Wednesday, September 20, 2006

CD3 - Emulando a Bartolomé de las Casas

(pero en vez de crónicas de Indias, éstas son Crónicas de un par de indios…)


Debido a las recientes –y crecientes– peticiones (por no decir reclamos y amenazas), aquí va una tercera edición de las Crónicas Dublinenses. Pónganse cómodos porque esta vez el cuento es laaaargo…

Antes de empezar, debemos aclarar que el nombre de estas crónicas es una licencia. El verdadero gentilicio de los habitantes de Dublín es ‘dublinés’ o ‘dublinesa’, por lo cual, éstas deberían ser las Crónicas Dublinesas (no dublinenses). Sin embargo, ya metimos la pata, ya fosilizamos el error, y ahora lo justificamos como una licencia estilística y literaria…

En esta crónica queremos inaugurar una nueva sección: RAREZAS DEL PRIMER MUNDO. Algo parecido hicimos en las Crónicas Pisburianas (‘Cosas insólitas en USA’) pero, en este caso, nos daremos a la tarea de hacer una lista de las cosas, costumbres y eventos realmente extraños que nos vayamos encontrando en nuestra estadía europea. No pretendemos hacer un análisis socio-antropológico, ni mucho menos, sino mostrar con ojo ingenuo las disparidades del primer mundo y del mundo bananero del que venimos… Aquí va la primera entrega:


RAREZAS DEL PRIMER MUNDO, parte I

- Para los irlandeses, ‘Europa’ es el continente. O sea que el Reino Unido e Irlanda deben ser una especie de limbo donde el mundo se acaba (como en la mitología griega), o una especie de portal místico al mágico imperio del Euro…

- En un afán ***incomprensible*** por salvaguardar el medio ambiente, en Irlanda (y lo mismo sucede en Italia y seguramente en otros países europeos), cobran por las bolsas del automercado, pero venden una especie de busaca [1] reusable que todo el mundo tiene. Para los más guerreros, siempre queda la popular mochila que llenan hasta los tequeteques [2] con la compra…

- Todavía estamos constatando la universalidad de este hecho, pero en muchas partes (incluido nuestro apartamento), la luz de los baños está afuera del mismo. Todavía no entendemos exactamente por qué.

- Esto sí es oficial: en Europa NO existe el aire acondicionado. Cuando fuimos a Belfast, nos quedamos en un buen hotel y, a pesar del vaporón, lo más que pudieron ofrecernos fue un miserable ventilador… Lo mismo en el cine. Acostumbrados a tullirnos de frío en los cines caraqueños, fuimos al Dundrum [3] equipados como si fuéramos al Polo Norte (manga larga, medias gruesas, botas, pantalones abrigados y un buen suéter gordo). A mí casi me da una pálida de la baja de tensión, y Hugo tuvo que salir unas tres o cuatro veces al baño durante la película, después de beber galón y medio de refresco para rehidratarse.

- El agua de chorro es otro de los shocks culturales que un buen sudaca se lleva al llegar al primer mundo. Recelosos, compramos agua mineral, hasta que el dolor de bolsillo es más inminente que el posible dolor de barriga (en caso de que el agua esté piche [4]). Finalmente, cedemos y esperamos pacientemente el primer retorcijón. Con alegría, vemos que éste nunca llega, y en lugar de reconocer que el agua es perfectamente potable, triunfantes le damos todo el crédito a nuestro sistema inmunológico fortalecido a punta de los asquerositos de Filipo en la Plaza Altamira, los pinchos del Estadio o las empanadas de cazón del terminal de ferry en Puerto La Cruz… [5]

- Otro hecho oficial: en Europa el hielo es un artículo de lujo. Y cuando logras obtener un par de cubitos en la bebida, éstos se desvanecen más rápido que peo en chinchorro [6].

- En la isla (tanto en la parte liberada como en la subyugada al imperio) no existe el nestea ni la muy gringa ‘pink lemonade’. O tomas refresco, o mueres con un jugo radioactivo de una baya llamada blackcurrant, combinada con cantidades industriales de aspartame.

- Otra curiosidad es que a Europa no ha llegado la ‘American size’. Una de las primeras veces que fuimos a comer comida chatarra, pedimos una bebida mediana, esperando el tobo [7] de 2 litros que solían traernos en Pisbur. Para nuestra sorpresa, nos trajeron un vaso normal y corriente, con cantidades humanamente bebibles de líquido. Casi nos sentimos indignados, hasta que recordamos la historia de nuestra amiga Mara, nutricionista en una clínica de Pitt, que atendió a un niño de 5 años que pesaba 70 kilos…

- Más hechos oficiales: en Irlanda todo el mundo tiene tatuajes., sin importar edad, sexo o condición socio-económica.

- En la República (es decir, en la Irlanda liberada) hay que pagar una ‘TV licence’ de €155 por cada set de TV que uno tenga en la casa. ¡Fin de mundo!

- Como ya muchos saben, en Irlanda se maneja por la izquierda. No quiero adelantar algunas anécdotas que serán relatadas más adelante en las Invasiones vascas, pero imaginen la confusión cerebral que eso implica… ¡Ni hablar de cruzar la calle o de las redomas! Hugo ha estado a punto de morir unas cuantas veces en los últimos meses. Hay que agradecer a las autoridades, que han tenido la delicadeza y lucidez de poner ‘look left’ o ‘look right’ en cada cruce. ¡Viva el primer mundo!

