:00CRÓNICAS DE LA ANTI-LECTURA<div style="font-family: "Trebuchet MS",sans-serif;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjIIdvAhIzpcQmZ6nUVkmtDyEY2C5WF-HH07cOC4EHLxVwDJLK1MgivSDMPbAwh94AGXknfxlvna1PmeFEAP6JOOZOsUDrdUVax9OxpFTjcHHFJT_hsPSB0P2-DWUTa6tgwE8eDUF2Pqjc/s1600/IMG_0726.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjIIdvAhIzpcQmZ6nUVkmtDyEY2C5WF-HH07cOC4EHLxVwDJLK1MgivSDMPbAwh94AGXknfxlvna1PmeFEAP6JOOZOsUDrdUVax9OxpFTjcHHFJT_hsPSB0P2-DWUTa6tgwE8eDUF2Pqjc/s400/IMG_0726.jpg" width="400" /></a></div><div class="MsoNormal"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;">La peor enemiga de la lectura es la maternidad. La biblioteca se convierte en la sala de espera de un consultorio pediátrico: <i>Padres hoy</i>, <i>Qué esperar cuando estás esperando</i>, <i>Sopa de pollo para el niño traumatizado</i>, <i>Lenguaje de señas para bebés</i>, Baby Mozart de fondo. Atrás quedan los días en que se podía saltar varias comidas para terminar la novela que tanto atormentaba. Lejanas son las noches de madrugonazo por culpa de “un capítulo más”. Facebook se convierte en la fuente más confiable de actualización cultural. <i>Pedro Pérez acaba de terminar la última novela de Coetzee. 5 people like this.</i> Varios comentarios (pretensiosos, la mayoría) nutren la falta de debate literario y se atesoran con fervor porque no incluyen palabras como “salpullido”, “Pampers”, “depresión post-parto” o “portabebé”. </span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal"><br /><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;">Toda esta introducción para explicar que, aunque muy halagada por la invitación de Luis Yslas para escribir alguna reseña en <a href="http://www.relectura.org/cms/">ReLectura</a>, sólo puedo, en su lugar, hacer una crónica de lo que no leo o de lo que no debo leer en esta etapa de mi vida. De cómo mi criterio de lectura ha cambiado considerablemente. Muchos incrédulos insisten: “aprovecha que pasas más tiempo en casa, lee todo lo que puedas”. Lo que la gente no sabe es que, aparte de la falta de tiempo, la maternidad también embrutece. Hoy por hoy mi criterio de lectura es bastante primitivo: no me comprometo a leer nada más largo de 100-120 páginas (y que no requiera de demasiada agudeza para seguir complicados árboles genealógicos, saltos temporales o juegos de voces narrativas). Y sólo clásicos, porque no soporto el remordimiento de conciencia si pierdo el tiempo con basura. Pero tampoco los clásicos son garantía de nada… </span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal"><br /><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;">En estos días mi relación con Eduardo Sánchez y Lautaro Sanz se deterioró vertiginosamente cuando tuve la brillante idea de pedirles recomendaciones. Por favor, Lautaro, ¿a quién se le ocurre que una mujer recién parida quiere leer las tribulaciones de un viejo andropáusico al que mandan al cuerno por patán? No, <i>El viaje vertical</i> (2000) no es un buen libro, y la introspección de Federico Mayol me pareció poco memorable. Soledad, padres recalcitrantes, hijos ingratos, viajes a destiempo… Vila-Matas pasa a la lista negra de Mamá Carabobo. </span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal"><br /><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;">Y Sánchez, todavía me debes los 12 euros que malgasté con <i>Nocturno de Chile</i> (2000) ‒también en esta época de crisis hay que cuidar la economía familiar y velar por el futuro de los hijos‒. Justo antes de dar a luz, se experimenta una cosa extrañísima que los gringos llaman <i>nesting</i>. En pocas palabras, la progesterona enloquece a la mujer y hace que “arregle el nido” para el polluelo que está por llegar. Pero el <i>nesting</i> no se limita a desempolvar y reorganizar el clóset. También le impone a uno un sentido del orden que empapa todas las facetas de la vida. Así que cuando, por recomendación de mi ex-amigo Eduardo, leí a Bolaño, su desastre estilístico me volvió loca. Las interminables redundancias y peroratas de Sebastián Urrutia Lacroix, las mañas estilísticas de su creador, la puntuación pobre e inconsistente me sacaron canas (aunque sí debo confesar que me divertí con algunos pasajes de la novela). Yslas dice que <i>Los detectives salvajes</i> es un libro mucho mejor logrado, que me reivindicará con el chileno, pero no le creo o, en todo caso, no quiero arriesgarme a perder otro amigo. Bolaño está vedado (al menos hasta que los hijos se vayan a la universidad). </span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal"><br /><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;">Desencantada, pues, con la literatura convencional, busqué alternativas. Cayó en mis manos un libro delicioso llamado <i>Blood River</i>, de Tim Butcher (2007), que trata de las aventuras de este periodista inglés quien sigue la ruta de H. M. Stanley por el Río Congo, alternando la crónica de viajes con la historia y el reportaje periodístico. La selva exótica, los peligros del tercer mundo, la reflexión ante la inexorabilidad de la codicia humana chocan brutalmente con las cuatro paredes en las que la nueva madre se encuentra encerrada. No es buena idea leer este libro si la lectora aún está lidiando con los nuevos requisitos para escoger las aventuras vacacionales: cambiadores en los baños, fórmula a la venta en cualquier esquina, que no haga demasiado calor ni demasiado frío… La lista es larga y poco alentadora. Iré al Congo en otra vida. </span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal"><br /><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;">Otro libro que NO recomiendo durante la maternidad es <i>The plot against America / La conjura contra América</i>, de Philip Roth (2004). Las vicisitudes de la América antisemita y los conflictos de la familia clase media gringa, narrados con el candor de la niñez y un nivel de detalle maravilloso, Lindberg, FDR, Hitler, el carácter aparentemente autobiográfico de la novela, todo esto revuelto con el trasnocho y la lactancia materna hace que la línea divisoria entre ficción y realidad se desvanezca. No es de extrañar si más de una nueva madre cree que, efectivamente, Lindberg fue presidente de Estados Unidos y que muchas familias judías tuvieron que refugiarse en Canadá antes del retorno triunfal de FDR y el reestablecimiento del orden americano. Con la maternidad, todo se toma muy a pecho (literal y literariamente…)</span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal"><br /><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;"><i>The Road / La carretera</i> (2006) es otro golpe bajo. La visión post-apocalíptica de Cormac McCarthy remueve todas las fibras de la recién descubierta maternidad. Las estocadas son sutiles, la simpleza de la frase es inversamente proporcional al impacto del contenido. A través del viaje por una tierra muerta, la relación de un padre y un hijo famélicos y la reconstrucción de un pasado decadente destrozan sin piedad al lector hormonal.</span></span></span></span></span></span></span></div><div class="MsoNormal"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black;">Pero a pesar de este exilio forzoso del mundo de la lectura, me siento reivindicada. Hace poco leí una entrevista que publicó la revista alemana <a href="http://www.spiegel.de/international/zeitgeist/0,1518,659577-2,00.html"><i>Spiegel</i></a> con Umberto Eco, en la que se discutía la última empresa del escritor: “Mille e tre” o “La infinitud de las listas”, una exhibición en el Louvre que explora el significado de las listas a través de la historia. Eco afirma que incluso las listas domésticas generan cultura y son un desesperado intento por romper con los límites del lenguaje y de nuestra propia mortalidad, por asir la infinitud del universo. Sublime. De este modo, mis listas del mercado, mis frases a medias en retazos de papelitos, mi <i>wish list</i> de Amazon con todos los libros que quiero pero no puedo leer, están acercándome al infinito. Afortunadamente para mí, la maternidad es una constante enumeración también. Se apilan sobre mi mesa de noche, ya sin vergüenza, Kazuo Ishiguro, Douglas Coupland, Vasili Grossman y Rafia Schami. Tengo la certeza de que con ellos también me pelearé.</span></span></span></span></span></span></span><br /></div><div class="MsoNormal"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black; font-size: small;">No ha sido fácil cambiar los criterios y los gustos literarios, el modo de leer (e incluso de escoger un libro, porque no vaya usted a creer que visitar librerías es tarea fácil con pañaleras, coches, pasillos estrechos y niños tocones). Sin embargo, no todo cambio es necesariamente malo. Supongo que ahora valoro más lo poco que leo (y lo que me falta por leer), aunque me dé vértigo, me aleje de viejas amistades, perturbe mi nuevo sentido del orden o me destroce anímicamente. Parafraseando a Eco: el que no cambia es un idiota.</span><span style="color: black; font-size: small;"> </span></span></span></span></span></span></span></span><br /><br /><br /><div style="text-align: right;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black; font-size: small;">Dublín, noviembre 2009.</span></span></span></span></span></span></span></span></div><div style="text-align: right;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="line-height: 120%;"><span style="color: black; font-size: small;">Artículo original en <a href="http://www.relectura.org/cms/content/view/788/43/">ReLectura</a>. </span></span></span></span></span></span></span></span></div></div><span style="font-size: small;"><span lang="ES-VE" style="color: black;"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-AR"><span style="color: black; font-size: small;"><span style="line-height: 120%;"></span></span></span></span></span></span></span></div>Hugohttp://www.blogger.com/profile/01651538261800268970noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-55397217885166912472010-08-12T18:31:00.000+07:002011-08-30T10:32:08.292+07:00EL RETORNO, Y NO DEL JEDI...Después de AÑOS de abandono injustificado y cruel, he decidido reactivar las Crónicas Dublinenses. Pero hay que bajar la barra. Siendo realistas, no puedo escribir mega-crónicas para cada evento que nos pase, pero sí puedo hacer un foto-reportaje breve contándoles las mamarrachadas que aún nos acontecen en la Isla Esmeralda.<br />
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También voy a montar aquí algunos artículos (?) que he estado publicando en <a href="http://www.relectura.org/cms/">ReLectura</a>. Con ellos comienzo este retorno al mundo bloguístico (aunque no hemos dejado de publicar en las Gastrocrónicas).<br />
<br />
Abrazos a los 4 lectores,<br />
Ceci.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhV3-Y-JiAJ-_6M4w8Pvl0tXFIUXZQlZIPdO_yrlrqXgh14AKRkpZX8RBUOcZV8yasYVsmdze1xt_ZNB_-Tp7bye9NZTaWjYRgip603_Ymzz5ESQewDjJqhTBtSO-Aymw3LzPYEiVVgC8o/s1600/SamuelBeckettBridge_Dublin.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhV3-Y-JiAJ-_6M4w8Pvl0tXFIUXZQlZIPdO_yrlrqXgh14AKRkpZX8RBUOcZV8yasYVsmdze1xt_ZNB_-Tp7bye9NZTaWjYRgip603_Ymzz5ESQewDjJqhTBtSO-Aymw3LzPYEiVVgC8o/s400/SamuelBeckettBridge_Dublin.jpg" width="400" /></a></div>Hugohttp://www.blogger.com/profile/01651538261800268970noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-42579457026627782442009-01-20T00:31:00.000+07:002011-09-02T21:17:47.474+07:00CD14: PINTURA FRESCA - Reloaded<div style="text-align: right;"><span style="font-style: italic;">A Dani E. y Sam, que están por conocerse.</span></div><br />
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<div style="text-align: justify;">Contra todos los pronósticos, comencé a escribir esta crónica diligentemente unos días después del parto, pero el destino ha querido que duerma un poco más las ideas y ha tenido la gentileza de dejarle la ventana abierta a un par de cacos irlandeses para que se llevaran mi laptop, donde tenía casi terminada la crónica original –<span style="font-style: italic;">Pintura Fresca</span>.<br />
<br />
Han pasado casi cuatro meses y aún sigo esperando que el cansancio se disipe y despeje mi cabeza para recordar mejor cada momento, pero no llega el día. Andrés llegó tan rápido que esta vez no hay detalles claros no por la anestesia, no por el cansancio, sino porque el pequeño rompió la barrera del sonido. En esta crónica no va a haber <span style="font-style: italic;">soundtrack</span> o momentos de lucidez reflexiva…<br />
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La reflexión vino <span style="font-style: italic;">a priori</span> y <span style="font-style: italic;">a posteriori</span>. Durante el embarazo estuvimos recordando y comparando frecuentemente. A pesar de que Diego había superado todas nuestras expectativas, en cierto modo pensábamos que esta vez no habría muchas sorpresas. El segundo embarazo se dio con menos sobresaltos y angustias (y menos molestias en el primer trimestre). El cuerpo parecía ya acostumbrado a los cambios radicales. Cada uno, por su lado, imaginaba a Andrés como una fotocopia de su hermano mayor. C<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg9oBtuelbRHfnjkWEw8H6OyT9BMDHgwrvgxZIVJTwi0Xrbna2nRMePOeueUd3r7b8vM9MqzK0zvEhV5Ljm22c1agUmQrUTMw75nyghQFmLtoVTOTVvsbwcz5fFfCjgh0giel95zEVujUU/s1600-h/Andrs37semanas_2-full.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5293060371178550562" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg9oBtuelbRHfnjkWEw8H6OyT9BMDHgwrvgxZIVJTwi0Xrbna2nRMePOeueUd3r7b8vM9MqzK0zvEhV5Ljm22c1agUmQrUTMw75nyghQFmLtoVTOTVvsbwcz5fFfCjgh0giel95zEVujUU/s200/Andrs37semanas_2-full.jpg" style="cursor: pointer; float: right; height: 150px; margin: 0pt 0pt 10px 10px; width: 200px;" /></a>uando me hicieron el último eco 3D quedamos convencidos. Otro Diego-clon. Pero cada hijo se encarga de demostrar su individualidad a toda costa, así que Andrés comenzó a patear antes de tiempo. Las últimas semanas del embarazo fueron agotadoras. Las Braxton-Hicks, que con D fueron moderadas, indoloras y hasta divertidas, con A cada vez dolían más. En lugar de estar tranquila porque ya sabía cómo era el asunto, estaba desconcertada por los nuevos síntomas. El 23/9 me desperté con contracciones bastante fuertes, pero irregulares. Estuvimos esperando, haciendo apuestas a ver si Andrés iba a nacer el día del cumpleaños del tío PP, pero nada… Las contracciones iban y venían. Ya estaba durmiendo bastante mal y tenía mucha ansiedad por la llegada de CC (el 25/9). Finalmente, el domingo 28, a las 9 de la mañana, me desperté cuando sentí que rompía fuentes. Algo novedoso. Con D me rompieron fuentes en el hospital, con contracciones fuertes de por medio.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_CksNcuRqm8zHD-HUYDioFT5-5CtiWnUYqJ0HUc2phlefxR1klymm6Y_zRPfpspAM_zOvpaLyqEvIwpKtoU3KZ7yhfxajZBBHtYqE64wkzshOf8sgx5iIEmtGvlt3k2uykU2TaRsT8vI/s1600-h/Antes_de_salir.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5293067984099339794" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_CksNcuRqm8zHD-HUYDioFT5-5CtiWnUYqJ0HUc2phlefxR1klymm6Y_zRPfpspAM_zOvpaLyqEvIwpKtoU3KZ7yhfxajZBBHtYqE64wkzshOf8sgx5iIEmtGvlt3k2uykU2TaRsT8vI/s200/Antes_de_salir.jpg" style="cursor: pointer; float: left; height: 200px; margin: 0pt 10px 10px 0pt; width: 150px;" /></a>Como el primer parto había sido tan rápido y ya tenía contracciones esporádicas, estaba segura de que ahora la cosa sería rapidísima. Por eso me sorprendió que pasaran los minutos y nada, ni el más mínimo dolor. Me dio tiempo de bañarme, arreglar el cuarto, despertar y darle desayuno a Diego, y terminar de alistar la maleta.<br />
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Llegamos a la clínica a eso de las 10:15. En esta segunda vuelta, cambiamos de locación. Ya no se trataba de un hospital viejo, en el corazón de Dublín georgiano, sino de una clínica más parecida a lo que uno ve en Caracas.<br />
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Cuando tuve a D, recuerdo tener la sensación de que ahora pertenecía a otra casta, que algo metafísico me separaba de los hombres y del resto de las mujeres que no tenían hijos. Con el tiempo esta sensación no desapareció, pero sí fue amainando. Después de experimentar los cambios increíbles de los nueve meses de embarazo, después de sentir la violencia con la que la mecánica del cuerpo trata de expulsar al bebé, ninguna mujer es la misma de antes. Tenía muchos deseos de revivir esos sentimientos tan poderosos pero, en cierto modo, pensaba que ya lo había experimentado todo. Después de hora y media de haber roto fuentes, y sin indicios de contracciones, debo confesar que estaba un poco desilusionada. Había demasiada lucidez (casi fría) en mi cabeza. Me hacía falta la adrenalina del susto, del dolor, de la expectativa…<br />
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Al llegar al piso de maternidad, me hicieron cambiar de ropa y me revisaron. <a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEigbOhllqfP7-3GS9xcF8LL2sxjwgTsWBZXSvX894igmOFZbKXRyUwPan0j5tIorsCqUTqswI5QjZSMq9zoR-Ojvp697SD0QmOFBXmqQgwhaZUwpUabua10YPj3Nm3RkCIwb8GI4FqSrNA/s1600-h/Examinando.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5293068294353484306" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEigbOhllqfP7-3GS9xcF8LL2sxjwgTsWBZXSvX894igmOFZbKXRyUwPan0j5tIorsCqUTqswI5QjZSMq9zoR-Ojvp697SD0QmOFBXmqQgwhaZUwpUabua10YPj3Nm3RkCIwb8GI4FqSrNA/s200/Examinando.jpg" style="cursor: pointer; float: right; height: 150px; margin: 0pt 0pt 10px 10px; width: 200px;" /></a> La doctora de guardia (Valery) dijo que el trabajo de parto podía empezar en las siguientes 24 horas. <span style="font-style: italic;">Te puedes ir a tu casa si quieres</span>. Pero mi voz interna gritó <span style="font-style: italic;">¡Ni loca!</span> Mientras H bajó a la administración a llevar unos papeles, la <span style="font-style: italic;">midwife</span> –que en otro giro extraño del destino se llamaba Nora, al igual que mi abuela– me llevó a la habitación que me correspondía, para ponerme cómoda y esperar. Al llegar, la pareja que debía desocuparla no se había ido, así que tuve que volver al cuarto de examen. No habíamos terminado de llegar cuando tuve la primera contracción. Cuando H regresó, había tenido unas dos o tres más y ya estaban bastante fuertes. Nora me examinó de nuevo. <span style="font-style: italic;">Tienes cuatro centímetros de dilatación. Ya no creo que dé tiempo de poner anestesia…</span><br />
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Si las horas de parto con Diego fueron difusas y extrañas, los minutos del parto de Andrés fueron una especie de implosión temporal. No tengo nada claro. Hugo tampoco. Lo que en mi mente –aun hoy después de cuatro meses– fueron horas, en realidad fueron minutos. Un segundo estaba caminando por el hospital y al siguiente estaba inclinada sobre una cama, sudando frío y soñando con que me perforaran la espalda para ponerme la epi.<br />
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<object classid="clsid:D27CDB6E-AE6D-11cf-96B8-444553540000" data="http://www.flickr.com/apps/video/stewart.swf?v=66164" height="300" type="application/x-shockwave-flash" width="400"> <param name="flashvars" value="intl_lang=en-us&photo_secret=d6c136385e&photo_id=2921942037"><param name="movie" value="http://www.flickr.com/apps/video/stewart.swf?v=66164"><param name="bgcolor" value="#000000"><param name="allowFullScreen" value="true"><embed type="application/x-shockwave-flash" src="http://www.flickr.com/apps/video/stewart.swf?v=66164" bgcolor="#000000" allowfullscreen="true" flashvars="intl_lang=en-us&photo_secret=d6c136385e&photo_id=2921942037" width="400" height="300"></embed></object></div><div style="text-align: center;"><br />
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<div style="text-align: justify;">Pero antes de llegar a ese punto, un inciso explicativo. Como ya confesé en la crónica de Diego, yo había pasado ese primer embarazo con la fantasía pseudo-amazona de tener el parto lo más natural, menos intervencionista posible. La realidad, aquella madrugada del 13 de octubre, me dio una bofetada en la cara. Me encontré a mí misma lloriqueando y pidiendo clemencia. Una epidural más tarde, tuve un parto intelectualmente lúcido y transparente. Puja, respira, aguanta, puja, bienvenido Diego. No me arrepiento de haber sucumbido ante la anestesia. Disfruté cada contracción, tuve conciencia plena de las “etapas del parto”, una a una. Toqué, vi, sentí (claro, como quien siente un puñetazo a través de una almohada). Un año después, en octubre del 2007, <a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJEBQ6Fai9MqbI9JtQCTCkji7hyphenhyphenmw90TgYsSovxaf-ffv6brh93VnSIx8qQXuXmnBs1P2oUEwgzFltcHHOBhBhtMXJ9CdY1Xo4DZvtcz95MJf7lHDKsc9bPIZAB2eCVXgLxLJ0Z5wswb4/s1600-h/Llego_Tavito.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5293070705597331634" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJEBQ6Fai9MqbI9JtQCTCkji7hyphenhyphenmw90TgYsSovxaf-ffv6brh93VnSIx8qQXuXmnBs1P2oUEwgzFltcHHOBhBhtMXJ9CdY1Xo4DZvtcz95MJf7lHDKsc9bPIZAB2eCVXgLxLJ0Z5wswb4/s200/Llego_Tavito.jpg" style="cursor: pointer; float: left; height: 150px; margin: 0pt 10px 10px 0pt; width: 200px;" /></a>mi amiga mexicana Rossy daba a luz a Tavito <span style="font-style: italic;">epi-free</span> (más por accidente que por decisión propia). Hablar con la Rose después, ver su cara de serenidad… <span style="font-style: italic;">Pues sí, Ceci, me dolió un chorro, pos ni modo…</span> Quedé picada. ¿Cómo que <span style="font-style: italic;">pos ni modo</span>? ¿Cómo se sobrevive a algo así? Ahora esta pregunta sí tenía un fundamento empírico. Si unas cuantas horitas de contracciones habían doblegado mi espíritu y mis convicciones, ahora sabía a cabalidad que un parto sin anestesia debía ser algo de otro mundo. Para una casta de súper-mujeres que ya casi no existía.<br />
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En julio del 2008, apenas semanas antes del nacimiento de Andrés, mi amiga argentina Lola <a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpwIcGUd8qXxw6KygtPjVlDL5ULc63QUbS-BkdG-vwjLCDc9vbzU4fUV7Swc5xmj0-3_93CL36mG_ZrzAXaZpwMpeIwZBfbEweDuixdwS2yvacGPEwmgA5-3GdK4PoOTnIJpFSLLR0Zoc/s1600-h/Llego-Toby.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5293070825465238402" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpwIcGUd8qXxw6KygtPjVlDL5ULc63QUbS-BkdG-vwjLCDc9vbzU4fUV7Swc5xmj0-3_93CL36mG_ZrzAXaZpwMpeIwZBfbEweDuixdwS2yvacGPEwmgA5-3GdK4PoOTnIJpFSLLR0Zoc/s200/Llego-Toby.jpg" style="cursor: pointer; float: right; height: 150px; margin: 0pt 0pt 10px 10px; width: 200px;" /></a>también dio a luz sin anestesia. Esta vez oí la historia a minutos de haber ocurrido, por boca de ambos padres. Lola era, sin duda, otra súper-mujer. Esa noche estaba radiante, como si nada. ¿Pero no te dolió horrores? ¿Cómo hiciste? <span style="font-style: italic;"> Y nada, así nomás</span>, me dijo levantando hombros y cejas. Yo, por mi parte, ya muy cansada y recordando con vivacidad el dolor de las contracciones, me sentía cada vez más lejos de esa casta. Ya estaba decidida a aguantar lo necesario de mi casa al hospital, a ponerme en posición fetal y a recibir los beneficios analgésicos que nos regaló el siglo XX.<br />
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Pero las cosas siempre terminan pasando de la manera más imprevista, a pesar de que el cosmos no cesa de dejar señales en todas partes. No bastaba con las experiencias cercanas de Rossy, de Lola, de Anne (una compañera de colegio noruega que parió en su casa a un niño de casi cinco kilos en primavera). Después de muchos años de habernos perdido la pista, en verano volví a saber, vía Facebook, de una querida amiga del Cristo Rey: Samanta. Sami estaba embarazada de su segunda hija y esta vez quería lanzarse a parir al natural. Hablamos de nuestras experiencias, de la necesidad cultural por la anestesia, las inducciones y la cesárea, el miedo al dolor y de cómo hemos aprendido a subestimar el aguante femenino. Todo estaba por verse. Una cosa era hablar, otra parir. Unos días después del nacimiento de su Amaya, Sami me escribió contándome con detalle lo que ella calificó como “una experiencia orgásmica”. A pesar de su entusiasmo y sus palabras alentadoras, en ese momento me sentía completamente incapaz de sobrellevar algo parecido a lo que me contaba.</div><br />
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<div style="text-align: justify;">No recuerdo en qué momento pasé de estar parada a recostarme en la cama. Supongo que fue cuando la doctora de turno regresó a revisarme y dijo que ya tenía ocho centímetros (mi fantoche de doctor, que nos estafó por nueve meses y nunca me tocó la barriga siquiera, no apareció jamás). La cosa es que la gente seguía entrando y saliendo de la habitación, y en una de esas llegó el anestesiólogo –un hombre enorme, gordo y pelón, con dedos de tequeño (o, referencia más internacional, con dedos de morcilla pálida). Pero la apariencia física del doctor era lo de menos. El elemento clave aquí es que el anestesiólogo, el tipo que iba a meterme una aguja entre vértebra y vértebra, temblaba como gelatina. Quise creer que la que temblaba era yo, que estaba viendo mal. Pero ya las contracciones no tenían pausa. Era una continua batalla muscular. La cuestión es que el simpático Dr. Parkinson me perforó la mano para ponerme la vía y luego me invitó a ponerme en posición fetal, sobre mi lado izquierdo y a la orilla de la cama. Pero una vez de medio lado, ya las ganas de pujar eran más fuertes que mi amor por los barbitúricos. El doctor seguía diciendo <span style="font-style: italic;">Tranquila, sólo respira</span> (cabe mencionar que entre el dolor y las instrucciones cruzadas del doc y la enfermera –<span style="font-style: italic;">Respira largo y profundo, honey</span>, y <span style="font-style: italic;">Bocanadas cortas y seguidas, poh poh poh</span>– yo ya estaba mareada e hiperventilando). Para hacer el cuento corto, y así serle fiel a los eventos, cada vez que me daba el retorcijón –disimuladamente y como quien no quiere la cosa– pujaba un poquito y el alivio era tremendo. Cuando el doc se volteó para buscar el catéter declaré, categóricamente, <span style="font-style: italic;">I need to push</span>, y mientras lo decía, hecha un ovillo y en el borde de la cama de aquel cuarto de examen, pujé tal como la naturaleza me lo pedía. Lo siguiente que supe fue que el doctor me palmeó en el hombro y me dijo <span style="font-style: italic;">Hice todo lo que pude, honey</span>, y se largó por donde vino. Hubo un revuelo en la habitación (honestamente, no sé cuánta gente había; creo que sólo quedaban Hugo y Nora). Sólo sé que Nora me levantó la pijama y me dijo <span style="font-style: italic;">Arrímate al centro de la cama, o vamos a tener que atajar al bebé en el aire</span>. No sé cómo hice, pero entre pujadas y a empujones de Hugo, me arrimé. Seguía en posición fetal y seguía pujando sin mucha técnica (atrás habían quedado los consejos y las clases prenatales…). Mi mortificación inmediata era cómo iba a hacer para pujar y levantar la pierna al mismo tiempo. El pobre Andrés iba a nacer como una barajita. Pero Nora pareció leerme el pensamiento y le dijo a Hugo que me soltara la mano y se hiciera útil. Creo que en ese momento llegó otra enfermera a ayudar. La siguiente mortificación fue <span style="font-style: italic;">¿De dónde me agarro? ¿Qué hago con las manos?</span> Estiré los brazos por encima de la cabeza y agarré lo primero que encontré –tal vez el copete de la cama, tal vez el borde del colchón. En un momento de lucidez sí recordé que era más eficiente pujar mientras exhalaba, con la barbilla al pecho y sin hacer la fuerza con la cara. Traté de establecer algún ritmo (eso había sido tan fácil con Diego), pero esta vez el cuerpo dictaminaba la metodología. No creo haber pujado más de tres veces cuando alguien notó la aparición de una cabeza. A mí no me hacía falta el anuncio. Era clarísimo el trayecto del bebé. En ese instante recordé con nitidez las palabras de mi amiga Samanta: <span style="font-style: italic;">el anillo de fuego</span>. Es una sensación muy particular cuando la cabeza está coronando y comienza a salir. Esta es la parte del relato donde todo el mundo tiene el ceño fruncido y la mandíbula apretada. Esta es la parte del parto que yo no concebía sin anestesia. Este es, sin embargo, el momento de mayor alivio de los nueve meses de embarazo. A pesar del ardor y del dolor, a pesar de Hugo diciéndome <span style="font-style: italic;">No grites, Ceci</span> (y yo mentalmente respondiéndole <span style="font-style: italic;">Acuéstate y pare tú, condenado</span>), los segundos que dura el paso del bebé al mundo exterior, umbral foucaultiano de episteme a episteme, ruptura de ciclos, estallido de vida, es el mejor momento de toda mi existencia.<br />
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Después de esos segundos hay tanta adrenalina en mi cuerpo que no puedo parar de temblar y llorar. Siento que puedo parir cien veces más y que soy indestructible. En algún momento me pusieron boca arriba, pero no recuerdo cómo me volteé o cómo me sostuve. No recuerdo quién le cortó el cordón al bebé, jamás le vi la cara a la otra enfermera. Las rodillas eran de gelatina, sudaba frío, pero era la mujer más fuerte del mundo. Tuve la tranquilidad de ver el reloj de la pared (eran las 12.21) y de recordarle a Hugo que tomara fotos (la cámara había quedado abandonada al otro lado de la habitación). Andrés lloraba a todo pulmón. Me levantaron la pijama y me lo pusieron en el pecho.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjf0f-HUXwkpG9ow8OagfK-sSZPcXdPp0sG4xElj5Vmsm_0z4r4S38Q_K-hP2Rt2ZuELnX2_QS28WLrWNBaHegPeE6FYHIFpJ9rGxOSdtIbxjQ2Wewz1wpKUepDAsu-Y12bBfNq1ERiQb8/s1600-h/Llego-A.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5293071394277713938" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjf0f-HUXwkpG9ow8OagfK-sSZPcXdPp0sG4xElj5Vmsm_0z4r4S38Q_K-hP2Rt2ZuELnX2_QS28WLrWNBaHegPeE6FYHIFpJ9rGxOSdtIbxjQ2Wewz1wpKUepDAsu-Y12bBfNq1ERiQb8/s320/Llego-A.jpg" style="cursor: pointer; display: block; height: 320px; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 240px;" /></a><br />
