Thursday, August 28, 2003

Aquí les van mis primeras experiencias en el concierto de Bruce Springsteen. Espero que no les aburran mucho.



El PNC Park

Idéntico al Universitario: tres bases, el home plate y los jardines. La única variación es que los bullpen están encerrados como para que la gente no les tire botellas. Lo demás ya se lo imaginan, igualito a todos los parques que uno ve por TV de las Grandes Ligas. Todo bonito aunque sin mucho espíritu (en eso Villanueva se botó). Hasta las tradiciones de esta gente parece que fueran creadas por alguien para poder decir que tienen historia.



Primera sorpresa

Atravesé el puente Roberto Clemente corriendo hora y media antes, jurando que ya me tocaba pararme al lado de los kioskos de Maltín Polar. Lo increíble fue que mi entrada (al igual que la de los otros 50 mil rednecks) estaba asignada a una sillita plegable ahí entre lo que supongo era primera base. A los gringos hasta se les ocurrió la brillante idea de tapar el terreno de juego con unas especies de gaveras de refresco gigantes. Mucho mejor que la alfombrita que le ponen al estadio Olímpico.



Como ya tenía puesto reservado aproveché y entré en los baños a depositar las 3 jarras de Mountain Dew que ya me había tomado para esa hora. Ya iba prevenido y la verdad es que me recordó a los Caracas-Magallanes. Esos gringos si saben apuntar, no como nosotros (yo por lo menos arranqué mojando hasta la pared antes de retomar el control). Sorry for the cleaning staff.



¿Dónde está el 1x1?

El concierto estaba pautado para las 7:30 y vino comenzando como una hora después. Mucha organización, mucho todo, pero en eso igualito que en Caracas. Me da pena y todo, pero soy tan tercermundista que hasta me sentí bien. A las 8:30 arrancaron unos tipos tocando la cancioncita esa que les fascina a los gringos de “Take me out to the ball game”. Ahí me comencé a dar cuenta que a buena parte de la gente le habían pegado los tobos de cerveza que se metían desde temprano. Al terminar la musiquita arrancó el Boss con el concierto de lleno. Cero telonero, cero compensación nacional, 1x1, “y por Venezuela…!”. Nada de eso. Ni siquiera invitaron a Ricardo Peña de la isla del encanto. Me quedé con las ganas de verlo por CUARTA vez para gritarle por CUARTA vez que se devolviera a Isla Velde con su guitarra (lo que prueba que el pavoso es Joseba).



Eso sí, en el momento que comienzan a tocar eché un ojo y vi que había como 15 locos parados contra la baranda que separaba a los “silla numerada” del “pit” por el que la gente pagó 300 dólares. Pegué una buena carrera pero me puse ahí pegadito ahorrándome 200 y pico. Obviamente la gente se fue parando y olvidando de las sillas por el resto del concierto. Full venezuelan, aunque los que se quieren pasar de vivos y ponerse de primeros no llegaron sino como hasta 1 hora después. Sería cuando se les quitó la pena gracias a la rasca que cargaban. Todos los chamos traían botellas marrones como las de Polar y yo, dentro de mi ignorancia, juraba que eran de vidrio hasta el final del concierto que conseguí una en el piso y vi que era plástica.



SIN CHA...

Por lo demás el show fue igualito a cualquiera en el Poliedro. Estuvo muy bueno, tocó casi todas las canciones, regañó a Bush por mentiroso y la gente se animó muchísimo. Pittsburgh parece que fuera la ciudad de la que habla Springsteen en sus canciones por las acereras, el clima y la gente. Lo único que faltaba es que la gente gritara SE VA, SE VA, SE VA, SE VAAAAA.



Bueno, al final si hubo 1x1. Cuando estaba sentado antes de que comenzara el concierto la familia que estaba atrás mío se paró para saludar al tío. La verdad no me hubiese llamado la atención sino hubiese sido porque el tipo, como de 55 años y que se veía tan serio, cargaba un zarcillo. Se me olvidó el detalle hasta que Springsteen invitó a dos personas de la ciudad a que lo acompañaran en Glory Days. Pues se aparecieron el tío y su hijo (como de 13 años) con sendas guitarras y tocaron toda la canción. El estadio por supuesto estaba que se caía.



Lo último que me recordó a Venezuela fue que al salir del estadio al terminar tuvimos que pasar por varios pasillos con la gente bastante apretaba. Nadie hizo muuuuuu como estamos acostumbrados, aunque me provocó hacerlo a ver si los contagiaba de una de nuestras tradiciones.



Hasta aquí les dejo el cuento, aunque les prometo otro en cuanto tenga chance con todas las estupideces que he hecho por indio. Aprovecho y les doy las gracias a todos los que “botaron” por Chávez, pues gracias a él me eché una apuradita y ya no me lo calo aunque sea por dos años (que es casi el 10% de lo que va a gobernar). Saludos a todos y no olviden votar por otro militar a ver si así me quedo otros años más.

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