- Siguiendo con el tema automotriz, cuando uno se saca la licencia por primera vez, debe pegar una hermosa y discreta calcomanía que tiene en rojo la letra L (de learner / aprendiz, o tal vez de LOSER / perdedor) por un año entero. Quién ha dicho que el escarnio público no es un método educativo…

- Una última curiosidad en este rubro de la vialidad es que los conductores suelen dar paso, en especial taxistas y autobuseros. La primera vez que nos pasó, Hugo –que iba al volante– no sabía cómo reaccionar. Nos tomó unos cuantos segundos asimilar semejante actitud… Después de cuatro meses viviendo en Dublín, ya hemos llegado a la aceptación, pero los viejos hábitos son difíciles de dejar, así que todavía no hemos logrado darle paso a nadie. Seguimos teniendo alma de caraqueños…

- Algo comiquísimo (bueno, tragi-cómico, en realidad) es la moda ochentosa en las adolescentes irlandesas. Ir al centro comercial es como entrar en un video de Cyndi Lauper: pelos batidos, minifaldas con licras, calentadores (oooh sí, como lo oyen), mucho maquillaje en los ojos, colores incombinables y zapaticos bajos. Ver para creer…

- Otra nota sobre la moda irlandesa son los zapatos-patín en las niñas pre-adolescentes (justo antes del flashback a los ‘good old eighties’). Seguro ya los han visto en Caracas o EE.UU., pero aquí son todo un fenómeno. Las niñas ya no caminan, sino que se deslizan entre la gente.

- Otro hecho oficial más: en Irlanda nacen los niños más blancos del mundo… Excluyendo la población de bebés calvitos, la mayoría son pelirrojos, con una importante minoría de catiritos [8]. El denominador común: los ojos azules. Si se ve algo diferente en materia de bebés, es porque el niño es hijo de extranjeros, así que ya anticipamos que Diego va a ser todo un arrase tropical…

- Continuando con el tema de los niños, Hugo y yo hemos elaborado (o mejor dicho, retomado) una teoría de determinismo bio-geográfico: aquí hasta los bebés son civilizados. Todavía no sabemos si es una cuestión étnica, latitudinal, climatológica o cultural, o un compendio de todo, pero lo cierto es que los niños irlandeses no chillan, observan el mundo desde sus cochecitos sin armar berrinches, y cuando llegan a la edad de correr, no se convierten en unos salvajes que se trepan en todas partes. Seguiremos investigando sobre este asunto, recopilando datos y haciendo un meticuloso trabajo de campo al respecto. Diego será, indudablemente, nuestro conejillo de indias. Prometemos informarles regularmente de nuestros adelantos en el tema.

- En nuestras incursiones en el sistema de salud irlandés, nos hemos topado con un par de sorpresas, pero éstas son dignas de contarse aparte, así que no dejen de leer las Crónicas del Profesor, en una próxima entrega.

- En Dublín hay DOS canódromos (uno de los cuales queda cerca de nuestro apartamento). Esto les puede servir de referencia para que vean el nivel de afición que hay aquí. Y ni hablar de las carreras de caballo. El tema de las apuestas es central en la vida cultural irlandesa. De hecho, en cualquier cuadra hay al menos dos pubs y un par de agencias de apuestas (la franquicia que más se ve es Paddy Power).

- La última curiosidad que queremos reseñar en esta sección es que el lema “Llueva, truene o relampaguee” fue inventado en Irlanda. Como muchos ya saben, Irlanda es llamada la ‘Isla Esmeralda’ porque todo está verde tooooodo el año. Otro de los mitos es que en la isla puedes experimentar las cuatro estaciones en una sola hora. Todo esto es 100% verdadero, y está directamente relacionado con el factor lluvia. Lo cierto es que puede estar cayendo el diluvio universal, pero los irlandeses andan por la calle como si nada, en bicicleta, a pie, en el parque jugando hurling o rugby, paseando al perro o a los niños en cochecitos (todos con sus respectivos impermeables y paraguas, por supuesto). La ventaja es que Dublín no se inunda como las Mercedes, ni el río Liffey se desborda como la quebrada de la Guairita…



LO QUE HEMOS HECHO / VISITADO

Muchas han sido las aventuras, entuertos y peripecias que hemos encontrado en estos meses de exploración. Como el querido lector podrá imaginar, el 80% de estas aventuras se debe a nuestro inagotable sentido de la desorientación y una especie de imán para atraer a personajes extraños. Sin embargo, aunque parezca mentira, también hemos podido visitar los alrededores de Dublín sin mayores estragos. Para no aburrirlos con detalles fastidiosos, aquí va una lista (con mapita incluido) de los sitios que hemos recorrido y una reseña brevísima de lo más importante en cada sitio:

Al sur de Dublín:


(a) Dún Loaghaire – Es el segundo puerto de la ciudad, y en realidad sólo queda a unos cuantos kilómetros de nuestra casa. Se ha convertido en una zona turística para pasear, con centro comercial y un pueblito bien lindo. En una segunda visita a esta zona, llegamos (por perdidos, por supuesto) a un puerto pequeñito donde alquilan botes y equipos de pesca. Nos bajamos un rato a disfrutar del atardecer, y había una tipo que estaba limpiando lo que acababa de pescar. En las piedras del malecón, tres focas se comían lo que el hombre tiraba. Lástima que no llevábamos cámara ese día.