Con Andrés sobre mí, después de esa batalla campal, mi cuerpo flotaba por encima de todos. Las enfermeras me hablaban, yo respondía en un inglés fluido, como si nada, pero al mismo tiempo, como desdoblada, veía la escena desde otro ángulo (la adrenalina es así de mágica…).<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjiOXTHQVhjznwkzC5vJEC0v-UTU07oaJFEP2quKRIh48RjaoLzilB8Rq4uRHBKugRG9HW2XgYJc0QpIoRX7offV0IaDphsSPE2SY_pTE-Qan4kmK_TWSVVuzLbf4PqdzvLF51BRDVaasE/s1600-h/Con-pa.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5293074237411933954" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjiOXTHQVhjznwkzC5vJEC0v-UTU07oaJFEP2quKRIh48RjaoLzilB8Rq4uRHBKugRG9HW2XgYJc0QpIoRX7offV0IaDphsSPE2SY_pTE-Qan4kmK_TWSVVuzLbf4PqdzvLF51BRDVaasE/s320/Con-pa.jpg" style="cursor: pointer; float: left; height: 240px; margin: 0pt 10px 10px 0pt; width: 320px;" /></a>La certeza que tuve ese día es que debe haber sólo un puñado de sensaciones físicas tan poderosas como un parto. Yo nunca había experimentado algo tan intenso e instintivo como esa mañana del 28 de septiembre. El cuerpo estaba actuando por encima de mi voluntad racional, dictaba y ejecutaba, y yo no podía escuchar más voces que las del instinto.<br />
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Después del torbellino, la verdadera sorpresa fue cuando por fin lo vi de frente. Andrés era distinto a Diego. El lector puede pensar que soy una perfecta idiota al haber esperado lo contrario, pero ni la más florida de las imaginaciones puede construir la cara del bebé que está por nacer. Andrés era otro, único desde el segundo en que supimos del embarazo. Sus manos, su olor, la manera de relacionarse conmigo, con Hugo, es distinta y particular. Renacen los miedos iniciales, como si no hubiéramos tenido ya otro hijo: qué tiene, por qué llora, lo estaré agarrando bien, me va a querer, será una buena persona (será un <span style="font-style: italic;">serial killer</span>), cómo sobrevivo si le pasa algo. Doy a luz y me reexamino como persona. Mi cuerpo, adolorido y cansado, está más vivo que nunca. Soy capaz de todo. Logré ser parte de esa casta superior que en realidad somos todas las mujeres. Me reexamino espiritualmente. Ser papá te hace fuerte y te hace más vulnerable que nunca. El hijo –el primero, el segundo, el quinto– es el punto débil. Cuando llora, cuando se retuerce por un simple cólico, te quitan el piso de los pies. Cuando tomas conciencia de que le puede pasar algo, que el mundo es hostil y que a la vuelta de la esquina hay algo que le puede hacer daño, entonces te provoca hacerte un ovillo y llorar a moco tendido.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhswPPKiLNNcRy9-fQrb8fpbAOA7BySXOazuZJsYb7f09Wnx4LmbHVovftUlY8rF4R3qCAn9_zLEC8bNfQosFFm3_vmWx4zb3Agh6TMs4BiUIDmuDZ8fn74LnXwqZxJhQ7WV_KpdywwSs8/s1600-h/Andres.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5293071992053038274" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhswPPKiLNNcRy9-fQrb8fpbAOA7BySXOazuZJsYb7f09Wnx4LmbHVovftUlY8rF4R3qCAn9_zLEC8bNfQosFFm3_vmWx4zb3Agh6TMs4BiUIDmuDZ8fn74LnXwqZxJhQ7WV_KpdywwSs8/s400/Andres.jpg" style="cursor: pointer; display: block; height: 340px; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px;" /></a><br />
El saldo final, aparte de un bebé hermosísimo, peludito y gordo, fue que me saqué el clavo de ver cómo era posible superar los prejuicios del dolor y sentir lo que habían sentido mis abuelas. El aprendizaje inmediato es que soy una “<span style="font-style: italic;">adrenaline junkie</span>” y repetiría la experiencia segundo a segundo. Sentir, un minuto atrás, al bebé moverse en la barriga, y al siguiente tenerlo en brazos después de un proceso casi sísmico es simplemente sobrecogedor. Después de minutos, horas tal vez, de no poder discernir, encuentro en mis brazos a una persona tan frágil durmiendo, respirando, apenas aprendiendo a moverse. Le apoyo la mano en el pecho y su calor me saca lágrimas. Vuelvo a tener ese vértigo en el estómago que tuve dos años atrás: me necesita tanto, pero yo lo necesito más a él. Y desde ese momento, el verdadero instante en que Andrés y yo nos conocimos, me convertí en Ceci, la mamá de Diego y Andrés. Esa es mi nueva, verdadera identidad. Lo demás no importa, son adornos superficiales.<br />
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Es tarde. Todos mis muchachos están durmiendo mientras afuera llueve a cántaros y las gotas golpean el techo y las ventanas. Vivimos muy lejos. De vez en cuando bajamos la cabeza, abatidos por la distancia, y nos preguntamos cuándo será el próximo domingo, la próxima navidad, el próximo cumpleaños que pasemos con la familia completa. Pero cada parto es un comienzo nuevo, no sólo para el recién llegado, sino para todos los que estamos cerca de él. Ahora somos cuatro; nos necesitamos y nos hacemos compañía. Creamos nuestras propias tradiciones y nos hacemos el propósito, Hugo y yo, de multiplicarnos como padres para llenar el vacío que deja la distancia y el desarraigo. Llenar todos los huecos con historias, fotografías, visitas, viajes y proyectos. Es por eso que escribo estas caóticas palabras. Quisiera que supieran, tal vez cuando a ellos les toque ser padres, lo que sentí cuando llegaron. Que sepan que su compañía hace llevadero todo lo difícil que nos toque por vivir. Que sepan que el parto, experiencia increíble y vertiginosa, es sólo el comienzo de otra experiencia inconmensurable e inenarrable: verlos crecer y quererlos cada día más.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhwaN-U8KV1tna335Toki4QTjPZYWBCh8Y7mtZrtP49jg-rdstkPXJpEvZUqUwbYJG9ADy2KFtXdsX__o1kvZ6bPQAMMb-M32_0f-MG0m8SAyh3McDPWVNgiwnIBG1-t2AuQM2bJ8n8_8U/s1600-h/Los4.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5293074363570073442" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhwaN-U8KV1tna335Toki4QTjPZYWBCh8Y7mtZrtP49jg-rdstkPXJpEvZUqUwbYJG9ADy2KFtXdsX__o1kvZ6bPQAMMb-M32_0f-MG0m8SAyh3McDPWVNgiwnIBG1-t2AuQM2bJ8n8_8U/s400/Los4.jpg" style="cursor: pointer; display: block; height: 300px; margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px;" /></a><br />
De este modo cierro, casi cuatro meses más tarde, la crónica del nacimiento de Andrés. He decidido mantener el título original porque sigo teniendo muy fresca la sensación de estar sometida al poder inefable de la naturaleza sobre mí y por encima de mi voluntad. Me disculpo por la falta de “poesía” en esta narración, la ausencia de hilo conductor, el fragmentarismo y demás pelones estilísticos (aparte, está de moda escribir mamarracho…). Cierro deseándoles a mis amigas barrigonas (y a las que están dándole vueltas a la idea) que tengan un buen parto y un feliz comienzo de nueva vida, en el sentido más verdadero de la expresión.<br />
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Ceci.</div>Hugohttp://www.blogger.com/profile/01651538261800268970noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-90821294044678196152007-12-15T07:42:00.000+07:002011-08-30T10:32:45.708+07:00Un poco de nadaSe me ocurrió echar una revisada a las Crónicas y oh, sorpresa, no hay registros míos en los últimos meses, quién sabe si años. No es que no haya ocurrido nada, no. Mucho menos que el verbo emotivo de C haya castrado mi musa. El trabajo ha estado fuerte, es verdad, pero siempre queda tiempo para el Facebook, así que ¿por qué no para el blogger?<br />
<br />
Podría pasar horas y párrafos enteros filosofando sobre cómo nos hemos acostumbrado a la vida anglo. Convencería hasta al más escéptico de que nada emocionante nos ha ocurrido luego de que nos encontramos a Collin Farrell y más recientemente a Larry Mullen Jr. <br />
<br />
Sin embargo, nada de esto explica mi sequía bloggística. Las únicas razones para tal desacierto no son más que la flojera y mi continuo apego a lo único con lo que soy consistente: la procrastinación.<br />
<br />
En vista de que estos azotes de barrio particulares me separan de los cada vez más escasos lectores, desde hoy me obligo a escribir aunque sea tres líneas a la semana. Veamos si así esto vuelve a coger vuelo. Una cosa sí advierto: al aumentar la frecuencia de mis escritos pueden esperar un incremento exponencial el nivel de gamelote (bastan estos cuatro párrafos como muestra). <br />
<br />
Saludos a los que aún quedan por aquí,<br />
<br />
-Hugohttp://www.blogger.com/profile/01651538261800268970noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-17564273395675580642007-10-05T03:37:00.000+07:002011-08-30T10:33:01.064+07:00REPORTE DE PP<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj3UrMojV09ybK8tv2DidXapln0rr80VOcmIZcXoN2TN_Nbh0U9fESJKpLn3BVBcGCK4VMNDP9NPTLuG_Gfg6bqkALVT-iO9vsKqEfE6YJPrSuKYWy9GI2QAf7zd6PDfVrH5z5khqqYK38/s1600-h/PP&D.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5117586124369290674" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj3UrMojV09ybK8tv2DidXapln0rr80VOcmIZcXoN2TN_Nbh0U9fESJKpLn3BVBcGCK4VMNDP9NPTLuG_Gfg6bqkALVT-iO9vsKqEfE6YJPrSuKYWy9GI2QAf7zd6PDfVrH5z5khqqYK38/s320/PP&D.jpg" style="cursor: pointer; float: left; margin: 0pt 10px 10px 0pt;" /></a><br />
Como los fieles seguidores de Diego ya saben, el Popular Tío Pepe vino a visitar al ahijado hace un par de semanas. A continuación, un reporte escrito por él mismo sobre su encuentro con el pequeño Titu.<br />
<br />
C.<br />
<br />
<div style="text-align: center;">* * *</div><br />
<div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><b><span lang="ES">Londres.</span></b></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><b><span lang="ES">J.I. Egan</span></b></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><b><span lang="ES">Reuters-</span></b></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><b><span lang="ES"><br />
</span></b></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;"><span lang="ES">Este corresponsal, con las emociones frescas aún, se atreve a realizar un breve esbozo de lo que fue una de las peleas más crueles del siglo. Aquella que pasará a los anales de la historia como "La Batalla de Terenure". </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;"><span lang="ES"> </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;"><br />
</div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;"><b><span lang="ES"><br />
</span></b></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;"><b><span lang="ES">Los rivales: </span></b></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;"><span lang="ES"> </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt 85.5pt; text-align: justify; text-indent: -49.5pt;"><span lang="ES"> <br />
</span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt 85.5pt; text-align: justify; text-indent: -49.5pt;"><span lang="ES">1- </span><span dir="ltr"><span lang="ES">Titu, el muchacho de la casa, el favorito, con todo a favor: los apostadores, buena alimentación, fanaticada creciente y devota, velocidad natural, agilidad felina, y sobre todo, una maestría en manipulación. </span></span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt 85.5pt; text-align: justify; text-indent: -49.5pt;"><span lang="ES"> 2- </span><span dir="ltr"><span lang="ES">PP, el retador. Un tipo con un poco más de alcance y tamaño, pero lento en sus movimientos, casi torpe –una conocedora diría más adelante, que la burlesca lentitud del retador se debe a la cantidad de "mamonazos" recibidos por éste en la cabeza, que lo que daba ese pobre hombre era pena-. Mal alimentado, con el público en contra (y las apuestas también: la prestigiosa casa Ladbrokes lo daba ganador 5000-1), en una locación extraña. </span></span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt 36pt; text-align: justify;"><br />
</div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt 36pt; text-align: justify;"><b><span lang="ES"><br />
</span></b></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt 36pt; text-align: justify;"><b><span lang="ES">La pelea:</span></b></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt 36pt; text-align: justify;"><b><span lang="ES"><br />
</span></b></div><div face="courier new" style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt 36pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> Desde el primer momento, el pequeño Titu se dedicó a golpear sin piedad a su humilde rival, que nada podía hacer para evitar la paliza en que convertiría el fin de semana.<br />
</span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"><br />
</span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> El primer encuentro vino en el mismo aeropuerto, cuando Titu, el destructor, sopesó sus opciones y esperó a que su tío lo cargara por primera vez en un par de meses para sonarle mayor bofetada y mirarlo con desprecio. Round 1: Titu.</span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> <br />
</span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES">Durante esa tarde, el pequeño se las ingenió para arremeter con dos brutales cabezazos, apuntados a los pómulos de su tío. Gracias a la fortuna, uno impactó cerca del pecho, pero el otro fue directo a la mandíbula. Round 2: Titu.</span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> <br />
</span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES">Esa noche, en cruel venganza, PP realizó toda clase de ruidos para que Titu despertara de su plácido sueño, y fue allí cuando el contrincante asestó uno de sus dos golpes firmes de la pelea: la sombra extraña en la puerta del cuarto del pequeño, que causó pánico-rabia-y-desolación en el muchacho de la casa (sobre todo impotencia por no saber aún bajarse de la cuna para darle una paliza al "ajeno"). Round 3: Pepe. </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> <br />
</span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES">El sábado en la mañana, PP se levanta y se asoma a la sala, justo cuando Titu, el asesino, comía su tradicional desayuno a base de vísceras de búfalo. Titu se sorprende y llora. Arruinado el desayuno. El retador, por dentro, sonríe. Round 4: Pepe.</span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> <br />
</span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES">Pero justo cuando el retador pensaba que remontaba, y los apostadores se preocupaban, Titu planeaba un día lleno de golpes brutales. El retador no tenía nada. Era aún sábado en la mañana y ya había gastados sus únicos cartuchos. </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> <br />
</span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES">El quinto round tendría vida en el zoológico, en donde Titu, con un pésimo humor, se dedicó a incrustar pequeños pero poderosos jabs en la cara de su rival, que nada podía hacer para evitarlos. En ciertos momentos, sólo se dedicó a empujar con desprecio a su oponente, y cuando éste volvía, era recibido con ganchos al mentón. Era una pera. Al público le empezaba a dar tristeza tal paliza. Round 5: Titu.</span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> <br />
</span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES">Esa noche, ambos peleadores estaban agotados. Titu, el conquistador, de tanto golpear a su torpe rival. PP, el cuasi finado, de recibir tal paliza. </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> <br />
</span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES">El domingo fue el día decisivo, el mortal. Serían sólo tres rounds, pero ya la pelea tendría nombre definitivo. </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> <br />
</span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES">El sexto asalto sería rápido para Titu, y fatal para PP. Luego de estudiar a su rival, Titu, el campeón, bajó un poco la guardia y logró acercarse lentamente a su oponente, para esperar justo el momento en que éste bajara la guardia y azotar sin ninguna piedad contra el ojo de PP con la punta de un menú plastificado. El retador caía a la lona por primera vez. 1...2...3...4...5...6...7...8.<wbr></wbr>.. y logró levantarse. Pero ya el daño estaba hecho, el pobre hombre era una piltrafa ciega. Titu reía y se mofaba. Round 6: Titu, con Knock Down incluido. </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> <br />
</span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES">El séptimo asalto sería inesperado. Cuando ambos rivales se encontraban ya en el apartamento, sede principal del evento, el pequeño Titu, el caníbal, asestó su segunda jugada mortal del día. Estando cargado por su oponente, el campeón "peló" sus únicos 4 dientes y dio uno de los mordiscos más despiadados de la historia, contra la indefensa tetilla de su rival. PP se fue a la lona de nuevo. 1...2...3...4...5...6...7...8.<wbr></wbr>..9... y logra, casi sin fuerzas, levantarse, mientras Titu se limpiaba la sangre de su boca. Round 7: Titu, con Knock Down incluido. </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> <br />
</span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES">Al final, y en una maniobra triste, patética y desesperada, el retador, PP, el traidor, contrario a lo establecido en las reglas del combate, despertó al pequeño Titu de su sagrada siesta, pensando que así podría tomar de sorpresa al muchacho de la casa. Triste elección: Titu, el manipulador, luego de flaquear un poco –su rival juraba que tenía, al menos, otro round- se acercó a su oponente, y juguetes en mano se dedicó a golpear sin piedad a PP, que no pudo más que agazaparse, cobardemente, y abandonar el combate. Round 8: Titu. Además, su oponente abandona la pelea. </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;"><b><span lang="ES"><br />
</span></b></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;"><b><span lang="ES"><br />
</span></b></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;"><b><span lang="ES">Tarjeta Final</span></b></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"><br />
</span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES">Campeón: Titu, el implacable.</span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"><br />
</span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES">Antes del abandono, se veía una decisión unánime en las tarjetas en favor del pequeño irlandés:</span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"><br />
</span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES">- Titu: 10+10+9+9+10+10+10+10= 78 </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES">- PP: 9+9+10+10+9+8+8+8= 71 </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;"><span lang="ES"><br />
</span></div><div face="courier new" style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;"><span lang="ES">El lunes fue día de reposo. Titu, campeón reinante, no dejó de observar a su ex-rival casi con piedad, mientras que éste, con las heridas aún frescas y el ojo casi inservible, patéticamente trataba de quedar bien con el pequeño y así evitar que se molestara y le diera otra paliza. </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;"><span lang="ES"> </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;"><span lang="ES"><b><br />
<br />
NOTA DEL EDITOR</b>: Adjunta está la prueba del daño oftalmológico causado por el gran Titu a su triste rival. </span></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><b><span lang="ES">Reuters-</span></b></div><div style="font-family: courier new; margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><b><span lang="ES"><br />
</span></b></div><div face="courier new" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div face="courier new" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj53-XXiVuJQTXr1gucMmIbar48feKK5ALi1BfflKVZJgbDaboV7xTD_u_iKirpDua1cxq5Tr7LUYu1u4AOOIqQQf1GEDtzGLcYVGglNbY5nfAckMNBOH4hQ5Nz0jxDucJeBcxTd8i60Uk/s1600-h/ojoPP.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5117584878828774818" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj53-XXiVuJQTXr1gucMmIbar48feKK5ALi1BfflKVZJgbDaboV7xTD_u_iKirpDua1cxq5Tr7LUYu1u4AOOIqQQf1GEDtzGLcYVGglNbY5nfAckMNBOH4hQ5Nz0jxDucJeBcxTd8i60Uk/s400/ojoPP.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a></div>Hugohttp://www.blogger.com/profile/01651538261800268970noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-36678582447510268452007-09-06T17:34:00.001+07:002021-01-30T13:55:38.816+07:00CD13 (English version) - TURKISH CHRONICLES<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh1U7doVnvX5b1cqWkV1BqJZdSnkqRTqmvWshyV9xfMHiz9bdbc2OXKLpWarpO3rgUyBhtDoL_89gNeUGl-1u3PjPlxJx8yaPV4iImGLs2It_xRd704PetsALaehDlvTmNkmF93HOp15w4/s1600-h/bluemosq2.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107043425062074466" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh1U7doVnvX5b1cqWkV1BqJZdSnkqRTqmvWshyV9xfMHiz9bdbc2OXKLpWarpO3rgUyBhtDoL_89gNeUGl-1u3PjPlxJx8yaPV4iImGLs2It_xRd704PetsALaehDlvTmNkmF93HOp15w4/s320/bluemosq2.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
<span style="font-weight: bold;">PRELIMINARY WARNING: </span> Here’s an attempt to translate my impressions about Istanbul so that the characters of this chronicle can read it as well. As usual, feel free to correct, revise and make as many amends as needed. My English is not as lousy as ten years ago, but it’s far from decent, especially when it comes to writing. I apologise for any inaccuracies, the Spanglish and the super-long-Spanish-like sentences, and for a few poetic licenses (a fancy way to disguise my lack of literary resources in English).<br />
<br />
<br />
<span style="font-weight: bold;">Ancient chronicles</span><br />
<br />
My relationship with Turkey began in 1995, when chance –as usual, placed me two doors away from Gökçe in Foresteria, our residence. When school was over (on Sunday, 25 May 1997) Gökçe and her parents, Carola and I headed to Istanbul. The real adventure began once I stood on Turkish soil. I was told by our usual travel agent that I didn’t need a visa to go to Turkey. In any case, I could always purchase one right at the airport, just as Tesmer, my American roommate, had done. But as the readers may already suspect, Turkish bureaucracy was determined to give us an anecdote to tell in these chronicles.<br />
<br />
The immigration officer’s “NO” was categorical. Tears were abundantly shed. My version of the story is as follows: escorted by two police officers, I went to pick up my luggage in order to recheck it, so that I could take the next flight to Italy, go to a Turkish consulate there and get the visa. Meanwhile, Gökçe’s dad ran back and forth throughout the airport, talking to every single officer he found on his way; G’s mum tried to comfort us while Gökçe, tears in her eyes and creaky voice, proclaimed her shame and disdain towards Turkish institutions. One or two hours later, I was given a red stamp on my passport and that very afternoon we were all comfortably sitting in the Özbilgin family’s living room, in Bursa.<br />
<br />
Ten years later, I learnt what actually happened, as told by Gökçe herself: while the two police officers were escorting me to the baggage area, Dr. Özbilgin had a turbulent conversation with the immigration officer in which he tried to explain that I was under his responsibility, that my parents did not live in Italy, that I had been misinformed, etc. According to G, her dad, who had met my parents at the school closing ceremony, somehow felt my folks had appointed him with my care. I don’t even think they said hello to each other, as my parents know Turkish as much as Dr. Özbilgin knows Spanish… Anyhow, parents are parents regardless of language and passports, so the image of the poor chubby girl being escorted by the two Turkish men-in-blue must have broken the good doctor’s heart. Meanwhile, the officer was showing off the best of the third world bureaucracy (so familiar to me, indeed, that for a moment I felt I was in Caracas airport instead of Istanbul). He told Dr. Özbilgin the only way for me to get a Turkish visa was if “someone” from the ministry of foreign affairs made a phone call on my behalf. It was Sunday afternoon, for crying out loud! It is a scientifically and universally proven fact that the human brain is absolutely useless on Sundays. Gökçe’s dad could already picture the chubby girl wandering around the lonely streets of Trieste, dragging her sad, heavy backpack behind her… Until he suddenly remembered this character, so familiar to all of us who have grown up under the shadows of bureaucratic <span style="font-style: italic;">possibilities… </span> That friend who happens to be “connected”. Gökçe confessed she has never been able to figure out what profession this man is, or what it is he does exactly. Anyway, he is the one they call every time there’s a bureaucratic complication in the family, and he always manages to sort it out. I just remember Gökçe’s dad glued to a payphone, gesturing and nodding. Gökçe says that ten minutes after the phone call, the very same cocky officer came back with a completely different attitude. “Do you want some tea, Doctor Özbilgin?”; that must have been his new approach, I suppose… The ending of this version you can already guess.<br />
<br />
For Gökçe’s dad, introducing an almost-illegal Venezuelan immigrant to his country was an incredible deed he remembers with fondness (though I reckon he must have ended up wishing no more of Gökçe’s international visitors would ever come back to Turkey). For me, on the other hand, it was the obscure beginning of the best trip I’ve ever had. Ten years after the quixotic experience, when Gökçe began to tell the story, Marcus turned towards me and said: “Ah, <span style="font-style: italic;">THAT</span> was you?”. Yes, that was me… His question did two things: first, it made me blush, and second, it made me regret I couldn’t speak Turkish so that I’d be able to convey to Gökçe’s dad how much that day impacted my life as well. And since ten years ago I wasn’t sharp enough to write down my impressions about that trip, here go some more up-to-date.<br />
<br />
<br />
<span style="font-weight: bold;">Contemporary chronicles</span><br />
<br />
I can’t think of a better way to describe Istanbul than through the sensations the city makes me feel.<br />
<br />
<br />
<span style="font-weight: bold;">EYES</span><br />
<br />
Istanbul enters through the eyes. On our arrival, the dryness of the landscape visually hit us, accustomed as we were to the bright Irish greenness. On the journey from the airport to Sultanahmet I thought of those movies they used to show during Easter, with a blonde Jesus Christ who dragged a tunic on a dirty soil with a few olive trees in the background. But the semi-desertic image soon disappears. The landscape begins to fill with minarets and three or four-story-high buildings which seem to fight for the best view. As we approach the Bosphorus the combat seems to take a whole new level. The houses pile up and up, defying gravity. The hills that descend to the sea seem to be made of buildings.<br />
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And the minarets stand up arrogantly, as if proclaiming no one can see more than Allah.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLNZncBzSOkYeC8IqaBzzSUTVhTIo1BJhDgpw7oiEg0xDMT3KP3j3FSqR7SLNsJTHPEybGnLEHf1UA_Ng_7qJPbGO5gHpPMDEOD9yEXBXcKMovdOUkzfP7X27yDCgNIsNjc5d7XXO-QcY/s1600-h/minarete_ala.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107044533163637106" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLNZncBzSOkYeC8IqaBzzSUTVhTIo1BJhDgpw7oiEg0xDMT3KP3j3FSqR7SLNsJTHPEybGnLEHf1UA_Ng_7qJPbGO5gHpPMDEOD9yEXBXcKMovdOUkzfP7X27yDCgNIsNjc5d7XXO-QcY/s320/minarete_ala.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
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Parallel to the avenue that is taking us to the hotel are the city walls. Orhan Pamuk, in his memoirs, mentions how Istanbul lives among, over, in the ruins of its past. This observation must be taken literally. Over the old walls, commissioned by Constantine the Great, houses, restaurants, kiosks and stores have been built.<br />
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The contrast is overwhelming. The new, the old; the solemn, the vulgar. At times I feel insulted. In Venezuela, a sad XIX century house where -just <span style="font-style: italic;">maybe</span>- Bolívar put a foot on is transformed into an almost-religious museum. In Istanbul, an insolent teenager reclines against the Byzantine wall, putting his left foot on the seventeen-century-old stone, while he squeezes a cigarette on it with his right hand.<br />
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While walking in Sultanahmet, the eye begins to get used to the exoticism of the buildings, the whimsical alleys, the solemnity of the History (with capital H) that breathes in every pore of the city. But then again, a new spectacle catches the eye and enters through the retina: the veils and the burkas. I don’t remember seeing so many veiled women ten years ago. Like the civilised Westerners we are, we tried to look indifferent, to appear “used to it”, but the truth is we had to watch: the arrangement of the veils, the patterns and colours, the movement of the body under the fabric, the shape of the nose, the mystery that women hide under the burka.<br />
<br />
And the colours of Istanbul, not only in the fabrics and streets, but in the people themselves, also catch the eye. The black and the green eyes, the pale and the dark women, the foreigners, the light and the dark Turks. The colours in the carpets, hanging in the streets.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgy8SyUL-QzU9dm1ueTxVdHZwFfsrpkG74mXc6Psde4lWMl5AsYxubxbG58VDHBhKVA8GNzrGkUjk3qyJ2tq5JVD9E0ncDn5Dq6f1EPTDyFxL6f7_v_I7NROWvSR2DwG5VSpTQOxMEa3fw/s1600-h/alfombras.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107043193133840370" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgy8SyUL-QzU9dm1ueTxVdHZwFfsrpkG74mXc6Psde4lWMl5AsYxubxbG58VDHBhKVA8GNzrGkUjk3qyJ2tq5JVD9E0ncDn5Dq6f1EPTDyFxL6f7_v_I7NROWvSR2DwG5VSpTQOxMEa3fw/s320/alfombras.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
