Debido a las recientes –y crecientes– peticiones (por no decir reclamos y amenazas), aquí va una tercera edición de las Crónicas Dublinenses. Pónganse cómodos porque esta vez el cuento es laaaargo…
Antes de empezar, debemos aclarar que el nombre de estas crónicas es una licencia. El verdadero gentilicio de los habitantes de Dublín es ‘dublinés’ o ‘dublinesa’, por lo cual, éstas deberían ser las Crónicas Dublinesas (no dublinenses). Sin embargo, ya metimos la pata, ya fosilizamos el error, y ahora lo justificamos como una licencia estilística y literaria…
En esta crónica queremos inaugurar una nueva sección: RAREZAS DEL PRIMER MUNDO. Algo parecido hicimos en las Crónicas Pisburianas (‘Cosas insólitas en USA’) pero, en este caso, nos daremos a la tarea de hacer una lista de las cosas, costumbres y eventos realmente extraños que nos vayamos encontrando en nuestra estadía europea. No pretendemos hacer un análisis socio-antropológico, ni mucho menos, sino mostrar con ojo ingenuo las disparidades del primer mundo y del mundo bananero del que venimos… Aquí va la primera entrega:
RAREZAS DEL PRIMER MUNDO, parte I
- Para los irlandeses, ‘Europa’ es el continente. O sea que el Reino Unido e Irlanda deben ser una especie de limbo donde el mundo se acaba (como en la mitología griega), o una especie de portal místico al mágico imperio del Euro…
- En un afán ***incomprensible*** por salvaguardar el medio ambiente, en Irlanda (y lo mismo sucede en Italia y seguramente en otros países europeos), cobran por las bolsas del automercado, pero venden una especie de busaca [1] reusable que todo el mundo tiene. Para los más guerreros, siempre queda la popular mochila que llenan hasta los tequeteques [2] con la compra…
- Todavía estamos constatando la universalidad de este hecho, pero en muchas partes (incluido nuestro apartamento), la luz de los baños está afuera del mismo. Todavía no entendemos exactamente por qué.
- Esto sí es oficial: en Europa NO existe el aire acondicionado. Cuando fuimos a Belfast, nos quedamos en un buen hotel y, a pesar del vaporón, lo más que pudieron ofrecernos fue un miserable ventilador… Lo mismo en el cine. Acostumbrados a tullirnos de frío en los cines caraqueños, fuimos al Dundrum [3] equipados como si fuéramos al Polo Norte (manga larga, medias gruesas, botas, pantalones abrigados y un buen suéter gordo). A mí casi me da una pálida de la baja de tensión, y Hugo tuvo que salir unas tres o cuatro veces al baño durante la película, después de beber galón y medio de refresco para rehidratarse.
- El agua de chorro es otro de los shocks culturales que un buen sudaca se lleva al llegar al primer mundo. Recelosos, compramos agua mineral, hasta que el dolor de bolsillo es más inminente que el posible dolor de barriga (en caso de que el agua esté piche [4]). Finalmente, cedemos y esperamos pacientemente el primer retorcijón. Con alegría, vemos que éste nunca llega, y en lugar de reconocer que el agua es perfectamente potable, triunfantes le damos todo el crédito a nuestro sistema inmunológico fortalecido a punta de los asquerositos de Filipo en la Plaza Altamira, los pinchos del Estadio o las empanadas de cazón del terminal de ferry en Puerto La Cruz… [5]
- Otro hecho oficial: en Europa el hielo es un artículo de lujo. Y cuando logras obtener un par de cubitos en la bebida, éstos se desvanecen más rápido que peo en chinchorro [6].
- En la isla (tanto en la parte liberada como en la subyugada al imperio) no existe el nestea ni la muy gringa ‘pink lemonade’. O tomas refresco, o mueres con un jugo radioactivo de una baya llamada blackcurrant, combinada con cantidades industriales de aspartame.
- Otra curiosidad es que a Europa no ha llegado la ‘American size’. Una de las primeras veces que fuimos a comer comida chatarra, pedimos una bebida mediana, esperando el tobo [7] de 2 litros que solían traernos en Pisbur. Para nuestra sorpresa, nos trajeron un vaso normal y corriente, con cantidades humanamente bebibles de líquido. Casi nos sentimos indignados, hasta que recordamos la historia de nuestra amiga Mara, nutricionista en una clínica de Pitt, que atendió a un niño de 5 años que pesaba 70 kilos…
- Más hechos oficiales: en Irlanda todo el mundo tiene tatuajes., sin importar edad, sexo o condición socio-económica.
- En la República (es decir, en la Irlanda liberada) hay que pagar una ‘TV licence’ de €155 por cada set de TV que uno tenga en la casa. ¡Fin de mundo!
- Como ya muchos saben, en Irlanda se maneja por la izquierda. No quiero adelantar algunas anécdotas que serán relatadas más adelante en las Invasiones vascas, pero imaginen la confusión cerebral que eso implica… ¡Ni hablar de cruzar la calle o de las redomas! Hugo ha estado a punto de morir unas cuantas veces en los últimos meses. Hay que agradecer a las autoridades, que han tenido la delicadeza y lucidez de poner ‘look left’ o ‘look right’ en cada cruce. ¡Viva el primer mundo!
- Siguiendo con el tema automotriz, cuando uno se saca la licencia por primera vez, debe pegar una hermosa y discreta calcomanía que tiene en rojo la letra L (de learner / aprendiz, o tal vez de LOSER / perdedor) por un año entero. Quién ha dicho que el escarnio público no es un método educativo…
- Una última curiosidad en este rubro de la vialidad es que los conductores suelen dar paso, en especial taxistas y autobuseros. La primera vez que nos pasó, Hugo –que iba al volante– no sabía cómo reaccionar. Nos tomó unos cuantos segundos asimilar semejante actitud… Después de cuatro meses viviendo en Dublín, ya hemos llegado a la aceptación, pero los viejos hábitos son difíciles de dejar, así que todavía no hemos logrado darle paso a nadie. Seguimos teniendo alma de caraqueños…
- Algo comiquísimo (bueno, tragi-cómico, en realidad) es la moda ochentosa en las adolescentes irlandesas. Ir al centro comercial es como entrar en un video de Cyndi Lauper: pelos batidos, minifaldas con licras, calentadores (oooh sí, como lo oyen), mucho maquillaje en los ojos, colores incombinables y zapaticos bajos. Ver para creer…
- Otra nota sobre la moda irlandesa son los zapatos-patín en las niñas pre-adolescentes (justo antes del flashback a los ‘good old eighties’). Seguro ya los han visto en Caracas o EE.UU., pero aquí son todo un fenómeno. Las niñas ya no caminan, sino que se deslizan entre la gente.
- Otro hecho oficial más: en Irlanda nacen los niños más blancos del mundo… Excluyendo la población de bebés calvitos, la mayoría son pelirrojos, con una importante minoría de catiritos [8]. El denominador común: los ojos azules. Si se ve algo diferente en materia de bebés, es porque el niño es hijo de extranjeros, así que ya anticipamos que Diego va a ser todo un arrase tropical…
- Continuando con el tema de los niños, Hugo y yo hemos elaborado (o mejor dicho, retomado) una teoría de determinismo bio-geográfico: aquí hasta los bebés son civilizados. Todavía no sabemos si es una cuestión étnica, latitudinal, climatológica o cultural, o un compendio de todo, pero lo cierto es que los niños irlandeses no chillan, observan el mundo desde sus cochecitos sin armar berrinches, y cuando llegan a la edad de correr, no se convierten en unos salvajes que se trepan en todas partes. Seguiremos investigando sobre este asunto, recopilando datos y haciendo un meticuloso trabajo de campo al respecto. Diego será, indudablemente, nuestro conejillo de indias. Prometemos informarles regularmente de nuestros adelantos en el tema.
- En nuestras incursiones en el sistema de salud irlandés, nos hemos topado con un par de sorpresas, pero éstas son dignas de contarse aparte, así que no dejen de leer las Crónicas del Profesor, en una próxima entrega.