Nota bene:
Dublín ha crecido radicalmente en los últimos 10 años, debido a un super-boom económico. Lo que hace unos años eran suburbios a las afueras de la ciudad, ahora están totalmente integrados al ‘Great Dublin’. Por eso, muchos ‘pueblitos’ ahora son más bien la zona comercial de urbanizaciones. La nuestra se llama Terenure, y tiene sus tres calles bien tradicionales, con tienditas, pubs, negocios de apuestas, etc.

(b) Bray Beach – Bueno, hay que flexibilizar criterios con el término ‘playa’… Digamos que es un terreno largo lleno de piedras a la orilla del mar, donde la gente solía tener casas (con arquitectura victoriana) de veraneo. Las casas siguen estando ahí, pero como ahora queda tan cerca de la ciudad, la gente va a pasar el día, ‘tomar sol’ y comer en los restaurancitos. El día que fuimos había una feria de verano.


(c) Blessington y Poullaphuca Reservoir – Blessington es otro pueblito del estilo de esos que ahora forman parte de las urbanizaciones dublinesas. El Poullaphuca Reservoir es un dique artificial hecho con el agua represada del Liffey. El paisaje es precioso, con ruinas, pinos y jardines alrededor. En esta visita intentamos llegar a Powerscourt, una villa del siglo XVIII que tiene unos jardines espectaculares abiertos al público, pero, por supuesto, nos perdimos y cuando por fin encontramos la ruta ya era muy tarde y habían cerrado…


(d) Wicklow Mountains y Wicklow Gap – Queda como a una hora de Dublín. Dicen las guías turísticas que estas montañas (i.e., colinitas, en realidad) servían de refugio para los disidentes del régimen inglés. El paisaje se parece mucho al páramo, tal vez un poco menos escarpado, con vegetación bajita y unas flores llamadas ‘heather’ (ni idea de la traducción en español), que hacen que todo se vea morado. Muchas ovejas en todas partes. Están las ruinas del monasterio de Glendalough (supuestamente fundado por St. Kevin) y los restos de una ruta de peregrinaje del siglo X. El Wicklow Gap es una especie de depresión al pie de una de las colinas, con su respectivo laguito. En esta zona se pesca bastante y se hace trekking. Nosotros nos conformamos con saltar un alambre de púa y hacer un picnic al lado de una quebradita.

En este paseo comprobamos que hasta las vacas son pelirrojas en Irlanda… Otra cosa comiquísima es que en la isla no hay autopistas como tal, de hecho, en Dublín hay UNA autopista que rodea la ciudad (la M50) y luego se enrumba hacia Belfast, pero en algún punto se convierte en una carretera normal y corriente. Bueno, el día que estábamos paseando por esta zona, llegamos a una carreterita tipo la que atraviesa La Unión, y el límite de velocidad era 80 km/h. Con razón la tasa de accidentes de tránsito es altísima…



Al norte:



(e) Phoenix Park – Está al noroeste de la ciudad. Tiene 712 hectáreas y es el segundo parque de ciudad más grande de Europa (el primero, según Wikipedia, es el Richmond Park, en Londres). El Phoenix Park es incluso más grande que el Central Park. Hay DE TODO en este parque: bosques, jardines, canchas, el zoológico de la ciudad, la casa presidencial (la Casona irlandesa, para más señas…), monumentos, la residencia del embajador gringo, hasta pistas de polo. Se pueden imaginar el tamaño.



(f) Howth - Es una península al norte de la ciudad, que se considera el límite norte de la bahía de Dublín. Es un pueblito pesquero que tiene un faro y un castillito, restaurantes, pescaderías, etc. Se ha convertido en uno de nuestros lugares favoritos. En el puerto siempre hay focas, jugando entre los botes. Los sábados arman un mercadito, y en julio hubo un festival de verano, con música, comida y juegos. El día del festival nos metimos una papa [9] de mariscos espectacular, y vimos a unos curas bendiciendo los barcos.















En la ciudad:
(g) Temple Bar – Aunque la ciudad es pequeñita, hay muchas cosas que ver y todavía nos falta un montón por descubrir. En uno de nuestros primeros paseos (ya reseñado en la CD 2), caímos por casualidad en una placita escondida en la mitad de una de las zonas más turísticas de Dublín: el Temple Bar. Originalmente ése era el nombre de un local famoso, pero luego se extendió a toda la zona, que ahora es peatonal.