The colour of the spices: the yellow turmeric, the blood-coloured sumac, the green henna, the red paprika, the brown cumin.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiYIo9fqzsMUl4GcvRoU1rmePgfgDv1YLenNrFLHjF2OTMtoOKE5K0TW1-4LeZSWLW9aQnPf0WrlLL082HpBc1enA2J6b2W7R0zxSjhU0VlDs2SLwIZtcxPdYotPzkU8N2M14OKzm_2NSM/s1600-h/especias.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107044047832332498" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiYIo9fqzsMUl4GcvRoU1rmePgfgDv1YLenNrFLHjF2OTMtoOKE5K0TW1-4LeZSWLW9aQnPf0WrlLL082HpBc1enA2J6b2W7R0zxSjhU0VlDs2SLwIZtcxPdYotPzkU8N2M14OKzm_2NSM/s320/especias.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
Rubén Darío, the modernist Nicaraguan poet, could not have envisioned a more beautiful image than the lamps hanging in the bazaars, shedding multi-coloured lights through their crystals.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhYdlV24SmwcyPULGsMqTbz2C4PBE6Zrs0Pa22aUOkUF21RIhXmKx62UxV3hwidH7y8745iJbY0uI2aGLqJ6j0xqarYg8qsQLuZedrDMPvpezT0LaeoZXUe9Q5JuAdFB2U_InoQqduw0mg/s1600-h/lamparas.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107044275465599298" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhYdlV24SmwcyPULGsMqTbz2C4PBE6Zrs0Pa22aUOkUF21RIhXmKx62UxV3hwidH7y8745iJbY0uI2aGLqJ6j0xqarYg8qsQLuZedrDMPvpezT0LaeoZXUe9Q5JuAdFB2U_InoQqduw0mg/s320/lamparas.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
Iznik blue tiles in the Blue Mosque.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg9ltnrh1pcEvuaizvvTZtx6Dh2c5FR9t-z_gdi7D2GkSlio4dCt0-Lzc95xYGbiNDI60nrVaivFHO7F7u-yOEF_GzqshrgbEIYwWDuPb8kqHsGmd0spqmDqEmTWB3adHHV-p4Xxok9-KU/s1600-h/ceramica_iznik.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107043742889654418" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg9ltnrh1pcEvuaizvvTZtx6Dh2c5FR9t-z_gdi7D2GkSlio4dCt0-Lzc95xYGbiNDI60nrVaivFHO7F7u-yOEF_GzqshrgbEIYwWDuPb8kqHsGmd0spqmDqEmTWB3adHHV-p4Xxok9-KU/s320/ceramica_iznik.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
The golden roofs of Topkapi.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjH8zXgqcDs3J6njceysNgjKb2aos2rHJ9KhxJdD6lxuzUX0NokNY5rHRK3TarPgg-LQ13Ua57KlJDGJLO3dFg4pWi-KjM0jjOPj98i-by-Dt1y5m9FRK-ZOl54P4unweCvvgyZ_p7HfT4/s1600-h/techo_harem.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107044773681805746" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjH8zXgqcDs3J6njceysNgjKb2aos2rHJ9KhxJdD6lxuzUX0NokNY5rHRK3TarPgg-LQ13Ua57KlJDGJLO3dFg4pWi-KjM0jjOPj98i-by-Dt1y5m9FRK-ZOl54P4unweCvvgyZ_p7HfT4/s320/techo_harem.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgKXBAOxW_n6GjaJtU0zB2pubsiVkNC_bUx0bpA3wCA29QT15t_jYPmZaw19Lx65HXPizdTSUymB7vWBh1ps8jpXEr3n03GOWEbZ94f4TyE4uSXdOG0aqR3qfOrBer1mLjiY4Qgk78OZVg/s1600-h/techo_topkapi.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107044773681805762" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgKXBAOxW_n6GjaJtU0zB2pubsiVkNC_bUx0bpA3wCA29QT15t_jYPmZaw19Lx65HXPizdTSUymB7vWBh1ps8jpXEr3n03GOWEbZ94f4TyE4uSXdOG0aqR3qfOrBer1mLjiY4Qgk78OZVg/s320/techo_topkapi.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
The unreal turquoise colour of the Marmara Sea, the color of the afternoon light…<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiuvA2YK5Pvm9kHTRVPYAYhkbLnvFpcok-zybyZS9HzbXrCwnTOihvs_GEdbkfzCthNigkTratjJA8aGetpKwAK4lF5SqZMoim8ysu2flxo2iMIuPAAqbdjJK1XvFFvzgsBtEt7Pq_St0s/s1600-h/mezqalatarde.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107044528868669794" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiuvA2YK5Pvm9kHTRVPYAYhkbLnvFpcok-zybyZS9HzbXrCwnTOihvs_GEdbkfzCthNigkTratjJA8aGetpKwAK4lF5SqZMoim8ysu2flxo2iMIuPAAqbdjJK1XvFFvzgsBtEt7Pq_St0s/s320/mezqalatarde.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
Istanbul can make you dizzy at times. The Byzantine, the Ottoman. The European fighting with the Arabesque. The splendour of a mosque or a palace next to a <span style="font-style: italic;">konak</span> that is falling to pieces.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhtsbKF2lEh42YKcFz46DmJH4LRhXiLDlWDHsgSOL9nnGwEGSzbLYWs7sw4W0Tn0-tJ4epTEscTrBvPZdX7jkXkGZjAeiEtNCN26r95-IhxFseXROA-gdCTu-QRcyDcnmVUrG4fM8TXV_s/s1600-h/dolmabahce.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107043747184621746" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhtsbKF2lEh42YKcFz46DmJH4LRhXiLDlWDHsgSOL9nnGwEGSzbLYWs7sw4W0Tn0-tJ4epTEscTrBvPZdX7jkXkGZjAeiEtNCN26r95-IhxFseXROA-gdCTu-QRcyDcnmVUrG4fM8TXV_s/s320/dolmabahce.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj7MDdMubYbWL3G3duCsbZm2cOfGSNkVr5Q6_VzrwtetBe8G0MVjJbfAfrYaoIF2Ru6kHVaeWL9pG9LxQ_42rkhtP9ZOnRJ8DZ8RBGvd4dwr7VxyBlgzWv1J3XYUpjFn0JEqapJKnurVGU/s1600-h/casa_madera.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107043738594687090" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj7MDdMubYbWL3G3duCsbZm2cOfGSNkVr5Q6_VzrwtetBe8G0MVjJbfAfrYaoIF2Ru6kHVaeWL9pG9LxQ_42rkhtP9ZOnRJ8DZ8RBGvd4dwr7VxyBlgzWv1J3XYUpjFn0JEqapJKnurVGU/s320/casa_madera.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
It is the vision of a city that was, no doubt about it, the cradle of what we have become today in the West. The vision of a city that felt asleep.<br />
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<br />
<span style="font-weight: bold;">NOSE</span><br />
<br />
For me, every city has a distinctive smell. Vienna smells like chestnuts, Seville smells like <span style="font-style: italic;">churros</span>, Buenos Aires smells like chocolate… Istanbul enters through the nose with violence. From the terrace of our hotel, with the Marmara on one side and the Blue Mosque on the other, it smells like the sea. But if you walk in Seraglio, Istanbul smells like roasted corn. A smoke-like, sweetish smell that burns the eyes and stays in the nose for a long time. In Eminönü there’s a mixture of sea and lamb. But it is in the Spice Bazaar where all senses over-saturate: cumin prevails, at first, but if you close your eyes, if you really focus, the smell of the harissa takes over, and then the black chilli and saffron begin to emerge too.<br />
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Cardamom, pepper, garlic. Rose tea, lavender.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhuyYORYAdcF2ZzZBCjPXIewJbix6_Pf87YsiHTNMzQHYInfRt4WsnzMjmFSlJpV53yO9PU7mK9ucaiA5Tes5es54fsmJ6HcQ0uSyQptbbUCd0LepO5LvMoESU4cd45ELTfoqzqj_eDg9M/s1600-h/tederosa.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107044777976773074" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhuyYORYAdcF2ZzZBCjPXIewJbix6_Pf87YsiHTNMzQHYInfRt4WsnzMjmFSlJpV53yO9PU7mK9ucaiA5Tes5es54fsmJ6HcQ0uSyQptbbUCd0LepO5LvMoESU4cd45ELTfoqzqj_eDg9M/s320/tederosa.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
All the smells at once. The brain just can’t process them. When we leave the Bazaar, when we enter the New Mosque, my nose is still recovering. My brain is still classifying and labelling the smells, letting me know: “That sweet smell was apple tea, that fruity one was fenugreek”.<br />
<br />
It’s been almost a month –and more than ten years, and I still can’t name a smell for Istanbul. Maybe the smell of the olive oil soap they gave us in the hotel. Maybe the smell of humidity down in the Basilica Cistern.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgKhSiqFTNEbaNJxAhDt-3xO6cc1y6OBY7uXRRQ_UQo_VwpG3CQ8k16eZAy6HcwLSEQ6XWWBSJBp-lTTW5Xg8DWNIdWl8P7Tj9WLb6FM-NvH-xU0kSS1kBi84I6Xow6ocws_8N5c3PMkoM/s1600-h/cisterna.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107043742889654434" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgKhSiqFTNEbaNJxAhDt-3xO6cc1y6OBY7uXRRQ_UQo_VwpG3CQ8k16eZAy6HcwLSEQ6XWWBSJBp-lTTW5Xg8DWNIdWl8P7Tj9WLb6FM-NvH-xU0kSS1kBi84I6Xow6ocws_8N5c3PMkoM/s320/cisterna.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
Or the smell of cigarette smoke that impregnates everything in the city. But then again, that’s not it. Istanbul does have a particular smell. I just can’t figure it out yet.<br />
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<br />
<span style="font-weight: bold;">MOUTH</span><br />
<br />
I could spend hours trying to describe what Turkey tastes like. I could try to shred with words Hamdi’s pistachio kebab, or the baklavas Carola and I used to eat by the dozens at Gökçe’s.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgv-GywxiiOJKP02iW4WuzETxgSp7MH7hRTjarkbvaLc77hbEPU60v8A2fA4W-7QBXeYX1gfSnMngH4xZCL4JlwsRn-CPzB7mvhhTOkkwiPZkTt5chSCTRMg9nmdCmnHyl5FL_hzbOIbh8/s1600-h/baklava.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107043420767107122" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgv-GywxiiOJKP02iW4WuzETxgSp7MH7hRTjarkbvaLc77hbEPU60v8A2fA4W-7QBXeYX1gfSnMngH4xZCL4JlwsRn-CPzB7mvhhTOkkwiPZkTt5chSCTRMg9nmdCmnHyl5FL_hzbOIbh8/s320/baklava.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
Or the Grand Bazaar ayran (honey and mint, heavenly combination), the humus at Gökçe’s wedding, Hamdi’s baba ghanoush, <span style="font-style: italic;">eric</span> by the dozen in Bursa, the thousand different kinds of nuts in the Spice Bazaar.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZNZPZqPPHUF4jcy0HNw9hwnGMlyGwSVMyFMW8epO5DclQsOZ-y8HAWyzXYPc4lYmb4WPp3JGTYfaIqTV9GM6PzOqWTHM8Ge6nOHQkcUz3UreLhYYRcCah2nUX0THFG58W6w4WluKSscU/s1600-h/nueces.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107044537458604434" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZNZPZqPPHUF4jcy0HNw9hwnGMlyGwSVMyFMW8epO5DclQsOZ-y8HAWyzXYPc4lYmb4WPp3JGTYfaIqTV9GM6PzOqWTHM8Ge6nOHQkcUz3UreLhYYRcCah2nUX0THFG58W6w4WluKSscU/s320/nueces.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
The honeycomb and the bitter cherry juice of Armada Hotel, Gökçe’s grandma’s miracle soup, lamb so soft it melts in your mouth, the pistachios from the street vendors in Sultanahmet, so many different kinds of olives it is impossible to remember their names.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhqqqo3_aTMEP3zEiT8_0Umb_XPAPYFOKlLCmpSgrmXOUZfR6h3fo3lmx3Cy2Qt3M3oQWGd2D10FM_fTw1HRm3bcCB0Ian8jVfU6N18D_mViWHYG5kiEgbwrXusqiuCK465vlLg5ODFj6U/s1600-h/aceitunas.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107043184543905746" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhqqqo3_aTMEP3zEiT8_0Umb_XPAPYFOKlLCmpSgrmXOUZfR6h3fo3lmx3Cy2Qt3M3oQWGd2D10FM_fTw1HRm3bcCB0Ian8jVfU6N18D_mViWHYG5kiEgbwrXusqiuCK465vlLg5ODFj6U/s320/aceitunas.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
The apple tea burns your tongue with flavour. Even cold water (<span style="font-style: italic;">su</span>, indispensable word in the Turkish summer) tastes like glory in Istanbul.<br />
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<br />
<span style="font-weight: bold;">SKIN</span><br />
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Istanbul can also be felt right to the bones. A Turk touches without reservations. A tap on the shoulder is an invitation to do business.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiTxxgQ7xBbbaGtM0nAHKRgNZY9E8vi3tVRb0YBSKArV8VYlpFSmoLZDAg3Cqh4OQOZ9ODI7fi-DjwiJi_MGZJMbF-aOmeNiXhwaSPAqQIPZgMJFCmTvKEPDtkKL4aQclKLxhPGhvYPBnw/s1600-h/turci.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107044782271740386" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiTxxgQ7xBbbaGtM0nAHKRgNZY9E8vi3tVRb0YBSKArV8VYlpFSmoLZDAg3Cqh4OQOZ9ODI7fi-DjwiJi_MGZJMbF-aOmeNiXhwaSPAqQIPZgMJFCmTvKEPDtkKL4aQclKLxhPGhvYPBnw/s320/turci.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
Visiting mosques was an absolutely tactile experience. A ritual for the skin: taking the shoes off, covering head and shoulders, sitting on the praying room carpets or on the cold marble stones of their courtyards.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjSn9-U-r5BGYKuqUsUZ0ADygP8uQocSQQ3qJizOpwK5S8GkIPzdSN6QftNoibmn-BjYaFRhkWsE2oaIsfB7fekV8035YWratylju6YE4GhElC_q3vAVedraD0P3gerqqEkaeLL1Vt_6VM/s1600-h/alfombra.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107043193133840354" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjSn9-U-r5BGYKuqUsUZ0ADygP8uQocSQQ3qJizOpwK5S8GkIPzdSN6QftNoibmn-BjYaFRhkWsE2oaIsfB7fekV8035YWratylju6YE4GhElC_q3vAVedraD0P3gerqqEkaeLL1Vt_6VM/s320/alfombra.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgVRC2Seo4Ig7Qer5qiseONd2_ro_r9E5FEl2AiLN0FwVvhDgX4jhfjFOvbk1-lga6OEJMN6hoTjlzc7BpMatHODWerYfGxRqRqAU79bU4u1hindUK910LT7Q5eU0BxDcQfX_TxZTH2EtI/s1600-h/marmol.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107044279760566610" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgVRC2Seo4Ig7Qer5qiseONd2_ro_r9E5FEl2AiLN0FwVvhDgX4jhfjFOvbk1-lga6OEJMN6hoTjlzc7BpMatHODWerYfGxRqRqAU79bU4u1hindUK910LT7Q5eU0BxDcQfX_TxZTH2EtI/s320/marmol.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
After an infamous Irish summer where the temperature wouldn’t rise beyond 22 degrees, the Mediterranean heat gave a whole new meaning to the wonderful fountains around the city.<br />
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Watching men doing the ablutions before the prayer made us envious. Watching the sea at the distance, untouchable, frustrated us. After walking for hours, pushing Diego’s buggy up Istanbul’s steep roads, we fully understood the relationship between Turks and water. Washing up before the prayer, building underground cisterns, making architectonic marvels out of fountains, splashing water when bidding farewell to a visitor, it all makes sense.<br />
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And for those who “see” with their hands, like me, walking in the Grand Bazaar was a real pleasure. Each carpet, rug, tablecloth, scarf, veil, each centimetre of fabric is a temptation. Sinking your hands in pistachio, hazelnut and almond baskets. Touching with the tip of your fingers, almost with reverence, Istanbul’s columns, walls, mosaics and tiles, fences and rails, fountains, granite and marble stones, is to catch some of Pamuk’s <span style="font-style: italic;">hüzün</span>.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhF4PRN-2KsH-tMDHkYI-N58d7ZUQJ38PkyQN5F_ZxJsqEEIHd5tP4KqYRD_2yjeAjQItUsIc7FOh8gR8Ww1WbuDURoy9jOTqju2PvtSC-E6jfHMFpBHf0yxllPjQLgzSs1KLIlPsUTxts/s1600-h/azulejos.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107043420767107106" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhF4PRN-2KsH-tMDHkYI-N58d7ZUQJ38PkyQN5F_ZxJsqEEIHd5tP4KqYRD_2yjeAjQItUsIc7FOh8gR8Ww1WbuDURoy9jOTqju2PvtSC-E6jfHMFpBHf0yxllPjQLgzSs1KLIlPsUTxts/s320/azulejos.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
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<span style="font-weight: bold;">EARS</span><br />
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From the call to prayer to the annoying Arab music in taxis, ears can’t escape Istanbul’s charm. The city moves to the rhythm of a “rough” language, but this roughness has apparently given its speakers an almost supernatural ability to learn all languages on earth. Hugo and I regretted not knowing Basque or any other weird and mysterious language when we walked through the alleys of the Grand Bazaar. We missed a secret code to freely express which lamp we liked or which tea set we wanted to pick. The salesmen, standing by the doors of their stores, are hunting for words in order to label their next pray. Italian? No, maybe Spanish or Portuguese. And in a matter of seconds they bomb the passers-by with welcomes in three or four different languages. I remembered then the myth of the tower of Babel, and I thought its naïve author never met the Turk from whom I bought spices and who spoke to me in perfect Spanish, even emulating different accents of my language.<br />
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The other music from Istanbul is composed by its squealing and melancholic seagulls…<br />
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…the sea sound, close yet untouchable, the melody of traffic –unforgiving as in all big cities. And the best of all: the horns of boats and ships.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmHatVlq9ZD2IQKpXsCcvUn3EsU0XAl0Q1RI5Upt-lHGZYaVhcLlkZ-hi8BtQL3yJYbgxTC_daC7a-9SF40hBipTFnx6w25h4MfWe_SAyi2VET4mNE0EL8Wd0gYDnfBw-ctQCQsnG64QM/s1600-h/barcos.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107043425062074434" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmHatVlq9ZD2IQKpXsCcvUn3EsU0XAl0Q1RI5Upt-lHGZYaVhcLlkZ-hi8BtQL3yJYbgxTC_daC7a-9SF40hBipTFnx6w25h4MfWe_SAyi2VET4mNE0EL8Wd0gYDnfBw-ctQCQsnG64QM/s320/barcos.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
Pamuk mentions them over and over again. I must confess I felt annoyed by how he deals with the topic of melancholy in his novel –<span style="font-style: italic;">Istanbul, memories of a city</span>. In spite of being the main character of his work, I thought this <span style="font-style: italic;">hüzün</span> didn’t reach me through his words. Pamuk depicts a grey, wintry Istanbul, saddened by its past glories, but this is not quite what makes it a nostalgic city. <span style="font-style: italic;">Hüzün</span> may be felt and breathed in an Istanbul full of movement, in the midst of a summer morning. It gets to your bones when the sun sets and the call to prayer bounces in every wall of the city. It is finally understood when the ships mourn in Eminönü, in their slow journey through the Bosphorus.<br />
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<b><span style="font-weight: bold;">MA</span><i>Ş</i><span style="font-weight: bold;">ALLAH</span></b><span style="font-weight: bold;">, WEDDING AND IMAGINARY FRIENDS</span><br />
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<i>Maşallah</i> is the word that best defines the spiritual aspect of our week in Istanbul. Something that surely tourist guides don’t mention is that the Turk is a very familiar character. We were amazed, once and again, by how affectionate everyone was towards Diego. In each store, restaurant or museum, there was always someone who would come to the baby to make a comment about him, touch him or even hold him.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjRcrnUIzHqeGTVD0XXodyK5ojlPltjmpHoJMuswqe1jiZvcIv5VroaAqlAiuOmv7byeheHqOz_FN76PyTbIo8UViXIuG4msTnhuThyphenhyphenZ6PDJ6-xTGX3Pe-UrgEMm6ZsGi7GPcp5Kcmv7k8/s1600-h/turcos&D.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107044782271740402" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjRcrnUIzHqeGTVD0XXodyK5ojlPltjmpHoJMuswqe1jiZvcIv5VroaAqlAiuOmv7byeheHqOz_FN76PyTbIo8UViXIuG4msTnhuThyphenhyphenZ6PDJ6-xTGX3Pe-UrgEMm6ZsGi7GPcp5Kcmv7k8/s320/turcos&D.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
When we were waiting for our friends to take a Bosphorus boat trip, a hairy, scary-looking fellow came to Diego’s buggy, where he was pleasantly asleep, and took his picture with a cell phone. The word we kept hearing any time this kind of thing happened was “<i>maşallah</i>”. When we told Gökçe about it and we asked her to translate it, the three of us fell in the awkward silence left by linguistic gaps. It didn’t matter anyway, because we already knew what it meant.<i> Maşallah</i> is the Turkish version of the Venezuelan “<span style="font-style: italic;">Dios me lo bendiga</span>”. A blessing, a congratulation, a good wish.<br />
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A few days ago I told a friend that Europe cannot be fully understood without visiting Istanbul, but I suspect my affection toward this city and this country is not only due to the marvelous feeling of standing in the middle of Haghia Sophia and looking up to its dome.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiabgGgoNhnf9AIJjKUOJU0L18HKYggUBuxl_jW2Smr6CtDqYkIlyVMzLBBfKvC7wywp9ifgTOEEXRs-nXA5aCBW1MZjomCufQ3rLkfijTgn_N3x_galg6W5Xl-C8RK2M3UyDY6O6ih3fg/s1600-h/ayasofya.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107043197428807698" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiabgGgoNhnf9AIJjKUOJU0L18HKYggUBuxl_jW2Smr6CtDqYkIlyVMzLBBfKvC7wywp9ifgTOEEXRs-nXA5aCBW1MZjomCufQ3rLkfijTgn_N3x_galg6W5Xl-C8RK2M3UyDY6O6ih3fg/s320/ayasofya.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
Or getting lost in the labyrinth of the Grand Bazaar, or letting yourself go in the blue tones of Sultanahmet Camii.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEieZp9dSgHX4no7ZSLnk9eC-KVdfXjCSQCvn-fkGIFaY1h79_kLI5z4GiOVhw6VLjqcX2W-MX_BgErx-7MLq-_U5fpd7ClRQQwFxjBIzyN5qbacvxoFja7eSsXge507jK4SaZ_JG8tnqBk/s1600-h/bluemosq.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107043425062074450" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEieZp9dSgHX4no7ZSLnk9eC-KVdfXjCSQCvn-fkGIFaY1h79_kLI5z4GiOVhw6VLjqcX2W-MX_BgErx-7MLq-_U5fpd7ClRQQwFxjBIzyN5qbacvxoFja7eSsXge507jK4SaZ_JG8tnqBk/s320/bluemosq.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
Or feeling ridiculously tiny inside Süleymaniye.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgi9eWQvnz1RHIquBsmZDfHGfz75F5OjpjqUAdGcYWcRuQicN-wQCiVPVZ_wSJMVrdZj4y26LsiTENJk1z45w_ANBGOt-uVjo_SG4AvPa1v6XQmwXV9Bpk5glD4SWJRJgugSeAX-hQqGmc/s1600-h/infimo_suleymaniye.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107044275465599282" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgi9eWQvnz1RHIquBsmZDfHGfz75F5OjpjqUAdGcYWcRuQicN-wQCiVPVZ_wSJMVrdZj4y26LsiTENJk1z45w_ANBGOt-uVjo_SG4AvPa1v6XQmwXV9Bpk5glD4SWJRJgugSeAX-hQqGmc/s320/infimo_suleymaniye.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
Turkey is Gökçe and her family; her mum laughing out loud when Carola and I burnt half of her kitchen trying to cook some <span style="font-style: italic;">empanadas</span>; her dad driving in the middle of the night just to give us an amazing gift -Pamukkale; her grandma making us soup; her little brother making an effort to understand our poor English. Ten years later, Turkey is an encounter with my imaginary friends. It is being able to finally materialise them to Hugo and Diego: You see, Hugo? Limpho does exist! And being able to repeat the magic formula that was naming and placing: “This is Lizzy, from Sweden”. Turkey means sitting down in a café to synthesise ten years in an afternoon, watching Gökçe in white and listening to her Swede say “evet”, while the imam calls to prayer in the background.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgONn9Ec8hb3tfpblX7rRrYWmRlPeyghtS4TYUw_-KjgF6yTpiP28wJCHberUl5gkunyLnksE7gO1NTU7q-Y_utLGpPxvz7t_r62DJXt7U5_8SWsNksjzDJgUMC8JHURhmZRnJ0uuNK8fk/s1600-h/evet.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107044052127299826" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgONn9Ec8hb3tfpblX7rRrYWmRlPeyghtS4TYUw_-KjgF6yTpiP28wJCHberUl5gkunyLnksE7gO1NTU7q-Y_utLGpPxvz7t_r62DJXt7U5_8SWsNksjzDJgUMC8JHURhmZRnJ0uuNK8fk/s320/evet.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
It means arguing with Tezz, a kebab in each hand, about our eternal preoccupations, as if ten years were a sigh in a city that has been there since the beginning of time.<br />
<br />
<br />
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<div style="text-align: center;">* * *</div><br />
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As usual, I’m stuck when it comes to giving this chronicle a closure.<br />
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In a long list of the things that generate <span style="font-style: italic;">hüzün</span>, Pamuk says:<br />
<br />
<blockquote>But what I am trying to describe now is not the melancholy of Istanbul, but the <span style="font-style: italic;">hüzün</span> in which we see ourselves reflected, the <span style="font-style: italic;">hüzün</span> we absorb with pride and share as a community. To feel this <span style="font-style: italic;">hüzün</span> is to see the scenes, evoke the memories, in which the city itself becomes the very illustration, the very essence, of <span style="font-style: italic;">hüzün</span>. I am speaking of… everything being broken, worn-out, past its prime.</blockquote><br />
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9ITmYcRpiSfy0w9KZuXcxhWsXVMaUJ0_HFQ1Zg8gCSCnfdqLKn6a5Aj5mCXQrp0Z4xEfpyBvBNyenRTLdpzUerukvoimn3Tw75ZdYhYi3pUSIWxAuEFjX9TJOC-A8V5C6R2i1-N66ei0/s1600-h/casa_madera2.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107043742889654402" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9ITmYcRpiSfy0w9KZuXcxhWsXVMaUJ0_HFQ1Zg8gCSCnfdqLKn6a5Aj5mCXQrp0Z4xEfpyBvBNyenRTLdpzUerukvoimn3Tw75ZdYhYi3pUSIWxAuEFjX9TJOC-A8V5C6R2i1-N66ei0/s320/casa_madera2.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
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Pamuk adds that that nostalgia does not belong to the external observer, to the tourist; however, I shamelessly take over it, just as I stole the Galician <span style="font-style: italic;">morriña</span> and the Portuguese <span style="font-style: italic;">saudade</span>. His words echo in my head since I finished his novel a few months ago. <span style="font-style: italic;">Everything being broken, worn-out, past its prime</span>. But the city looks as lively as ever. Amongst ruins, with permanent reminders of a hubristic past, the Turks move around a city that vibrates, in the full sense of the word. Nostalgia emanates from everywhere because I, an external observer, a tourist, an outsider, carry it within myself. It’s the nostalgia that accompanies me whenever I somehow return to Duino. Coming back to Turkey and meeting with my friends automatically makes me put my life into perspective.<br />
<br />
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqX7168UZaaQVk_sOXAN_2JcMZvv6RWHCX8071CAga1y1MjZ8cDKEhjN7Am05pYgdWZriLoSMbSBnZW3rDTfEMAPTydxgPiyEWF2Q85h29utYATruQe1CtvQ2pY4GSZTCDJenpf8R4IQU/s1600-h/foregirls.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5107044052127299842" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqX7168UZaaQVk_sOXAN_2JcMZvv6RWHCX8071CAga1y1MjZ8cDKEhjN7Am05pYgdWZriLoSMbSBnZW3rDTfEMAPTydxgPiyEWF2Q85h29utYATruQe1CtvQ2pY4GSZTCDJenpf8R4IQU/s320/foregirls.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
We sit down for a coffee in a tiny Istanbul street, and while someone tells a funny story about school or what she’s been up to lately, each of us -privately, in silence- makes a quick balance of her own life. Each of us weights her decisions and evaluates her steps. At the door of our thirties, I wonder if, as Istanbul, everything is already sorted out, decided; if all opportunities have been granted, used, wasted; if we all are past our prime (it’s the pessimist in me, I know). But I come back to Istanbul, to the conversation and to my friends and I feel lucky. Despite the differences in styles, careers and lives in general, I feel reflected in each of them. They represent possibilities and prove, ten years before and ten years later, that Duino was a mythical time, something unrepeatable that forever shaped the way I see the world. The price to pay for it is, probably, to drag around a nostalgia, a <span style="font-style: italic;">hüzün</span> by which I see, measure and breathe everything around me.<br />
<br />
It is a fair price.<br />
<br />
I hope I can come back to Istanbul many times, tour its streets, get lost in its history and in my own history. I hope I can steal, once more, some nostalgia from Orhan Pamuk and the Istanbullus.<br />
<br />
<br />
C.<span style="font-weight: bold;"><br />
</span>Hugohttp://www.blogger.com/profile/01651538261800268970noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-12845484867572605202007-09-04T03:34:00.000+07:002011-08-30T10:33:29.482+07:00CD13 - CRÓNICAS TURCAS<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgQQHG7UHVMJrubwTE-k5zqGrTlMXWxU2nsdej54eT8MgLZUCL6mOqjtQONvk5DmyCH5eE_aOyTKtICz441YofV_1tOn87MCu0u_2NK4i2Ng3hzOlFTTUVNUBAg2fzXv6iEcIFvcHqBqmk/s1600-h/bluemosq2.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106093232267310610" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgQQHG7UHVMJrubwTE-k5zqGrTlMXWxU2nsdej54eT8MgLZUCL6mOqjtQONvk5DmyCH5eE_aOyTKtICz441YofV_1tOn87MCu0u_2NK4i2Ng3hzOlFTTUVNUBAg2fzXv6iEcIFvcHqBqmk/s320/bluemosq2.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
<span style="font-style: italic; font-weight: bold;">Crónicas antiguas</span><br />
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Mi relación con Turquía comenzó en 1995, cuando la casualidad –como siempre– me puso a dos puertas de Gökçe en nuestra residencia, Foresteria. Al terminar el colegio, el domingo 25 de mayo de 1997 arrancamos Gökçe y sus papás, Carola y yo a Estambul. Al pisar suelo turco comenzó la verdadera aventura. En la agencia de viajes donde solíamos comprar nuestros pasajes me habían dicho que no necesitaba visa para Turquía. De todas maneras, existía la posibilidad de “comprarla” en el mismo aeropuerto, tal como había hecho Tesmer, mi compañera de cuarto gringa. Pero como los lectores ya se imaginarán, la burocracia turca estaba decidida a regalarnos una anécdota para relatar en estas crónicas.<br />
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El “NO” del oficial de inmigración fue rotundo. Lágrimas rodaron en abundancia. Mi versión de la historia es la siguiente: escoltada por un par de policías fui a recoger mi equipaje, para rechequearlo, tomar el siguiente avión a Italia, ir al consulado turco y conseguir allá la visa. Mientras tanto, el papá de Gökçe corría como loco por todo el aeropuerto, hablando con cuanto funcionario se topaba; la mamá de G nos consolaba, mientras ella, con la voz entrecortada, proclamaba su vergüenza ante las instituciones turcas. Una, dos horas después, me pusieron un sello rojo en el pasaporte y esa misma tarde estábamos sentadas en la comodidad de la familia Özbilgin en Bursa.<br />
