Ésta es una historia inconclusa. Una historia triste, desprovista de valores y moraleja.
Si tu día es gris, si el trabajo sólo te hace recordar las miserias de la cotidianidad, si la ciudad hoy sólo te ofrece ruido y smog, abandona inmediatamente mis palabras. Si decides continuar, quedas advertido, curioso lector, pues lo único que obtendrás de estas oscuras líneas es un amargo sabor a hiel en el paladar.
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Hay tres cosas que puedes desearle a tus enemigos: hemorroides, un hijo con cólicos y una mudanza. Ésta es la crónica de la tercera gran maldición, impuesta sobre nosotros por dioses vengativos e implacables. El lector incrédulo dudará a priori de esta intervención divina, pero la cadena de eventos casi inverosímiles que serán expuestos a continuación removerá las fibras espirituales del más impío.
La razón original de nuestra mudanza ya muchos la conocen. Para los que no, H y yo teníamos que enrumbarnos a la Isla Esmeralda, nuevo paradero de nuestras andanzas gitanas. Después de una exhaustiva búsqueda, finalmente decidimos contratar a International Logistics (de ahora en adelante IL). No te costará suponer, si eres creyente en los designios todopoderosos de las deidades, que como vulgares títeres que somos, el macabro demiurgo nos maldijo con esta compañía y así comienza esta triste historia.
Inicialmente todo parecía marchar sobre ruedas. El presupuesto se veía transparente, la agente (llamada Ámbar González) era amable, la fecha del embalaje nos convenía a todos. Pagamos lo que teníamos que pagar en bolívares, la gente vino a embalar por dos días y listo el pollo. No hubo muchos contratiempos, salvo los clásicos dedos negros en la pared, algún que otro vecino reclamando porque el camión gigante estaba bloqueando la mitad de la calle, la conserje histérica por las botas sucias de los embaladores, etc. Gajes del oficio… Nada del otro mundo. Así, montaron los macundales en el camión (no sin antes lanzar dos de las cajas desde lo más alto de una pick-up) y se marcharon.
El siguiente paso era pagar el flete en dólares, y para este fin necesitábamos hacer una transferencia desde EE.UU., porque la empresa no aceptaba cheques, ni efectivo, ni tarjeta… NADA. Es en este momento aciago que comienza nuestra tormentosa relación con IL. El lector no venezolano se preguntará cómo demonios una compañía de mudanzas internacional no está en capacidad de aceptar un pago en dólares, o en el peor de los casos, facilitar este segundo pago en la moneda local. Para el lector venezolano, la respuesta es simple: “Es Venezuela, el mundo bizarro donde el cliente se tiene que fregar porque sí”.
En fin, el embalaje fue el lunes 12 y martes 13 de junio, y el barco supuestamente salía el sábado 17. Evidentemente, una transferencia puede demorar algunos días, especialmente si la hacen un par de venezolanos signados por la Ley de Murphy [1]. Después de pagar casi seis millones de bolívares, a la gente de IL no le dio la real gana de montar nuestros peroles en el barco porque “nada nos garantiza que luego hagan ese pago” (porque claro, TODAS nuestras pertenencias personales no eran garantía suficiente…). La transferencia, después de mil entuertos (resueltos por nuestro fiel amigo Gabriel Freundt), salió la siguiente semana, peeeeeeeeeeeeero ahora había que esperar porque ya no había barcos disponibles “hasta quién sabe cuándo”.
Enumerar ahora la cantidad industrial de emails y llamadas telefónicas sería ridículo. Baste decir que después de mil excusas, el despido de Ámbar (son meras especulaciones, pero sospechamos que tiene que ver con una misiva electrónica de Hugo hacia la jefa, la señora Blanca Briceño) la mudanza salió de Caracas –repito, supuestamente– el 27 de julio (aunque nos habían dicho que salía el 9). Sí, amigo lector, más de un mes después. Ya para esa fecha, tanto Hugo como yo estábamos en Dublín.
Una vez que el container estaba en alta mar, la gente de IL, como Poncio Pilatos, se lavó las manos y le echó el muerto a sus agentes irlandeses de Oman Moving and Storage. El Ámbar irlandés era un personaje oscuro y nefasto, llamado Glen. Glen nos guabineaba [2], nos mentía descaradamente, desaparecía por días, no nos devolvía las llamadas, nos volvía a mentir.
Inicialmente, éste es el esquema que tanto IL como Oman nos dieron para la llegada de nuestras cosas:
Puerto de Salida: La Guaira - Venezuela.
Buque: Rio Rapel
Fecha de Salida: 09/07/2006.
Fecha próxima de llegada: 03 - 05 / 08 / 2006.
Tiempo en Tránsito: 25 - 27 días aproximadamente.
Línea Marítima: Hamburgsud
Puerto de Llegada: Dublin / Irlanda.