Hay un montón de pubs, restaurantes, cafés, galerías, etc. En esta plaza arman todos los sábados un Farmers Market buenísimo, y ahora somos adictos a los quesos, samosas, aceitunas y demás delicias que venden. Pero debemos añadir, con profunda tristeza, que unos franceses asquerosos acabaron un poco con el encanto pueblerino de uno de nuestros kiosquitos favoritos –el de las aceitunas. En este kiosco las aceitunas, hummus, pesto, etc., están exhibidos al aire libre en medios barriles, y usualmente los que atienden ponen bandejitas con muestras de todo para que la gente pruebe. En la era de la gripe aviar y de la hepatitis, uno debe cuidar mucho dónde mete la mano, ¿cierto? Pero siempre se conserva la esperanza en la buena fe y el sentido común de la gente (es decir, si vas a agarrar una aceituna, no le metes los dedos al perol completo). Bueno, pues estos gabachos se dedicaron a comerse TODAS las muestras de TODAS las bandejitas, chupándose sonoramente los dedos y escarbando cuando había cosas que no les gustaban… Como comprenderán, se acabó el llamado ‘free-sampling’ para siempre.



(h) Grafton Street – Es otra calle peatonal que está cerca del Temple Bar y hace esquina con el Trinity Collage, de un lado, y con St. Stephen’s Green, del otro.

Hay montones de tiendas, y en una de las esquinas está el Gaiety Theatre (construido en 1871). En ese teatro fuimos a ver Riverdance, un espectáculo de baile tradicional irlandés súper famoso. No teníamos expectativas concretas con respecto al show, pero la verdad es que nos sorprendió muchísimo. Cuenta la historia de Irlanda a través del baile, desde los orígenes míticos del pueblo celta, hasta las migraciones a América durante los períodos de hambre. Música en vivo, bailarines extraordinarios. Si alguna vez tienen la oportunidad de verlos, de verdad que vale la pena (si quieren saber un poco más, métanse en http://www.riverdance.com/). Como paréntesis cómico (típica cosa que nos pasa por recién llegados), Hugo y yo nos fuimos empintadísimos [10]. Cuando llegamos, había gente hasta en chancletas. Otra curiosidad es que en pleno teatro venden chucherías y helado, como en el cine. En el intermedio del show, TODO el mundo, gordos y flacos, viejos y jóvenes, grandes y chiquitos, estaban comiendo helado. Hugo dice que es oficial: los genes irlandeses siguen vivos en los Egan.



(i) Croke Park – Es el estadio de los deportes gaélicos (hurling y gaelic football, ambos amateur). Está al norte de la ciudad (cerca de la oficina de H) y tiene capacidad para +80.000 personas. Ya H ha ido a varios conciertos ahí. En julio fuimos a ver nuestro primer partido de hurling (no me pidan opinión al respecto porque los genes deportivos de la familia se los quedó mi hermano completicos). Hay otro estadio, el Lansdowne Road, al sur de la ciudad, que es para ‘deportes protestantes’ (rugby y fútbol), pero el año que viene lo van a ampliar (para +50.000 espectadores), así que hasta el 2009, por primera vez en la historia irlandesa, el Croke Park va a albergar deportes ‘extranjeros’ (cosa que estaba prohibida en la constitución del estadio).





(j) O’Connell Street – La Sabana Grande [11] de Dublín… jejeje. Hablando en serio, esta calle está justo al norte del Liffey, súper ancha, con muchas tiendas y edificios viejos. En el centro está el Spire, una escultura de 120 metros de alto, terminada en el 2003 (aunque originalmente querían inaugurarla para la celebración del milenio, pero la puntualidad irlandesa no es muy distinta de la latina…). En una callecita perpendicular a O’Connell descubrimos la mejor librería de la ciudad: Chapters. No es una franquicia, así que conserva el encanto de las buenas librerías, y uno de los chamos que atiende es todo un librero, al mejor estilo del señor Javier o del viejo de Divulgaciones (perdonen, ésta es una referencia exclusiva para los nerds de Letras). Otra de las perpendiculares es un micro-Chinatown / Africatown. Ahí descubrimos varios mercaditos afro-caribeños (donde venden plátanos y demás cosas exóticas del trópico). Cuando entramos en uno, casi nos da un ataque de risa cuando nos dimos cuenta de que las mujeres de la tienda estaban pegadas a una TV viendo una telenovela africana (cual Topacio, pero con actores negros). El género del culebrón no tiene fronteras…


Para terminar esta larguísima crónica, no podemos dejar de contarles sobre nuestro restaurante favorito: el Kinara. Es de comida pakistaní e india, y queda a unas cuadras de la oficina de Hugo. La comida es de chuparse los dedos (al mejor estilo de los franceses inmundos del mercadito), pero eso es algo que ustedes mismos deberán comprobar cuando nos visiten. Lo cómico de nuestro debut en el Kinara fue el personaje que teníamos sentado justo en la mesa de al lado: un viejito medio senil que estaba almorzando solo (igualito al abuelo de los Monsters), que se dedicó a contarnos su vida completa, mientras metía la manga de su traje en una cazuela de cordero al curry. Lo más lejos que había viajado era Inglaterra (a diferencia de su hermano, que era un loco y se había ido a servir en la Segunda Guerra Mundial, ¡qué horror!). Se podrán imaginar que no tenía la más remota idea de dónde quedaba Venezuela, ni mucho menos qué idioma aborigen y extraño se hablaba ahí. También nos contó que nunca se llegó a casar, pero no perdía la esperanza de encontrar a una mujer (joven, por supuesto) con quien terminar sus días. En fin, ojalá hubiéramos tenido un grabador. Supongo que en cualquier ciudad se encuentra este tipo de fauna extravagante, pero Dublín tiene la ventaja de conservar un sabor medio pueblerino todavía, en contraposición al anonimato de las ciudades grandes tipo Londres o Nueva York. La gente es muy simpática y no tiene pena de sacarle conversación al de al lado, así que no es difícil averiguarle la vida a cualquiera.