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Diez años más tarde, me entero de lo que en realidad sucedió, contado por Gökçe: mientras los policías me escoltaban al carrusel del equipaje, el Dr. Özbilgin se enfrascó en una turbulenta disputa con el funcionario de inmigración, tratando de explicarle que yo estaba bajo su responsabilidad, que mis padres no vivían en Italia, que yo había sido mal informada, etc. Según cuenta G, su papá, que había conocido a los míos en la ceremonia de clausura del colegio, sentía que mis viejos me habían encomendado a él, aunque en realidad, creo yo, no habían cruzado palabra, en vista que mis papás saben de turco lo que el Dr. Özbilgin sabe de español… La cosa es que padre es padre en cualquier parte del mundo, y la imagen de la pobre gordita escoltada por los pacos turcos le debe haber partido el corazón al buen doctor. Por su parte, el funcionario, exhibiendo lo mejor de la burocracia tercermundista (tan familiar que por un momento sentí que estaba en Maiquetía en lugar de Estambul), le dijo al Dr. Özbilgin que la única manera de que yo obtuviera una visa turca es que “alguien” en el ministerio de relaciones exteriores hiciera una llamada telefónica en mi favor. Era domingo en la tarde. Es un hecho científica y universalmente comprobado que los domingos en la tarde el ser humano no tiene capacidad para razonar, mucho menos para trabajar. El papá de Gökçe ya se imaginaba a la gordita vagando, mochila a cuestas, por las desoladas calles de Trieste… Hasta que le vino a la mente un personaje, familiar a todos los que hemos crecido bajo la sombra del chanchullo… Aquel amigo que está “conectado”. Gökçe nos confesó que nunca ha sabido con certeza qué profesión tiene este señor, o a qué se dedica exactamente. Lo cierto es que cada vez que hay alguna complicación burocrática en la familia, lo llaman y todo se soluciona por arte de magia. Yo sólo recuerdo al papá de Gökçe pegado a un teléfono público, gesticulando y asintiendo. Gökçe dice que a los diez minutos de la llamada, aquel funcionario altanero regresó con una actitud completamente distinta. “Doctor Özbilgin, ¿quiere un tecito?”, es lo que se me ocurre que le dijo… El final de esta versión ya se lo imaginan.<br />
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Para el papá de Gökçina, introducir quasi-ilegalmente a una venezolana a su país fue una proeza que recuerda con cariño (aunque no le deben haber quedado ganas de recibir a más visitantes internacionales en su vida). Para mí, fue el oscuro inicio del mejor viaje que he hecho jamás. A diez años de la quijotesca experiencia, cuando Gökçe comenzó a echar el cuento, Marcus se voletó hacia mí y dijo: “Aaah, ¿ésa eras tú?”. Sí, ésa era yo… Su pregunta causó dos cosas: que me pusiera como un tomate y que lamentara no hablar turco para decirle al papá de Gökçe que a mí también me había marcado ese día. Como hace diez años no tuve la lucidez de escribir mis impresiones sobre ese viaje, aquí van algunas más actualizadas.<br />
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<span style="font-style: italic; font-weight: bold;">Crónicas modernas</span><br />
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No se me ocurre mejor manera de describir Estambul que a través de las sensaciones que esa ciudad produce en el cuerpo.<br />
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<span style="font-weight: bold;">OJOS</span><br />
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Estambul entra por los ojos. Al llegar, la aridez del paisaje nos golpeó visualmente, después de estar acostumbrados al verde intenso de Irlanda. En el trayecto del aeropuerto a Sultanahmet pensé en aquellas películas que pasaban en Venevisón durante Semana Santa. Un Jesucristo rubio, caminando con su túnica sobre la tierra seca, un par de olivos de fondo. Pero la imagen semi-desértica pronto desaparece. El paisaje comienza a llenarse de minaretes y edificios de tres o cuatro pisos que parecen pelear por la mejor vista. A medida que nos vamos a acercando al Bósforo la trifulca se hace más intensa. Las casas se apiñan más y más, desafiando la gravedad. Las colinas que bajan hasta el mar parecen hechas de edificios.<br />
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Y los minaretes sobresalen con arrogancia, como proclamando que nadie ve más que Alá.<br />
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Paralela a la avenida que nos lleva al hotel está la muralla de la ciudad. Orhan Pamuk, en sus memorias, comenta cómo Estambul vive entre, sobre, en las ruinas de su pasado. Esta observación hay que tomarla literalmente. Sobre los viejos muros, construidos por Constantino el Grande, se erigen casas y restaurantes, o se apoyan locales, kioscos, y pancartas.<br />
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El contraste es aplastante. Lo nuevo, lo viejo; lo solemne, lo vulgar. Por momentos me sentí insultada. En Venezuela se le rinde culto casi religioso a una casa del siglo XIX donde Bolívar tal vez, quizás, visitó en alguno de sus viajes. En Estambul, un quinceañero insolente se recuesta de la muralla bizantina, apoyando su pie izquierdo sobre la piedra de diecisiete siglos, mientras estruja una colilla con su mano derecha.<br />
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Ya caminando por Sultanahmet, a medida que los ojos se van habituando al exotismo de los edificios, al capricho de los callejones, a la solemnidad de la historia que se respira en la ciudad, un nuevo espectáculo entra por la retina: los velos y las burkas. No recuerdo haber visto tantas mujeres veladas hace diez años. Como occidentales civilizados que somos, tratamos de parecer indiferentes, de lucir “acostumbrados”, pero lo cierto es que teníamos que detenernos a mirar. El arreglo de los velos, los estampados, el movimiento del cuerpo bajo la tela, la forma de la nariz, el misterio que oculta la mujer bajo la burka.<br />
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Y los colores de Estambul, no sólo en las telas, en las calles, sino en la misma gente, entran por los ojos. Los ojos negros y los ojos verdes, las mujeres muy blancas y las mujeres morenas, los extranjeros, los turcos claros y oscuros. Los colores en las alfombras, colgadas en las calles.<br />
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Los colores de las especias: el amarillo de la cúrcuma, el color sangre del sumac, el henna verde, la páprika roja, el comino marrón.<br />
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Miles de lámparas en el bazar, con sus cristales iluminados, son una visión al mejor estilo de Rubén Darío.<br />
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La cerámica de Iznik en la Mezquita Azul.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjR0jTIYEJfFEi0m89v0qQWjRS0D08FnsJLDiMtE9UdjmynqEGM4kYIrGKqWdxBHFDcg78kgj8eFWwf2z387JPL35XeRFCyz8iu6rY35Zbp2Grdd_G5JuwwcVQ7866WHP2DG7cIywel13k/s1600-h/ceramica_iznik.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106093528620054082" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjR0jTIYEJfFEi0m89v0qQWjRS0D08FnsJLDiMtE9UdjmynqEGM4kYIrGKqWdxBHFDcg78kgj8eFWwf2z387JPL35XeRFCyz8iu6rY35Zbp2Grdd_G5JuwwcVQ7866WHP2DG7cIywel13k/s320/ceramica_iznik.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a>Los techos dorados de Topkapi,<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiC7fp8dg9jOR_qVycZhPeIqIKsqxnQkaKgZUv6miN-3c0V0g-SbB7OeIerozPd0YrnSVQcM-ZwlTtD8XP5MZ8e6OFZfUohvJ1rAQVP7gpk2kyuJ8Tm3epythmiUECVATlnuH2VL8tF0fk/s1600-h/techo_harem.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106094748390766434" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiC7fp8dg9jOR_qVycZhPeIqIKsqxnQkaKgZUv6miN-3c0V0g-SbB7OeIerozPd0YrnSVQcM-ZwlTtD8XP5MZ8e6OFZfUohvJ1rAQVP7gpk2kyuJ8Tm3epythmiUECVATlnuH2VL8tF0fk/s320/techo_harem.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwUPsTT_qbILNTcjNLkyFjyzXMmqB2IJiRAtqCMbcEPLgMx_V4SmtPnrvt64maAof2GEH6SrjhO0xk2c1JIHq4vZOWSJMWtopo36mvzgmy_GRjHWy8Ll4R5jpunZyR5s5B06K0mt0KB-8/s1600-h/techo_topkapi.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106094748390766450" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwUPsTT_qbILNTcjNLkyFjyzXMmqB2IJiRAtqCMbcEPLgMx_V4SmtPnrvt64maAof2GEH6SrjhO0xk2c1JIHq4vZOWSJMWtopo36mvzgmy_GRjHWy8Ll4R5jpunZyR5s5B06K0mt0KB-8/s320/techo_topkapi.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
el color turquesa irreal del Mármara, el color de la tarde…<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjMLnLDnBN8qdkDBAnLisd-W66H44M2pO-ds3HHunTY5gTevNlI9WTxOtLEPaz6Su3GV1JTzxb7SAaxeOgYdI6e7SuEgdwIma9PsA04EVqjAHJWofdWsr7pPM0WAbmBCb6pFLXVVEvWZWU/s1600-h/mezqalatarde.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106094469217892114" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjMLnLDnBN8qdkDBAnLisd-W66H44M2pO-ds3HHunTY5gTevNlI9WTxOtLEPaz6Su3GV1JTzxb7SAaxeOgYdI6e7SuEgdwIma9PsA04EVqjAHJWofdWsr7pPM0WAbmBCb6pFLXVVEvWZWU/s320/mezqalatarde.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
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Estambul marea por momentos. Lo bizantino, lo otomano. Europa en pugna con la cultura árabe. El esplendor de una mezquita o de un palacio, junto a un konak que se cae a pedazos.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9Kv0H8JO4M3E0FNWypzopgCduVfGNAThUeNBiNEgDTbs1R53RKUCedicPY9T0V55RqZeRffno5EhUjpX5PjSu0Mjyi1wGhv0hmi4CF3FitZdeY2Re7fRsayVGhn2esOwa78PB0ggLQbM/s1600-h/casa_madera.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106093524325086754" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9Kv0H8JO4M3E0FNWypzopgCduVfGNAThUeNBiNEgDTbs1R53RKUCedicPY9T0V55RqZeRffno5EhUjpX5PjSu0Mjyi1wGhv0hmi4CF3FitZdeY2Re7fRsayVGhn2esOwa78PB0ggLQbM/s320/casa_madera.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
La visión de una ciudad que fue, indiscutiblemente, la cuna de lo que hoy somos en Occidente. La visión de una ciudad que se quedó dormida.<br />
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<span style="font-weight: bold;">NARIZ</span><br />
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Para mí, cada ciudad tiene un olor distintivo. Viena huele a castañas, Sevilla huele a churros, Buenos Aires a chocolate… Estambul entra por la nariz con violencia. Desde la terraza de nuestro hotel, con vista al Mármara de un lado, y a la Mezquita Azul del otro, huele a mar. Pero caminando por Seraglio, Estambul huele a maíz asado. Un olor dulzón, ahumado, que pica en los ojos y se queda en la nariz por mucho rato. En Eminönü hay una mezcla a mar y cordero. Pero es en el Bazar de las Especias donde se sobresaturan los sentidos: el comino domina, por momentos, pero si se cierran los ojos, si uno se concentra de verdad, el olor de la harissa, del chile negro, del azafrán, comienzan a distinguirse.<br />
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Cardamomo, pimienta, ajo. Té de rosa, lavanda.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjgPgzDP8JHumnmiLeEzDzGAPVeB3OdBl16Cs6Zc_UFJqED92zJVqZGjcICQfmOcFREcTvYLU8kRLnnJEYsRKGdfeSDNTxsLBGmUhS0Mmowe3DUC3I3MkkM7YTTn9_d3Vwy19PeW7sOooU/s1600-h/tederosa.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106094752685733762" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjgPgzDP8JHumnmiLeEzDzGAPVeB3OdBl16Cs6Zc_UFJqED92zJVqZGjcICQfmOcFREcTvYLU8kRLnnJEYsRKGdfeSDNTxsLBGmUhS0Mmowe3DUC3I3MkkM7YTTn9_d3Vwy19PeW7sOooU/s320/tederosa.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
Todos los olores de golpe. El cerebro no puede procesarlos. Cuando el Bazar queda atrás, cuando entramos en la Nueva Mezquita, aún mi nariz no se recupera. Mi cerebro sigue clasificando y archivando olores, notificándome: "Aquel olor dulzón era té de manzana, aquel otro afrutado era <span style="font-style: italic;">fenugreek</span>".<br />
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Ha pasado casi un mes –y más de diez años– de nuestra visita, y aún no logro darle un olor a Estambul. Tal vez el olor del jabón de olivos que nos regalaron en el hotel. Tal vez el olor a humedad de la Cisterna Basílica.<br />
<br />
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg4w_D1HAZXB2qtYmS4K6MzOjF69FMq_EFLfJ6YZfHwtSLzeqZpkamDXFkzdU3Zk0MsWpoIFk1-DlgNq0hBaEh5MvOVNoeA0JEc_nOehQBdOFhFp8Ox_iNaAIR_ea8Cce5N8Vujt6jNpRE/s1600-h/cisterna.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106093532915021394" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg4w_D1HAZXB2qtYmS4K6MzOjF69FMq_EFLfJ6YZfHwtSLzeqZpkamDXFkzdU3Zk0MsWpoIFk1-DlgNq0hBaEh5MvOVNoeA0JEc_nOehQBdOFhFp8Ox_iNaAIR_ea8Cce5N8Vujt6jNpRE/s320/cisterna.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
O el olor a cigarrillo que todo lo impregna en la ciudad. Pero no. Estambul sí tiene un olor particular, sólo que mi cerebro todavía no da con él.<br />
<br />
<br />
<br />
<span style="font-weight: bold;">BOCA</span><br />
<br />
Podría pasar horas tratando de describir a qué sabe Turquía. Podría tratar de desmenuzar con palabras el kebab de pistacho del restaurante Hamdi, o los baklavas que nos comíamos por docenas Carola y yo en casa de Gökçe,<br />
<br />
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhTpk7Kg4pEBVI0LGMNI_akYqrHsBpFVRv3hEF_TE6iEOqH5cJSlpkqNMHENkfismsh8COsH2SlzBkv7dUlgLE5CRQSDBAej6eleqI9YX1PP08l8FPurHZF9kGdjTtDoQXITIOhWzIX84U/s1600-h/baklava.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106093227972343266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhTpk7Kg4pEBVI0LGMNI_akYqrHsBpFVRv3hEF_TE6iEOqH5cJSlpkqNMHENkfismsh8COsH2SlzBkv7dUlgLE5CRQSDBAej6eleqI9YX1PP08l8FPurHZF9kGdjTtDoQXITIOhWzIX84U/s320/baklava.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
el ayran del Gran Bazar (miel y menta, combinación perfecta), el humus en la boda de Gökçe, el baba ghanoush también del Hamdi, los eric por docenas en Bursa, los miles de tipos distintos de nueces del Bazar de las Especias,<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjLdLdgP9yFhQbK3hNcaDRZ6KBkczYAmwXfTSjrX-mjEZ654bHTkK_v4swCO3IzQZ6mZlmjcWAMAHhKo3S8Q5KpHmpKoucvToJlNsVdQ98cHoj0ADOaH-1s5FkHaojmjrX3byqzxm62H6o/s1600-h/nueces.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106094477807826754" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjLdLdgP9yFhQbK3hNcaDRZ6KBkczYAmwXfTSjrX-mjEZ654bHTkK_v4swCO3IzQZ6mZlmjcWAMAHhKo3S8Q5KpHmpKoucvToJlNsVdQ98cHoj0ADOaH-1s5FkHaojmjrX3byqzxm62H6o/s320/nueces.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
la miel de panal y el jugo de cereza amarga del Hotel Armada, el caldo milagroso de la abuelita de Gökçe, el cordero tan suave que se deshace en la boca, los pistachos de los vendedores ambulantes en Sultanahmet, tanta variedad de aceitunas que es imposible recordar sus nombres.<br />
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El té de manzana inflama las papilas. Incluso el agua fría (<span style="font-style: italic;">su</span>, palabra indispensable en el verano turco) sabe a gloria en Estambul.<br />
<br />
<br />
<span style="font-weight: bold;">PIEL</span><br />
<br />
Estambul también se siente hasta los huesos. El turco toca, invita, roza. Una palmada en el hombro es el inicio de un negocio.<br />
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Visitar las mezquitas fue una experiencia 100% táctil. Un ritual para la piel: descalzarse, cubrirse cabeza y hombros, sentarse en las alfombras de las salas de oración o en las frías losas de mármol de sus patios.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgqDZvXEKlLQ-ZM2ff-uBojoAc_mxsvGSdG_ILLqz2Uf402B_XSadWy_vCXp-JuM_ArZppj5BsLWuQjL0H8fczZCuQxyCKKSI6VC-FsiPY-Uj0epNE-4AuArDJ55fX5SpTk74yhFzP0ow8/s1600-h/alfombra.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106092832835351954" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgqDZvXEKlLQ-ZM2ff-uBojoAc_mxsvGSdG_ILLqz2Uf402B_XSadWy_vCXp-JuM_ArZppj5BsLWuQjL0H8fczZCuQxyCKKSI6VC-FsiPY-Uj0epNE-4AuArDJ55fX5SpTk74yhFzP0ow8/s320/alfombra.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgaTr-FmaiDZgdvKYZ9r5B57hLcn0lSWjPK2UOnZ4SElFkqWB_StzEURzbDz1RPrpgXdpiZKoOZPpUiqlTvwmZUV522T2_Nab2ZIwNXmZgjL_arQ7rSIQQmJjrqgFmcBrDXjA4pDqZ9TCw/s1600-h/marmol.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106094181455083266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgaTr-FmaiDZgdvKYZ9r5B57hLcn0lSWjPK2UOnZ4SElFkqWB_StzEURzbDz1RPrpgXdpiZKoOZPpUiqlTvwmZUV522T2_Nab2ZIwNXmZgjL_arQ7rSIQQmJjrqgFmcBrDXjA4pDqZ9TCw/s320/marmol.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
<br />
Después de un infame verano irlandés, donde la temperatura jamás subió de los 22 grados, el calor mediterráneo le confirió un nuevo sentido a las maravillosas fuentes que plagan la ciudad.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjnz-4aWGpBtNI8NL1KI9N471D1qkxTHdKba1dyqc5pii75cuuk9mNTnDulxOxM82uYRT6D0vt7B4uTHdNsq4YCXBBrKa9sMMZSrQAq-hEEapu6Gzxhl8GYjPNGbbexiDbZBe0VHT8Ldxs/s1600-h/fuentes.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106094168570181314" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjnz-4aWGpBtNI8NL1KI9N471D1qkxTHdKba1dyqc5pii75cuuk9mNTnDulxOxM82uYRT6D0vt7B4uTHdNsq4YCXBBrKa9sMMZSrQAq-hEEapu6Gzxhl8GYjPNGbbexiDbZBe0VHT8Ldxs/s320/fuentes.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
Ver a los hombres haciendo las abluciones antes del rezo nos causó envidia. Ver el mar a lo lejos, intocable, nos causó frustración. Después de caminar por horas, empujando el coche de Diego por las empinadas calles de Estambul, la relación del turco con el agua se hizo clara. Lavarse para rezar, construir cisternas subterráneas, hacer de las fuentes maravillas arquitectónicas, derramar agua al despedir a un visitante (para que la marea lo traiga de regreso), todo se entiende.<br />
<br />
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2aBU-ikEaBul4UCpOvJVqNWm7wHphf72DL38crC2ga0nMsel6FHf0zNF4p9D7fGnxzgCatvQNVjdn7qXsZGa4IClbz9CATJm5NOQ8A4AT3MEEL0TV4E0JB4wnaHduTTOQwP5I62Y9nQg/s1600-h/fuentes2.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106094172865148626" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2aBU-ikEaBul4UCpOvJVqNWm7wHphf72DL38crC2ga0nMsel6FHf0zNF4p9D7fGnxzgCatvQNVjdn7qXsZGa4IClbz9CATJm5NOQ8A4AT3MEEL0TV4E0JB4wnaHduTTOQwP5I62Y9nQg/s320/fuentes2.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
Y para aquellos que “ven” con las manos, como yo, pasear por el Gran Bazar fue todo un placer. Cada alfombra, tapete, mantel, bufanda, velo, cada centímetro de tela, cada tejido, cada bordado, cada estampado era una tentación. Hundir las manos en las cestas de pistachos, avellanas, nueces y almendras. Tocar con la punta de los dedos, casi con reverencia, las columnas, paredes, mosaicos y cerámicas, barandas y rejas, fuentes, granitos y mármoles de Estambul es contagiarse del <span style="font-style: italic;">hüzün</span> de Pamuk.<br />
<br />
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjbe3NC5K3T8RceDrwbWZ2geWqZqBl_hX6x6KiSJKBBZyk6fauOtyMhVuvPnT4A2E6En3R1FNsd-Cmx3PfQUPmsv61s_P1VK_SafbKKRLXrylwqbdEk2MLkC5tNlz0usM5v2Eim3U1O5aQ/s1600-h/tearcol.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106094477807826770" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjbe3NC5K3T8RceDrwbWZ2geWqZqBl_hX6x6KiSJKBBZyk6fauOtyMhVuvPnT4A2E6En3R1FNsd-Cmx3PfQUPmsv61s_P1VK_SafbKKRLXrylwqbdEk2MLkC5tNlz0usM5v2Eim3U1O5aQ/s320/tearcol.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj8kJCcOTnC8FdNtVVyAB5KDnK-PyQsjqoj8aZbaGOt4IUIhG_G4O1vzymZEgGResiw_oSzbdlxzgnrQGOQRdS8dYmoXQLjny_UZl5lhfLoOaP4mImo84VK4-gyrCdVZhgo3R3bU0y_d28/s1600-h/azulejos.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106093223677375954" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj8kJCcOTnC8FdNtVVyAB5KDnK-PyQsjqoj8aZbaGOt4IUIhG_G4O1vzymZEgGResiw_oSzbdlxzgnrQGOQRdS8dYmoXQLjny_UZl5lhfLoOaP4mImo84VK4-gyrCdVZhgo3R3bU0y_d28/s320/azulejos.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
<br />
<span style="font-weight: bold;">OÍDOS</span><br />
<br />
Desde el llamado a la oración hasta la atorrante música árabe en los taxis, los oídos no se salvan en la Nueva Roma. Estambul se mueve al son del turco, un idioma que suena “duro”, pero aparentemente esta dureza le ha regalado a sus hablantes la capacidad casi mágica de aprender todas las lenguas. Hugo y yo lamentamos no hablar vasco o cualquier otro idioma oscuro y misterioso cuando caminamos por los pasajes del Gran Bazar. Nos hizo falta un código secreto para expresar libremente qué lámparas nos gustaban o qué juego de té preferíamos. Los vendedores, apostados en las puertas de sus negocios, están a la cacería de palabras para etiquetar a sus próximas víctimas. ¿Italiano? No, tal vez español o portugués. Y en cuestión de segundos bombardean a los transeúntes con bienvenidas en tres o cuatro idiomas. Pensé entonces en la torre de Babel, y en que el ingenuo autor del mito jamás conoció al turco que me vendió especias en el Bazar, hablándome en perfecto castellano e incluso emulando diferentes acentos de mi lengua.<br />
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La otra música de Estambul la componen sus gaviotas, chillonas y melancólicas,<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEim4s0qWNhkG7KtKF2XGd0bY8d7eBG_peh9GjAxn0hegCPNd6uJBQKRa7lFGdbhrBrhFP9tBnJaJQ3WHBkkeIH1Wtm3FIYKkfchdWH03heVTjthWqctf7cBAqT-sBuAKHNoa4u11TQFh34/s1600-h/Ayasofya_gaviota_casas.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106092837130319282" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEim4s0qWNhkG7KtKF2XGd0bY8d7eBG_peh9GjAxn0hegCPNd6uJBQKRa7lFGdbhrBrhFP9tBnJaJQ3WHBkkeIH1Wtm3FIYKkfchdWH03heVTjthWqctf7cBAqT-sBuAKHNoa4u11TQFh34/s320/Ayasofya_gaviota_casas.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
el sonido del mar, cercano e intocable, la melodía del tráfico que no perdona a las grandes ciudades y, lo mejor de todo, las sirenas de los barcos.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgl85MQfGlK1mkAOpuiU_S_51g0os0S9tTMONF892Xy58-TgeJuJp0UGQ5-0MMZlhJC8Wb9ZIfyHr53BKgGPEy0NrnhS94KuOfSd_p7nt8PuKnxox9QKYIDAs3oc0MU_C6ThNFR0BciZ2U/s1600-h/barcos.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106093227972343282" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgl85MQfGlK1mkAOpuiU_S_51g0os0S9tTMONF892Xy58-TgeJuJp0UGQ5-0MMZlhJC8Wb9ZIfyHr53BKgGPEy0NrnhS94KuOfSd_p7nt8PuKnxox9QKYIDAs3oc0MU_C6ThNFR0BciZ2U/s320/barcos.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
Pamuk las nombra incesantemente. Confieso que al leer <span style="font-style: italic;">Estambul, memorias de una ciudad</span>, me fastidió un poco el tema de la nostalgia; me pareció que, a pesar de ser el protagonista de su obra, este <span style="font-style: italic;">hüzün</span> no se terminaba de materializar en sus palabras. Pamuk pinta una Estambul gris, invernal, triste en sus glorias pasadas, pero esto no es lo que la hace una ciudad nostálgica. El <span style="font-style: italic;">hüzün</span> se respira en una Estambul llena de movimiento, en pleno verano. Se mete en los huesos cuando cae la tarde y el llamado a la oración retumba en cada muro de la ciudad. Se entiende, finalmente, cuando los barcos gimen en Eminönü en su lenta travesía por el Bósforo.<br />
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<b><br />
</b><br />
<b><span style="font-weight: bold;">MA</span><i>Ş</i><span style="font-weight: bold;">ALLAH, BODA Y AMIGOS IMAGINARIOS</span></b><br />
<br />
<i>Maşallah</i> es la palabra que define el aspecto “espiritual” de nuestra semana en Estambul. Algo que seguramente no mencionan las guías turísticas es que el turco es familiar. Nos sorprendió, una y otra vez, lo afectuosos que fueron todos con Diego. En cada tienda, museo o restaurante donde estuvimos, encontramos a alguien que se acercó a hacer algún comentario sobre el bebé, tocarlo e incluso cargarlo.<br />
<br />
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<br />
Cuando estábamos esperando a nuestros amigos para hacer el paseo en bote por el Bósforo, un tipo bigotón y peludo se acercó al coche donde Diego dormía y le tomó una foto con su celular. La palabra que escuchamos repetidamente cuando algo así ocurría era “<i>maşallah</i>”. Cuando le contamos esto a Gökçe y le pedimos que nos tradujera lo que significaba, nos quedamos los tres en el silencio que dejan a veces los huecos lingüísticos. No importó, de todas maneras, porque ya sabíamos lo que significaba. <i>Maşallah</i> es la versión turca del venezolano “Diosmelobendigaymelofavorezca”. Una bendición, una felicitación, un buen deseo.<br />
<br />
Hace poco le comentaba a Sánchez que Europa no se entiende sin visitar Estambul, pero sospecho que mi cariño por esta ciudad y por este país no se debe sólo a la maravilla que es pararse en la mitad del Aya Sofya y mirar hacia arriba,<br />
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o perderse en los laberintos del Gran Bazar, o dejarse llevar por los tonos de azul de Sultanahmet Camii,<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjsarr5YGpTOaCnc4nf6qT7SVaQWnpL_Xgz_n8QHw3faRA3Y53epp1Pi6LC2klnN2xGFmtLvzgmytMvfvTxXHU94HiTHprD4HR9dXy7Q9Pc2LJJo3HkXK8aqGZ9JDRtkS9tZqYeaNxW-L4/s1600-h/bluemosq.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106093232267310594" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjsarr5YGpTOaCnc4nf6qT7SVaQWnpL_Xgz_n8QHw3faRA3Y53epp1Pi6LC2klnN2xGFmtLvzgmytMvfvTxXHU94HiTHprD4HR9dXy7Q9Pc2LJJo3HkXK8aqGZ9JDRtkS9tZqYeaNxW-L4/s320/bluemosq.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
o sentirse ínfimo dentro de Süleymaniye.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgnEBYPbg2ZhEm6xpHnMpz3NokUzp1mqmoxxnvGsPxVx9kg8cabRbvFBdLFTQhZQgssAz-hqW-eBADGRCB3FZzai2v3uIcTFNRvy11k0FAfYV1JtJNujjw2RgrHVi81MkRO2Y285U0OtiE/s1600-h/infimo_suleymaniye.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106094172865148642" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgnEBYPbg2ZhEm6xpHnMpz3NokUzp1mqmoxxnvGsPxVx9kg8cabRbvFBdLFTQhZQgssAz-hqW-eBADGRCB3FZzai2v3uIcTFNRvy11k0FAfYV1JtJNujjw2RgrHVi81MkRO2Y285U0OtiE/s320/infimo_suleymaniye.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
Turquía es Gökçe y su familia, su mamá muerta de risa cuando Carola y yo le quemamos media cocina tratando de hacer empanadas, su papá manejando de madrugada para regalarnos Pamukkale, su abuelita haciéndonos sopa, su hermano tratando de entender el inglés primitivo de las dos sudacas. Diez años después, Turquía es reencontrarme con mis amigas imaginarias y materializarlas frente a Hugo y Diego. ¿Viste, Hugo, que Limpho sí existe? Y repetir la fórmula mágica que era nombrar y ubicar en el mapa: “Ella es Lizzy, de Suecia”. Es sentarnos en un café a resumir diez años en una tarde, ver a Gökçe de blanco y escuchar a su sueco diciendo “evet”, mientras de fondo el imán llama a la oración de la tarde.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgRQyM_vk3_LE2cd2Wefv7pgM-_Sncahs070RDkoYfok1Qopn26whlVCC8Ol0AS1d-ycrrrjEUsWPp7qnhsCRYcqZdpTPe5EPuSfvfzc04_la7TgRxaJbDcmGI_GqjUv01b7HhyTDDHQGo/s1600-h/evet.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106093885102339746" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgRQyM_vk3_LE2cd2Wefv7pgM-_Sncahs070RDkoYfok1Qopn26whlVCC8Ol0AS1d-ycrrrjEUsWPp7qnhsCRYcqZdpTPe5EPuSfvfzc04_la7TgRxaJbDcmGI_GqjUv01b7HhyTDDHQGo/s320/evet.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
Es discutir con Tezz, kebabs en mano, sobre nuestras eternas mortificaciones, como si diez años fueran un suspiro en una ciudad que ha estado ahí desde que el mundo es mundo.<br />
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<div style="text-align: center;">* * *</div><br />
Como siempre, me veo estancada a la hora de cerrar esta crónica.<br />
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En una larga enumeración de las cosas que le generan <span style="font-style: italic;">hüzün</span>, Pamuk dice:<br />
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<blockquote>But what I am trying to describe now is not the melancholy of Istanbul, but the <span style="font-style: italic;">hüzün</span> in which we see ourselves reflected, the <span style="font-style: italic;">hüzün</span> we absorb with pride and share as a community. To feel this <span style="font-style: italic;">hüzün</span> is to see the scenes, evoke the memories, in which the city itself becomes the very illustration, the very essence, of <span style="font-style: italic;">hüzün</span>. I am speaking of… everything being broken, worn-out, past its prime.<br />
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</blockquote><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg5yRPpv2qzyoXq33x5RUwLnVO51Qu053zxbzq75uub6VJrKf-jbwuCDUmlmUyHedog1iPCLn6ZrE7dPJ1hQKXFKsVOpZCMo3EtN7KgCxAQlfTbUIX7Q7QlKxZzhhYY6NMqzpgAIiZIri8/s1600-h/casa_madera2.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106093528620054066" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg5yRPpv2qzyoXq33x5RUwLnVO51Qu053zxbzq75uub6VJrKf-jbwuCDUmlmUyHedog1iPCLn6ZrE7dPJ1hQKXFKsVOpZCMo3EtN7KgCxAQlfTbUIX7Q7QlKxZzhhYY6NMqzpgAIiZIri8/s320/casa_madera2.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
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Pamuk añade que esa nostalgia no le pertenece al observador externo, al turista; sin embargo, descaradamente me apropio de ella, así como me apropié de la morriña gallega y de la saudade portuguesa. Sus palabras retumban en mi cabeza desde que terminé su novela hace unos meses. <span style="font-style: italic;">Everything being broken, worn-out, past its prime</span>. Pero la ciudad sigue más viva que nunca. Entre ruinas, con recordatorios permanentes de un pasado soberbio, los turcos se mueven en una ciudad que vibra, en todo el sentido de la palabra. La nostalgia emana a cada paso porque yo, observadora externa, turista, otra, la llevo conmigo. Es la nostalgia que me acompaña cada vez que, de algún modo, retorno a Duino. Regresar a Turquía y reencontrarme con mis amigas automáticamente hace que ponga mi vida en perspectiva.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiNP69fa-KjcjSCxsqX-czLxWfjN9ZsxfE1min-i20SMYf8HKFy4-2rGzmfY18Qk0l1EBw3DPun5pmA5TOrcgexznt8o1W-50DbEfx6Qg8fKTdMryAWrG-ahyphenhyphenuFph022pNI4S2z7xqfD68/s1600-h/foregirls.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106093889397307058" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiNP69fa-KjcjSCxsqX-czLxWfjN9ZsxfE1min-i20SMYf8HKFy4-2rGzmfY18Qk0l1EBw3DPun5pmA5TOrcgexznt8o1W-50DbEfx6Qg8fKTdMryAWrG-ahyphenhyphenuFph022pNI4S2z7xqfD68/s320/foregirls.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
Nos sentamos a tomar un café, en alguna callecita de Estambul, y mientras alguien cuenta un episodio gracioso del colegio o cuando alguien hace un breve recuento de sus últimos años, cada una, en privado, en silencio, rápidamente hace un balance de su propia vida. Cada quien sopesa sus decisiones, cada quien evalúa sus pasos. En la puerta de nuestra treintena, pienso si, como en Estambul, ya todo está decidido, si las oportunidades han sido agotadas, si ya pasó nuestro momento (es el pesimista en mí, lo sé). Pero vuelvo a Estambul, a la conversación y a mis amigas, y siento que soy afortunada. A pesar de las diferencias de estilo, carreras y vidas en general, me veo reflejada en cada una. Ellas representan posibilidades y comprueban, diez años antes y diez años después, que Duino fue un tiempo mítico, algo irrepetible que marcó mi manera de ver el mundo, y que el precio a pagar, probablemente, sea arrastrar para siempre una nostalgia, un <span style="font-style: italic;">hüzün</span> con el que miro, mido y respiro todo a mi alrededor.<br />