Agente en destino: OMAN MOVING & STORAGE
Al acercarse la fecha de llegada, intentamos contactar al sujeto pero éste nos siguió evadiendo. Nos decía: “Llega al puerto el jueves, ¡segurísimo!”, pero el jueves nada ocurría (ni llegaba la mudanza, ni Glen contestaba el teléfono). Una de las excusas más graciosas del tipo fue: “Usted no me lo va a creer, señor Losada, pero es que tengo otro cliente con su mismo apellido”. Cuando por fin pasó la fecha tentativa, Glen inventó una nueva excusa: “Las cosas ya están en el puerto, pero la gente de aduana está muy ocupada con containers comerciales y deja los personales para lo último”. Así nos tuvo por días, hasta que una lluviosa tarde de agosto se me ocurrió la macabra idea de meterme en la página web de la naviera, Hamburg Süd. Revisando en mis archivos virtuales, rescaté el nombre del barco que supuestamente llevaba nuestras cosas (el “Río Rapel”), y voilà… Fue así como descubrimos que los infames 25 días que en teoría duraba la mudanza fueron una invención maligna tanto de Ámbar González como de Blanca Briceño. Según Hamburg Süd, la travesía duraba entre 45 y 55 días. Nos habían mentido desde el primer día. También así descubrimos que Glen no tenía ni la más remota idea de dónde demonios estaba nuestro container, y se divertía ficcionalizando eventos y fechas.
Con esta información en la mano, y ya hartos de que nos vieran la cara de idiotas, una tarde llamé a todos los números disponibles de Oman. Me atendió un joven llamado Michael, quien tuvo la desgracia de contestar la llamada dirigida a Glen. Al pobre tipo le cayó el palo de agua. Le dije que sabíamos que el barco no llegó a Dublín ni el 3 de agosto, como estaba pautado según la información que Ámbar nos había dado, ni el 13 de agosto, como luego nos dijo Glen, sino el 2 de septiembre, según la naviera. Me juró por sus ancestros celtas que iba a interceder por nosotros (en vista de que su compañerito se había ido de vacaciones), y se puso a buscar nuestra carpeta en el escritorio del otro infeliz. No la encontraba, y tuvo la osadía de llamarnos a pedirnos que volviéramos a mandar TODOS LOS PAPELES DE NUEVO (aquí es oportuno mencionar que uno de los requisitos tuvo que ser traducido y la gracia nos salió en €120). En ese momento, las hormonas no me permitieron ser lo insultante y maldiciente que me habría gustado ser… Con la voz quebrada de la calentera, se las canté todas al pobre diablo. Tres meses después del embalaje, era lo mínimo que podía hacer. Tuve que colgar… Esa misma tarde, Hugo se comunicó con el tipo, y lo insultó cabalmente. Éste, ofendido, le cedió el caso a su superiora (Rhona), quien luego nos confesó que nuestra carpeta estaba extraviada porque Glen, en su desorden, la había archivado como “Barriola”, en lugar de “Losada”.
Rhona trató de excusar a sus empleados, diciéndonos que seguramente nosotros habíamos malentendido a Glen, porque la mudanza NO había llegado a Dublín, sino que estaba parada en Rótterdam. Que seguramente eso era lo que Glen había dicho, pero nosotros –en nuestra infinita ignorancia de hispanoparlantes tercermundistas- habíamos escuchado mal. En este punto Hugo perdió la poca paciencia que le quedaba, y le atiborró la cuenta de correos con TODOS los emails que el mitómano de Glen le había enviado, con todas sus falacias por escrito. La Rhona no sabía dónde meterse… Desde ese día nos llamaba todos los días (hasta dos y tres veces) para informarnos que ella misma había llevado los papeles al puerto, que ella misma había hablado face to face con la gente de aduana, y que, finalmente, ella misma había hablado con la gente de transporte para que nos llevaran los corotos “ASAP” a la casa.
Seguramente, lector, tendrás la tendencia a simpatizar con este nuevo personaje. A verlo como un ángel redentor, una heroína con capa roja. No te dejes engañar… Cuando la mudanza por fin llegó, vimos en uno de los documentos que el container había sido extraviado en Bélgica. Rótterdam no figuraba en lo absoluto… Rhona también había mentido y encubierto a sus secuaces.
Pero aquí no termina la historia. La mudanza llegó a Bushy Park la soleada mañana del 21 de septiembre. La cita era a las 9 de la mañana. El camión llegó puntual, lo mismo que los jóvenes que iban a cargar y desembalar. Lo que jamás llegó fue la cizalla para abrir el precinto con que habían sellado el container… De este modo, tuvimos que esperar hasta mediodía a que alguien del galpón tuviera la cortesía de traer la bendita herramienta. El galpón de Oman, por supuesto, no queda en Dublín, sino en Kildare, a unos 45 minutos (sin tráfico, JA) de la ciudad.
Finalmente llegó la cizalla y comenzaron a descargar. Sorpresa sorpresa… Dañan el ascensor por el peso. Ya Hugo y yo nos imaginábamos a la inmobiliaria cobrándonos una fortuna en la reparación, pero los dioses no fueron tan despiadados esta vez, y permitieron que el conserje lo acomodara inmediatamente. Así, terminaron de desembalar y acomodar nuestras cosas, después de TRES meses viviendo de la cortesía de la familia Piccioli-Abenante (que nos prestó cama, cubiertos y almohadas).