Querido lector, hasta aquí me trae el río en esta tardía edición de las Crónicas Dublinenses. Todavía hay demasiado que contar, pero mi enorme panza ya no me permite estar sentada escribiendo por mucho tiempo (sin mencionar que la mono-neurona está funcionando a media capacidad). Prometo, sin embargo, un par de entregas más antes del nacimiento de Diego: CD4 – Las Crónicas del Profesor, y CD5 – La invasión vasca. Manténganse en sintonía, que muy pronto seguiremos trayendo más aventuras por este mismo bati-canal.

Besos y abrazos para todos,
Ceci & Diego

PD: Algunas de las fotos montadas en esta crónica son propiedad de Michelle y Asier (se las robé vilmente!)

NOTAS PARA LOS NO-VENEZOLANOS
[1] Busaca es una palabra gocha (i.e., de los Andes venezolanos), hasta donde yo sé, y su equivalente más cercano es ‘bolso’ o ‘talego’.
[2] ‘Estar hasta los tequeteques’ quiere decir estar lleno, a reventar. Se puede usar literalmente o figuradamente (‘La maleta está hasta los tequeteques de ropa’ o ‘Estoy hasta los tequeteques de trabajo’).
[3] Dundrum es una de las urbanizaciones de Dublín que queda cerca de la casa, con su pueblito respectivo, pero aquí nos referimos al centro comercial homónimo.
[4] Piche = podrido, revenido, no fresco.
[5] Asquerosito = perro caliente, hotdog, pancho (pero bien callejero y de dudosa procedencia). Los de Filipo en la Plaza Altamira son famosos. Los pinchos (anticuchos, en Perú y Bolivia) del Estadio (de béisbol) son hechos, presuntamente, con carne de perro. Las empanadas (de harina de maíz, rellenas con un picadillo de un tiburoncito llamado cazón) son realmente deliciosas, especialmente las que hacen en donde se toma el ferry a Margarita. Aparte de ser una rica fuente de colesterol y triglicéridos, pueden ser también una fuente inagotable de diarrea para un extranjero.
[6] ‘Más rápido que peo en chinchorro’ se puede traducir en buen castizo como ‘Más veloz que flatulencia en hamaca’, es decir, algo que se desvanece rapidísimo.
[7] Tobo = balde, cubeta, tacho.
[8] Catire/a = rubio, güero, mono, blond.
[9] ‘Meterse una papa’ o también ‘Echarse un atracón’ = comer inescrupulosamente.
[10] Empintarse = ponerse una pinta, vestirse bien.
[11] Sabana Grande solía ser una zona peatonal de Caracas llena de tiendas y cafés, donde la gente iba a pasear, comer, comprar, etc. Hoy en día es un zoológico de contacto, o un boulevard del terror, como se quiera ver.

Sunday, July 2, 2006

CD2 - PASEANDO POR EL CENTRO

Ayer sábado salimos de la casa con el propósito de encontrar un Farmers' Market (que no es más que lo que montan los productores de alimentos cada sábado y domingo por toda Caracas para fomentar la cola). Luego de dar bastantes vueltas y cuando estábamos ya de regreso, encontramos uno de los dos que habíamos previamente ubicado en Internet (porque aquí los portus están conectados). Para hacer el cuento corto, el mercado fue todo un éxito, compramos quesos, aceitunas, boquerones y pan de excelente calidad, lo que es un logro considerando que en 2 años en Pisbur no comimos ni un sólo pan decente. En fin, ya pegamos las fotos y les pueden llegar desde nuestra página.

Sin embargo, lo que hace a nuestro paseo merecedor de una crónica, fueron dos eventos para nada relacionados entre sí pero que vale la pena contar:

La máquina de la felicidad
El comienzo de esta historia se remonta a 1999 en los días en que yo vivía en Puerto La Cruz y Ceci me visitaba uno que otro fin de semana. Los que conocen Puerto saben que si no tienes lancha la ciudad es igual de aburrida que un ascensor sin espejos (Freundt dixit). En fin, un buen día, paseando por el centro comercial más decente de la zona (Plaza Mayor, para más señas) probamos el helado que haría posible esta semi-crónica.

Ya desde mucho antes Ceci había comenzado su búsqueda por el helado perfecto. Ese, y no otro, es el motivo por el cual ha recorrido medio mundo y vivido ya en 4 países. Ese peregrinaje la ha llevado a descubrir que los mejores helados de vainilla (mantecado en criollo) son los de máquina y, contrario a la creencia popular, no son los que comía en el Qué Bueno del CCCT durante su infancia. Son los de Rita's, que con un par de sedes en Pittsburgh, se da el lujo de abrir sólo durante los siete meses del año en los que la temperatura supera los cero grados.