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Es un precio justo.<br />
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Espero poder regresar varias veces más a Estambul, recorrer sus calles empedradas, perderme en su historia y en mi propia historia. Robarle, una vez más, la nostalgia a Orhan Pamuk y a los estambulus.<br />
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C.Hugohttp://www.blogger.com/profile/01651538261800268970noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-25558565901512023762007-07-11T20:20:00.000+07:002011-08-30T10:33:45.127+07:00CD12 (English version) - PREHISTORIC CHRONICLESIt all began with a radio ad, a phone call from my aunt Valen, an exam the day of Rosmy’s funeral and a hunch. A few months later, I was on a plane, alone, at 17, sitting next to an Italian <span style="font-style: italic;">tycoon</span> who was trying to teach me the days of the week in his language, heading to an adventure that not even a thousand chronicles could even begin to grasp. This is only a sketch of my <span style="font-style: italic;">aetas aurea</span> in that human lab called Duino.<br />
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It was getting dark. I was walking with my new friends along the edge of a road, dizzy with all the excitement (and the jetlag). Without knowing how, we ended up at the entrance of Villa Mac (the most hidden-away residence in town). There was Pancho, my first Duino friend, with his Quito accent, his <span style="font-style: italic;">chukchas</span>, his oval glasses and long, straight hair. Jaime, to whom I could not understand a word despite being one of the most eloquent people I’ve ever met. The “Basque potato” in his mouth made Spanish words sound like Arameic to my ears. And the rest of the troop, with their festival of accents: Paola and Augusto, Paysandú and Montevideo; Emiliano and Ceci, Mendoza and Buenos Aires. Montse and Laura, Barcelona and Alicante. Juan, with his Mérida accent, as picturesque as the rest.<br />
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This is my first memory of Carolina. Meter and a half of smiles and the most strenuous laughter of Northern Italy. My first impression of who would later be known as “La Bola” [The Ball] was that she was the kind of girl for whom everything is easy: studying, making friends, learning languages, playing sports, adapting, etc. There are a few theories as to when, how and why we became friends. Complicity in Ximena’s Spanish class (i.e., none of us understood what the heck Jaime was arguing about). Empathy in the face of the monster we had to deal with: English. Sharing the most amusing class ever: Italian B higher with Alfredo, the teacher, and Benoit, one of the best classmates I’ve ever had. At the moment, my only knowledge of Dante’s language was, in phonetic transcription: “Mama, bolio yelato”; and Carolina’s: “Mansha bene e caga forte”.<br />
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Actually, I have no idea what made us become friends, because beyond the same self-defence mechanism of making fun of our own ignorance, Carola and I had very little in common (or maybe we did, too may things, but I’m just too lazy to count them in this chronicle). The truth is that during our first year in Duino, although we were friends, each of us hung out with different groups. I used to hang out with “Ceci Sur”, another Argentinean girl I immediately had a connection with. My friendship with Ceci, worthy of another chronicle, was based on Borges, San Martín, Rayuela, Doña Bárbara, Cuba, Bolívar, Élida and Semiotics, Prague, mate y long silences. A different rhythm of a friendship.<br />
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As for Catu, the timeline is much clearer. So clear, in fact, that it seems preconceived by a writer of lousy airport novels:<br />
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Spring of 1996. Environmental Systems class. Our dear teacher Paul Tout said it was asparagus season and it was a local custom to go pick them in Carso. In my head, the idea of picking asparagus sounded so exotic that I immediately set out to pursue a new “European” adventure. In Catuxa’s head, picking asparagus implied taking some time to wander around, meditate and become one with her surroundings (maybe get a bit closer to her very missed home through the palate). Either way, when classes finished that day, we got together and talked, by chance, about our common interest and we decided to destroy the local flora that very afternoon.<br />
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To make the story short, suffice it to say we had a Hollywood-like afternoon. We talked ourselves out, and by six o’clock we had already decided to become roommates in the Fall. Ah, and about the asparagus, we only found one sad tiny stick, but when we returned to the village we went to the market, bought a pack and Catuxa made them in Casa Carsica. The best asparagus I’ve ever had, no doubt!<br />
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What did we have in common –a melancholic, quiet, meditative, fighting and dissident-to-the-bone Galician, and an immature Venezuelan who was barely beginning to open her eyes to everything? Well, to begin with, we had the asparagus, but we also had an almost morbid taste for history, never-ending curiosity to discover the XY mysteries, hours and hours of conversations about everything and nothing. And the asparagus.<br />
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</div><br />
And what then? Fall of 1996, a truly memorable season. Mysteries of fate, of saudade, of Alitalia, Iberia and Aerolíneas Argentinas, of the Bora... Carola, Catu and I ended up being inseparable. Room #18 became our headquarters. Ximena’s class was delicious: Jaime quarrelled, Cecilia quarrelled, Catuxa quarrelled, I quarrelled (Carola and Pancho Barillas slept, Pancho Porras kept thinking about pentagrams). Italian classes, now with Viviana Pace and without Benoit, were a source of surprise with every newly learnt word (strangely enough, I still remember the physical feeling of learning English and Italian back then). John Plommer’s classes were painful (thanks a million, Checha, for your endless help). On our room door, Catuxa and I had a sticky note that read: “History… is a nightmare from which I’m trying to awake” (J. Joyce). Paul Tout and Environmental Systems were a breath of fresh air: lively, amusing classes, the dolina, bird-watching and litres of pink liquid on the overhead projector. Litres of sangria in our room (the room of the “good girls”). Tons of nutella as well. Weeping, kidnapped letters, anxiety and emotion for each of Valen’s emails. Rome, the Pantheon, the convent and furtive hair dying in public restrooms. Hundreds, thousands of flight reservations in Monfalcone’s ISIC (the Transiberian, Malaysia, Beijing, Moscow, semi-fulfilled dreams). Dottore Velucci and the cyst. Mario Carini and his home-made cakes. Athens and the explosive olives. Parties, costumes. Carnevale di Venezia.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh7LAZL6ceXEMk6fx4Z32N36mN1l0Qayn5v8L8OJ2hLJbvYVvrSImjCf1P5tF6cUYh1Xl15tuXbU7AdKxZCEsQqspusQdmyqz8exnoLmYxGBvJe6aoYCgpyOFlo19R5M0DClcadM_3mWro/s1600-h/Enpijamas--full.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106310239784908738" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh7LAZL6ceXEMk6fx4Z32N36mN1l0Qayn5v8L8OJ2hLJbvYVvrSImjCf1P5tF6cUYh1Xl15tuXbU7AdKxZCEsQqspusQdmyqz8exnoLmYxGBvJe6aoYCgpyOFlo19R5M0DClcadM_3mWro/s320/Enpijamas--full.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
The Iberia Peninsula in Christmas, the Narco-bear and Latte Carso. The intra-peninsular “chocolate”, the limitless hospitality of Montse, Laura, Ángel, Pedrito, the Paz Camaño family and Carlitos. Frozen Toledo. Cod fish till we could no more. Grado lagoon and Paul Tout. Tango in Trieste with Eric. Piazzolla, Mercedes Sosa, Madredeus and Silvio Rodríguez. Arezzo and forgotten birthdays. Eastern European loves. “En esta habitación se practica el celibato activo” [“In this room we practice active celibacy”]. Perfume-filled panties & the Italian gang. Pancho and his cello. Carlitos and his violin. Religious crises. Vocational crises. Heartbreaking farewells.<br />
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I must stop here. May 25, 1997. The sky is grey, with big clouds that bunch together and fight. Bora, the cypresses violently swing. We are in Fore courtyard and Catu is wearing a bright red shirt. Johannes, the German, is the designated van driver to take us to the airport, Caro and I heading to Turkey. The yard is in complete silence. I remember Limpho’s and Lizzy’s faces when they said goodbye to Gökçe. But the hug between Catu, Carola and myself I don’t remember. I still feel it. Everybody around us cries silently. Johannes very solemnly says “It’s time”.<br />
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<div style="text-align: center;"><br />
* * *</div><br />
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May 25, 2007. I’m a teenager all over again. I don’t want to think, I don’t want to rationalise, I don’t want to dig into it too much, I don’t want to explore what that feeling in my stomach is. Some time ago, I could spend hours creating scenarios in my head about the moment of the meeting. From what to wear to what to say. But not today. I’m in the car, driving on the M-50, with my stomach and jaw muscles very tightened. Diego is in a good mood, despite the traffic. I keep making an effort to cloud my brain. I really don’t want to think, predict, speculate. But inevitably the phrase “It’s been ten years” bounces back and forth in the walls of my head.<br />
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In the airport, a recurring idea comes back to me: what a despicable place an airport is! Farewells, encounters, stress, lost baggage, sniffing dogs, “this is a security announcement: unattended baggage will be removed and may be destroyed”. Somebody touches my shoulder and when I turn back, ten years of possible scenarios exploit in midair. I was speechless. Finally, after so long, my imaginary friend (<span style="font-style: italic;">Freddy dixit</span>) materialised in front of me. The same old Catu, the Catu behind the wicked letters, the Catu of my epistolary conversations.<br />
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<div style="text-align: center;">* * *</div><br />
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And on May 26 Carola arrived too. Although we had planned an ambush to surprise her on all flanks, Catuxa walked in straight line towards a Carola who looked for my face in the busy Dublin airport. It took her a while to understand what was going on, and as if ten years were a blink, the three witches were back together.<br />
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<div style="text-align: center;">* * *</div><br />
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Many things have happened in ten years. Returns, studies, couples, revelations, deaths, relocations, births… In all this time I’ve asked myself over and over what really happened that year in Duino that so radically touched our lives. Why some friends just vanish and some others remain, despite distance, cultural differences, the lack of daily life shared experiences. What friendship is. How three very different people could feel so close.<br />
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I still have no answers.<br />
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I’m not quite sure what the point of this chronicle is. I guess I’ve written it in order to leave some evidence of the almost-soup-opera-like event that was meeting in the tenth anniversary of our farewell. I suppose it was to say thanks –out loud- for ten years of blind, long distance faith. To prove to my parents and friends, victims of a decade of repeated stories, that Catu and Carola do actually exist and I didn’t just make them up. Perhaps it was just to say that ten years was too long a wait and that these meetings, although exhausting, are healthy and necessary, and should happen more often. Finally, maybe the real motive for this chronicle is to leave written evidence of the story of these three brats who randomly met, became friends by chance, kept in touch also by chance, and by chance got together again some time later, so that in ten or twenty years Diego reads this and understands a fundamental part of my history. I don’t suppose this is the most conventional friendship lesson, but I think it serves its purpose.<br />
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I want to end this chronicle with a word that everybody should include in his/her personal dictionary. A word that defines ten years of friendship, waiting, encounters and mis-encounters, as explained by Manolo Rivas:<br />
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<span style="font-style: italic;"></span><br />
<blockquote><span style="font-style: italic;">Morriña</span> means to miss something, to feel nostalgic, melancholic. It is associated with a history of pain, loss, migration. In a Swiss winter night, in some immigrants’ centre, I once heard a ballad about <span style="font-style: italic;">morriña</span> that gave me the chills and stopped all clocks. Like <span style="font-style: italic;">saudade</span> en Portuguese <span style="font-style: italic;">fados</span>, or Cabo Verde’s <span style="font-style: italic;">morna</span>.<br />
<br />
<div style="text-align: right;">(<span style="font-style: italic;">A spy in the kingdom of Galicia</span>) </div></blockquote><br />
<br />
<blockquote>[<span style="font-style: italic;">Morriña</span> significa echar de menos algo, sentir nostalgia, melancolía. Está asociada a una historia de dolor, de pérdida, de emigración. Yo escuché, en algún centro de emigrantes, en la noche invernal de Suiza, alguna balada de <span style="font-style: italic;">morriña</span> que paró a las doce de la noche los relojes de cuco y que ponía los pelos de punta. Como la saudade en el fado portugués o la morna caboverdiana.<br />
<br />
<div style="text-align: right;">(<span style="font-style: italic;">Un espía en el reino de Galicia</span>)]</div></blockquote><br />
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Saying goodbye to my witches, saying goodbye to the readers of this chronicle, I send you all tons of <span style="font-style: italic;">morriña</span>.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhROFkL3OnysJno3auDIXlQ5VOibO2A2SkvCkyB5Jzan4Z4p82ab3CxLaza8Y0ZOBQI3fa8hftZA9alypjf7g0ybyMuNPOZgC5BddsQ7QeSYq0wrAwnloLjrLkknR2fqxgrPmgEhHEIvHI/s1600-h/CCCendublin.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5106310235489941426" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhROFkL3OnysJno3auDIXlQ5VOibO2A2SkvCkyB5Jzan4Z4p82ab3CxLaza8Y0ZOBQI3fa8hftZA9alypjf7g0ybyMuNPOZgC5BddsQ7QeSYq0wrAwnloLjrLkknR2fqxgrPmgEhHEIvHI/s320/CCCendublin.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
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C.Hugohttp://www.blogger.com/profile/01651538261800268970noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-52558172690909551612007-07-11T20:18:00.000+07:002011-08-30T10:34:01.638+07:00CD12 - CRÓNICAS PREHISTÓRICAS<span lang="ES"><o:p></o:p></span> <br />
<div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Todo comenzó con un aviso en la radio, una llamada de mi tía Valen, un examen el día del funeral de Rosmy y un presentimiento. Varios meses después, estaba montada en un avión, sola, a los 17 años, junto a un “magnate” italiano que intentaba enseñarme los días de la semana en su idioma, rumbo a una aventura que ni mil crónicas podrían llegar a captar. Esto es simplemente un esbozo de mi <span style="font-style: italic;">aetas aurea</span> en aquel laboratorio humano llamado Duino.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span lang="ES">* * *<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Estaba oscureciendo. Caminaba junto a mis nuevos amigos por la orilla de una carretera, mareada por tantas emociones (y por el <span style="font-style: italic;">jetlag</span>). Sin saber cómo, caímos en la entrada de Villa Mac (la residencia más recóndita del pueblo). Ahí estaba Pancho, mi primer amigo del colegio, con su acento quiteño, sus <span style="font-style: italic;">chukchas</span>, sus lentecitos ovalados y su pelo lacio. Jaime, </span><span lang="ES">a quien no entendía nada de lo que decía, a pesar de ser una de las personas más elocuentes que he conocido. Su “papa vasca” en la boca hacía que las palabras sonaran a visigodo en mis oídos. Y el resto de la tropa, con su festival de acentos: Paola y Augusto, Paysandú y Montevideo; Emiliano y Ceci, Mendoza y Buenos Aires; Montse y Laura, Barcelona y Alicante. Juan, con su acento merideño, tan pintoresco como el resto. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Éste es el primer recuerdo que tengo de Carola. Metro y medio de puras sonrisas y las carcajadas más sonoras del norte de Italia. Mi primera impresión de la que más adelante se conoció como “La Bola” fue que era del tipo de gente a la que todo se le hace fácil: los estudios, hacer amigos, aprender idiomas, los deportes, la adaptación, orientarse en un sitio nuevo, un largo etcétera. Hay varias teorías de cuándo, cómo y por qué nos hicimos amigas. Complicidad en la clase de español de Ximena (es decir, ninguna de las dos entendía qué cuernos debatía Jaime). Empatía ante el monstruo que teníamos que enfrentar: el inglés. Compartir la clase más divertida del mundo: Italian B Higher con Alfredo, el profesor, y Benoit, uno de los mejores compañeros de clase que he tenido jamás. Para el momento, mi único conocimiento del idioma de Dante era, en traducción fonética: “Máma, bolio yelato”; y el de Carola: “Mansha bene e caga forte”.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">En realidad, no sé qué nos hizo amigas, porque aparte de un mismo mecanismo de defensa de burlarnos incesantemente de nuestra propia ignorancia, Carola y yo no teníamos muchas cosas en común (o tal vez sí, demasiadas, y me da flojera enumerarlas en esta crónica…). Lo cierto es que durante nuestro primer año en Duino, aunque éramos amigas, cada quien estaba con un grupo distinto. Yo me la pasaba con “Ceci Sur”, otra argentina con la que hice <span style="font-style: italic;">clic </span>inmediatamente. Mi amistad con Ceci, digna de otra crónica, se basaba en Borges, San Martín, Rayuela, Doña Bárbara, Cuba, Bolívar, Élida y la semiótica, Praga, mate y largos silencios. Otro ritmo de amistad.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span lang="ES">* * *<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p><br />
Con Catu, la línea de tiempo es mucho más clara. Tan clara, de hecho, que parece prefabricada por un escritor de novelitas de aeropuerto: <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p><br />
Primavera de 1996. Clases de Environmental Systems. Nuestro querido profe Paul Tout comenta que es temporada de espárragos y que es una costumbre local ir a recogerlos en el Carso. En mi cabeza, la idea de ir a cosechar espárragos es tan exótica que inmediatamente la acojo como una nueva aventura “europea”. En la cabeza de Catuxa, ir a recoger espárragos implica tiempo para pasear, reflexionar y fundirse con el entorno (tal vez acercarse un poco a su extrañada casa a través del paladar). Sea como sea, al salir de clases comentamos, por casualidad, nuestro interés común y decidimos ir esa misma tarde a arrasar con la flora local (esta conversación tomó lugar, lo recuerdo con nitidez, frente al aljibe del patio de Foresteria, mi residencia). <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Para no hacer el cuento demasiado largo, baste decir que pasamos una tarde de película. Conversamos la vida entera y para las seis de la tarde ya habíamos decidido ser compañeras de cuarto en el otoño. Ah, y sobre los espárragos, sólo conseguimos uno triste y flaquito, pero al regresar a Duino fuimos al mercado, compramos un paquete y Catuxa los preparó en Casa Carsica. Sin duda alguna, los mejores espárragos que me he comido…<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"> ¿Qué teníamos en común una gallega melancólica (o mejor, morriñosa), callada, reflexiva, combativa y disidente hasta los tuétanos, y una caraqueña inmadura, que apenas empezaba a abrir los ojos ante absolutamente todo? Bueno, para empezar, los espárragos, pero también un gusto (casi morboso) por la historia, infinita curiosidad por develar los misterios XY, horas y horas de conversaciones sobre todo y nada. Y los espárragos. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span lang="ES">* * *<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">¿Y luego qué? Otoño de 1996, una estación verdaderamente memorable. Misterios del destino, de la saudade, de Alitalia, Iberia y Aerolíneas Argentinas, de la Bora... Carola, Catu y yo terminamos siendo inseparables. El cuarto número 18 se convirtió en nuestro cuartel (porque ese año sí que dimos guerra). Las clases de Ximena eran deliciosas: Jaime peleaba, Cecilia peleaba, Catuxa peleaba, yo peleaba (Carola y Pancho Barillas dormían, Pancho Porras pensaba en pentagramas). Las clases de italiano, ahora con Viviana Pace y sin Benoit, eran una fuente de sorpresa ante cada palabra adquirida (es raro, pero tengo memoria de la sensación física que era aprender inglés e italiano en esa época). Las clases de John Plommer eran dolorosas (mil gracias, Checha, por tu infinita ayuda). La historia verdaderamente entraba con sangre. En la puerta de cuarto teníamos pegado un papelito que leía: “History… is a nightmare from which I’m trying to awake” (J. Joyce). Paul Tout y Environmental Systems eran un respiro: clases amenas, frescas, la dolina, <span style="font-style: italic;">bird-watching</span> y litros de líquido rosa sobre el retroproyector. Litros de sangría en nuestra habitación (la habitación de las “niñas buenas”). Litros y kilos de nutella también. Lloreras, cartas secuestradas, ansiedad y emoción por cada <span style="font-style: italic;">email </span>de Valen. Roma, el Pantheon, el convento y tintes de pelo furtivos en baños públicos. Cientos, miles de reservaciones en la ISIC de Monfalcone (el Transiberiano, Malasia, Beijing, Moscú, sueños semi-cumplidos). El <span style="font-style: italic;">dottore </span>Velucci y el quiste. </span><span lang="ES">Mario Carini y las tortas caseras.</span><span lang="ES"> Atenas y las aceitunas explosivas. </span><span lang="ES">Fiestas, disfraces. </span><span lang="ES">El Carnevale di Venezia. </span><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjYNagCTYUeXEkLhscm5e-pcMAfIjzwms-hLhwgraF-a11kHG4EeXRAk8cDwSBJ6w6J8IKxCxmiVqJ_l4Rha-kZhyuc3G7pmMjyHa3DefnqLjdHDjAYyKMZx4S_4LH5v3ay4Vzl7afhXcE/s1600-h/Enpijamas--full.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5085945412034958514" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjYNagCTYUeXEkLhscm5e-pcMAfIjzwms-hLhwgraF-a11kHG4EeXRAk8cDwSBJ6w6J8IKxCxmiVqJ_l4Rha-kZhyuc3G7pmMjyHa3DefnqLjdHDjAYyKMZx4S_4LH5v3ay4Vzl7afhXcE/s400/Enpijamas--full.jpg" style="cursor: pointer; float: right; margin: 0pt 0pt 10px 10px;" /></a><span lang="ES"><br />
</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">La Península Ibérica en Navidad (“campana sobre campaaaaaaaana…”), el Narco-Oso y el Latte Carso. El “chocolate” intra-peninsular, la hospitalidad sin límites de Montse, Laura, Ángel, Pedrito, los Paz Camaño y Carlitos. Toledo congelado. Bacalao a morir. La laguna de Grado y Paul Tout. Tango en Trieste con Eric. Piazzolla, Mercedes Sosa, Madredeus y Silvio Rodríguez. <span style="font-style: italic;">Cambia, todo cambia</span>. Arezzo y cumpleaños olvidados. Amores este-europeos. “En esta habitación se practica el celibato activo”. Bragas perfumadas & the Italian gang. Pancho y su cello, Carlitos y su violín. Crisis religiosas. Crisis vocacionales. Despedidas desgarradoras.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Y aquí me detengo. 25 de mayo de 1997. El cielo está gris, con unos nubarrones que se amontonan y pelean. Bora, los cipreses se mecen con violencia. Estamos en el patio de Fore y Catu tiene una chemise roja. Johannes, el alemán, es el <span style="font-style: italic;">van-driver </span>que nos va a llevar al aeropuerto, Caro y yo rumbo a Turquía. El patio está en completo silencio. Recuerdo la cara de Limpho y Lizzy al despedirse de Gökçe. Pero el abrazo que nos dimos Catu, Carola y yo no lo recuerdo, lo vivo aún. Todos a nuestro alrededor lloran en silencio. Johannes, muy solemne, dice “It’s time”.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span lang="ES">* * *<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">25 de mayo de 2007. Vuelvo a ser adolescente. No quiero pensar, no quiero racionalizar, no quiero indagar demasiado, no quiero explorar qué es esa sensación en la boca del estómago. En otra época, podía pasar horas armando el escenario del reencuentro en mi cabeza. Desde qué ponerme hasta qué decir. Pero hoy no. Voy en el carro, en la M-50, con los músculos del estómago y de la mandíbula muy apretados. Diego está de buen humor, a pesar del tráfico. Sigo esforzándome por nublar mi cerebro. De verdad no quiero pensar, predecir, especular. Pero, inevitablemente, la frase “son diez años” rebota en las paredes de mi cabeza.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">En el aeropuerto, vuelve a mí una idea recurrente: qué lugar despreciable es el aeropuerto. </span>Despedidas, reencuentros, estrés, maletas extraviadas, perros oliendo todo, “this is a security announcement: unattended baggage will be removed and may be destroyed”. <span lang="ES">Alguien me toca el hombro y, al darme vuelta, diez años de posibles escenarios explotan en el aire. Me quedé muda. Finalmente, después de tanto tiempo, mi amiga imaginaria (<span style="font-style: italic;">Freddy dixit</span>) se materializó frente a mí. La misma Catu de siempre, la Catu detrás de las cartas de letras redondas, azules, entretejidas, la Catu de mis conversaciones epistolares. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div style="text-align: center;"></div><div class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span lang="ES">* * *<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Y el 26 de mayo llegó Carola. Aunque habíamos planeado una emboscada para sorprenderla por todos los flancos, Catuxa caminó en línea recta hasta una Carola que buscaba mi cara en el concurrido aeropuerto de Dublín. Tardó unos segundos en entender lo que sucedía y así, como si diez años fueran un parpadeo, estábamos reunidas las tres brujas nuevamente.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span lang="ES">* * *<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Mucho ha pasado en diez años. Regresos, estudios, parejas, revelaciones, muertes, mudanzas, nacimientos… En este tiempo me he preguntado una y otra vez qué ocurrió ese año en Duino que marcó tan radicalmente nuestras vidas. Por qué algunos amigos se desvanecen y otros quedan, a pesar de la distancia, de las diferencias culturales, de la falta de cotidianidad. Qué es la amistad. Cómo tres personas tan disímiles pueden sentirse tan cerca. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Sigo sin respuestas.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">No sé con qué fin he escrito esta crónica. Supongo, tal vez, para dejar constancia de este evento casi telenovelesco que fue reencontrarnos en nuestro décimo aniversario de despedida. Supongo, tal vez, para agradecer en voz alta por diez años de fe ciega y a larga distancia. Para confirmarles a mis pobres amigos y familiares, víctimas de una década de historias repetidas, que sí existen Catu y Carola, que no las inventé. Tal vez para decir que diez años fue demasiada espera y que estos reencuentros, aunque agotadores, son necesarios, saludables, y deben ocurrir con más frecuencia. Finalmente, tal vez el verdadero motivo de esta crónica es dejar por escrito la historia de estas tres mocosas que se conocieron por casualidad, se hicieron amigas por casualidad, siguieron en contacto por casualidad, y por casualidad se reencontraron algún tiempo después, para que en otros diez, o veinte años, Diego lea esto y entienda una parte fundamental de mi historia y sepa de dónde salieron mis muletas gallega y argentina. No sé si sea la lección sobre amistad más convencional, pero creo que cumple su propósito.<o:p></o:p></span><br />
<span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Quiero cerrar esta crónica con una palabra que todo el mundo debería incluir en su diccionario personal. Una palabra que define diez años de amistad, espera, encuentros y desencuentros, explicada por Manolo Rivas:<o:p><br />
</o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"></span></div><blockquote><div class="MsoNormal" style="font-family: lucida grande;"><span lang="ES">Morriña significa echar de menos algo, sentir nostalgia, melancolía. Está asociada a una historia de dolor, de pérdida, de emigración. Yo escuché, en algún centro de emigrantes, en la noche invernal de Suiza, alguna balada de morriña que paró a las doce de la noche los relojes de cuco y que ponía los pelos de punta. Como la saudade en el fado portugués o la morna caboverdiana.<o:p></o:p></span></div><div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;"><span lang="ES"><span style="font-family: lucida grande;">(</span><span style="font-family: lucida grande; font-style: italic;">Un espía en el reino de Galicia</span><span style="font-family: lucida grande;">)</span><o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p></o:p></span></div></blockquote><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Al despedirme de mis brujas, al despedirme de los lectores de esta crónica, les mando morriña a todos.</span></div><div class="MsoNormal"><br />