- La última curiosidad que queremos reseñar en esta sección es que el lema “Llueva, truene o relampaguee” fue inventado en Irlanda. Como muchos ya saben, Irlanda es llamada la ‘Isla Esmeralda’ porque todo está verde tooooodo el año. Otro de los mitos es que en la isla puedes experimentar las cuatro estaciones en una sola hora. Todo esto es 100% verdadero, y está directamente relacionado con el factor lluvia. Lo cierto es que puede estar cayendo el diluvio universal, pero los irlandeses andan por la calle como si nada, en bicicleta, a pie, en el parque jugando hurling o rugby, paseando al perro o a los niños en cochecitos (todos con sus respectivos impermeables y paraguas, por supuesto). La ventaja es que Dublín no se inunda como las Mercedes, ni el río Liffey se desborda como la quebrada de la Guairita…
LO QUE HEMOS HECHO / VISITADO
Muchas han sido las aventuras, entuertos y peripecias que hemos encontrado en estos meses de exploración. Como el querido lector podrá imaginar, el 80% de estas aventuras se debe a nuestro inagotable sentido de la desorientación y una especie de imán para atraer a personajes extraños. Sin embargo, aunque parezca mentira, también hemos podido visitar los alrededores de Dublín sin mayores estragos. Para no aburrirlos con detalles fastidiosos, aquí va una lista (con mapita incluido) de los sitios que hemos recorrido y una reseña brevísima de lo más importante en cada sitio:
Al sur de Dublín:

(a) Dún Loaghaire – Es el segundo puerto de la ciudad, y en realidad sólo queda a unos cuantos kilómetros de nuestra casa. Se ha convertido en una zona turística para pasear, con centro comercial y un pueblito bien lindo. En una segunda visita a esta zona, llegamos (por perdidos, por supuesto) a un puerto pequeñito donde alquilan botes y equipos de pesca. Nos bajamos un rato a disfrutar del atardecer, y había una tipo que estaba limpiando lo que acababa de pescar. En las piedras del malecón, tres focas se comían lo que el hombre tiraba. Lástima que no llevábamos cámara ese día.
Nota bene:
Dublín ha crecido radicalmente en los últimos 10 años, debido a un super-boom económico. Lo que hace unos años eran suburbios a las afueras de la ciudad, ahora están totalmente integrados al ‘Great Dublin’. Por eso, muchos ‘pueblitos’ ahora son más bien la zona comercial de urbanizaciones. La nuestra se llama Terenure, y tiene sus tres calles bien tradicionales, con tienditas, pubs, negocios de apuestas, etc.

(c) Blessington y Poullaphuca Reservoir –

(d) Wicklow Mountains y Wicklow Gap – Queda como a una hora de Dublín. Dicen las guías turísticas que estas montañas (i.e., colinitas, en realidad) servían de refugio para los disidentes del régimen inglés. El paisaje se parece mucho al páramo, tal vez un poco menos escarpado, con vegetación bajita y unas flores llamadas ‘heather’ (ni idea de la traducción en español), que hacen que todo se vea morado.



Al norte:





En la ciudad:
(g) Temple Bar – Aunque la ciudad es pequeñita, hay muchas cosas que ver y todavía nos falta un montón por descubrir. En uno de nuestros primeros paseos (ya reseñado en la CD 2), caímos por casualidad en una placita escondida en la mitad de una de las zonas más turísticas de Dublín: el Temple Bar. Originalmente ése era el nombre de un local famoso, pero luego se extendió a toda la zona, que ahora es peatonal.

Hay un montón de pubs, restaurantes, cafés, galerías, etc. En esta plaza arman todos los sábados un Farmers Market buenísimo, y ahora somos adictos a los quesos, samosas, aceitunas y demás delicias que venden. Pero debemos añadir, con profunda tristeza, que unos franceses asquerosos acabaron un poco con el encanto pueblerino de uno de nuestros kiosquitos favoritos –el de las aceitunas. En este kiosco las aceitunas, hummus, pesto, etc., están exhibidos al aire libre en medios barriles, y usualmente los que atienden ponen bandejitas con muestra

(h) Grafton Street – Es otra calle peatonal que está cerca del Temple Bar y hace esquina con el Trinity Collage, de un lado, y con St. Stephen’s Green, del otro.

Hay montones de tiendas, y en una de las esquinas está el Gaiety Theatre (construido en 1871). En ese teatro fuimos a ver Riverdance, un espectáculo de baile tradicional irlandés súper famoso. No teníamos expectativas concretas con respecto al show, pero la verdad es que nos sorprendió muchísimo. Cuenta la historia de Irlanda a través del baile, desde lo



(j) O’Connell Street – La Sabana Grande [11] de Dublín… jejeje. Hablando en serio, esta calle está justo al norte del Liffey, súper ancha, con muchas tiendas y edificios viejos. En el centro está el Spire, una escultura de 120 metros de alto, terminada en el 2003 (aunque originalmente querían inaugurarla para la celebración del milenio, pero la puntualidad irlandesa no es muy distinta de la latina…). En una callecita perpendicular a O’Connell descubrimos la mejor librería de la ciudad: Chapters. No es una franquicia, así que conserva el encanto de las buenas librerías, y uno de los chamos que atiende es todo un librero, al mejor estilo del señor Javier o del viejo de Divulgaciones (perdonen, ésta es una referencia exclusiva para los nerds de Letras). Otra de las perpendiculares es un micro-Chinatown / Africatown. Ahí descubrimos varios mercaditos afro-caribeños (donde venden plátanos y demás cosas exóticas del trópico). Cuando entramos en uno, casi nos da un ataque de risa cuando nos dimos cuenta de que las mujeres de la tienda estaban pegadas a una TV viendo una telenovela africana (cual Topacio, pero con actores negros). El género del culebrón no tiene fronteras…