Toda esta introducción no serviría de nada sin apuntar que la máquina (italiana, para más señas) que vendía los helados en Plaza Mayor sigue allí, pero desde hace varios años no es más que parte de la decoración del local. Aunque cada cierto tiempo volvíamos al Puerto buscando la máquina de la felicidad y nos parábamos en la cola, sólo para ser decepcionados una y otra vez, Ceci sabe que el verdadero buscador de helados es como el arqueólogo: paciente y metódico.

En otras ciudades hemos visto la máquina aunque en iguales condiciones: decorando y no repartiendo alegría.

Como ya habrán supuesto y sin ánimos de hacer de esta semicrónica la segunda parte de Sexto Sentido, aquí aparece de nuevo la máquina en rol protagónico. Cuando ya volvíamos al carro, nos tuvimos que detener en el segundo piso de Saint Stephen's Green para retomar el aire que Diego había robado. Fue ahí cuando vimos en el piso de abajo una cola de unas 7 personas esperando comprar un cono (no confundir con un coño). La oportunidad de probar un nuevo helado nunca debe ser desperdiciada, por lo que Ceci, con Diego a cuestas, bajó inmediatamente a pararse en la cola y a retomar el aire mientras pacientemente esperaba por su helado de mantecado.

Pero se preguntarán todos, ¿cómo es posible que si el mejor helado de mantecado del mundo lo venden en Rita's, Ceci recorra los siete mares buscando el segundo mejor helado? Basten las fotos que acompañan para darse cuenta de que nuestro helado no es un mantecado ordinario. Es el mejor del mundo en su propia subcategoría. Siete años después, el humilde puesto que no prometía mayor calidad se ha convertido si no en la razón directa para mudarnos a Dublin, en el motivo para quedarnos por un buen tiempo.

Sin más preámbulos, aquí están Ceci y Diego (porque lo que se hereda no se hurta y ya la pasión por el Gelato le viene del abuelo Piti) disfrutando de su helado:


La Robolución Avanza (...hasta Dublin)

No hay mucho que agregarle a esta foto más que el comentario de que es en Grafton Street, fácilmente el boulevard más circulado de Dublin. Ya durante la semana había visto el afiche en cuestión en el medio de la misma manifestación pro Palestina. Por lo visto van recorriendo la ciudad de forma muy decente, repartiendo volantes y propagandeando al mismísimo HDP.







Bueno, esto resume nuestro sábado. Con un poco de suerte tendremos nuevas crónicas en un par de días.

Saturday, July 1, 2006

CD1 - De mi viaje a Australia, sólo que jamás llegué a Australia…

La Tahona, domingo 25 de junio de 2006 (1030hs). Después de un poderoso desayuno criollo, nos apuramos a salir de Caracas por temor a encontrarnos con cualquier cataclismo variopinto en la archifamosa Trocha (1). Así, salimos de la casa un poco después del mediodía. Para nuestro asombro, tardamos sólo una hora en llegar al aeropuerto. Ya la cola en el counter de Iberia era más larga que peo de culebra (2), pero el poder del cochino dinero solventó ese primer inconveniente rápidamente (business class). Es casi innecesario decir que tenía sobrepeso en la maleta; de hecho, la gente de poca fe podría decir que llevaba una maleta extra, pero el viento soplaba a mi favor y la encargada ni siquiera miró los inflados numeritos de la balanza. ¡Jose y yo cantamos victoria! ¡Burlamos el sistema! ¡JA! Pero la realidad es que el sistema había sido benevolente porque ya se había reído a carcajadas de los incautos pasajeros. El vuelo tenía CUATRO (4) (IV) horas de retraso… Obviamente, eso me hacía perder la conexión Madrid-Dublín, pero la amable ejecutiva de Iberia me arregló un itinerario lechero Caracas-Madrid-Barcelona-Dublín. En lugar de llegar a Irlanda al mediodía del lunes 26, ahora llegaría en la tarde.

Este pequeño tropiezo no quebrantó el espíritu viajero, y decidimos subir de nuevo a Caracas (pues tenía una espera de más de seis horas por delante) para almorzar en familia. Fuimos CC, PJ, JI y yo a Tony Roma’s a almorzar y ver el partido Portugal-Holanda. Nunca se vio semejante desfile de tarjetas amarillas en la historia del fútbol… Bueno, al menos del fútbol presenciado por mí… Pero para no hacer el cuento tan largo, terminando de comer bajamos de nuevo a Maiquetía. Nuevamente la voluntariosa Trocha fue amable con nosotros y no encontramos cola. No es mi interés entristecer al lector con los detalles de la despedida, así que usen su imaginación…

Al pasar inmigración me encontré a Daniela y Andrés Emmerich, recién casados y rumbo a la luna de miel. Justo a tiempo, porque si no, la moqueada habría sido larga… Estuvimos un rato juntos, vi en primicia nacional algunas fotos de la boda y luego calabaza calabaza (3).