<span lang="ES"><o:p></o:p></span></div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiGiZbXRkqjhk_ShiE-dfhswR7s_Ck6bZPLIk5S4mKe6EFK8Oy13yYk7DQnyZAV14nm0VyMrmG0Xxe9jJjK-4zmMkppJS7nt9Yz1TQrFmuP68DFoveeuK6hv-HJNvU4rHlhAp3RwkKjy8Y/s1600-h/CCCendublin.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5085944896638882978" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiGiZbXRkqjhk_ShiE-dfhswR7s_Ck6bZPLIk5S4mKe6EFK8Oy13yYk7DQnyZAV14nm0VyMrmG0Xxe9jJjK-4zmMkppJS7nt9Yz1TQrFmuP68DFoveeuK6hv-HJNvU4rHlhAp3RwkKjy8Y/s400/CCCendublin.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
<div class="MsoNormal"><span lang="ES"><br />
</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">C.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p></o:p></span></div>Hugohttp://www.blogger.com/profile/01651538261800268970noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-59518483710742123652007-06-09T06:29:00.000+07:002011-08-30T10:34:13.451+07:00PROBLEMAS TÉCNICOSHola a todos los fieles seguidores de las Crónicas (y de Diego):<br />
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Por alguna oscura razón de la tecnología, nuestra googlepage está trancada y no se actualiza desde hace muchos días. Ya hemos montado álbumes y videos nuevos, pero nada. No se desesperen, que pronto solucionaremos este ciber-meollo. Mientras tanto, les adelantamos que Diego está aprendiendo a gatear y es una amenaza móvil. En cuanto a este blog, pronto vienen las <span style="font-style: italic;">Crónicas prehistóricas</span>. Manténganse en sintonía.<br />
<br />
Seguimos en contacto,<br />
C.Hugohttp://www.blogger.com/profile/01651538261800268970noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-28463989677089619932007-04-02T05:25:00.000+07:002011-08-30T10:35:06.503+07:00BOLETÍN INFORMATIVOHola a todos:<br />
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Hoy tratamos de compensar a los lectores por el abandono de los últimos meses. Hay varias crónicas nuevas (cuatro en total), así que "denle pa'bajo".<br />
<br />
Hugo está obsesionado con que los lectores lloren con su crónica, así que POR FAVOR, si les conmovió en lo más mínimo, si remotamente les aguó los ojos, háganselo saber en "Comentarios".<br />
Paradójicamenre, le alegrarán el día.<br />
<br />
Saludos y feliz "ley seca" (para los venezolanos),<br />
C.Hugohttp://www.blogger.com/profile/01651538261800268970noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-9146577716570305402007-04-02T05:03:00.000+07:002011-08-30T10:35:22.495+07:00CD11 - HUGO Y EL LOBO. O de cómo vivir en Dublín no es muy distinto a vivir en CaracasLos instruidos lectores de estas Crónicas conocerán de sobra la historia de Pedro, aquel pastorcillo mentiroso que sufrió los estragos de su mala maña cuando el lobo apareció en verdad y devoró a sus pobres ovejitas. Esta breve crónica es una invitación a que apoyen mi iniciativa de cambiarle el nombre a la popular fábula infantil. En lugar de “Pedro y el lobo”, propongo “Hugo y el lobo”. He aquí la razón:<br />
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<br />
Ya sabrán nuestros asiduos visitantes que los anfitriones de este blog somos fieles seguidores de U2, así como fervientes cinéfilos. También recordarán que Hugo es propenso a jugar con mis sentimientos cada vez que se le presenta la ocasión. De este modo, desde que nos mudamos a Dublín, Hugo ha hecho de las suyas cada vez que vamos paseando por la ciudad y nos topamos con algún irlandés cuyo fenotipo es como el de Bono, Edge, Larry o Adam (es decir, casi el 80% de los habitantes de la isla). “¡Ceci, mira a Edge!”. Yo, ilusionada e inocente, volteo con el corazón en la boca esperando ver la cara familiar. Obviamente, patrañas… También me hizo la sucia jugarreta hace unas dos o tres semanas mientras caminábamos por Grafton Boulevard: “Ceci, acabo de ver a Donald Sutherland en esa tienda”. Otra desilusión…<br />
<br />
El lector se preguntará por qué he caído, repetidamente, en las triquiñuelas de Hugo. No puedo responder sin un <span style="font-style: italic;">cliché</span>, pero aquí va: el amor es ciego.<br />
<br />
Hoy, sin embargo, se cumplió la profecía de “Hugo y el lobo”, como el título de la crónica lo indica. La tarde estaba despejada, sin una nube en el cielo. Diez grados, poca brisa. Decidimos ir a tomar un café a Dun Laoghaire, un puerto al sur de la ciudad.<br />
<br />
<div style="text-align: right;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjyheSkyhnrc07PAL_ju2yYjg9_FCy-tnH2iUuDTGf3v6dJJ-sIjUDrkfLsppCjjj8mMIQ99AKj3cwdJU4vEm6GjIXQAqNJ5ank1m7GtPTmHcLsmAe7es8rqq7ugw6MRp1uMRw1LxfaFyU/s1600-h/IMG_4426.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5046380901950768866" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjyheSkyhnrc07PAL_ju2yYjg9_FCy-tnH2iUuDTGf3v6dJJ-sIjUDrkfLsppCjjj8mMIQ99AKj3cwdJU4vEm6GjIXQAqNJ5ank1m7GtPTmHcLsmAe7es8rqq7ugw6MRp1uMRw1LxfaFyU/s200/IMG_4426.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a></div>Al terminar, Diego estaba con ganas de pasear, así que fuimos a caminar al malecón. Tomamos algunas fotos de las olas golpeando las rocas, las casas victorianas al fondo, el atardecer rojísimo, las gaviotas sobrevolando el puerto.<br />
<div style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEghtjgcGCdlAMUQNsc4BOaoWvnsUifZv0q7LqrKcatswr5JokTwGF844v0EauLMA9nLfQHZ8LiV3EMQOrWTkb6bZp7n3SLuAcmw-jOq-qAc3E31-Smi6HPwHjhh04wHbudLvzkWYz0jopE/s1600-h/IMG_4432.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5046380906245736178" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEghtjgcGCdlAMUQNsc4BOaoWvnsUifZv0q7LqrKcatswr5JokTwGF844v0EauLMA9nLfQHZ8LiV3EMQOrWTkb6bZp7n3SLuAcmw-jOq-qAc3E31-Smi6HPwHjhh04wHbudLvzkWYz0jopE/s200/IMG_4432.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a></div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEja454ZJN9NKdbqupMQ6B9fr2j-dAE3nM2CNPW2puTf0_oyxfkLrP1jB2P6b9CUNTFGgi_wLuN6HzVUzhYuLqn01s0eROariNOixb3kr6pCclVxZKGjP3IBDJBDwEL1ZWSHaSH3ySAtRjQ/s1600-h/IMG_4441.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5046380910540703490" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEja454ZJN9NKdbqupMQ6B9fr2j-dAE3nM2CNPW2puTf0_oyxfkLrP1jB2P6b9CUNTFGgi_wLuN6HzVUzhYuLqn01s0eROariNOixb3kr6pCclVxZKGjP3IBDJBDwEL1ZWSHaSH3ySAtRjQ/s200/IMG_4441.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
Mucha gente caminaba y patinaba por el muelle. Yo estaba distraída, haciéndole morisquetas a Diego, cuando de pronto Hugo exclamó: “¡¡¡Mira a Colin Farrell!!!”. El lector seguramente empatizará conmigo y comprenderá por qué miré a Hugo con desidia y, más por costumbre que por convicción, volteé con fastidio e incredulidad hacia donde él estaba mirando. A medio metro estaba, efectivamente, Colin Farrell, sentado en las piedras del malecón junto a su novia (¿esposa, concubina, arrejunte?) y un bebé.<br />
<br />
Pero claro, nosotros estábamos caminando, y mientras Hugo me señalaba al actor, yo pensaba en todas sus tretas pasadas, en los sinsabores al descubrir que no decía la verdad, en que éste sería otro chiste cruel, etc. Para el momento en que volteé, ya tenía a Farrell a mi derecha y no podía girar completamente para observarlo con comodidad…<br />
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Los que estudiaron conmigo recordarán inmediatamente mi color “rojo exposición”. Así fue como me puse nada más de pensar si le pedía una foto. Hugo me azuzó para que lo hiciera. Hubo apuestas, sobornos, chantajes. Pero nada. Mi pena fue más grande que las ganas de ilustrar esta crónica, así que los pobres lectores se tendrán que conformar con estas fotos “de retruque”:<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLALk2PsO6mPFtaTn0rsUpvWtsnlZwyN3eeeERjEKc7mf-PAetFwQOM-kgYvfnmbSCz8JHUPhQ6LaSqXlkcVkFXDMLFfzcfQSg1oRrtdXfS7sPlCYApnhMJ3cf4Ux6jQ0DYiVGJJ3uSxU/s1600-h/IMG_4451.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5046381451706582802" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLALk2PsO6mPFtaTn0rsUpvWtsnlZwyN3eeeERjEKc7mf-PAetFwQOM-kgYvfnmbSCz8JHUPhQ6LaSqXlkcVkFXDMLFfzcfQSg1oRrtdXfS7sPlCYApnhMJ3cf4Ux6jQ0DYiVGJJ3uSxU/s320/IMG_4451.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj3qmuuoauw2rL_FOBrQx2sdPjYJfdQdhqy69RzsKNYrLtffIlBeEEuB61oEc_yktC80A2TgADkcjgH7dO6oHD43FJRvV2pOXPgqWQnKWZiq__wNCEHHIikrVLI3W5559cZqKY1knRS2yA/s1600-h/IMG_4452.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5046382010052331346" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj3qmuuoauw2rL_FOBrQx2sdPjYJfdQdhqy69RzsKNYrLtffIlBeEEuB61oEc_yktC80A2TgADkcjgH7dO6oHD43FJRvV2pOXPgqWQnKWZiq__wNCEHHIikrVLI3W5559cZqKY1knRS2yA/s320/IMG_4452.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijRtvSMN9BwketG536HiJ0N4OSHHO7DjM8sabbfCNmDUf_gS8iw5Mko9Fc6cI9PHW-y9RkUnbO0-NJ5SvM7Zc2oZRTdsYcRZsIgrZga6UhCooegNokg_JZ_f9XMAWj3RYtD3p-NqApAd0/s1600-h/IMG_4453.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5046382014347298658" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijRtvSMN9BwketG536HiJ0N4OSHHO7DjM8sabbfCNmDUf_gS8iw5Mko9Fc6cI9PHW-y9RkUnbO0-NJ5SvM7Zc2oZRTdsYcRZsIgrZga6UhCooegNokg_JZ_f9XMAWj3RYtD3p-NqApAd0/s320/IMG_4453.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
<div style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9LR3RhUYBOXRERzxdRoiXPbxcIWsZClDnVeknnSAThBuzIJxqKCAUeUoCw72y2In5I7ry5faLqCwExFHmPf-6bFt3CjnTRJw6gnK4TvOzanerba5z8snomdOrJZy02zAwa5ciKL0397c/s1600-h/IMG_4446.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5046382022937233266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9LR3RhUYBOXRERzxdRoiXPbxcIWsZClDnVeknnSAThBuzIJxqKCAUeUoCw72y2In5I7ry5faLqCwExFHmPf-6bFt3CjnTRJw6gnK4TvOzanerba5z8snomdOrJZy02zAwa5ciKL0397c/s320/IMG_4446.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><span style="font-size: 85%;"><span style="font-family: courier new;">[El tipo de la boina con sweater beige es C.F.]</span></span></div><br />
Para consolarme, reconstruí en mi cabeza aquel chiste malo de “Métete tu gato por el c…”. Me imaginé acercándome al actor, disculpe que lo moleste en este momento de intimidad, pero… Si te das cuenta de que es un momento íntimo, ¿por qué interrumpes entonces? De verdad qué pena, lo siento… Me vengo a este rincón del malecón para que la gente metiche no me fastidie y vienes a pedirme una foto… No seas tú tan paj…<br />
<br />
De este modo, Colin Farrell resultó ser un verdadero patán, antipático y grosero. Menos mal que no le pedí la foto y me ahorré la calentera…<br />
<br />
<br />
<div style="text-align: center;">* * *</div><br />
Finalmente, todo este episodio nos llevó a reflexionar sobre nuestras andanzas por el mundo. ¿Qué diferencia hay entre vivir aquí y vivir en Caracas? Llegamos a la conclusión de que no hay ninguna. La vida se desarrolla paralelamente en cada sitio. Si estuviéramos en Caracas, probablemente nos habríamos encontrado a Daniel Sarcos (como de hecho nos ocurrió una vez en Sushi Market). Pero vivir en Irlanda nos hace tropezar con celebridades locales, de modo que en lugar de haber visto al afamado maracucho paseando con la Chiqui por Macuto, ayer vimos a Colin Farrell paseando con su novia por Dun Laoghaire.<br />
<br />
Como diría la Primerísima Mirla Castellanos (burdamente imitada por Rubén Blades), “la vida es una tómbola, tom-tom-tómbola…”.<br />
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<br />
Hasta la próxima,<br />
C.Hugohttp://www.blogger.com/profile/01651538261800268970noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-76797817644371454342007-04-02T05:00:00.000+07:002011-08-30T10:36:11.842+07:00CD10 - De cómo Diego se convirtió en GeneralA pesar de su corta experiencia gastronómica, podemos afirmar con certeza que Diego es <span style="font-style: italic;">buena encía</span>. Su primer cereal fue devorado con gusto, toma por igual teta y fórmula, y ya cuenta en su haber la zanahoria, la batata (= patata dulce), parsnip (la traducción de diccionario es pastinaca o chirivía…), cambur (= banana), compota de zanahoria, parsnip y pollo, y compota de cambur y durazno. Hoy, sin embargo, recibí devastada su primera negativa: el brócoli.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh4a2k2RrkFrQyrO8CSmcmjTIJP29EK2dSmcDPLFGZrmAKn06DsGiRfEeVy9Fy_yjsuPINgP00GCQbAjMQO2AZF6LtqhYGHHX4PsnuWC-KjJ0ZmTPjc2d3f3vJovhEphh7u-j6kHveix2Q/s1600-h/IMG_4302.JPG"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5044457330346122034" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh4a2k2RrkFrQyrO8CSmcmjTIJP29EK2dSmcDPLFGZrmAKn06DsGiRfEeVy9Fy_yjsuPINgP00GCQbAjMQO2AZF6LtqhYGHHX4PsnuWC-KjJ0ZmTPjc2d3f3vJovhEphh7u-j6kHveix2Q/s320/IMG_4302.JPG" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
Los eventos son muy recientes como para hacer una crónica objetiva. El campo de batalla aún está humeante. Llegará el día, supongo, en que pueda narrar con serenidad lo ocurrido. Pero no hoy, no hoy…<br />
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Hubo artillería, bombardeos terrestres y aéreos, minas y combate cuerpo a cuerpo. Arcadas, tos, ojos rojos y algunas lágrimas (en ambos bandos).<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgNyx694Qs0LtNU_KMTqQuXwNim-bkQB00DUiI5ADpwZ2F7OoEMrfvZD_mSzTm30-6iqipC05peLErBtyzSv1eawGUJGE7hlM7BygcHD9kKvj-ueZZR8ZXxySwLpD6Z4dYfidv7F6DJAYA/s1600-h/IMG_4301.JPG"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5044457321756187426" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgNyx694Qs0LtNU_KMTqQuXwNim-bkQB00DUiI5ADpwZ2F7OoEMrfvZD_mSzTm30-6iqipC05peLErBtyzSv1eawGUJGE7hlM7BygcHD9kKvj-ueZZR8ZXxySwLpD6Z4dYfidv7F6DJAYA/s320/IMG_4301.JPG" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
Las palabras se me quedan cortas… Sólo me vienen a la cabeza eventos aislados… Waterloo, Carabobo, Normandía, Iwo Jima, Gettysburg…<br />
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La lucha fue agotadora. Así quedó Diego unos minutos después:<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrLGJrjvyOLbeZQGwAzMsp2Yw7moqnw26EDKGpeOmhaqou9igCrwr0qsXmobSRiiwZdRsO2yagqERbx2H8BCzIx9Fv1N8gtJQ4pBVJ8gd9J69yoDsqYBCb6s0179SnxUQz-2wlhYYXPeU/s1600-h/IMG_4308.JPG"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5044458103440235362" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrLGJrjvyOLbeZQGwAzMsp2Yw7moqnw26EDKGpeOmhaqou9igCrwr0qsXmobSRiiwZdRsO2yagqERbx2H8BCzIx9Fv1N8gtJQ4pBVJ8gd9J69yoDsqYBCb6s0179SnxUQz-2wlhYYXPeU/s320/IMG_4308.JPG" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
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Los restos vegetales del brócoli yacen, junto con mi orgullo, por toda la explanada. Perdí la batalla, lo reconozco, pero no me doy por vencida. La guerra aún no termina.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhT-d5V4oPLROU3HnsWWWRvDwfJLlQKMopYRzVZG-u01PrmJDGwuY2JJTyjJb1fyFHnNdlPSVb9csDp8wuhZ-IloAShIr505EPqUrhWaaVVnIlKchrHyMQ2T08XBnVJSCkomB_JMkLTmz0/s1600-h/IMG_4306.JPG"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5044457338936056642" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhT-d5V4oPLROU3HnsWWWRvDwfJLlQKMopYRzVZG-u01PrmJDGwuY2JJTyjJb1fyFHnNdlPSVb9csDp8wuhZ-IloAShIr505EPqUrhWaaVVnIlKchrHyMQ2T08XBnVJSCkomB_JMkLTmz0/s320/IMG_4306.JPG" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiNZC2pSjA_n_WumeNzg9Gkrxt0LgAXH_iI01y2ZSGuWxqBkF67hhAiOMMm5exLzcUjo2IjaSgRx22V4TDoG9h6hlYzauOr0FVCXnmsPsR1gI_1q3VXfqXN6LfxB0STyiVJV_ZwjqroQng/s1600-h/IMG_4307.JPG"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5044491118853839730" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiNZC2pSjA_n_WumeNzg9Gkrxt0LgAXH_iI01y2ZSGuWxqBkF67hhAiOMMm5exLzcUjo2IjaSgRx22V4TDoG9h6hlYzauOr0FVCXnmsPsR1gI_1q3VXfqXN6LfxB0STyiVJV_ZwjqroQng/s320/IMG_4307.JPG" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
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<br />
Hasta la próxima,<br />
C.<br />
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<br />
PD: Para ver un rodaje de la batalla, pueden hacer click aquí, pero quedan advertidos... Estas imágenes pueden ser perturbadoras para los más sensibles: <a href="http://www.youtube.com/watch?v=B8Whz5Q8QFM">http://www.youtube.com/watch?v=B8Whz5Q8QFM</a>Hugohttp://www.blogger.com/profile/01651538261800268970noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-37731269542008320592007-04-02T04:50:00.000+07:002011-08-30T10:36:28.705+07:00CD9 - De cómo Diego se convirtió en ciudadano. O de la saudadeMás que una crónica, este breve escrito es un canto fúnebre a la burocracia venezolana. Un treno a la posición del hombre ante el Estado bananero.<br />
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<div style="text-align: center;">* * *</div><br />
A finales de noviembre, nos enrumbamos una nublada y gris mañana al registro civil para hacer constar ante el mundo que Diego había nacido. Nos levantamos casi de madrugada. Armamos un sobre manila con todos los documentos que nos pasaron por la cabeza, junto con sus respectivas fotocopias (pasaportes de ambos padres, cédulas de identidad venezolanas por si acaso, carnets de identidad irlandeses, permiso de trabajo de Hugo, constancia de trabajo de la compañía, acta de matrimonio -original y traducida-, títulos universitarios, fotos tamaño carnet, cuanto papel nos dieron en el hospital, planillas bajadas de Internet, carnet del seguro social, nuestras propias partidas de nacimiento, etc., etc., etc.). Llegamos al registro con esas mariposillas que cualquier venezolano ha experimentado en la barriga antes de hacer un trámite legal. Para los lectores no venezolanos, se trata de una sensación compleja: una mezcla de emoción, temor ante lo desconocido, miedo al rechazo. La adrenalina corre vertiginosamente por el cuerpo. ¿Habré traído todos los requisitos? ¿Me tocará un funcionario patán, imbécil, chanchullero? ¿Cuántas horas de cola haré? ¿Quiénes serán mis compañeros de trámite: la vieja parlanchina, el estudiante taciturno, el motorizado altanero?<br />
<br />
Al llegar a la puerta del edificio, Hugo y yo nos tomamos de la mano… Recuerdo haberle comentado que éramos un par de locos al haber llevado a Diego a hacer la diligencia. “Típicos padres ultra emocionados con el primer hijo”. Pensé en todas las enfermedades que podría contraer si estuviéramos en la Diex (ahora Onidex) de El Silencio, y un escalofrío me recorrió la espalda.<br />
<br />
Al abrir la puerta, quedamos profundamente confundidos. Un portero nos ayudó con el coche y nos indicó con quién debíamos hablar en la recepción. La señora que atendía recibió los documentos inmediatamente, y dijo que nos llamarían de uno de los cubículos en seguida. Nos mostró las sillas donde podíamos esperar. La sala era bastante cómoda, con muebles nuevos y un par de televisores sintonizados (sin volumen) en las noticias. Había una radio encendida. Poco a poco fueron llegando más parejas con sus cochecitos (no éramos los únicos padres orgullosos que querían exhibir a su bebé, después de todo). Todos echaban un vistazo al bebé de al lado y les sonreían empáticamente a los padres. Ningún bebé lloraba o chillaba. A los pocos minutos, una señora nos llamó y nos acercamos al cubículo. La mujer tecleó unas cuantas palabras y todos nuestros datos aparecieron en la pantalla de la computadora. “¿Están en orden todos datos? ¿Hay algo que deseen modificar?”. Nos hizo estampar nuestras firmas electrónicas en una pantallita y nos preguntó cuántas copias de la partida de nacimiento queríamos (€12 cada una). Tres, por favor. Salimos a pagar en la recepción, donde ya la primera señora estaba esperándonos con las copias en la mano.<br />
<br />
Exactamente 25 minutos después de que nos bajamos de carro, estábamos Diego, Hugo y yo saliendo del registro, mientras la radio emitía la voz de Bono cantando “It’s a beautiful day”.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiIaoXaKOVVHl_npHyaac0ys31HYu3v3po27vQPkpXNcBk5y96CNKx5s_i9HC4X2YgBj6FrmrGr12xox4ZnFFwTxJTSXyH9kOgUcOTc6ilW_9LTgrPIX2_m0jDM2n8ZgnXDe74QgmyJVs8/s1600-h/IMG_4316.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5046378973510452946" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiIaoXaKOVVHl_npHyaac0ys31HYu3v3po27vQPkpXNcBk5y96CNKx5s_i9HC4X2YgBj6FrmrGr12xox4ZnFFwTxJTSXyH9kOgUcOTc6ilW_9LTgrPIX2_m0jDM2n8ZgnXDe74QgmyJVs8/s320/IMG_4316.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
<br />
Mientras regresábamos al carro, una furtiva lágrima nos corrió por la mejilla, confundida con la garúa dublinesa. Una lágrima por esa nostalgia extraña por lo que no se tiene. Así fue como descubrimos, por contraste, que hacer trámites legales en Venezuela tiene el encanto de la saudade.<br />
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El primer mundo es aburrido.<br />
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<br />
Hasta la próxima aventura,<br />
C.Hugohttp://www.blogger.com/profile/01651538261800268970noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-73649952161298533272007-03-28T23:48:00.000+07:002011-08-30T10:38:36.978+07:00CD8 - DEL EVENTO<span lang="ES"><o:p></o:p></span><span lang="ES"><br />
Comienzo esta crónica bajo la sombra de lo escrito previamente por Ceci, y sobre todo por su acogida. Sirva como aclaratoria que no soy capaz ni pretendo competir con su soltura lingüística, estilo honesto e impecable redacción, mucho menos con su sensibilidad e impacto, especialmente porque no fui yo el que parió al carricito. No prometo dos crónicas, pues a duras penas creo poder terminar una. Por último, mi único objetivo es tratar de complementar lo ya presentado por ella, nunca desmintiéndola, siendo lo más sincero que se puede ser, y por supuesto pidiéndole que revise y certifique previamente lo aquí presentado.* <o:p></o:p></span> <br />
<div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Desde el comienzo nos dimos cuenta de que Ceci iba a tener un embarazo de librito, o más bien, de libritos y páginas <i>web</i>. Una vez supimos que esperábamos a Diego, no bien le habíamos puesto el nombre, ya habíamos comprado una vasta biblioteca dedicada al tema. A los textos les sumamos un par de páginas <i>web</i> que nos aseguraban las últimas opiniones de los llamados expertos (por lo general médicos, <i>midwives</i> y madres) evitando el eterno problema de los libros: la desactualización. Por último, cuando encontrábamos que una situación no estaba referida en al menos tres de nuestras fuentes, procedíamos obviamente a “googlearla”. Cada tema y situación imaginable eran cubiertos por la amplia literatura que tuvimos la “suerte” de conseguir: contracciones, mareos, cesáreas, patadas, antojos, los primeros 83 meses del recién llegado, lunares, comidas a evitar o buscar, qué hacer con los consejos no solicitados o qué no hacer si no nos dan consejos…<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">La avalancha de conocimiento fue tal que cada una de las sensaciones o síntomas que sufrió Ceci durante sus casi diez meses de embarazo (porque al menos yo aprendí que eso de nueve meses es un mito perpetuado por la ignorancia del lumpen) estaba perfectamente descrito. Todo parecía ir viento en popa hasta que empezamos a notar ciertas inconsistencias en las opiniones de los especialistas. Por ejemplo, todos parecían coincidir en que la niña al nacer (porque en los libros en inglés se refieren indistintamente a la criatura como <i>she</i>) iba a tener la necesidad de dormir durante más de la mitad del día. El problema estaba justo en la recomendación de qué hacer en cada situación (el sueño, en este caso). Si teníamos dos libros, en ellos habría tres sugerencias contradictorias. No exagero. El recomendadísimo “Qué esperar cuando se está esperando” invita a acostar al neonato boca abajo. Cuarenta páginas más adelante sugiere dejarlo boca arriba. Teniendo Ceci y yo una mentalidad científica decidimos desde el primer día ponerlo de lado. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">De esa forma avanzó el embarazo, sin poder confiar en la cantidad industrial de pasquines que tuvimos a mal comprar. Cuando quisimos saber qué era bueno para las náuseas (que de nuevo el lumpen se empeña en llamar matutinas, a pesar de que tienen lugar durante todo el día y la noche) aprendimos que la única solución es no quedar embarazada, pues todos los remedios prescritos por nuestros expertos eran contradichos por algún otro. Por suerte, más pudo Diego en su deseo de nacer por donde era y a la hora en que le tocaba que las nefastas estadísticas médicas, pues si es por lo que habíamos leído, no hay forma de que un embarazo transcurra sin poner en riesgo al pequeño de una u otra forma. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Durante “la dulce espera” Ceci aguantó con estoicismo vómitos diarios (primer trimestre), contracciones cortesía de las brutísimas niñas a las que les estaba dando clases (segundo trimestre) y dolor en su fracturado cóccix (tercer trimestre). Por lo general, tratábamos de minimizar sus únicas quejas cuando nos entreteníamos leyendo sobre las extrañísimas enfermedades y síndromes que podría sufrir Diego (único provecho que le sacamos a los libros).<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Así, luego de meses de contracciones <i>in crescendo</i>, Ceci se levantó un buen día, como a una semana de la fecha probable de parto, señalando que las contracciones eran diferentes a las ocasionadas por sus alumnas y que ya no se sentía tan bien como antes. Ante su duda sobre si eran o no las definitivas, y en un perfecto ejemplo de arrogancia masculina, decidí que la visita del pequeño era cuestión de horas, y puse en marcha el plan de contingencia.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">La primera medida obviamente consistió en quedarme en la casa monitoreando el progreso del, según mi vasta experiencia, ya inminente parto. Luego, en obvio apresuramiento y en mi fe ciega ante la palabra de mi esposa, procedí a enviar aquel fatídico <i>email</i> del que ella todavía se mofa. Olvidada quedó mi emoción (y preocupación, para qué negarlo) por la venida del primogénito. Sólo quedaría registrado en los anales de la historia mi alarmismo e impulsividad ante el envío inconsulto de aquella misiva. Por suerte, en un ejercicio inconsciente de precaución, sólo copié a unas seis personas y Ceci no hubo de humillarme (“porque H siempre sale de atorado”) ante toda nuestra lista de correos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Ese mismo día llegó la futura abuela, Carmen Cecilia, a Dublín. En este punto de la historia, uno pensaría que este nuevo personaje, gracias a su experiencia al haber tenido dos hijos, poseería un conocimiento invaluable de cómo era todo aquello de los trabajos de parto. Sin embargo, la abuela se quedaba muda ante la sabiduría médica de su hija y yerno, que ante cualquier señal o síntoma procedían a comparar diagnósticos en cuatro libros y tres páginas <i>web</i>. Probablemente para no mostrar una opinión diametralmente opuesta a las ocho que ya teníamos prefería sonreír y mantenerse en silencio.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">En vista de la confusión decidimos apelar una nueva fuente: ER. El enlatado americano nos ha ayudado a diagnosticar innumerables enfermedades a lo largo de trece temporadas, por lo que decidimos confiar en lo aprendido para determinar la fecha del parto. Según la teleserie, los síntomas inequívocos son: litros y litros de agua en la cama al romper fuentes (para ello Ceci dormía con un tobo azul en lugar de almohada), unas ganas horrorosas como de ir al baño (imagínense el peor de los corrientazos cada cinco minutos) y, en mi caso particular, la llamada al trabajo indicándome que todo salió bien y que podía pasar a visitar al carricito. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">La noche del miércoles (dos días antes del nacimiento), Ceci y Carmen Cecilia, en un reto al destino, decidieron quedarse hablando hasta las 4:30 am. Al día siguiente, CC le indicaría a su hija que tenía “cara de parida” (obviamente más por culpa del trasnocho que por la venida de Diego, pero ante el riesgo de que me fueran a convertir en sapo preferí morir callado).<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Ya el jueves, luego de que nos retiráramos a nuestros aposentos, C se quejaba de contracciones cada vez más frecuentes y su cara ya reflejaba un dolor sincero y nada envidiable. Aunque no recuerdo muy bien a qué hora finalmente nos fuimos a dormir, sí me acuerdo de pensar que del día de mañana no pasaba. Siendo sincero, a los 35 segundos ya estaba dormido.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Ni sé qué soñé aquella noche, sólo recuerdo que Ceci me levantó a eso de las 4 am, muy tranquila, diciéndome que había llegado el momento. Con el pelo mojado y gestos relajados me pidió que me vistiera pues ya Diego venía en camino. A eso de las 2 am las contracciones se habían vuelto mucho más frecuentes y apenas pudo dormir desde ese momento. Yo, más dormido que despierto, no sabía si creerle y vestirme corriendo o seguir durmiendo hasta que se hiciera de día. Total, uno oye decenas de cuentos de treinta horas de trabajo de parto pero nunca nadie echa algún cuento de un alumbramiento en el carro. Sin embargo, al ver que su tono no era en broma y que ya estaba con el bolso listo para salir al hospital, terminé de convencerme. Después de lograr pararme, Ceci fue e hizo lo propio con su mamá. Cuando volvió me encontró vistiéndome, tal como tan apropiadamente lo describe en su crónica, de Dockers y camisa manga larga. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">En este momento, me veo en la obligación de aclarar mis razones para elegir tal atuendo. El miedo de llegar a Holles Street vestido como el popular <i>nacker</i> irlandés (lo que en USA sería una mezcla de <i>white trash</i> con <i>wigger</i>) es más fuerte que la voluntad de llegar rápido. Aunque el atuendo del <i>nacker</i> y su rol en la sociedad irlandesa son motivo de otra crónica, espero se entienda que mi pinta no fue producto de la emoción del momento, sino más bien una bien racionalizada decisión para evitar ser confundido con el estereotípico personaje oriundo de los suburbios dublineses. Dicho esto, una vez que Ceci entró en el cuarto y comentó lo inapropiado de mi ropa ante el esfuerzo físico que íbamos a enfrentar, procedí a salvar las diferencias con unos bluyíns (nada más peligroso que discutir con una mujer en trabajo de parto). Sin embargo, conservé la camisa. Creo que en medio de mi despiste hasta me cambié los pantalones con la suegra ya metida en el cuarto, que en tiempo record ya estaba emperifollada y lista para partir. O al menos eso creía Ceci.