Monday, April 2, 2007

CD9 - De cómo Diego se convirtió en ciudadano. O de la saudade

Más que una crónica, este breve escrito es un canto fúnebre a la burocracia venezolana. Un treno a la posición del hombre ante el Estado bananero.

* * *

A finales de noviembre, nos enrumbamos una nublada y gris mañana al registro civil para hacer constar ante el mundo que Diego había nacido. Nos levantamos casi de madrugada. Armamos un sobre manila con todos los documentos que nos pasaron por la cabeza, junto con sus respectivas fotocopias (pasaportes de ambos padres, cédulas de identidad venezolanas por si acaso, carnets de identidad irlandeses, permiso de trabajo de Hugo, constancia de trabajo de la compañía, acta de matrimonio -original y traducida-, títulos universitarios, fotos tamaño carnet, cuanto papel nos dieron en el hospital, planillas bajadas de Internet, carnet del seguro social, nuestras propias partidas de nacimiento, etc., etc., etc.). Llegamos al registro con esas mariposillas que cualquier venezolano ha experimentado en la barriga antes de hacer un trámite legal. Para los lectores no venezolanos, se trata de una sensación compleja: una mezcla de emoción, temor ante lo desconocido, miedo al rechazo. La adrenalina corre vertiginosamente por el cuerpo. ¿Habré traído todos los requisitos? ¿Me tocará un funcionario patán, imbécil, chanchullero? ¿Cuántas horas de cola haré? ¿Quiénes serán mis compañeros de trámite: la vieja parlanchina, el estudiante taciturno, el motorizado altanero?

Al llegar a la puerta del edificio, Hugo y yo nos tomamos de la mano… Recuerdo haberle comentado que éramos un par de locos al haber llevado a Diego a hacer la diligencia. “Típicos padres ultra emocionados con el primer hijo”. Pensé en todas las enfermedades que podría contraer si estuviéramos en la Diex (ahora Onidex) de El Silencio, y un escalofrío me recorrió la espalda.

Al abrir la puerta, quedamos profundamente confundidos. Un portero nos ayudó con el coche y nos indicó con quién debíamos hablar en la recepción. La señora que atendía recibió los documentos inmediatamente, y dijo que nos llamarían de uno de los cubículos en seguida. Nos mostró las sillas donde podíamos esperar. La sala era bastante cómoda, con muebles nuevos y un par de televisores sintonizados (sin volumen) en las noticias. Había una radio encendida. Poco a poco fueron llegando más parejas con sus cochecitos (no éramos los únicos padres orgullosos que querían exhibir a su bebé, después de todo). Todos echaban un vistazo al bebé de al lado y les sonreían empáticamente a los padres. Ningún bebé lloraba o chillaba. A los pocos minutos, una señora nos llamó y nos acercamos al cubículo. La mujer tecleó unas cuantas palabras y todos nuestros datos aparecieron en la pantalla de la computadora. “¿Están en orden todos datos? ¿Hay algo que deseen modificar?”. Nos hizo estampar nuestras firmas electrónicas en una pantallita y nos preguntó cuántas copias de la partida de nacimiento queríamos (€12 cada una). Tres, por favor. Salimos a pagar en la recepción, donde ya la primera señora estaba esperándonos con las copias en la mano.

Exactamente 25 minutos después de que nos bajamos de carro, estábamos Diego, Hugo y yo saliendo del registro, mientras la radio emitía la voz de Bono cantando “It’s a beautiful day”.



Mientras regresábamos al carro, una furtiva lágrima nos corrió por la mejilla, confundida con la garúa dublinesa. Una lágrima por esa nostalgia extraña por lo que no se tiene. Así fue como descubrimos, por contraste, que hacer trámites legales en Venezuela tiene el encanto de la saudade.

El primer mundo es aburrido.


Hasta la próxima aventura,
C.

1 comment:

  1. Que raro C pensando en las enfermedades que se pueden contraer en un registro..... y en su casa, en la comida, en la ropa, en la calle, en un ascensor, en el carro, en el agua, en el baño, etc, etc, etc.... Worst Case Scenario Egan.

    Para que te diviertas:

    http://worstcasescenarios.com/mainpage.htm

    Pepe

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