Otra particularidad de este viaje fue la presencia del clero. A pesar de los obstáculos, la apaciguadora imagen de uno que otro sacerdote a lo largo de la jornada fue casi una revelación mística. El primero de estos encuentros fue en el VIP lounge de Iberia (lo sé, el cochino dinero…). Este peculiar sacerdote criollo (con cara de adeco) estaba campaneando un güisquicito (4) mientras conversaba amenamente con una pareja, suponemos que con el fin de calmar los nervios antes del vuelo…

Si usted leyó alguna vez las Crónicas Pisburianas, obviamente debe saber que algo inesperado va a suceder en este punto del relato. ¡Tiene razón! Aparte de las cuatro horas de retraso del vuelo a Madrid, por misteriosas razones la gente del aeropuerto se puso necia con la seguridad e inspeccionó a CADA UNO de los pasajeros de un vuelo 747, separando (misteriosamente, otra vez) a hombres y mujeres. Esto retrasó el vuelo hora y media más. Gracias a mi cromosoma XX y a Diego, pasé rápido, pero cuando los hombres comenzaron a entrar, logré escuchar que a un par de maracuchos que iban sentados al lado les preguntaron hasta en qué hospital habían nacido. No miento, amigo lector. Las Crónicas Dublinenses, así como las Pisburianas, se caracterizan por su objetividad férrea.

El vuelo transcurrió sin novedades, aunque inicialmente hubo un conato de desastre: sentado a mi lado iba el Hombre Rumiante, un caballero español que cada vez que pasaba las páginas de su revista rumiaba (mmggrrrrr, mmggrrrrr), lo mismo cuando presionaba los botones de su pantalla o cuando se acomodaba en el asiento. Afortunadamente, el señor fue visionario y se cambió a la fila de adelante, que estaba vacía. “Te dejo tranquila, muchacha”. Respiré aliviada…

Al llegar a Madrid, POR SUPUESTO, el vuelo a Barcelona tenía una hora de retraso. Pero antes de tener conocimiento de este nuevo percance, y en plena carrera al bajar del avión, sorpresa sorpresa… La segunda presencia clerical del viaje: el padre Losada, aquel peculiar personaje que pasó la hora entera de mi matrimonio con Hugo hablando de la calamidad del divorcio. Lo saludé, me felicitó por la barriga (supongo que en sus adentros el buen cura habrá pensado que su sermón surtió efecto), y en este punto nos despedimos.

Con la cabeza (y la barriga) en alto, me dispuse a ir a la puerta K86 en el extremo este del terminal, según marcaba el boarding pass y las pantallas de Barajas. Cuando me faltaban tres metros para llegar a la puerta, la cálida voz de un altoparlante anuncia: “AtenZZZión SSSeñoreSSS paSSSaJJJeroSSS de vuelo 2186 con deSSStino BarZZZelona, SSSe leSSS informa que la puerta de embarque ha SSSido cambiada a la hache onZZZe”. Indudablemente, la puerta H11 quedaba, literalmente, en el otro extremo del terminal… El lector pensará que quien escribe es un estandarte de la flojera. ¿Qué importa caminar un poco, después de todo? Pues bien, después de ocho horas de vuelo, con sólo dos horas de sueño, con una barriga de seis meses de embarazo, unas botas mortales (demasiado pesadas para ir en la maleta), ciática, y una mochila cargada de peroles… caminar de la /&·$%# puerta K86 a la H11 es como correr al mediodía por la avenida Baralt (¡de subida!) (5).

Pero finalmente llegué a la H11, esperé lo que tocaba, me monté en el avión y no supe de mí hasta que aterrizó en Barcelona. Y claro… las Crónicas no pueden terminar aquí. Cuando chequeo mi reloj, me doy cuenta de que tengo poco más de 15 minutos para encontrar la puerta de embarque a Dublín. Como buena venezolana, atropellé, metí codazos, abusé de mi barriga y pisé a media humanidad (buena idea la de las botas, después de todo). Tanta corredera sólo para encontrarme con que el vuelo Barcelona-Dublín tenía más de una hora de retraso. “Dios ha muerto”, pensé. Nietszche nunca tuvo más razón.

Quien les reporta estos tristes sucesos se encuentra ahora mismo en Barcelona. Perdonen, queridos lectores, si la amargura y el cansancio ciegan mi juicio. Llorar es inútil, rezar mucho más. Ya no siento las nalgas, y la hinchazón de las piernas es indescriptible. Pero algo me dice que no pierda la fe, que me aferre a algo… Así, sigo sentada, escribiendo estas líneas, esperando más aventuras, porque sé que tengo que darle un buen cierre a esta primera Crónica Dublinense.

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Finalmente abordamos el avión. Todo se ve bien. No tengo compañeros de asiento atorrantes, rumiantes o afines. El calor es insoportable dentro de la cabina. Problemas del aeropuerto, según nos informa el capitán. Seguimos esperando. La voz del capitán se escucha de nuevo. Esta vez pide disculpas porque al parecer hay un pasajero que no se presentó a la puerta de embarque y, por razones de seguridad, deben buscar su equipaje y sacarlo del avión. La gente acalorada masculla frases obscenas. Transcurridos un par de minutos, el capitán, esta vez con en un tono más jovial, nos informa que el pasajero apareció y está en camino. Un “BUUUU” generalizado tiembla en el avión. Un padre instruye a su hija que en cuanto entre el desgraciado le propine una buena insultada. Me encuentro en la tercera fila, así que espero con ansias verle la cara al desconsiderado. Sorpresa, sorpresa… El infeliz que retrasó el vuelo unos 25 minutos extra es, nada más y nada menos, que…

…¡UN SACERDOTE!