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Hoy debo confesar que días antes, en un pacto secreto con Carmen Cecilia, decidimos no salir al hospital y mucho menos escribir otro correo hasta no ver la cabeza del muchacho asomándose. Ello para irnos por lo seguro y evitar más burlas a su pobre yerno. Por suerte no hubo necesidad de llegar a tal extremo, pues Ceci se nos adelantó y envió el correo avisando que ya nos íbamos. A las 5 am ese <i>email </i> marcó nuestra salida.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">El recorrido a la maternidad no fue muy acontecido. Dublín estaba bastante oscura y calmada, tal vez porque no llegamos a meternos por el centro, donde la horda de borrachos no nos habría dejado llegar a tiempo. En un clásico estilo irlandés, habríamos dado a luz en la acera al lado de un pub, celebrado por la muchedumbre que animaría a la parturienta entre una y otra Guinness. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Llegamos al hospital en unas tres contracciones. Para ese momento, Ceci ya no podía ni hablar la mitad del tiempo. Se repetían cada cinco minutos y le duraban alrededor de dos. Todo bajo control, pues. Mi único pensamiento se concentraba en qué pasaría si no dejaban pasar a Carmen Cecilia. Si se devolvía manejando era capaz de extinguir a todos los cisnes del Grand Canal y los taxis a esa hora no tienen por costumbre pararse ante el temor de que un borracho les desgracie el carro.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Después de estacionarnos, procedí a llenar el parquímetro con el máximo posible de tiempo. Me permitió comprar cuatro horas, es decir, hasta las 10 am, así que eché media bolsa de monedas (que para tal fin juntamos durante semanas) y volví al carro. Alistamos los peroles que llevábamos: el bolso con la ropa de Ceci y Diego, algunas cosas para matar el hambre y un par de libros para matar el tiempo durante la espera. Ceci estaba lista para caminar, y aunque una cuadra no parecía mucho, le sugerí que esperáramos a que pasara la próxima contracción para tratar de que no le diera otra a medio camino. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Por lo general yo siempre camino apuradísimo y dejo a Ceci atrás, y ese día no iba a ser distinto. No sé muy bien por qué lo hago. Es tal vez una mezcla de la ansiedad Barriola con la paranoia caraqueña a ser asaltado. Cuando cruzamos la calle y estábamos a unos quince metros de la entrada vino otra contracción. Cargando con las cosas, recuerdo haber volteado y a ver a Ceci, apoyada en la reja negra de Holles Street, doblada del dolor, con CC a su lado. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Entramos por la puerta principal, no por emergencias. Tal sería (pensábamos) nuestro control de la situación. Ahora que estamos de confesiones, admito que no tenía ningún apuro en llegar y eso se tradujo en mi tranquilidad durante todo el preludio al parto. Nada más patético que dos primerizos (en este caso tres) llegando con un escándalo a admisiones sólo para ser devueltos porque no ha comenzado el trabajo de parto. Peor aún, si ya el dolor era inaguantable, ¿qué podría determinar que volviéramos a recoger las cosas y salir de nuevo al hospital? ¿Será que volvemos cuando se desmaye del dolor? Me imaginaba “negociando” con Ceci nuestra salida por miedo a que nos devolvieran de nuevo. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Una vez adentro, la primera noticia que nos dio el encargado de guardia fue que Carmen no podía entrar. Tras una breve despedida, la dejamos en la sala de espera con cara de susto. “Porsia las moscas” se quedó con el celular de Ceci. Cuando ya Ceci fue admitida, bajé de nuevo y llamamos un taxi para que se fuera a dormir a la casa, aunque no creo que haya podido por la emoción de tener su primer nieto Losada.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">La entrevista con la mujer de admisiones es tal como la describe Ceci. Entre el dolor y el nada fácil acento de nuestra anfitriona ella no entendía y era yo el que daba las respuestas. ¿Tienen seguro? ¿Traen alguna planilla completada? ¿Dónde está la ropa del bebé? Mientras chequeaba el reloj y le veía la cara a C, mi miedo a que nos devolvieran se iba desvaneciendo. “Adelante, yo misma los llevo a la sala de partos”.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Minutos después ya Ceci estaba lista para el examen físico. No hubo tiempo de ponerse la pijama que compramos para el parto, la bata ni las pantuflas. Recibió a Diego con sus inmortales medias de pollito.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Luego de la primera revisión, nos indicaron que a pesar del sufrimiento, Ceci no había dilatado nada. Nalgas. Nill, Cero. Un coño, pues. Ya nos preparábamos para una buena discusión cuando la enfermera nos aclaró que igual no había necesidad de que nos devolviéramos a la casa, pues las contracciones eran fuertes y constantes. Sólo tendríamos que esperar a que dilatara un centímetro para romperle fuentes y aplicar la epidural.<span style="-moz-background-clip: -moz-initial; -moz-background-inline-policy: -moz-initial; -moz-background-origin: -moz-initial; -moz-background-size: auto auto; background-attachment: scroll; background-color: yellow; background-image: none; background-position: 0% 50%; background-repeat: repeat;"><o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES" style="-moz-background-clip: -moz-initial; -moz-background-inline-policy: -moz-initial; -moz-background-origin: -moz-initial; -moz-background-size: auto auto; background-attachment: scroll; background-color: yellow; background-image: none; background-position: 0% 50%; background-repeat: repeat;"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">En poco tiempo ya estaban llamando a la anestesióloga. Cuando dijeron que llegaría en quince minutos supimos que más bien serían cuarenta y cinco. Por supuesto, no nos equivocamos. La tendencia mundial de los médicos de hacer esperar a sus pacientes no encuentra su excepción en Irlanda. Para el momento en que el desmayo era inminente, apareció la doctora, aguja en mano, dispuesta a realizar el milagro. De ahí en adelante todo fue en bajada. Cuando terminó el procedimiento de la epi ya tenía unos cinco centímetros de dilatación. Los siguientes cinco no duraron mucho más, y ante la falta de dolor Ceci pudo hasta dormir un poco.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Cuando llegó a los esperados diez centímetros, C comenzó a pujar. Al tercer envión, ya las enfermeras veían a Diego y me preguntaban si quería verlo yo también. No tenía mucho apuro en asomarme porque nada más deprimente que un orgulloso padre tirado en el piso como un plátano y el doctor echándole aire a ver si lo puede levantar. Unos veinte minutos después las enfermeras ya estaban seguras de que el cabezón venía con peluca y todo. En vista de que Ceci, nuestros hermanos y yo fuimos calvos como hasta el primer cumpleaños, me animé a verlo para confirmar la primicia. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Ahí estaba Diego, más acá que de allá. Ahora sí que no nos devuelve nadie a la casa, pensé. Ante el riesgo de que Ceci me pegara un grito que bombeara al renacuajo contra la pared, decidí no tomar fotos desde esa perspectiva. Sin embargo, preparé la cámara porque Diego saldría en menos de media hora. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">En ese momento el Profesor O’Herlihy sacó una tijera que parecía más de jardinero que de médico. Sabiendo lo que venía me aparté y le dediqué unos segundos más a preparar la cámara, no sin antes decirle que justo venía la parte que mi papá me recomendó no presenciar. Entre risas, me preguntó si me iba a desmayar, pero yo ya estaba más allá del bien y del mal, es decir, decidiendo si usar flash o no.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Empujón tras empujón, en poco tiempo Diego ya tenía la cabeza afuera. A pesar de la impresión de verlo cubierto en algo parecido al ectoplasma de los Ghostbusters, me armé de valor y tomé algunas fotos que mis amigos siempre me agradecerán, dado su alto valor educativo. Treinta segundos después ya Diego estaba completamente afuera. Ahí supe que no habría forma de que pudiese describir ese momento, sus primeros instantes afuera, desorientado y pataleando. Por eso le di tantas largas a escribir esta crónica y por eso no creo poder entrar en demasiados detalles.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Mientras medio parapeteaban a Diego, el Doctor me pidió que le hablara fuerte para tratar de que llorara. Al darse cuenta de que las palabras no me salían, Diego se me adelantó y comenzó a chillar, tal vez para que no se nos ocurriera darle una nalgada. Se lo pusieron encima a Ceci, que para entonces ya había olvidado todos los dolores, náuseas y malestares de los últimos meses y me dejaron cortarle el cordón umbilical.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Nos lo quitaron por un par de minutos para limpiarlo y me lo dieron envuelto y llorando. Cuando se calmó fue como si le quitaran el volumen al resto de la habitación. A lo mejor las enfermeras me hablaban, pero yo sólo oía cómo respiraba. Ya para ese momento estaba buscando qué chupar y lo único que encontró fue el borde de la toalla en que lo envolvieron. Ahí supimos que no iba a tener problemas para comer. Mientras le contábamos los dedos y tratábamos de que abriera los ojos, llamamos a los abuelos para darles la noticia.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><br />
</span></div><div class="MsoNormal"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhm1sXo3_4oNLpXycRI6SkmZyyoFlv4FyVMvvT-GZQQMoKcSNKXEPRW7Zp2E45ocjkw1KDntN3NH-DwllzAe16JcxXYWffJc24iBLhKfgD4LYKZUUeNHHWca5xbKLX5FfdflPgWfpm0yDo/s1600-h/D+minimo.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5047016001023220610" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhm1sXo3_4oNLpXycRI6SkmZyyoFlv4FyVMvvT-GZQQMoKcSNKXEPRW7Zp2E45ocjkw1KDntN3NH-DwllzAe16JcxXYWffJc24iBLhKfgD4LYKZUUeNHHWca5xbKLX5FfdflPgWfpm0yDo/s320/D+minimo.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a></div><div class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span lang="ES">-------------------<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Han pasado casi seis meses desde que nació Diego y por supuesto todo para nosotros cambió radicalmente. Cosas que antes nos parecían indispensables ahora nos parecen triviales y viceversa. Prácticamente cada cosa que hacemos lo impacta inmediatamente o tiene el potencial de hacerlo en el largo plazo. Pensando en eso decidimos venirnos a Dublín y aunque haya sido un poco duro para todos, esperamos voltear dentro de veinte años y pensar que no nos equivocamos. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Besos a todos,<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">H<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">--------------------<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">* Aunque tal introducción suene convincente y digna del padre de una criatura como Diego, lo que verdaderamente me mueve a escribir no se acerca a tan noble propósito. La realidad es que espero acallar las voces que acusan a Diego de huérfano y tal vez, muy en el fondo, me muero de ganas de ponerlos a llorar, tal como confesó alguno que otro abuelo, tío o amigo que ha leído demasiado Paulo Coelho.<o:p></o:p></span></div>Hugohttp://www.blogger.com/profile/01651538261800268970noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-2899777174338243942007-03-27T06:48:00.000+07:002011-08-30T10:39:30.756+07:00BOLETÍN INFORMATIVOFieles lectores:<br />
<br />
No quiero sonar como una chismosa o niña acuseta, pero les informo que hay TRES crónicas nuevas (escritas por mí) en <span style="font-style: italic;">standby</span>, porque Hugo no termina de publicar las que prometió. Para no arruinar el orden cronológico de los eventos relatados, me veo maniatada... Mis pobres crónicas seguirán en versión <span style="font-style: italic;">draft </span>mientras H se digne terminar las suyas. Un poco de presión psicológica ayudaría (si saben a lo que me refiero...).<br />
<br />
Manténganse en sintonía,<br />
C.Hugohttp://www.blogger.com/profile/01651538261800268970noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-2127629563743254552007-03-14T23:30:00.000+07:002011-08-30T10:39:47.602+07:00BOLETÍN INFORMATIVO + RAREZAS DEL PRIMER MUNDO, parte IIHace unos días le decía a Hugo que ya no soporto la presión de la fanaticada para publicar más rápido, que tiene que escribir él también, como en los viejos tiempos. Me respondió que le había subido demasiado el estándar a las crónicas y que ahora le daba vergüenza. Lo mismo me dijo el tío Pepe, que había prometido unas sobre su visita navideña. Estoy a punto de declararme en huelga, así que –por el bien y la continuidad de este blog- les pido encarecidamente que les regalen unas palabras de apoyo a los otros escritores… Pueden dejarlas abajo en “Comentarios”. Por ahora, aquí les copio algunas anotaciones que hemos ido haciendo sobre nuestra vida en Europa:<br />
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- Cada vez que salimos con Diego al centro comercial o a pasear por la ciudad, las multitudes se asoman a verlo en su cochecito. Hombres y mujeres, jóvenes y viejos, todos hacen algún comentario sobre el bebé peludito. Aparentemente nuestras primeras impresiones de que todos los niños irlandeses eran calvitos, rubios o pelirrojos son acertadas.<br />
<br />
- Si Bono fuera venezolano, mandaría a sus chamos al colegio con cinco gorilas en una Explorer negra con vidrios aún más negros. La hija de Bono usa el DART, el tren dublinés. Lo sabemos porque Lucas, nuestro amigo y vecino, le da clases, y hace un par de días se montó con ella y sus compañeros. En resumidas cuentas, para que se mueran de envidia, estamos a dos personas de distancia de U2.<br />
<br />
- A pesar del invierno, la gente sigue comiendo helado como si nada en los centros comerciales. ¡Grandes los irlandeses!<br />
<br />
- En Halloween se hacen hogueras en la mitad de la calle y se tiran fuegos artificiales.<br />
<br />
- Irlanda es el primer o segundo país donde más se gasta dinero <span style="font-style: italic;">per capita</span> en Navidad… Imagínense el gentío comprando regalos en diciembre…<br />
<br />
- Hace días estábamos comprando verduras en uno de nuestros famosos Farmers Market, y descubrimos la verdad tras las coles de Bruselas:<br />
<br />
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgoUe6mLCQTLuWAcH_ss-wf-YHc50NUvaGc2qTlYL2v-97ZmpcTTAWcogBna82XQl5cWoPmaRGbuz8OOXYWVHYHuVZKktn8zSxGFxFTaa-PfbQkv-eH0ndDvQVeovmu9UL74rdYEemfgao/s1600-h/coles.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5041826114470287394" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgoUe6mLCQTLuWAcH_ss-wf-YHc50NUvaGc2qTlYL2v-97ZmpcTTAWcogBna82XQl5cWoPmaRGbuz8OOXYWVHYHuVZKktn8zSxGFxFTaa-PfbQkv-eH0ndDvQVeovmu9UL74rdYEemfgao/s200/coles.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a>¿¿¿Ustedes sabían que nacían en palitos???<br />
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- Algo que no deja de sorprendernos es el rol de la caridad en la vida irlandesa. Desde que el país está económicamente acomodado, los irlandeses sienten que deben darle algo al tercer mundo. Por eso, la tele vespertina está llena de propagandas de ONGs que apelan a la piedad de la gente. Piden para los niños del tercer mundo, operaciones de la vista, mejorar las condiciones de aldeas que no tienen agua potable, víctimas de desastres naturales, y un largo etcétera. Sin embargo, la organización más curiosa es una que recoge dinero para cuidar burros en Afganistán (o en alguno de estos países de la ex Unión Soviética). Las imágenes muestran a un animalito caminando lentamente en un pedregullero, cargado de ladrillos hasta los tequeteques, mientras un niño con turbante lo arría a palazos. La música de fondo es bien melo, como para conmover a los más duros. Y otra organización que vale la pena mencionar es una que recoge perros callejeros. No es que su objetivo sea poco loable; lo insólito es que la propaganda está narrada en primera persona por un perro abandonado por sus dueños…<br />
<br />
- Y para cerrar esta pequeña lista, tenemos que informarles que finalmente entendimos por qué la gente se sorprendía tanto con Diego cuando lo sacábamos. No era su abundante pelo oscuro (hoy en día escaso y desteñido). Tampoco sus ojos de parapara. Lo que tanto les llama la atención a los irlandeses es la cabeza de Diego. Obviamente, cegados por el amor paternal, ni Hugo ni yo habíamos notado nada inusual en nuestro hermoso y rozagante bebé, hasta que hace un par de semanas lo llevé al Health Centre a su chequeo de rutina. La enfermera me preguntó, mientras lo revisaba, si el padre del niño era irlandés. Cuando le dije que no, murmuró: “Ah, debe ser por eso…”. ¿Pasa algo, tiene algo malo?, pregunté rápidamente. “No, no, no te preocupes. Es simplemente que la forma de su cabeza es bastante particular”. Salí indignada del consultorio. ¡Cómo se atrevía la vieja esa! Cuando le conté el incidente a Hugo, sólo obtuve una carcajada de respuesta. Y antes de que yo explotara de nuevo, sólo añadió: “Lo que se hereda no se hurta”.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizTMx0g1Db-w_ko8L8ZcH8ZQ9aXA_OycYYF3kW7ppzQeOKFaD6Y1G_3bbjK-FUtEBcoOjBgbNdJ9pPpYiC2q8yjK65_s9kiNFprQXGaPIDJZwN42k9NCTeV3gRC5J3y-23ZigI_e5dykA/s1600-h/pepe+enano.JPG"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5041826698585839666" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizTMx0g1Db-w_ko8L8ZcH8ZQ9aXA_OycYYF3kW7ppzQeOKFaD6Y1G_3bbjK-FUtEBcoOjBgbNdJ9pPpYiC2q8yjK65_s9kiNFprQXGaPIDJZwN42k9NCTeV3gRC5J3y-23ZigI_e5dykA/s320/pepe+enano.JPG" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgIbZl8npW7JR4PpcrE-YwyYKh8PONSLnb2JBWYVPEm9VzQV4MQc4jpbSKW7uLJEjGvrCWaGG_t5CwNnMckXGtpjs5sGDgHUhhS25GiTPHWNsCHTGLdiPMQPv9jI6MwUITO9YWLoqrLSlw/s1600-h/Dba_o.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5041826702880806978" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgIbZl8npW7JR4PpcrE-YwyYKh8PONSLnb2JBWYVPEm9VzQV4MQc4jpbSKW7uLJEjGvrCWaGG_t5CwNnMckXGtpjs5sGDgHUhhS25GiTPHWNsCHTGLdiPMQPv9jI6MwUITO9YWLoqrLSlw/s320/Dba_o.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQZIFoRG2mgegEOaKxmmin7y2prv1BKKM-Cq_tHzEF4J3Mvug-2SSfJrncTfBiYkDoyUh0oe8kaw0spC3iJ9-OxFn694cHVYXH5D-a8JE0YG6lQkpwExZi8G8C1A2Y2cCbcq44AnODOrs/s1600-h/David.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5041835181146249298" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQZIFoRG2mgegEOaKxmmin7y2prv1BKKM-Cq_tHzEF4J3Mvug-2SSfJrncTfBiYkDoyUh0oe8kaw0spC3iJ9-OxFn694cHVYXH5D-a8JE0YG6lQkpwExZi8G8C1A2Y2cCbcq44AnODOrs/s320/David.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
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<div style="text-align: center;">[Pepe, Diego, David]</div><br />
<br />
Besos a todos,<br />
C.Hugohttp://www.blogger.com/profile/01651538261800268970noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-479554016645860654.post-68294074825675164882007-03-12T10:21:00.000+07:002011-08-30T10:40:12.466+07:00CD7 (II parte) - CHRONICA CHRONICAE: De cómo Dios es misóginoFinalmente, después de casi cinco meses, he aquí la verdadera historia de cómo nació Diego. Una crónica despojada de sentimentalismos, desbarajustes hormonales, o censura. Para las mujeres que han tenido hijos, esta crónica será una reafirmación a sus más secretos pensamientos. Para las que no los tienen, tal vez una advertencia. Para los teólogos y escépticos, una prueba de que Dios existe, y es misógino.<br />
<br />
<div style="text-align: center;">* * *</div><br />
Por unas dos semanas estuve con la maleta casi lista para salir en cualquier momento al hospital. Tenía contracciones y unos calambres que palabras humanas no pueden describir. Me levantaba tres o cuatro veces en la noche para ir al baño, y tenía dolor de costillas (sí, las costillas pueden llegar a doler). Las contracciones no terminaban de hacerse regulares, así que era cuestión de paciencia. Sin embargo, el día que mi mamá llegaba a Dublín tuve UN PAR de contracciones regulares, así que Hugo decidió informar a la familia. He aquí lo que escribió:<br />
<br />
<blockquote><span style="font-family: courier new;">06/10/06</span><br />
<span style="font-family: courier new;">Ceci está teniendo contracciones cada 20 minutos más o</span><span style="font-family: courier new;"> menos así que esperamos que para esta noche nos visite Diego. Ahora mismo buscamos a Carmen Cecilia al aeropuerto y dependiendo de como progrese yo creo que a media tarde estaremos yendo al hospital. Un beso a todos y cualquier cosa nos consiguen en mi celular,</span><br />
<br />
<span style="font-family: courier new;">H</span></blockquote><br />
<br />
Por supuesto, no me dijo nada de este email porque sabía que me burlaría despiadadamente de él –como efectivamente hice después. Me enteré porque, en cuestión de cinco minutos, media Caracas comenzó a llamarnos por teléfono. En vista de que sus predicciones no se cumplían, H mandó este otro mensaje:<br />
<br />
<blockquote><span style="font-family: courier new;">Seguimos informando...</span><br />
<br />
<span style="font-family: courier new;">A estas horas de la tarde ya estamos en la casa luego de buscar a CC. El esperado mini-manganzón no ha avanzado nada durante el día. Ceci sigue teniendo contracciones, algunas</span><span style="font-family: courier new;"> más dolorosas que antes pero en general todavía está de buen humor y no me ha dicho que todo es culpa mía. Esto último nos hace presumir que esto va para rato y capaz llegamos hasta mañana esperando a Diegot. Conociendo los genes del condenado seguro nos levan</span><span style="font-family: courier new;">ta a las 3:42am. </span><br />
<span style="font-family: courier new;">[…]</span><br />
<br />
<span style="font-family: courier new;">Saludos y gracias por estar pendientes,</span><br />
<span style="font-family: courier new;">H</span></blockquote><br />
<br />
La familia seguía en ascuas, así que decidí intervenir:<br />
<br />
<blockquote><span style="font-family: courier new;">07/10</span><br />
<span style="font-family: courier new;">Hola familia:</span><br />
<br />
<span style="font-family: courier new;">Es sábado por la tarde y nada de Diego. No se preocupen que apenas pase algo sustancioso les avisaremos. La verdad</span><span style="font-family: courier new;"> verdadera es que el querido Huguito es un poco alarmista, y apenas le dije que me estaban MEDIO doliendo las contracciones, salió corriendo a escribirle a media Caracas... No he ido al hospital porque las contracciones son muy irregulares y todavía no duelen casi, así que esto</span><span style="font-family: courier new;"> va para rato. </span><br />
<br />
<span style="font-family: courier new;">Cuando empiece el verdadero trabajo de parto, yo misma les escribiré. Mientras tanto, no se fíen de los rumores amarillistas de HE ;)</span><br />
<br />
<span style="font-family: courier new;">Besos a todos, y mil gracias por estar tan pendientes,</span><br />
<span style="font-family: courier new;">Ceci y Diego (todavía en 2x1) </span></blockquote><br />
<br />
<div style="text-align: left;">Esa semana paseamos con mi mamá, le arreglamos el cuarto y los corotos a Diego, y compramos el pantalla plana de Hugo. Para esto último, H casi hace que CC y yo nos fuéramos a pie a la casa porque la cajota apenas cabía en el carro.<br />
<br />
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifedVOXMNb065pyo_EmuWrkSIVTyKNFZyxWhIYLxaiNyHug0ZR7qfGLm8I1BCFESh_awU-WmUxLuZMh55aK10rMwAPsORSR6JaQ2tn4pb-EjxD8l4PWXpDy21N09VbR7NYlYshMjXmZA/s1600-h/Picture+097.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5041203209804884770" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifedVOXMNb065pyo_EmuWrkSIVTyKNFZyxWhIYLxaiNyHug0ZR7qfGLm8I1BCFESh_awU-WmUxLuZMh55aK10rMwAPsORSR6JaQ2tn4pb-EjxD8l4PWXpDy21N09VbR7NYlYshMjXmZA/s200/Picture+097.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a>Con la nueva adquisición, H se olvidó de mis contracciones, de la suegra y del resto de la humanidad.</div><div style="text-align: center;"><br />
</div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjCcIQLeYCoFOkkaHjNRXjJH8JpPQ0IEXuu-LuvhZFlh34wkrwOpk5a_dthmkUcyJo0PaZeeMRn_v6FujzBZLiPaO5mrIPEH6DwMqlXicwucKES27yrBvz29Oj5RDeiBbk7qJDwRghGA/s1600-h/Picture+100.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5041203214099852082" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjCcIQLeYCoFOkkaHjNRXjJH8JpPQ0IEXuu-LuvhZFlh34wkrwOpk5a_dthmkUcyJo0PaZeeMRn_v6FujzBZLiPaO5mrIPEH6DwMqlXicwucKES27yrBvz29Oj5RDeiBbk7qJDwRghGA/s200/Picture+100.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
El 10/10 llegaron Hugo papá (de ahora en adelante Papaúpa o PPU) y Francis, que se quedaban hasta el 14, así que la presión psicológica para que el enano naciera aumentaba vertiginosamente, al igual que la panza y las contracciones…<br />
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Ya yo no podía manejar más y me cansaba al dar dos pasos, así que no pude pasear casi con los suegros. Tuve un par de citas con el Prof. O’Herlihy, que iba monitoreando el crecimiento y la posición de Diego. Más que por pudor, por no revivir en mi memoria una de las desgracias de ser mujer, no voy a atormentar a los lectores con la anécdota del “tacto” (triste eufemismo). Sólo sepan que he iniciado una campaña internacional para que la UNESCO prohíba que la gineco-obstetricia sea una especialidad practicada por hombres… En fin, los encuentros con el profesor sólo revelaron que no había dilatado nada, aunque ya tenía el cuello uterino blando y borrado (<span style="font-style: italic;">whatever that means</span>), y que el bebé no estaba encajado aún. Confieso que yo tenía la fantasía de que el doctor me dijera: “Caramba, ya tienes seis centímetros, qué maravilla… Quédate de una vez”. Pero todos sabemos que eso no ocurre nunca.<br />
<br />
Finalmente, en la tarde del jueves 12 de octubre, Francis me tocó la panza y dijo que el bebé ya estaba encajado. Mi mamá, por su parte, esa noche me dijo lo mismo, pero en boconés: “Tienes cara de parida”. No puedo explicar con certeza cómo era mi cara ese día. Sólo sé que me sentía como un jamón ambulante. Nos fuimos a dormir a las dos de la mañana, y a eso de las cuatro las contracciones ya no me dejaban dormir. CC tenía razón…<br />
<br />
Después de esa semana de incertidumbre, puedo afirmar con convicción que todos los libros y páginas web sobre embarazo son una porquería. La generalidad con que tratan de abordar el tema del trabajo de parto es desesperante. Se supone que las falsas contracciones (Braxton-Hicks) se distinguen “nítidamente” del verdadero trabajo de parto y, aunque son molestas, no son dolorosas. Pues como dice una amiga mexicana: obviamente los señores Braxton y Hicks eran hombres… La transición entre estas contracciones de preparación y las verdaderas fue, para mí, cuestión de frecuencia e intensidad, pero básicamente eran IGUALES.<br />
<br />
Me levanté, sin despertar a nadie, y me metí a bañar. Para el momento en que me vestí y desperté a Hugo y a mi mamá, ya el dolor era fuerte, aunque tolerable.<br />
<br />
Lo que sigue a partir de este punto es una cadena de momentos borrosos que se nublan en mi memoria.<br />
<br />
Recuerdo la cara de Hugo al levantarlo. Estaba calmado y sonreído. Como parecía no entenderme de lo dormido que estaba, tuve que “jamaquearlo” un par de veces. Con una tranquilidad suprema, comenzó a vestirse. Lo curioso del asunto es que se puso una camisa manga larga, planchada y almidonada, y cuando estaba por ponerse los pantalones de pinza, tuve que recordarle que no estaba saliendo al trabajo, sino que íbamos a estar metidos por ene horas en un hospital. Lord Hugo, supongo que por no discutir con la mujer hormonal, se cambió y se puso un <span style="font-style: italic;">blue jean</span>. Mi mamá, por otra parte, parecía no creer que el momento había llegado, como si no se lo estuviera esperando. Me repetía: “¿Ya? ¿En serio? ¿Ya?”. Y luego, batiendo todos los récords en su género, se vistió y maquilló en unos 45 segundos.<br />
<br />
Recuerdo haber escrito un email a la familia, cumpliendo con mi promesa de dar información veraz:<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiOAaSBcMATIuT5nU2kBy06n7N12d0t_5NqTS5Epjl5k0KaLRfrjupQ-c4ggvjuVni63V5XNHuTwBSIl26FJun35YId3sqjH1kBoJU3D7SqDuz6yYo8mAVbJQdlKtg9e_HO0TMJEFG6aQ/s1600-h/C&D+noche+antes.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5041191557558610610" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiOAaSBcMATIuT5nU2kBy06n7N12d0t_5NqTS5Epjl5k0KaLRfrjupQ-c4ggvjuVni63V5XNHuTwBSIl26FJun35YId3sqjH1kBoJU3D7SqDuz6yYo8mAVbJQdlKtg9e_HO0TMJEFG6aQ/s200/C&D+noche+antes.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
<blockquote><span style="font-family: courier new;">13/10, 4:04 am</span><br />
<br />
<span style="font-family: courier new;">Señores,</span><br />
<br />
<span style="font-family: courier new;">Como su colonial nombre lo indica, Diego Losada no podía nacer el "Día</span><br />
<span style="font-family: courier new;">de la Resistencia Indígena", así que aparentemente ha</span><span style="font-family: courier new;"> decidido nacer</span><br />
<span style="font-family: courier new;">al día siguiente... Estamos de salida al hospital, y seguramente en</span><br />
<span style="font-family: courier new;">breve recibirán otro boletín oficial de HL. Esta vez es verídico...</span><br />
<span style="font-family: courier new;">¡¡¡LO CERTIFICO!!!</span><br />
<br />
<span style="font-family: courier new;">Los celulares están prohibidos dentro del hospital, pero apenas</span><br />
<span style="font-family: courier new;">sepamos algo, avisamos.</span><br />
<br />
<span style="font-family: courier new;">Besos a todos,</span><br />
<span style="font-family: courier new;">Ceci & Diego (en 2x1 por unas pocas horas más)</span></blockquote><br />
<br />