Amigo lector, si crees que esta crónica ha llegado a su fin, es claro que no conoces bien este género… Eres inocente, y aún conservas casi intacta tu capacidad de asombro. El lector veterano, por el contrario, está sediento de más aventuras porque sabe que siempre (¡siempre!) hay cabida para un revés más: cuando terminaron de desempacar la última caja, a pesar de haber cotejado todo con una lista, nos dimos cuenta de que faltaban dos sillas del comedor. Empiezan a asaltarnos las dudas, pues quién garantiza que sólo hay una caja faltante…
En este punto de la historia, es necesario que aparezca otro personaje que le dé un twist a la historia, como suele suceder en las telenovelas cuando comienza a caer el rating. Nuestro nuevo galán es Edgar Cruz, otro agente de International Logistics. La historia no había acabado con esta gente. El destino había dejado ese cabo suelto. Para hacer algún reclamo al seguro (que bien caro salió, por cierto), había que hacerlo a través de los agentes en Caracas.
Le enviamos un par de emails al señor Cruz, haciendo el reclamo formal por las dos sillas (aunque más tarde nos dimos cuenta de que también faltaban algunos zapatos, y sólo Dios sabe si también faltan libros o vajilla, que aún no desembalamos). No recibimos respuesta por tres semanas. Dada nuestra insistencia, finalmente Cruz decidió contestarnos, y he aquí el elemento sorpresa que el lector asiduo ha estado esperando:
Estimada Sr Losada estamos buscando la manera de poder
dar una respuesta a su reclamo, las sillas estan en nuestro almacen, ya que las
mismas se quedaron por requerimiento de la guardia antidrogas para examinarlas
según ellos, logramos recuperarlas sin daño después de pagar una habilitación
para que no las rompieran, el asunto es que tenemos las sillas en nuestro
almacén en perfecto estado pero una vez sellado el contenedor por las
autoridades ya no se puede abrir.
Tan pronto podamos darles una respuesta
nos comunicaremos con usted.
Un cordial Saludo.
Edgar Cruz.
International Logistics Overseas C.A
Caracas-Venezuela.
[Está de más decir que transcribo textualmente la misiva del señor Cruz, con su sintaxis de vanguardia y su puntuación minimalista]
¡¡¡LA GUARDIA ANTIDROGA!!! Es obvio que Cruz es el personaje cómico de este culebrón, introducido por los escritores para aliviar la tensión de la trama.
Por cierto pudor, y ante la posibilidad de que estas crónicas sean leídas por menores de edad, no transcribo la respuesta que tuve que enviarle al bufón. Sólo me resta decir que esta misiva fue recibida el 24 de octubre, y desde entonces no hemos vuelto a saber ni de las sillas, ni del seguro, ni mucho menos de International Logistics.
No mentía, lector, cuando te decía que ésta era una historia triste, inconclusa y sin moraleja. No hay nada que revitalice el espíritu. No hay un giro inesperado que funja de bálsamo para las heridas de esta batalla. No hay hadas madrinas, no hay antagonistas que se reforman a último minuto. Sólo hay un par de vacíos en nuestra mesa de comedor, y un pavor tremendo ante la inefable palabra: “MUDANZA”.
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Cuando estudié Letras, el profesor de literatura medieval española nos enseñó una teoría sobre las “mudanzas” del héroe, según la cual éste tiene que pasar por varias etapas, “mudar” de estados y ascender moralmente para consagrarse como tal. Estas etapas, por supuesto, son duras pruebas que forjan poco a poco su carácter. Al final, no tengo la objetividad para decir si nos consagramos como héroes en la novela de caballería que fue nuestra propia mudanza. Tal vez, de hecho, fallamos en el intento porque somos criaturas cómodas del siglo XXI que carecemos del estoicismo y aguante propios de un héroe.
La certeza que sí nos queda es que ni Amadís de Gaula ni el mismísimo Don Quijote tuvieron que lidiar con tantos dragones, gigantes y monstruos horrorosos como nosotros. Esperemos, después de esta aventura indeseada, que no nos toque mudarnos en un buen tiempo. A menos que sea para convertirnos en vecinos de Bono =)
Hasta la próxima,
C & D.
NOTAS:
[1] Carezco de las estadísticas apropiadas, pero hay un estudio que demuestra que Murphy es venezolano (de hecho, se descubrió que su nombre completo es Murphy José). Para más información sobre este tema, cf. Castro y Sánchez (2006).
[2] La guabina es un pez de agua dulce baboso y resbaladizo. Guabinear, por consiguiente, es ser escurridizo, evadir. También existe el sustantivo guabineo.
[*] Coroto, macundal, perol = enseres varios.
La verdad que tus crónicas nos dejaron a mi y a mi esposa aterrados ya que estamos por iniciar los trámites para traernos nuestros perolitos desde Venezuela a Irlanda-Dublín. La esperanza de que todo salga bien, como bien decimos en Venezuela, es lo último que se pierde.
ReplyDeleteEspero que ya que Uds tienen sus cosas acá sus travesías sean más gratas.