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Estimado lector, han pasado días desde el viaje interminable. He tenido tiempo para reflexionar sobre los acontecimientos relatados arriba, pero decidí no editar nada, y entregarles la cruda verdad sin censura. Sean ustedes mismos jueces de los hechos. Sólo me basta relatarles los últimos minutos de la jornada:

Al llegar a Dublín, un querido vecino latinoamericano se me coleó en la fila para inmigración, y a pesar de que salí de SEGUNDA del avión, me tardé unos 40 minutos en este punto, pues los funcionarios parecen no ser muy diestros usando la computadora, más aún si el visitante no habla NI PAPA de inglés y el pobre oficial se ve obligado a usar un intérprete por teléfono…

En fin, pasada inmigración llegué a la correa del equipaje. Obviamente fui uno de los últimos pasajeros en recoger sus macundales (6). A pesar de haber llegado al primer mundo, a pesar de una obvia panza de embarazo, NADIEEEEEEEEEEE tuvo la cortesía de echarme una mano para bajar las maletas de la cinta =( Pero la verdad es que no los culpo… Si los otros tuvieron la mitad de las aventuras que Diego y yo tuvimos en ese viajecito, ¿quién tiene cabeza para estar ayudando a nadie?

Y después de tanto rodar, la mega-jornada tuvo un final feliz: ya estamos en nuestra nueva casita.

A pesar de tres páginas de sangre, sudor y lágrimas, supongo que es pertinente cerrar las primeras crónicas recordando a Kavafis:

Cuando hacia Ítaca salgas en el viaje,
desea que el camino sea largo,
pleno de aventuras, pleno de conocimientos.

Sí encontramos Cíclopes y Lestrigones, y tal vez uno que otro irritado Poseidón, pero al final, ¿qué sería de las Crónicas Dublinenses si hubiéramos tenido un viaje sin eventualidades, aburrido y sin sabor?

¡Hasta la próxima!

C&D


NOTAS PARA LOS NO-VENEZOLANOS
(1) La Trocha, así con mayúscula, es una carreterucha que tuvieron que hacer porque uno de los viaductos de la autopista Caracas-La Guaira –donde está el aeropuerto– se cayó. Así como lo leen… ¡Se pulverizó! Pero esa historia es harina de otro costal… Baste decir que lo que usualmente tomaba 30-40 minutos, ahora demora entre una hora-ad infinitum…
(2) = flatulencia de serpiente
(3) “Calabaza, calabaza, cada quien para su casa”
(4) “Güisquicito” es la versión criolla de “whisky” o “scotch”, y “adeco” es un militante de un partido tradicional venezolano (AD = Acción Democrática), personaje que se ha estereotipado y representa al macho criollo, simpático y güisquicero.
(5) La Avenida Baralt, especialmente al mediodía, puede ser como cualquier calle concurrida de Bombai o Nueva Delhi.
(6) Al igual que “peroles”, “macundales” es un sustantivo genérico que abarca cualquier tipo de cachivaches u objetos personales.

Thursday, June 22, 2006

Ahora sí !

Ya tenemos internet en la casa y Ceci llega el lunes, así que ya no quedan excusas. Aunque hay un par de cuentos buenos, por ahora sólo pego un par de fotos del concierto de Robbie Williams para que a Anisabel le dé envidia...

Lo mejor del concierto fue que al final el pana Robbie pidió disculpas por la baja calidad del show y prometió presentarse de nuevo en Dublin antes de que finalice el año gratis... no es que hayamos pagado mucho por las entradas (de hecho, no pagamos porque la empresa tiene palco en el estadio), pero igual se agradece el gesto (doble envidia para Ani).



En resumen, el show estuvo bueno, el tipo es muy simpático, pero nada de eso importa, igual teníamos que ir porque "gratis, cueste lo que cueste".

Sunday, June 4, 2006

Ceci está en Caracas

Va a estar por allá por unas 3 semanas y aunque no hemos escrito mucho, ha sido más por falta de tiempo que de ganas.

Cómo sabemos que estamos en el primer mundo?

Los taxistas:
  • Varios de los que interrogamos juegan golf que aunque no es un juego caro como en nuestros países igual requiere cierto nivel cultural
  • No ponen reggaeton
  • Te hablan de economía y te preguntan cuál es el GDP de Venezuela

Wednesday, May 31, 2006

Ya tenemos apartamento

Después de dos días de búsqueda nos decidimos por Bushy Park, así que seremos vecinos de Isabelita (que trabaja conmigo) y su esposo Lucas (ambos venezolanos). Aunque no tenemos aún fotos les adelantamos que tiene 2 habitaciones, 2 baños y bastante suelo para echar los sleepings ;-)

Ceci vuela a Caracas el fin de semana y yo me mudo el martes o miércoles, aunque no será hasta que llegue la mudanza que realmente nos instalaremos.