Recuerdo tener que echarme en el sofá de la sala justo antes de salir por una contracción. El pasillo al ascensor, largo, nublado. El asiento de atrás del carro. El trabajo de parto es una de esas situaciones extremas, como los funerales, en que la mente se divierte pensando en las cosas más insólitas. Recuerdo estar retorciéndome, buscando una posición cómoda, mientras pensaba: “¿Qué pasa si ahora nos para la Garda porque no llevo cinturón de seguridad? Mejor me pongo el cinturón de seguridad. ¿Pero estás loca? ¿Cómo demonios te vas a poner el cinturón de seguridad? ¿Qué pasa si me explota la barriga si Hugo mete un frenazo y yo tengo el cinturón puesto?”. Mientras tanto, Dublín estaba oscuro, tranquilo, ausente. Las luces de los faroles reflejadas en el Grand Canal. El frío de otoño que me aliviaba. Agradecí infinitamente estar haciendo ese recorrido a las cuatro y pico de la madrugada, y no con la cola infernal de todos los días, o con el calor pegajoso de Caracas un mediodía de octubre. Otra vez mi mente divagó: “Si fueran las diez de la mañana y hubiera cola, le escupiría a los ciclistas del Grand Canal, le gritaría improperios a los cisnes asquerosos de ese charco, manejaría por el canal derecho… Me importa un pepino”. Es un hecho que a medida que se intensifican las contracciones, uno se va volviendo más y más irracional. Surge una naturaleza más violenta y oscura… Me atrevería a decir, incluso, que en el día cumbre de la feminidad, se revela por completo el lado masculino de la mujer. Pero ya elaboraré esta idea más adelante.<br />
<br />
Finalmente llegamos a Merrion Square, con sus rejas negras y sus casas georgianas. Recuerdo los árboles aún con hojas, la brisa, el rumor de la madrugada. Yo estaba ya desesperada por bajarme y salir corriendo al hospital. Hugo, el muy inhumano, me hizo esperar en el carro mientras venía otra contracción. No sirvió de nada, porque a pesar de caminar lo más rápido que pude por Holles Street, otra me agarró en la mitad de la calle. Cual borracho de botiquín, me tuve que sostener en la reja negra del National Maternity Hospital, mientras mi mamá me agarraba por la espalda. Hugo, más adelante, nos miraba con susto y expectativa (pero no por la contracción, sino por un viejo hábito caraqueño: el susto a que nos fueran a asaltar en aquella oscuridad).<br />
<br />
No recuerdo la cara del portero. Sólo que mi mamá no pudo pasar con nosotros y tuvo que esperarnos abajo. Yo, todavía un poco descreída, le dije que nos veríamos en unos minutos, después de que me revisaran, pues estaba dispuesta a quebrantar todas las reglas del hospital. “Quiero a mi mami”, pensé sin ningún tipo de vergüenza. No quise despedirme. El cuerpo humano es francamente débil, y ante una situación de dolor, es increíble cómo el juicio se nubla por completo: “Pobre de mí, todo me duele. Mi mamá viajó 14 horas para estar aquí conmigo, así que TIENE que entrar con nosotros. Me importa un pepino el resto de las mujeres irlandesas. Yo lo merezco más”. Pero el portero fue implacable. En ese momento, mi mente volvió a jugarme una realmente insólita: pensé en el portero de <span style="font-style: italic;">El proceso</span>, pensé que yo era una versión parturienta de K., y que el sistema era una verdadera mierda, como Kafka bien lo había explicado. Luego pensé que había odiado ese libro, que era injusto que esa imagen me persiguiera el día del nacimiento de mi hijo, y que quería a mi mami. No quería llorar cuando me abrazara. Cierro los ojos ahora y veo su cara con nitidez, a diferencia de toda la nebulosa kafkiana que la rodeaba. Cara de trasnocho, de emoción, de alguien que sabe lo que está por venir.<br />
<br />
El portero nos preguntó si queríamos usar el ascensor o la escalera. No sé por qué, pero preferí caminar. En realidad, sí lo sé. Los que me conocen imaginarán inmediatamente cuál fue mi razonamiento pesimista ante las puertas del ascensor. Para los que no me conocen tan bien, aten los cabos: el National Maternity Hospital fue fundado en 1892. Quién sabe cuándo carrizo montaron los ascensores. Contracciones cada cinco minutos. Cuatro de la mañana, cero gente de mantenimiento en el edificio. No podía correr ese riesgo…<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhomWp2DZK0EX6g3Ga8g4g_QstV0orM0udYNjSfClzu8giSW-UH-emCu3XCCyxvxHaksVVHK7w3hi3PNnWdSt4ziMZ4ndq5wCzAwP83x8fSXen6cmOJD3m4UKU2gWyrvi9zHSPeb7w9dQ/s1600-h/IMG_4589.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5049709808079326562" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhomWp2DZK0EX6g3Ga8g4g_QstV0orM0udYNjSfClzu8giSW-UH-emCu3XCCyxvxHaksVVHK7w3hi3PNnWdSt4ziMZ4ndq5wCzAwP83x8fSXen6cmOJD3m4UKU2gWyrvi9zHSPeb7w9dQ/s320/IMG_4589.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
Al llegar a admisión, una mujer delgada, pelirroja, nos empezó a interrogar. No sé qué preguntó. En algún momento dejé de entender, porque tenía el acento más endemoniado del mundo. Sólo escuchaba el tono de su voz y notaba que veía su reloj y contaba mis contracciones en una libreta, mientras nos hacía preguntas de rutina. “¿Por qué tiene que preguntar lo que ya está escrito en mi historia médica? ¿Qué clase de conspiración cósmica es esta?”. Vi las manos de Hugo sobre sus rodillas, tamborileando los dedos. La mujer hizo un chiste sobre el dolor de parto y me pidió disculpas por dirigirse sólo a Hugo, pues entendía que yo ya no podía hablar durante las contracciones: “No te preocupes, <span style="font-style: italic;">darling</span>, ese dolor desaparecerá cuando el niño cumpla 16-17 años. JA JA JA”. Nos deseó suerte y nos dirigió hacia lo que yo creía era la sala donde me iban a examinar inicialmente.<br />
<br />
En realidad, nos hizo pasar directamente a la “sala de partos”: una habitación grande con dos camas, separadas por una cortina. Mi cama daba a un ventanal enorme, de pared a pared. No había nada “clínico” ahí, sólo un par de detalles (un tensiómetro, una balanza, creo). Es extraño. A pesar de haber pasado tantas horas ahí, no podría describir con precisión esa habitación. Sólo sé que pensé en mis amigas caraqueñas, en el horror que les causaría dar a luz en un sitio así, tan distinto a la comodidad casi hotelera de las clínicas (y de la medicina) venezolanas. Había una radio encendida en una estación local (sin duda pronto pasarían alguna canción de U2, obsesión nacional).<br />
<br />
La primera <span style="font-style: italic;">midwife </span>que nos atendió era de Sri Lanka y se llamaba Rubi. Nunca olvidaré su cara, porque nunca antes había mirado a alguien con tanta intensidad. A pesar de que la recuerdo con cariño, como relaté en la crónica anterior, debo confesar ahora que Rubi tenía bigotes. Es difícil mantener activados los filtros sociales en ese tipo de situación extrema. Cuando Rubi me agarraba la mano durante cada contracción y respiraba conmigo, me decía que la mirara a los ojos, pero me costaba un mundo no echarle una mirada furtiva de vez en cuando a sus labios. Pensándolo fríamente, nos fueron los ojos, sino los bigotitos de Rubi los que me ayudaron a sobrellevar las contracciones durante esas horas.<br />
<br />
No sé cuánto tiempo duró esto. Media hora, tres horas. Da lo mismo. Por momentos casi perdía el sentido. Hacía calor, pero temblaba. En algún punto me pusieron una bata y trajeron un ventilador. No sé si fue porque mi trabajo de parto avanzó muy rápido, pero no hubo un momento preciso en el que ese examen inicial se “formalizara” y me dijeran “estás admitida”. Es decir, no me hicieron desvestir propiamente, al llegar no me dieron una bata con pantuflitas de hospital, ni nada por el estilo. Puse mi cartera en una mesita que había al lado de la cama, me quité los zapatos y el pantalón, y así mismo me examinaron, pero sin darme cuenta el examen se prolongó, se prolongó, se prolongó, hasta que di a luz. La bata apareció, junto con el ventilador playero, en una de esas cuando me moría de calor. Fue en ese momento en que me quité lo que traía puesto (salvo las medias de pollitos, tan famosas entre mi círculo de ociosas amigas). Créanme que de haber sabido que parir en Irlanda era tan informal, habría cuidado un poco más mi atuendo.<br />
<br />
El examen inicial reveló que no había dilatado NADA, a pesar de que las contracciones eran tan fuertes. Rubi me dijo “I’m sorry, darling, pero sin dilatar no se te puede poner anestesia”. Horrorizada le pregunté si me iba a hacer devolver a mi casa, pero me dijo que no, que me monitorearían por una hora y luego se vería si me daban algo para que dilatara. Trató de hacerme respirar en una máscara un supuesto gas que no quita el dolor, pero que relaja. No lo soporté ni un segundo.<br />
<br />
La radio seguía encendida. Pensé que si estuviera en Venezuela, estaría escuchando algún reggaeton. Tal vez Hugo me hablaba. No puedo recordar. Sólo escuchaba la voz de Rubi, con su acento particular, diciéndome: “You’re doing great, dear, you’re doing great”.<br />
<br />
A la hora, después de lo que yo sentía había sido un maratón, Rubi me dijo triunfante: “Ya tienes un centímetro”. Pensé que era un chiste, o que había entendido mal. Imposible, me dije a mí misma. Esto es una tortura. No voy a poder aguantar hasta llegar a los diez. “Pero mírale el lado positivo. Ya se te puede poner la epidural. ¿La quieres?”. Todas mis teorías naturistas se desvanecieron en fracción de segundos. Los supuestos riesgos y efectos secundarios de la epidural que había leído recientemente no pudieron importarme menos. Rubi se fue a llamar a la anestesióloga, pero al poco tiempo regresó y me dio una noticia que me devastó: “La doctora está atrapada en una cesárea de emergencia, así que no va a poder venir en unos 30-45 minutos”.<br />
<br />
Me encantaría poder mentirles descaradamente y escribir:<br />
En ese momento me llené de fuerzas, y me dije a mí misma “A guapear, Ceci. Esto no es nada. El dolor es psicológico”. Le tomé una mano a Rubi, la otra a Hugo, y con una serenidad valiente, y una entereza de espíritu, resistí sin chistar hora y pico de contracciones. El tiempo pasó volando, mientras Hugo me secaba el sudor de la frente y Rubi me contaba anécdotas pintorescas de su lejana Sri Lanka…<br />
<br />
“La verdad nos hará libres”, así que esto fue lo que realmente sucedió:<br />
Con los ojos inyectados de furia le dije a Rubi que no era posible, que si estaba bromeando, que no había manera de que yo aguantara todo ese tiempo, que me iba a desmayar, que tenía frío, que tenía calor. ¿No hay otro anestesiólogo? Hugo, no puedo más. Intenté llorar a moco tendido un par de veces, pero ya las contracciones eran tan frecuentes que no podía concentrarme en llorar. Rubi me sonreía y seguía agarrándome la mano… Nunca antes sentí tan claramente la dualidad de mi carácter. Por una parte, apreciaba y necesitaba la gentileza de Rubi, pero por otra, quería ahorcarla cada vez que me sonreía. Tal vez es un estereotipo injustificado asociar la reacción violenta con la masculinidad (me perdonarán los lectores XY si estoy equivocada), pero en ese momento me sentía tan saturada que no podía procesar esas sonrisas y mi instinto era gritarle y, si se me permitía, darle un mamonazo para quitarle la sonrisita. El dolor, que se transformaba en rabia, me violentaba, pero enseguida el lado femenino dominaba y quería que me abrazaran. Me sentía como un <span style="font-style: italic;">hooligan </span>que quiere destrozar un bar y caerle a patadas al rival después de que su equipo pierde (de ahí, la asociación de violencia con el género masculino).<br />
<br />
Luego de esto, Rubi me hizo romper fuentes para que se acelerara la dilatación. Para describir este evento, sólo tres palabras: aguja de tejer…<br />
<br />
En algún punto que no recuerdo con precisión, otra mujer parturienta llegó a la habitación. Nunca le vi la cara, porque nos separaba la cortina. Sólo recuerdo que le hablaba con tranquilidad al que asumo era su esposo. Conversaban como si nada, y de vez en cuando le decía, entre risitas: “Oh, oh, oh my gosh, esto como que me está doliendo”. Y hacía la clásica respiración jadeante que sale en las películas: fuh-fuh-fuuuuuh, fuh-fuh-fuuuuuh… También la quería ahorcar, en especial cuando no me podía controlar durante la contracción y empezaba a lloriquearle al pobre Hugo. Lloraba de dolor, pero más que todo de rabia por no poder aguantar más, y de rabia porque la mujer de al lado no estaba sufriendo como yo… En ese caso, la noción de sufrimiento colectivo habría ayudado un poco, estoy segura…<br />
<br />
Antes de la epidural, sólo hay algo que recuerdo con nitidez. El sol estaba saliendo, iluminando a medias la habitación. Hugo estaba apoyado contra el ventanal, mirándome (y para ser honesta, yo pensaba “¿Qué me miras? Todo esto es culpa tuya”). En medio de una de las contracciones más fuertes, comenzó a sonar <span style="font-style: italic;">Georgia on my mind</span>. Pensé muchas cosas. Mi mente no paraba de escupir imágenes e ideas inconexas. Pensé que era un chiste casi cruel que un momento tan árido tuviera un <span style="font-style: italic;">soundtrack </span>tan dulce. Era un perfecto cliché de Hollywood. Nuevamente me asaltó la idea del reggaeton. Esto me llevó a pensar que si estuviera escuchando alguna canción poco memorable, tal vez me tomaría una licencia poética y falsificaría la crónica del nacimiento de mi primer hijo, por aquello de mantener cierta dignidad estética… Finalmente, entre el torbellino del flujo de conciencia que estaba experimentando, mis ideas se ordenaron un poco y pensé entonces que faltaba poco, que todas esas sensaciones que saturaban mis sentidos y que me impedían pensar con claridad tenían un fin: Diego. Esto no alivió el dolor, ni aceleró el tiempo, pero sí me dio perspectiva. Pensé entonces en mi abuela Gloria, pensé en Amoña y en Mamana. En los sopotocientos hijos que se tenían en otra época, sin tanto avance médico, sin anestesia. Pensé que en todos los miles de cuentos que me echaron las abuelas en mis meses de embarazo, en todas las anécdotas de sus respectivos partos, nunca me hablaron de lo duras que serían esas horas, de lo profundo del dolor. Sólo había un hilo conductor en sus historias: una misma emoción. Hoy, cinco meses después, lo entiendo perfectamente.<br />
<br />
Y lo más extraño de toda la nebulosa pre-epidural: sentí a mi abuela Nora. La sentí con claridad. Jamás he sido una persona supersticiosa. Religiosa y devota, menos. No recé en ningún momento. Sólo hubo un instante, justo cuando pasábamos frente al oscuro Bushy Park, en que pensé: “Dios, voy a tener un hijo”. Pero no recé, no pedí nada. De hecho, sigo creyendo que apelar a Dios sólo en esos momentos cruciales es infantil y fetichista. Pero ése es tema para otra discusión… Lo raro de este asunto es que nunca fui muy unida a mi abuela, pero por alguna razón, a pesar de mi incredulidad, de mi poca fe, sentí su presencia todo el tiempo, en especial cuando estaba amaneciendo. Recordé que cuando todavía estaba de novia con Hugo, una vez me comentó, sin preámbulo y sin elaborar mucho, que ya algunas de sus amigas eran bisabuelas… En ese desbarajuste de ideas, pensé en lo desordenado que es el destino: la bisabuela más joven de Diego no lo iba a conocer. Aparte de estos pensamientos aislados, la verdad es que no hay una explicación para esa sensación que tuve. Desde que me acosté la noche anterior, simplemente tuve la imagen de Nora en mi cabeza y punto. Habrá quienes interpreten esto como algo sobrenatural, o simplemente como un mecanismo psicológico de comfort. Sea como sea, ojalá en más ocasiones me sintiera tan acompañada como ese día…<br />
<br />
Todo lo que pasó entre la epidural y el nacimiento de Diego fue más borroso aún, pero el episodio de la anestesióloga es digno de ser relatado. Pasó más de una hora entre la sentencia –también kafkiana- de Rubi y la aparición de la doctora. Justo antes de que llegara, me hicieron otra “evaluación” (me niego rotundamente a usar el eufemismo “tacto”), y ya tenía cuatro centímetros de dilatación. La doctora era una mujer de unos 50 años, bastante seca –casi despiadada. Supongo que en sus años de experiencia profesional aprendió el poder que le confiere esa agujita llena de placer. Me hizo unas preguntas de rutina, tan mecánicamente que tal vez ni siquiera prestó atención a mis respuestas. Alergias, operación de espalda, etc. Tuvo un pequeño altercado con Rubi, quien intentó ponerme una vía en la muñeca sin mucho éxito (pero con un gran morado). Le explicó, molesta, que siempre debía intentar poner la vía en el revés de la mano, para no lastimar la vena, tal como había hecho. Y descargando sobre mi pobre mano su molestia, en cinco segundos me pinchó y me enteipó. Luego me dijo, como quien lee un manual para ensamblar una aspiradora: “te voy a explicar cómo es el procedimiento te vas a poner de lado en posición fetal apretando las rodillas contra el pecho tu esposo te va a sostener las piernas y tú no te vas a mover en absoluto aunque tengas una contracción porque mientras dure la aplicación de la anestesia vas a sentir unas dos o tres lamentablemente no se puede hacer más rápido es vital que no te muevas primero vas a sentir un pinchazo que te va a arder unos ocho diez segundos ésa es la anestesia tópica para dormirte el área donde te voy a insertar un catéter el catéter es este tubito finito que te voy a meter en la mitad de la espalda no te preocupes que no lo vas a sentir y no se te va a salir porque te lo voy a fijar bien con estos adhesivos una vez que introduzca el catéter la epi comenzará a hacer efecto en unos quince a veinticinco minutos”. Puse todos mis sentidos en entender cada palabra que dijo, porque sabía que de eso dependía mi supervivencia en las próximas horas. Hice todo al pie de la letra y en cuestión de minutos fui feliz. No sin antes pasar unas cuatro contracciones hecha un ovillo, con tres personas sobre mí…<br />
<br />
No creo que hayan pasado quince minutos. Me parece que sentí alivio inmediatamente. Estaba agotada, pero feliz.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhqC5I5lcMPlBoTsBtsUzf-bzursPhAWvKMlC0ytZFroI9alJhngDpKfkW1wGHlvcGWH-IQgJaqhnpdVi02XgdtkajdaeNXX45dat-8zcMd_mwjmzB7ezMiXZLYO-y_T7SHYqVj2bbp_g/s1600-h/Picture+131.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5041196647094856386" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhqC5I5lcMPlBoTsBtsUzf-bzursPhAWvKMlC0ytZFroI9alJhngDpKfkW1wGHlvcGWH-IQgJaqhnpdVi02XgdtkajdaeNXX45dat-8zcMd_mwjmzB7ezMiXZLYO-y_T7SHYqVj2bbp_g/s320/Picture+131.jpg" style="cursor: pointer; display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center;" /></a><br />
Cuando la doctora se estaba despidiendo, sin ningún tipo de recato le dije: “You are an angel”. Por fin la mujer de hielo esbozó una sonrisa, y me respondió: “Me lo dicen bastante”.<br />
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Creo que dormí un poco. Otras enfermeras llegaron, Grace y Evelyn, ambas estudiantes. Vino el Profesor O’Herlihy y un par de enfermeras <span style="font-style: italic;">senior</span>. En esta evaluación ya tenía siete centímetros. Ahora toda mi atención (junto con mi paranoia y los diez mil cuentos terroríficos de partos complicados) estaba fija en un monitor, un numerito verde que me decía cómo estaba el corazón de Diego. Sentía la voz de María Isabel, mi doctora en Caracas, diciendo: “Por nada del mundo dejes que los latidos del bebé bajen de 80”. Pocas veces en la vida uno se siente tan desamparado, tan impotente y tan debilucho como cuando el numerito marca 79. Seguro Freddy y mi hermano estarán muertos de risa, pensando que mi pesimismo no tiene límites, pero les garantizo que en esta ocasión no se trata de eso. Éste es un miedo real, pavor al error humano. Un par de veces el cinturón del monitor se desajustó, y juro que nunca le había escuchado ese tono de voz a Hugo, casi gritando “Nurse!”.<br />
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Cuando finalmente Rinda, la partera, me dijo: “It’s time”, todo el sueño y el cansancio se disiparon, como si nunca hubieran existido. Rinda era india; se veía tranquila, segura de lo que hacía. A pesar de eso, yo no podía dejar de pensar dónde demonios estaba metido el profesor O’Herlihy. Rinda y las estudiantes estaban preparando todo. Se pusieron los guantes y unas batas tipo de carnicero y comenzaron a darme instrucciones, y nada que aparecía el profesor. Rinda me puso en posición, y me explicó que durante cada contracción tenía que pujar al menos tres veces, barbilla al cuello, con el abdomen y no con la cara (“apretar la cara no va a hacer que el niño salga más rápido”, nos había dicho una enfermera en el curso prenatal). También me dijo que ella estaba viendo mis contracciones en el monitor, y que me indicaría cuándo pujar, pero la verdad es que tenía bastante sensación, así que era yo, más bien, la que le decía que ya estaba lista para hacerlo. Le ordenó a una de las muchachas a que le avisara al doctor que ya íbamos a empezar. Pensé que esperararíamos a que llegara, pero un par de minutos después yo ya estaba pujando. Me dijo que usualmente el bebé tardaba en coronar unos 40 minutos, pero a la tercera pujada ya se le veía la cabezota a Diego. Rinda levantó la mirada y le preguntó a la muchacha: “¿Ya llamaste al profe?”. Yo estaba atenta a cada gesto de las mujeres. Quería leer cada expresión, cada inflexión de sus voces, no quería que se me pasara nada por alto. Sentía que de ese modo iba a estar en total control de la situación (ya sé… he visto demasiado ER…). Evelyn, la estudiante con más experiencia, estaba muy seria. Creo que le llegué a preguntar si pasaba algo, pero sonrió y me dijo que no, que todo iba bien. Rinda nos preguntó de qué color creíamos que tendría el pelo el bebé, y Hugo le contestó que estábamos seguros de que sería calvo al nacer. Las enfermeras sonrieron triunfantes. Pues no, tiene muchísimo pelo, y bien oscuro, dijo Rinda. En ese momento me preguntó si quería tocarlo. Mi reacción inicial fue, en criollo: “Ni de vaina”, pero enseguida recapacité. Esto es algo que sólo pasa pocas veces en la vida, así que aquí voy… Y como magia, Diego se hizo real. Dejó de ser la idea, el plan. Una realidad babosa, eso sí, pero qué sensación increíble.<br />
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A los pocos minutos apareció el profesor, finalmente, y creo que fue en ese momento en que en realidad empecé a pujar con todas mis fuerzas. Sé que contar esto le va a arrebatar el encanto al momento, pero la verdad es que mi mente seguía elucubrando cosas raras, que el lector tiene derecho a conocer. La mayoría de los lectores sabrá que durante tamaña tarea, muchas mujeres expelen más que al muchacho en el parto. Ante esta idea, su servidora, quien escribe esta crónica, tenía un ataque de pudor inconmensurable. Me parecía estética y literariamente inconcebible que el momento sublime del alumbramiento se viera trastornado por la presencia escatológica. En un acto que seguramente ahora resulta muy cómico, antes de comenzar a pujar les pedí sinceras disculpas a Rinda y acompañantes, si en el proceso salía algo indeseado. Las estudiantes casi sueltan la carcajada, y Rinda elegantemente me respondió que no sería la primera ni la última vez que eso sucedería. A pesar de mi advertencia apologética, debo confesar que mis primeros esfuerzos estuvieron fuertemente moderados por la idea terrorífica. Pero cuando el doctor llegó, cuando comentó que ya era inminente la presencia de Diego, cuando me dijo que faltaban apenas unas pocas contracciones más, y que tenía que ponerle todas mis ganas al asunto, entonces la vergüenza que tenía unos minutos atrás desapareció por completo. Me importa un pepino, seguí pensando. Si en algún momento no voy a sentir pena en mi vida es éste. Entonces, mientras pujaba, y mi abuela estaba parada a mi lado, sentía más y más energía, más deseos de ver a Diego, más emoción. Estaba lúcida como no lo había estado tal vez en semanas. Me sentía ligera, y esa posición retorcida, cual escorzo renacentista, se me hizo natural y cómoda. Tanto así, que no me di cuenta del paparazzi que tenía parado a mi izquierda…<br />
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Varios minutos después, en medio del esfuerzo probablemente más intenso que haya experimentado jamás, escuché la voz de Rinda y del Profesor O’Herlihy diciendo: “Don’t push, stop, don’t push”. Y un segundo después, con los ojos abiertos de par en par, y aún incrédula, vi cómo Diego salía de mí. Perfecto. Completo. Azul como un pitufo. Moviéndose, respirando. Yo no sé cómo lo hizo, pero en cuestión de segundos Hugo tomó fotos, grabó videos, cortó cordón y cargó al muchacho.<br />
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Cuando lo pusieron sobre mí, del otro lado del telón, algo explotó, algo se derramó, algo me comprimió el pecho, me quemó la garganta y el cuello, y no pude parar de llorar. Y no me importa, como Hugo pensó en algún momento, que vean esa foto en que salgo llorando a moco tendido, porque ése es el llanto más honesto que he echado en mi vida.<br />
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De hecho, escribo estas palabras cuando han pasado cinco meses de ese momento, y las lágrimas se me siguen saliendo. Horas antes de eso, Francis me lo había dicho: “Ceci, cuando te pongan a Diego encima…”. Y no había podido terminar la frase. Lo mismo me había dicho Eri. Es algo que no se puede explicar racionalmente. Todo el instinto animal se despierta ese día. Todo el celo, en el verdadero sentido de la palabra, se apodera de uno y no provoca soltar más nunca al cachorro. Es mío, es mío, sentí. Nada nunca podrá ser tan mío como él. Nada se posee tanto como un hijo, y a la vez, al verlo llorar y moverse, al sentirlo respirar, supe que él es otro, que no me pertenece; que, por el contrario, yo le pertenezco a él. Repito lo que ya había dicho, porque no tengo otras palabras para describir lo que sentí. No hay matiz cómico en esta parte del relato.<br />
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Lo que sí tengo que aclarar ahora es por qué salgo con lentes en las fotos, como algunas personas me han comentado. Se trata de un motivo técnico: no se permite entrar con lentes de contacto al quirófano, y como en realidad uno no sabe si necesita una cesárea de emergencia sino hasta el minuto antes de que la tengan que practicar, pues recomiendan que no los lleven puestos aunque se trate de un parto natural. Y como comprenderán, a pesar de la borrachera psicológica, del cansancio, de la nebulosa, y del flujo de conciencia trastornado, se trata de un día que uno quiere conservar cual momento Kodak en la mente. Yo, amigo lector, soy miope, así que los lentes son una extensión de mi cuerpo. Incluso durante el parto. Y con respecto a las medias de pollito, creo que voy a ser cabalística como mi hermano, y en el próximo parto me las llevo puestas tipo amuleto de buena suerte…<br />
[Por cierto, incluso el profesor me hizo un comentario sobre ellas: “Cute socks”]<br />
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<div style="text-align: center;">* * *</div><br />
Quisiera contarles también de los días siguientes al parto, pero esta crónica ya está muy larga y es la 1:32 am. En vista de mi poca constancia cronística, no prometo una continuación, aunque intentaré escribirla pronto.<br />
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<div style="text-align: center;">* * *</div><br />
Después de darle varias vueltas al asunto, he decidido cerrar esta crónica casi igual que la anterior:<br />
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Sale el sol. Por fin la luz del día alumbra la habitación a plenitud. Contra el ventanal, que nos separa de Dublín y del otoño, Hugo carga a Diego, ambos con lágrimas en los ojos. Desde entonces, ya no somos los mismos.<br />
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Muchas cosas han cambiado desde el 13 de octubre. Con un bebé, las cosas más esenciales vuelven a tomar precisamente esa dimensión: lo esencial, lo básico, lo importante. El concepto de familia, de crianza, de amor, todo se redefine. Más allá del milagro del parto, de lo increíble de esas pocas horas, de lo sorprendente que es ver crecer a Diego, algo que nos marcó para siempre de ese día fue la cantidad de mensajes que recibimos literalmente de todas partes del mundo. Sé que algunos amigos se reirán al leer esto y le achacarán mi cursilería a las hormonas y a la maternidad. Está bien, me rindo… Pero lo cierto es que somos muy afortunados de tener tan buenos amigos en todas partes. A veces pienso que con lo cínicos que somos Hugo y yo, no lo merecemos. Para todos aquellos que nos llamaron y escribieron, aunque a muchos –la mayoría- no les devolví los mensajes, tengan la certeza de que Diego va a crecer sabiendo que el día en que nació lo pensaron desde cada rincón del mundo.<br />
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Por último, no puedo terminar esta crónica sin hacer referencia a su título. En sí, el parto es una experiencia despiadada. Los cambios físicos y emocionales del embarazo son cataclísmicos. El dolor del parto es algo que no tiene comparación (y no me vengan a decir que un dolor de bolas es igual…). Sin embargo, repetiría mil veces esos nueve meses y ese 13 de octubre, minuto a minuto. No sé si Dios existe o no. No pretendo hacer de esta crónica una discusión teologal (ésa fue una pequeña licencia poética que me tomé en la introducción para enganchar a los lectores devotos). Tampoco voy a caer en el lugar común de afirmar que el nacimiento de un hijo es la prueba última de la existencia de Dios. Cada quien con sus creencias. Lo que sí puedo afirmar, ahora con toda la seriedad del mundo, es que a pesar de haber descrito el parto como una tortura griega o como un castigo bíblico, la experiencia de dar a luz hace que valga la pena cualquier dolor de vientre, cualquier molestia menstrual, cualquier chiste pesado machista que se haya soportado en la vida. Ser mujer es una maravilla. Y si Dios es misógino por haber hecho el parto como es, ¡pues bienvenida sea la misoginia!<br />
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Saludos, y hasta la próxima crónica,<br />
C.<br />
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PD: Algunas personas han comentado que las fotos del parto que publicamos son PG13. Como diría Pepe: ¡AHÓMBRENSE!Hugohttp://www.blogger.com/profile/01651538261800268970noreply@blogger.com3