Para terminar esta larguísima crónica, no podemos dejar de contarles sobre nuestro restaurante favorito: el Kinara. Es de comida pakistaní e india, y queda a unas cuadras de la oficina de Hugo. La comida es de chuparse los dedos (al mejor estilo de los franceses inmundos del mercadito), pero eso es algo que ustedes mismos deberán comprobar cuando nos visiten. Lo cómico de nuestro debut en el Kinara fue el personaje que teníamos sentado justo en la mesa de al lado: un viejito medio senil que estaba almorzando solo (igualito al abuelo de los Monsters), que se dedicó a contarnos su vida completa, mientras metía la manga de su traje en una cazuela de cordero al curry. Lo más lejos que había viajado era Inglaterra (a diferencia de su hermano, que era un loco y se había ido a servir en la Segunda Guerra Mundial, ¡qué horror!). Se podrán imaginar que no tenía la más remota idea de dónde quedaba Venezuela, ni mucho menos qué idioma aborigen y extraño se hablaba ahí. También nos contó que nunca se llegó a casar, pero no perdía la esperanza de encontrar a una mujer (joven, por supuesto) con quien terminar sus días. En fin, ojalá hubiéramos tenido un grabador. Supongo que en cualquier ciudad se encuentra este tipo de fauna extravagante, pero Dublín tiene la ventaja de conservar un sabor medio pueblerino todavía, en contraposición al anonimato de las ciudades grandes tipo Londres o Nueva York. La gente es muy simpática y no tiene pena de sacarle conversación al de al lado, así que no es difícil averiguarle la vida a cualquiera.
Querido lector, hasta aquí me trae el río en esta tardía edición de las Crónicas Dublinenses. Todavía hay demasiado que contar, pero mi enorme panza ya no me permite estar sentada escribiendo por mucho tiempo (sin mencionar que la mono-neurona está funcionando a media capacidad). Prometo, sin embargo, un par de entregas más antes del nacimiento de Diego: CD4 – Las Crónicas del Profesor, y CD5 – La invasión vasca. Manténganse en sintonía, que muy pronto seguiremos trayendo más aventuras por este mismo bati-canal.
Besos y abrazos para todos,
Ceci & Diego
PD: Algunas de las fotos montadas en esta crónica son propiedad de Michelle y Asier (se las robé vilmente!)
NOTAS PARA LOS NO-VENEZOLANOS
[1] Busaca es una palabra gocha (i.e., de los Andes venezolanos), hasta donde yo sé, y su equivalente más cercano es ‘bolso’ o ‘talego’.
[2] ‘Estar hasta los tequeteques’ quiere decir estar lleno, a reventar. Se puede usar literalmente o figuradamente (‘La maleta está hasta los tequeteques de ropa’ o ‘Estoy hasta los tequeteques de trabajo’).
[3] Dundrum es una de las urbanizaciones de Dublín que queda cerca de la casa, con su pueblito respectivo, pero aquí nos referimos al centro comercial homónimo.
[4] Piche = podrido, revenido, no fresco.
[5] Asquerosito = perro caliente, hotdog, pancho (pero bien callejero y de dudosa procedencia). Los de Filipo en la Plaza Altamira son famosos. Los pinchos (anticuchos, en Perú y Bolivia) del Estadio (de béisbol) son hechos, presuntamente, con carne de perro. Las empanadas (de harina de maíz, rellenas con un picadillo de un tiburoncito llamado cazón) son realmente deliciosas, especialmente las que hacen en donde se toma el ferry a Margarita. Aparte de ser una rica fuente de colesterol y triglicéridos, pueden ser también una fuente inagotable de diarrea para un extranjero.
[6] ‘Más rápido que peo en chinchorro’ se puede traducir en buen castizo como ‘Más veloz que flatulencia en hamaca’, es decir, algo que se desvanece rapidísimo.
[7] Tobo = balde, cubeta, tacho.
[8] Catire/a = rubio, güero, mono, blond.
[9] ‘Meterse una papa’ o también ‘Echarse un atracón’ = comer inescrupulosamente.
[10] Empintarse = ponerse una pinta, vestirse bien.
[11] Sabana Grande solía ser una zona peatonal de Caracas llena de tiendas y cafés, donde la gente iba a pasear, comer, comprar, etc. Hoy en día es un zoológico de contacto, o un boulevard del terror, como se quiera ver.